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"Espectaculares fuegos de artificio y después retorno accidentado a casa"
Hoy celebramos la fiesta nacional y es costumbre salir a la calle para compartir con el resto de ciudadanos la alegría y la fiesta. Nosotros vivimos en un pueblecito pequeño y la fiesta resulta deslucida, por lo que hemos quedado con nuestros vecinos Silvia y Raúl para ir juntos a la capital donde siempre hay mucho ambiente y sobre todo tienen un espectáculo de fuegos artificiales extraordinariamente lucido.
Para el evento los cuatro nos vestimos con ropa típica y así contribuimos a hacer más grande la fiesta.
Mi esposa luce una blusa blanca con mangas y cuello de volantes a la que añade una falda larga gris de doble campana rematada con encajes blancos. Mi vecina lleva una blusa blanca sin mangas con pechera bordada y escote generoso. La falda larga y blanca tiene varias líneas de encajes horizontales y mucho vuelo.
Tanto Raúl como yo convenimos en que nuestras respectivas esposas están deliciosas y que habrá que cuidarlas mucho para que ningún sinvergüenza se aproveche de las aglomeraciones para meterles mano.
Raúl tiene el carro más grande y decidimos ir con él hasta la entrada de la ciudad, estacionarlo allí y tomar un autobús que nos lleve al centro.
Dejamos el coche en un gran aparcamiento disuasorio que hay a la entrada de la ciudad. Allí ya se percibe el gran bullicio que nos espera en el centro. Un rio de gente se encamina hacia las paradas de autobuses que actúan de lanzadera desde el aparcamiento a la zona antigua de la ciudad que es donde se concentra la fiesta.
Hacia allí nos encaminamos cogidos de la mano por miedo a que la muchedumbre que nos envuelve nos separe y nos perdamos unos a otros. Tras una corta espera nos logramos meternos en el autobús que acaba de llegar que se llena enseguida. Estamos de pie apretujados los cuatro juntos pegados a una de las ventanas.
Mi esposa y Silvia están una frente a la otra, Raúl y yo justo detrás de nuestras respectivas esposas, protegiéndolas de posibles empujones de los otros pasajeros.
De forma brusca se pone nos ponemos en marcha lo que provoca un desplazamiento masivo de los viajeros. Para evitar otros sobresaltos, ellas se ponen mirando por la ventana cogidas a la barra que hay a la altura de la cintura, nosotros nos cogemos a la barra del techo protegiendo con nuestros cuerpos el de ellas.
Tras los primeros vaivenes del vehículo mi cadera entra en contacto con las nalgas de Silvia. Reconozco su curva y la turgencia de sus cachete a través de la tela del vestido. Uhmmm, que morbosa situación, aquí los cuatro juntos, rodeados de gente… lo peligroso, lo prohibido se me antoja muy excitante.
Entre nosotros comentamos la incomodidad del viaje, aunque aceptamos que todos queremos llegar al mismo sitio en el mismo momento. Las bruscas paradas y arrancadas del autobús provocan que nos estemos dando pequeños empujones entre nosotros consecuencia de los movimientos del resto de pasajeros.
Cambio la mano con que me agarro a la barra, y la que queda libre la apoyo amigablemente sobre la espalda de Silvia. Poco después la pongo sobre la cadera que resulta igual de inocente pero más interesante. Estando tan cerca y amparado por las estrecheces, bajo la mano hasta poder tocarle el culo a mi vecina Silvia.
Tengo oportunidad de darle varios apretoncitos y de sentir la rotundidad de sus cachetes. Silvia acoge mi atrevimiento culeando lo suficiente para indicarme que mis caricias son bienvenidas y eso me pone mucho. Creo que vamos a pasar el dia de fiesta nacional muy gustosamente.
Después de deambular por las calles disfrutando del ambiente festivo, con las bandas de música tocando por las calles, la gente luciendo sus trajes regionales nos acercamos hasta una especie de mercadillo donde también ha puesto donde sirven comida y bebida. Está todo abarrotado de gente y debemos luchar por conseguir un espacio donde tomarnos unas cervezas y comernos unas ricas quesadillas y unos burritos.
La complicidad con Silvia es completa, no pierdo ocasión para sobarle el culo y restregarle mi paquete para que sienta lo bien que me estoy poniendo. De vez en cuando me la coge y me da un apretoncito con disimulo sabiendo que tarde o temprano la tendrá toda para ella.
Viendo la cantidad de gente que hay por todos los sitios, creemos que es buena idea ir con tiempo hacia la zona desde donde se verán los fuegos artificiales. Al llegar ya vemos que hay bastante gente cogiendo sitio. Mi esposa y Raúl son entusiastas del espectáculo de los fuegos artificiales y quieren ir a otro sitio donde se verán mucho mejor.
