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Categoría: Fetichismo

fetichismo con pies enormes

“Hace un tiempo, terminaba de realizar unas labores cuando sonó el teléfono y lo contesté un poco aburrido, pues no había nada nuevo en el día. Se trataba de Azalia, una chica que conozco desde hace unos 4 años y que iba conmigo en la carrera. Tenía ganas de platicar, y como su trabajo queda cerca de mi casa, me preguntó si podía visitarme, a lo que yo le asentí. Esta noticia me emocionó, pues aunque nos frecuentamos muy seguido, tenía mucho rato que no lo hacíamos.

Con ella tenía una amistad muy fuerte, pues es muy masculina en su forma de ser. Medía como 1.78 de altura, bastante ancha de espalda y con brazos muy gruesos, al igual que sus piernas. Se juntaba casi con puros hombres, pero era muy noble, e incluso tierna. Bebíamos de vez en cuando, y reíamos acordándonos de viejas anécdotas. Pero esta vez, le tenía algo preparado, pues me debía una.

Llegó en la noche a mi departamento, donde nos sentamos y platicamos largo rato. Traía puesta una camisa negra, vaqueros, y unas enormes botas negras de motociclista, que no dejaba yo de mirar, pues sus pies se veían enormes..Yo tenía ganas de beber algo, pero ella estaba enferma y no podía, así que nos portamos bien. Algo que he de aclarar es que esta mujer siempre tuvo muchas cosquillas, en toda su enorme humanidad, y yo siempre en la escuela tenía la traviesa costumbre de cosquillearla hasta que se ponía roja, y mientras los demás compañeros se reían contagiados por su peculiar y gruesa carcajada. Así que de pronto, al estar platicando hizo una referencia graciosa hacia mí y yo le contesté picando su estómago. Su sonrisa no se hizo esperar, así que seguí cosquilleando su cintura hasta que se cayó de risa en el sofá.

Sus risas crecieron, y ahora yo atacaba sus costados, y empezó a defenderse, con esa fuerza enorme que tenía, pero que gracias a las cosquillas que le estaba propinando, se había diezmado y ahora era presa fácil mía. Ella reía, pero el jueguito nunca le molestó, pues cuando terminó de reírse, sólo me golpeó el brazo, sonriendo. La dejé respirar un instante, y como sé que hay mucha confianza entre nosotros, y que todo su cuerpo es muy sensible, retomé mi ataque y ahora cosquilleé su axila. Ahí tenía muchísimas cosquillas, pues nuevamente se dobló, intentando detenerme, y cayó en el sofá. La camisa se le levantó, dejando ver la piel de su cintura, la cual cosquilleé también, y acto seguido ella se cayó al suelo por la risa. El tapete evitó que se golpeara, y dispuesto a no darle tregua, me lancé sobre ella y seguí con las cosquillas.

Cosquilleé su vientre, y se dio la vuelta, presa de un ataque violento de risa, y mientras se convulsionaba me monté bien sobre ella y le pasé las yemas de los dedos por la espalda. Sus gritos eran muy fuertes, pero como tenía la música puesta en volumen muy alto, nadie afuera podría extrañarse. Tirada en el suelo a mi merced, movía violentamente sus piernas y sus brazos, mientras cosquilleaba aún su espalda, y descubrí que en la parte baja de la espalda, justo encima de los glúteos, era la parte más sensible, pues ahí sus risas se convirtieron en carcajadas, que me contagiaron y yo también comencé a reir con ella.

La dejé respirar un instante, mientras con su florido vocabulario comenzó a decirme de cosas, pero yo le dije que si seguía así, le seguiría haciendo cosquillas. Dicho y hecho, pellizqué su grueso muslo, y dejó escapar de nuevo su risa, ahora yo alternaba a cosquillear sus muslos y su espalda, así que no sabía cómo defenderse de mis ataques. Mi erección ya se notaba demasiado, pero en esa posición era imposible que ella la notara. Tenía ganas de cosquillear sus anchos glúteos, e incluso su ano, pero de pronto me remordió la conciencia un poco, pues nuestra amistad era muy saludable y no quería echarla a perder por una calentura. De pronto, mientras bajé la guardia, ella giró un poco la cintura y le cabeza de mis genitales rozaba con su perineo, los cual me provocó el efecto inverso: me tranquilizó y decidí darle una tregua, porque si no, me iban a dar ganas de restregarme en sus genitales.

