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Categoría: En el Trabajo

Fue una noche en la oficina

Esta es una historia de algo que me ocurrió hace un par de meses, pero lo mantengo fresco como si fuera ayer.
Después de mucho buscar un empleo en mi ciudad, conseguí un trabajo de tiempo completo como asistente de finanzas en una compañía constructora. En ese departamento trabajaban mi jefa, una señora algo mayor, pero bastante guapa, otro muchacho que habían trasladado de la sección de compras, y una lindura blanca, de cabello castaño, con una mirada sexy y dulce a la vez. Vestía faldas a casi medio muslo, algo ajustadas tipo sastre que daban buena idea de sus curvas y un trasero bien delineado, que hacía juego con su lindo busto. Al verla me gustó desde el inicio, pero más cuando comenzó a explicarme las responsabilidades de mi puesto. Se paraba detrás mio para darme las correspondientes instrucciones y sus cabellos rozaban mis mejillas al inclinarse a mi lado, su aroma de mujer ejecutiva me fascinaba y se me perdía la mirada en su escote, aunque trataba de disimular estoy seguro de que en algún momento debió haberse dado cuenta, pero nunca me llamó la atención por eso.
A medida que pasaban los días, surgieron algunos trabajos que requirieron que nos quedáramos trabajando luego de horas, para entregar algún informe a la jefa. Lo mejor comenzó la ocasión en que tuvimos que quedarnos trabajando antes de un día libre. La mayoría se fueron temprano para aprovechar el fin de semana largo, pero el trabajo que debíamos entregar para el lunes en la mañana nos llevó al acuerdo de que ese jueves trabajaríamos hasta las 8:30 pm. Ella trajo su portátil a mi puesto y trabajamos uno al lado del otro. Tenerla cerca me embriagaba, cuando pasó un rato ya se había quitado el saco, y las tiritas del sweater que llevaba debajo ahora me dejaban ver su hombros blancos con pequeñas pequitas café; recogío un moño en su cabello y pude ver los finitos cabellos rubios que adornaban su nuca. Quería sentirlos en mi cara mientras la apretaba…ya mi imaginación me traicionaba.
Mientras hacíamos el informe, me llamaba poniendo su mano derecha en mi muslo y comencé a excitarme casi sin quererlo, y mientras más tiempo su mano se quedaba, más eran mis ganas de besarla, sus labios rosados y carnosos me llamaban.
Yo quise seguir el mismo juego y tocaba su pierna para enseñarle algunos números; al hacerlo noté que no había reacción, pero tampoco vi desagrado; así que me la jugué pensando en la cachetada que podría llegar. Dejé la punta de mis dedos sobre su rodilla mientras me acercaba para que me explicara algo y ya cuando la tuve cerca, no alejé mi rostro del suyo, y quedamos muy cerca, sentí su respiración, su aliento tibio, y la miraba fijamente. Ella se quedó con mirada algo extrañada y vi una leve sonrisa en la comisura de sus labios. Preguntó: “oye, qué pasa?, te cansaste ya? Quieres que paremos un rato?” Le dije: “no tranquila, es sólo que no puedo dejar de sentirme…” Me interrumpió diciendo “incómodo?” A lo que contesté que para nada. Dijo que si me desconcentraba, podía ponerse nuevamente el saco. Que sabía que ese sweater era algo más escotado que lo debido, pero que no tenía pensado quedarse ese día a trabajar.
Toqué su hombro mientras le decía que le quedaba de maravilla, sin dejar de mirarla a los ojos. En ningún momento ella alejó el rostro y no me pude contener. Me acerqué aún más y le di un pequeño beso en los labios. No dijo nada, sólo me miró y sonrió. “De veras te gusto!” me dijo y contesté sin pensarlo que sí, que era hermosa y que me atraía como un imán. Sonrió y me besó. Puse mis manos en sus muslos y me acerqué aun más para seguir besándola. Mi lengua buscó la suya y la sentí tibia y húmeda acariciando la mia, fue un beso perfecto, mordí sus labios con cuidado y ella puso sus manos más arriba en mis piernas y por coincidencia la punta de su dedo tocó mi pene. Por la calentura que me provocaba la situación, ya mi erección era casi completa y se notaba sobre la tela del pantalón. Pensé que se apenaría y se apartaría pero su dedo no se movió, solo se apartó para mirar lo que tocaba y su mirada picara me indicó que seguiríamos en lo que estábamos. Yo sentí como la excitación me hacía palpitar con su dedo tocándome y sin más dejé su boca para besar su cuello. Olía a flores, mis labios recorrían su piel, mientras mis manos ya acariciaban todo el recorrido de sus piernas bajo la falda. Su respiración se aceleraba igual que la mia. Su mano empezó a acariciarme sobre el pantalón y ya yo iba bajando las tiras del sweater. Fui besando su pecho y de golpe busqué sus senos. Aparté el borde del sweater, bajé