Los animo a que vayan los dos juntos hasta donde les apetece ir, mientras que Silvia y yo nos quedamos en una zona más alejada pero más tranquila. Estamos en una zona abierta y ajardinada con zonas delimitadas por setos desde donde podremos ver el espectáculo. Apoyo el culo sobre un murete de piedra para descansar el peso mientras que Silvia se acomoda apoyando su culo parcialmente sobre mi cadera.
Poco a poco va viniendo más gente y se sitúan a nuestro alrededor. Junto a nosotros se ha colocado una pareja con niños y otra de bastante edad que buscan ver el espectáculo más cómodos y más tranquilos.
Todos deben pensar que somos pareja y por eso no se extrañan que Silvia se apoye prácticamente sobre mi entrepierna. Yo le tengo el brazo por delante de su cintura, y la otra mano apoyada sobre su cadera. Hace rato que tengo la polla bastante gorda y ella se regodea sintiendo el bulto en sus nalgas.
Se apagan las luces del parque pues el espectáculo va a empezar, hay tanta gente que no se distingue a nadie más allá de unos metros. Aprovecho la oscuridad para darle unos besitos en el cuello y para acercar mi mano hasta cogerle una teta. ¡Uhmmm que rico!. La fina tela del vestido me permite encontrar rápidamente su pezón erecto que hasta ahora estaba disimulado por el fruncido del corpiño.
Silvia gira la cabeza y nos damos un piquito en los labios. Nuestros vecinos de mas edad nos miran y me devuelven un gesto de aprobación y complicidad. Deben creer que somos un matrimonio muy cariñoso y bien avenido.
Comienzan a explotar en el cielo los primeros cohetes iluminando toda la ciudad. Yo sigo llenado de besos el sensible cuello Silvia y con la mano izquierda le acaricio su teta derecha. La mano que tenía puesta en la cadera la llevo hacia delante apretando sobre la falda de volantes hasta que palpo su entrepierna. Al sentir la presión, se revuelve un poco, al comprobar que nadie nos ve se relaja y me deja manosear su sexo por encima del vestido.
Me gusta mucho ponerle la mano acariciando el hueso de la cadera para luego ir hacia su bajo vientre y terminar con la mano entre sus piernas. Mientras que la gente aplaude a rabiar yo aprieto la mano sobre su sexo y le doy mordisquitos en el cuello.
Como mucho cuidado para no ser descubierto, con mis dedos recojo la falda por el lateral, en cuanto puedo le meto la mano debajo de la tela dejando que los volantes vuelvan a caer en su posición natural. Mi mano escondida puede ahora acariciar la cadera, su muslo y su entrepierna. Lleva un tanguita de hilo que me permite acariciar su tibia piel a mi antojo.
Coloco el dedo medio sobre su sexo y presiono delicadamente. Silvia separa un poco los pies y aumenta la apertura entre las piernas para que pueda acceder mejor a su coño. Llevo la mano hacia atrás, acaricio sus nalgas y deslizo mis dedos por la raja del culo hasta encontrar su sexo. Aparto el tanguita y dejo que mi dedo medio se hunda entre sus labios. Mi querida vecina está bien mojada y el tacto de su sexo es exquisito.
Alargo todo lo que puedo la mano para que mis dedos alcancen su clítoris pero me doy cuenta que para ello tengo que poner una postura bastante sospechosa. Miro de reojo para comprobar si alguien se ha dado cuenta y me encuentro la mirada expectante de la pareja del costado.
Presumo que quieren ser cómplices y espectadores por lo que no reparo mucho en ellos. Pongo la mano paralela a l muslo de Silvia con el dedo pulgar apuntando hacia su chocho. La muevo un poco hacia delante y el dedo se hunde en sus entrañas con extrema suavidad.
Con el otro brazo la sujeto firme por la cintura, la mano que tengo debajo de la falda se mueve haciendo que mi pulgar la penetre con el ritmo que más nos plazca. Alterno el mete y saca con movimientos de solo el dedo dentro de la vagina. Pasan los minutos y Silvia está cada vez más mojada y con la respiración más alterada.
La intensidad de los fuegos artificiales va creciendo, cada los cohetes son más ruidosos, la gente aplaude y vitorea las composiciones de palmares doradas, estrellas doradas y demás. Yo aprovecho cuando más excitado está el personal para darle los empujones más violentos y trato que llegue al orgasmo en medio de una de las explosiones de júbilo del personal.
Silvia se abandona a mis caricias, se mueve adelante y atrás simulando un entusiasmo por el espectáculo que no tiene, levanta los brazos por encima de la cabeza y los balancea de izquierda a derecha mientras yo sigo con el dedo gordo frotándole su punto más sensible.
