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Aquella tarde de finales de verano, hacia un día de calor como pocas veces recuerdo, solemos llamarle el veranillo de San Miguel. Aún faltaban 10 días para el San Miguel, pero es que ese mes de septiembre, había venido caluroso como pocos, eran los últimos días de un verano bastante irregular. Así que, decidido a aprovechar aquel día tan irregularmente caluroso, me fui por la tarde a la playa de Lazareto.
Esta playa queda entre los castros y las juvias, también se puede ir siguiendo la carretera del puerto, justo al final donde estaban unos astilleros, ahí queda una pequeña playa a la que le llamamos Lazareto, ahora también le dicen playa de Oza. En dicha playa que casi queda enfrente a la de Santa Cristina, antiguamente había un hospital, hospital del mar, de ahí el nombre de Lazareto.
No era una playa donde fuese muy a menudo, había ido muchas veces de adolescente, solíamos ir siguiendo las vías del tren, cruzábamos el túnel, desde el colegio Liceo la Paz, y en un momento estábamos en la playa. Pero luego la playa casi la dejaron inservible, al llevar para allí los astilleros Valiño, creo que así le llamaban. Luego esa playa se volvió a recuperar, y aunque algo más pequeña, era una playa muy acogedora. Lo que menos me gustaba era que solía haber muchos gitanos y gente de mal ver, así la recuerdo yo.
Cuando llegué a la playa, serían las 5 de la tarde, con suerte aún quedarían unas 3 o 4 horas para poder estar en ella.
Nada más llegar, dejando la pequeña mochila en la arena, saqué la toalla que llevaba, estirándola sobre la arena, me despojé del pantalón y camiseta que llevaba, yendo a bañarme. Desde el agua podía ver la ropa, y aunque me quisieran robar, poco podían llevarme, ya que apenas tenía unas calderillas, un bocadillo, una botella de agua mineral y el tabaco, además de la ropa que no era otra cosa que un viejo pantalón, la camiseta y toalla de playa que era todo lo que llevaba, junto a unos viejos y destartalados playeros.
Cuando llegué había bastante gente, pero según iba avanzando el día, la playa empezó a quedar desierta, solo quedábamos los más jóvenes y unos cuantos hombres ya de cierta edad. Yo como no tenía prisa, no tenía intención de marcharme antes de las 9, a esa hora ya los días empezaban a oscurecerse, así que tenía intención de aprovechar todo lo que pudiera aquel día de calor.
Estuve tan entretenido, que cuando me di cuenta ya iban a dar las 9 y diez de la noche, y aún no me había comido el bocadillo. Así que me dispuse a vestirme para marchar, ya comería el bocadillo por el camino.
Ayudándome con la toalla, saqué el bañador que todavía estaba algo húmedo, poniéndome el pantalón sin nada debajo. Luego me puse la camiseta, y recogiendo todo, me salí del arenal terminando de vestirme, tenía que limpiarme las arenas de los pies y calzarme las zapatillas de deporte.
Estaba sentado terminando de sacarme las arenas de los pies, cuando veo como uno de los hombres que quedaban en la playa, se estaba empezando a vestir. Joder, el tío no se había cortado un pelo, se sacó el bañador, allí delante mía, quedándose en pelotas por completo. El caso es que el cabrón hasta se recreaba, secándose con toda parsimonia y como exhibiéndose delante mía.
Yo quedé embobado mirándolo, la vista se me iba a su entrepierna, el cabrón tenía un buen pedazo de rabo, y joder menudos cojones. La verdad es que el tío estaba bueno pero bueno de verdad.
El muy cabrón vio como yo me quedaba embobado mirándolo, se percató de que no le quitaba la vista a su polla. Y así era, estaba embobado mirando aquella maravilla de polla, con la que la naturaleza había dotado a aquel hombre.
Al ver la cara de lujuria con que lo miraba, el cabronazo aún se exhibía más. Solo quedábamos en la playa nosotros 2, y un par de hombres maduros junto a un pequeño grupo de 4 chavales. Ninguno se había dado cuenta o al menos eso me parecía a mí, ya que nadie exceptuando yo, miraba para él.
Recreándome en aquella visión, empecé a limpiarme de arena los pies con toda parsimonia, no tenía prisa, quería seguir contemplando aquella maravilla de la naturaleza.
Yo seguía mirando disimuladamente mientras me iba limpiando los pies, como aquel hombre maduro se iba secando totalmente desnudo, sin pudor alguno, delante mía. El muy cabrón sabía que yo lo estaba mirando muy disimuladamente, que no perdía detalle, por lo que el muy cabrón al ver como yo estaba reaccionando, se recreó exhibiéndose aún más delante mía.
Yo haciéndome más el remolón, luego de calzarme, saqué el bocadillo que llevaba en la pequeña mochila, poniéndome a comerlo allí sentado, mirando muy disimuladamente para él, esperando a ver que era lo que hacía.