el borde de su brassier y mi vista se recreo con esa montaña de ensueño. Blanca, tersa y su aureola entre rosa y chocolate claro me aguaron la boca. La puse en mi boca y comencé a lamerla y acariciarla con mis labios, mientras que con mi mano acariciaba su otro seno. La escuchaba suspirar sobre mi cuello. Su mano bajaba y me tocaba el pene y los testículos sobre el pantalón, apretaba un poquito y luego recorría la extensión de polla con sus dedos, araciándome sobre todo en la punta. Bajé mi cierre y ella misma metió su mano para acariciarme. Bajó el elástico de mi ropa interior y sentí sus manos algo frias sobre mi piel. Sacó mi miembro y mientras nos besábamos me lo acariciaba. Su mano subía y bajaba como si me masturbara, pero despacio. Yo seguí disfrutando de cada una de sus ricas tetitas. Ahora mi mano estaba entre sus piernas. Se sentía calido bajo la falda. Ya su pantie estaba húmedo. Lo sentí cuando mis dedos tocaron por primera vez su sexo. La fui acariciando sobre su ropa interior, presionando un poco y viendo hasta donde podría llegar. De a poco fui apartando su ropa interior para tocar su piel tibia. Se depilaba, sentí sus vellos cortos, pero pasé directamente a acariciar el borde de sus labios. Movía mis dedos de arriba abajo y su humedad crecía al igual que sus suspiros, los que eran cada vez más altos. Introduje un dedo en su cuevita y apretó mi pene en sus manos.
Le dije que fuéramos a la salita de espera que estaba al doblar el pasillo. Allí fuimos. Se sentó en un sofá de dos puestos, pero le dije que se levantara; bajé su falda sin quitarle los zapatos de tacón, y luego su ropa interior negra con encanjes. Le quité el sweater y ella soltó su brassier. Me dijo que me sacara todo y así lo hice, tan rápido como pude. La senté nuevamente tomándola por los brazos. La atraje hacia el borde del sillón y acerqué la mesa detrás mio para que subiera los pies mientras yo me quedaba entre sus muslos. Le dije que cerrara los ojos y con todas mis ganas bajé a su cueva a degustar de toda su miel. Acariciaba sus muslos por arriba y en la cara interna, y así fue tocándola hasta llegar al punto donde empezaban los vellitos de su pubis, y allí fui pasando mi lengua hacia adentro, hasta llegar a los labios de su linda vagina. Su tono rosado y brillante eran de foto. Los separé un poco y fui pasando mi boca por toda su rajita, dando pequeños toques con mi lengua hasta llegar a la entradita rosada de su cola. Qué ricura de mujer. Todo lucía perfecto. Lamía por fuera, hacia arriba y metía mi lengua en su sexo y ella se retorcía pidiendo más. “Sí, métemela, más…más…, sí, allí, sigue sigue, no pares…” y escucharla hacía que me dieran todavía más ganas de disfrutarla. Con mis dedos separé más sus labios y llevé mi lengua a su clítoris. Jugaba con en él apretándolo con mi lengua y labios y ella daba saltos en el sillón y con sus manos pegaba mi cara contra sus vellos. Puede decirse que se masturbaba conmigo y sus jugos me impregnaban. Fui metiendo un dedo en su panocha y luego otro. Se deslizaban sin problema alguno. Ya luego con el índice de una mano sobaba su clítoris, mientras que con la otra acariciaba la flor de su ano. Cuando hice esto su gemido fue tan sexy que hubiese querido grabarlo, eran como quejidos de impotencia ante tantas caricias juntas en sus partes. Yo seguía lamiéndoselo todo. Cuando me acercaba a su ano se apartaba un poco, pero indecisa, así que tomé sus piernas por debajo de los muslos he hice que las levantara. La vista era fabulosa, la entrada de su cola era una invitación a probarla. Ahora ya más rendida empecé a jugar con mi lengua en su ano. Se lo lamía y acariciaba su agujerito con la punta de mi lengua; allí la escuché decir "qué rico! con un gemido cortito". Regresé a su raja y seguí disfrutándola, y entonces después de saborearla toda comencé a meter mi lengua más hondo, y mover más rápido mis dedos en su clítoris y en su ano. Me dijo “dale papi que me vengo…dale” y así lo hice…, mi lengua recorriéndola hicieron que su orgasmo llegara, y yo probé toda la miel que vino con las contracciones de su linda conchita, sus gemidos se escuchaban en toda la oficina.fue delicioso.
Se quedó quieta un rato sin moverse y al verla sonreida me sentí de lo mejor. Su cabello caía sobre parte de su rostro y podía ver algunas gotitas de sudor bajar por sus sienes. El aroma era exquisito y entonces me dijo: “ahora ven a sentarte al sillón igual como estoy yo, que ahora te toca a ti venirte mientras te veo…”

Esa es otra historia que si quieren luego les contaré…
Datos del Relato
  • Categoría: En el Trabajo
  • Media: 5.88
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