Su orgasmo salvaje es incontenible, le sorprende y hace que se le escape unos gritos y gemidos que llaman la atención de los que nos rodean. Por suerte, instantes después explotan otros cohetes multicolores que desatan los gritos de los demás con lo que el desliz queda disimulado.
Le dejo el dedo dentro lo que me permite sentir cada una de sus contracciones y como se genera un cálido flujo que me moja la mano y la entrepierna de ella.
El espectáculo termina con un sonoro petardazo que da paso a que se enciendan las luces del entorno. La gente empieza a desfilar contenta y satisfecha. La pareja de nuestro lado se van con una sonrisa de oreja a oreja, tanto ella como él, aunque este resulta más extrovertido y me hace una señal con el puño cerrado y el pulgar extendido hacia arriba en señal de aprobación.
Para Silvia y para mi han sido los fuegos artificiales más intensos y placenteros de nuestra vida. Mientras esperamos a que vengan nuestras respectivas parejas, le hago ver el bulto en mi pantalón y le avanzo que yo no me puedo ir a dormir así, a lo que responde con una mueca de la boca que me hace estremecer de gusto.
Después de los quince minutos en autobús hasta llegar al aparcamiento y andar otros cinco minutos más llegamos donde dejamos nuestro coche. Ya es noche cerrada, estamos cansados y deseamos llegar pronto a casa pero todavía tenemos una hora por delante.
Silvia dice que está muy cansada y prefiere ir detrás para poder echar un sueñecito. Mi esposa está más fresca y se ofrece a ir de copiloto pues el tema de conversación sobre los fuegos artificiales cree mantendrá a Raúl despierto y alerta, lo que es muy conveniente pues él es el conductor.
Pronto el coche se pone en marcha, se apagan las luces interiores y colocamos cómodos cada cual en su sitio, Silvia y yo en los asientos posteriores. Disimuladamente Ha dejado entre nosotros una chaquetita fina de punto y el mantón de mi esposa que habíamos traído por si refrescaba por la noche.
Son la cubierta ideal para que Silvia ponga la mano por debajo y busque mi paquete. Ha pasado un buen rato desde lo del parque pero todavía está morcillona y recibe con alegría el primer contacto. Amparada por la oscuridad y tapada por la chaqueta su mano hurga en mi pantalón que es muy amplio, hasta agarrarla con firmeza.
Ella finge que ya duerme pero yo no puedo permanecer así, pues si Raúl se volviese encontraría mi polla al aire, así que me siento en el borde del asiento en la parte central mostrando interés por la conversación. Eso reduce su campo de visión hacia mi entrepierna y permite a Silvia sacármela fuera.
A partir de ese momento llega mi justa compensación al gusto que le he dado durante los fuegos. Mi querida vecina dormita en una postura que le permite alcanzar con su mano mi polla y mis huevos. De vez en cuando intervengo en la conversación que mantiene mi esposa con Raúl, pero tengo que tragar saliva antes y pensar muy bien lo que voy a decir, pues no pueden sospechar que al mismo tiempo me están haciendo una paja memorable.
Silvia ya me tiene cogida la medida, sabe lo que me gusta, como me gusta y a que ritmo me gusta, por lo que solo tengo que dejar que ella haga lo que tanto le gusta…sacarme la leche hasta la ultima gota. Sabe muy bien como amasarme las bolas, como estirar de la bolsa y como apretarla para que la leche se vaya acumulando y acumulando… sin salir demasiado pronto a la espera del toque definitivo.
Me cuesta horrores mantener la compostura pues realmente es una diablesa juguetona que no deja de inventar caricias y apretones. Hay momentos en que tengo que sujetarle la mano para que aminore el ritmo, puesto que sigue mañana encontraran un buen rastro de leche en el respaldo del asiento.
En un ejercicio casi de contorsionismo, Silvia se echa al suelo del vehículo y me obliga a ponerme de forma que ella pueda acceder a mi polla con la boca. Yo pienso que está loca por intentar algo tan arriesgado pero soy incapaz de oponerme.
Enseguida noto el caliente abrazo de su boca envolviendo mi capullo. Me lo lame, me lo chupa y me lo succiona como una verdadera campeona. Apenas tengo tiempo para hacer un rápido comentario en la conversación que me concede una cierta tregua de silencio, para dejarme ir y correrme con toda la abundancia que he podido acumular en estas horas.
Me concede unos momentos más de lamidas y chupetones antes de volver a su rincón a “continuar durmiendo”. Mi vecina Silvia esta vez se ha superado y definitivamente me ha conquistado.
Un rato mas tarde, la muy puta al darse cuenta que ya hemos llegado a casa, salta de carro fresca como una rosa y nos dice a todos:
- “Después de un buen sueñecito me siento con ganas de volver a empezar… ¿vosotros no?
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