Lo que hizo el muy cabrón, fue provocarme aún más. Sabía que yo no perdía detalle, quería ver como reaccionaba. Estaba seguro de que había acertado conmigo.
Después de provocarme todo lo que quiso, exhibiéndose delante mía, al ver que yo no reaccionaba, después de ponerse un pantalón de deportes y una camiseta, se calzó y cogiendo la toalla, pasó por delante mía guiñándome un ojo.
Yo muerto de vergüenza, quedé mirando, viendo el camino que cogía.
Joder, en lugar de ir por donde iba todo el mundo, había cogido un camino que debería llevar hacia las Jubias. Era un viejo camino que antiguamente rodeaba lo que era el hospital del mar. Yo nunca había ido por allí, siempre había ido por las vías del tren o por el puerto. Además, este camino iba en dirección opuesta.
¿A dónde llevaría aquel camino? Me preguntaba yo.
Viendo el camino que cogía, vi como se giraba mirando hacia mí, haciendo una leve seña con la cabeza, como esperando a que lo siguiera.
Al principio dudé si seguirlo o no. No sabía a donde llevaba aquel camino, pero excitado como estaba, me armé de valor y cogiendo la pequeña mochila, empecé a ir detrás de él.
Vio cómo me levantaba siguiendo sus pasos, por lo que sin esperar a que llegase a su altura, siguió caminando, mirando de vez en cuando a ver si yo lo seguía. Como veía que yo iba detrás siguiéndolo, siguió la marcha hasta llegar a unas ruinas que había de un viejo faro.
La verdad es que yo nunca había ido hasta allí, había oído de ese faro, pero pensé que ya no existiría. Cuando llegué allí, al principio no lo vi, hasta que escuché un ligero silbido que provenía de las ruinas de aquel faro.
Me acerqué a la entrada que estaba abierta, ya que la puerta estaba totalmente destrozada, viéndolo allí dentro, con el pantalón de deportes medio bajado, enseñándome la polla.
Quedé mirando sin decidirme a entrar, hasta que él me dijo:
Ven, pasa que aquí no hay nadie, no temas, me decía viendo mis dudas.
Mirando aquella polla que me estaba haciendo la boca agua, fui entrando poco a poco, hasta estar delante de ella.
Cógela, me decía invitándome a que la agarrara con la mano.
Excitado como estaba, llevé mi mano a aquella hermosa y perfecta verga, empezando a acariciarla, sin dejar de mirarla.
Dios, la baba me caía sintiendo en mi mano lo suave y caliente de aquella polla.
¿Te gusta? Me decía.
Sí, dije a la vez que movía la cabeza en señal afirmativa.
Sin dejar de acariciarla, levanté la vista mirando a los ojos de aquel hombre viendo cómo me miraba.
¿Quieres chuparla? Me preguntaba llevando sus manos a mi entrepierna, agarrándome fuertemente por los genitales.
Ufff como estás, me decía notando lo empalmado que estaba.
Anda, chúpala un poquito ya verás como te va a gustar, mira que caliente estás, se ve que tienes ganas de probarla, me decía palpando mis genitales fuertemente.
Dejé caer la mochilita al suelo, agachándome delante de aquella verga que me estaba haciendo agua la boca.
Mientras la sujetaba con mi mano, abrí la boca empezando a chuparla.
¡Ohhh! Así, así, abre la boquita y chúpala, ¡ooohhh que gusto! Gemía él, sujetándome la cabeza con sus manos, mientras yo empezaba a chuparle la polla.
Así así, trágala toda, trágatela toda, decía empujando su pelvis a la vez que sujetaba mi cabeza, ¡ohhh que rico! ¡ooohhh que rico! ¡Ufff Maricón que boquita tienes! Decía haciéndome tragar toda su pija.
Los huevos golpeaban mi barbilla cada vez que tragaba aquella rica polla, haciendo que la baba fuese resbalando por la comisura de mis labios, cayendo por mi barbilla, mojando los huevos cada vez que chocaban con mi cara.
Varias veces me abrí en arcadas, ya que el muy cabrón, me hacía tragarla tan a fondo, que en ocasiones me había traspasado la campanilla, dándome arcadas y haciéndome llorar los ojos.
¡Ufff maricón que boquita tienes! ¡Dios que gusto! Gritaba follándome la boca como si fuese un coñito.
Después de tenerme chupándole la polla un buen rato, me hizo poner de pie, diciéndome:
Anda, ponte de pie que ahora quiero follarte el culito. Vamos a darte por el culo y dejarte embarazado, me decía levantándome la camiseta a la vez que acariciaba mi barriga.
Vamos a llenarte esta barriguita de leche, te voy a dejar plantada mi semillita en ella y dejarte embarazado.
Empezó a desvestirme, dejándome desnudo por completo. Ven para aquí mariconcito, ven para aquí, me decía abrazándome a él.
¡Joder que bueno estás! Ya sabía yo que a ti te gustaba la polla cuando te vi en la playa, y no me equivocaba, no. Este culito que tienes llama mucho la atención, joder.
Me iba diciendo mientras me abrazaba a él, apretándome los cachetes del culo.
Ya verás como te va a gustar, vas a disfrutar y gozar con mi polla en tu culito hasta que te corras y chilles de tanto gusto que te va a dar. Me decía apretándome los cachetes del culo a la vez que iba mordiéndome los labios, mmm, Dios, maricón que bueno estás.
Sin poder aguantarse más, me hizo girar poniéndome de cara a la entrada de la puerta, y haciéndome inclinar hacia delante, llevó sus dedos a la entrada de mi ano, presionó mi esfínter con uno de sus dedos, viendo que estaba bien cerradito. Llevó su mano a mi boca, diciéndome que mojara bien los dedos, llevándolos de nuevo a mi hoyito, presionando otra vez, haciendo que ahora mi esfínter cediera, dejando pasar un dedo.
¡Ohhh! Gemí notando como entraba su dedo en mi culo.
Lo metió a fondo, sacándolo y volviendo a meter varias veces. Luego volvió a ordenarme que escupiera en su mano, la pasó por su verga lubricándola, y luego de abrirme un poco de piernas, coloco la punta de esta en la entrada de mi hoyito, dio una embestida a la vez que me sujetaba por las caderas manteniéndome algo inclinado, introduciéndome de una estocada toda la polla en el culo.
¡Ohhh! ¡ooohhh ohhh! ¡ooohhh ohhh! Grité notando como me entraba toda la polla por el culo.
Ya está, ya la tienes toda dentro. Dios que culito tienes cabrón, ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto! Joder que pedazo de culo tienes cabronazo, Dios que gusto me da.
Ay, Dios que gusto había sentido al notar como su polla me abría el culo dejándome ensartado en ella. Notaba los huevos y su pelo púbico pegados a mi ano, mientras me sujetaba fuertemente por las caderas, clavándose sus dedos en mi pubis.
Colocó bien sus piernas, haciéndome que abriera un poco más las mías, pudiendo yo apoyar una mano en la destrozada puerta. Cualquiera que pasara por allí, me vería totalmente en pelotas, medio inclinado sujetándome con una mano sobre la destrozada puerta, gimiendo mientras me estaban dando por el culo.
Poco a poco empezó a culearme a la vez que gritaba:
¡Ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! Ensartándome una y otra vez la polla en lo más profundo de mi culo.
De vez en cuando mordía mi nuca, otras veces mordía mi hombro o lamía mis orejas, sin dejar de gritar y gemir mientras me sodomizaba allí sobre aquellas ruinas, teniéndome en pelota picada, pudiendo ser visto por cualquiera que pasara por allí.
Además de los gemidos y gritos, se podía escuchar el golpeteo de su pelvis chocando con mi culo, cada vez que me culeaba introduciendo su polla en mí, plof, plof plof plof, plof, plof plof plof.
La verdad es que en aquellos momentos no me importaba nada el que pudieran verme como me estaban dando por el culo, en esos momentos estaba gozando mientras era sodomizado, y por nada del mundo quería que parara de culearme. Veía como mi polla se bamboleaba con cada embestida que me daba, soltando sin parar gotas de semen.
Aquello era digno de grabar, pudiéndolo ver luego como estaba gozando mientras me daban por el culo. Hubiera sido un bonito recuerdo.
Ya los 2 estábamos sudando como carneros, cuando empezó a anunciar que se corría.
Ya, ya me vengo, ya me vengo, ya te voy a embarazar maricón, ¡ooohhh! ¡ooohhh! ¡ooohhh ohhh! Gritaba soltando varios trallazos de leche dentro de mi culo.
El cabronazo me había dado unas embestidas tan pero que tan profundas que me hizo poner de puntillas. notaba como su polla se hinchaba en mi interior, empezando a soltar chorros de esperma, eyaculando en lo más profundo de mis entrañas.
Cuando terminó de eyacular y fue recuperando la respiración, quedándose pegado a mí, mordía mi cuello mientras me decía que ya me había embarazado, mmm, que rico maricón, que follada más rica, ahora ya llevas mi semilla en tu barriguita, ya te he dejado embarazado, mmm, decía frotándome la barriga con su mano.
Yo que no paraba de sudar, estaba temblando de tanto gusto que todavía estaba sintiendo. Sin soltarme llevó su mano a mi polla empezando a menearla. No hizo falta que la meneara mucho a los 10 segundos, empecé a eyacular sobre el suelo de aquellas ruinas.
¡Ohhh! ¡ooohhh! ¡ooohhh ohhh! Gemía empezando a soltar varios trallazos de leche, mientras las piernas se me doblaban y no paraba de temblar.
Una vez ambos nos recuperamos, nos vestimos y ahora sí, ahora íbamos los 2, pero de vuelta para la playa cogiendo el camino correcto para nuestras casas.
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