Le cosquilleé tiernamente su cintura de nuevo, y me paré. Ella se levantó apoyada en mí, pues aún reía y apenas nos pusimos de pie ambos, me tomó y me tiró al sillón. Se me puso encima y trató de hacerme cosquillas sin éxito. Su entrepierna estaba de nuevo junto a mis genitales, y en respuesta, cosquilleé sus axilas, a lo cual ella reaccionó y se hizo hacia atrás, así que su vagina quedó encima de mis rodillas, de las cuales, una se friccionaba en ella por causa del movimiento mientras ella reía. En mi rodilla, sentí ese calorcito que sólo tienen ahí las mujeres, y por un momento, juraría que hasta sentí humedad. No sé si ella se estaba masturbando con mi rodilla mientras yo le hacía cosquillas en el costado, pero yo no podía pararme por su peso, y cada vez estaba más encima de mí otra vez. Logró tomar mis dos manos, y como pararon las cosquillas, me dijo que lo iba a pagar muy caro. Como sus glúteos estaban sobre mis rodillas, y me tenía inmovilizado de las manos, ahora yo era presa fácil para ella, que tenía todo su peso sobre mí. Me mordisqueó mi oreja, lo cual ella ha de haber pensado que probablemente me daría escalofríos o me provocaría cosquillas, pero al contrario, a esas alturas de la situación me excitó demasiado, podía sentir cómo mis secreciones mojaban mis interiores y mi erección buscaba su entrepierna para frotarla, como lo hacen los animales.

Pero no podía permitirlo. Incluso me preguntaba si de casualidad en su vagina también tendría cosquillas, pero mi tentación sólo quedó en eso. Entonces, miré su cintura desnuda, pues su camisa todavía la tenía a la mitad, y con un movimiento rápido me le acerqué con la cara y le lamí y mordisqueé su costado. De nuevo sus risas inundaron el lugar, y su fuerza cedió. Ahora sólo su peso impedía que me levantara, pero gracias a las convulsiones provocadas por el cosquilleo se comenzó a doblar y volvió a caer en el sillón. Yo, súper excitadísimo, y con mis genitales al cien por cien, me le lancé encima y le cosquilleé sus piernas, y con mucha malicia, aprovechando su estado débil, le levanté la tela de los vaqueros para mirar la piel desnuda de sus piernas. Ahora mordisqueaba su pierna, y le hacía cosquillas en el ombligo.

De nuevo ella quedó boca abajo, me le monté bien encima y le saqué una bota. Me costó mucho trabajo, pues se movía demasiado, pero con una mano cosquilleando su cintura y con la otra sacándola poco a poco lo logré. La bota salió volando y el ruido que hizo contra el suelo se perdió por la risa de mi amiga. Entonces vi que traía calcetines blancos, y atrapé su pie, abrazándolo con ambas manos. Me lo acerqué a la cara, y noté que olía ligeramente, pues esas botas apestosas las usaba casi a diario. De verdad era grande, como de mi tamaño, y estaba muy calientito y húmedo, por causa del sudor, y ¡vaya que sudaba esta chica! Ella comenzó a gritar, pues sus pies son su punto débil, y ahora yo podía cosquillearlo todo lo que quisiera.

Apenas rocé con mi dedo índice su larga planta, dejó escapar una carcajada que casi me espanta, se revolcó en el sofá, y movía inútilmente sus largos dedos del pie. Le quité su calcetín mojado y pude ver su planta. Realmente bajo esa apariencia peligrosamente masculina y su gran altura, se encontraba una joya realmente preciosa. Sus pies eran muy suavecitos, húmedos, pues sudaba demasiado con su tipo de calzado, y por el mismo tenía un pequeño cayo circular bajo sus dedos, donde el pie se apoya para caminar. Fuera de eso, sus plantas eran cremosas, sus uñas brillantes, el color de su pie claro, y la línea graciosa que divide la plante del resto del pie estaba muy bien contrastada. Sus tobillos estaban anchos y sus talones eran la parte más húmeda de su pie, que desprendía ese deliciosamente embriagante aroma a pie, que me dejó boquiabierto, prácticamente lo único que no tenía femenino su pie era el tamaño, pues era enorme,y quizá también su olor.

Después de contemplar y acariciar con tremenda excitación su pie, sus risas bajaron de nivel, pues el roce de mis manos apenas le provocaba un cosquilleo que podía “tolerar”, si es que esta chica podía tolerar las cosquillas ahí. Mientras ella reía tontamente, su planta se arrugaba ligeramente y sus largos dedos se abrían y cerraban. Le pregunté que si le molestaban las cosquillas ahí, a lo que me respondió que no las toleraba en esa parte de su enorme anatomía. No soporté la tentación, y me acerqué su piecezote a los labios, mientras le daba una mordida a su dedo gordo, con lo cual lanzó otras carcajadas y volvió a retorcerse como si estuviera sobre una sartén.

Ahora olisqueaba fuertemente sus plantas, con lo cual también le provocaba un cosquilleo incesante, aunque no tan fuerte como las mordidas. Quizá pensó que yo era un cochino por andar tratando así su extremidad, pero la verdad es que no pude contenerme, ya pecando, quise que valiera la pena y seguí mordiendo su pie, pero ahora en los talones, mientras a la vez cosquilleaba la planta. Mi pobre “amiguita” ya estaba roja y empapada en sudor, y su pie seguía transpirando víctima de mis cosquillas.

Aproveché para quitarle poco a poco su otra botota y su calcetín tenía un gracioso agujerito en el talón, el cual deslicé con rapidez para poder ver su pie derecho. Era tal vez más hermoso que el otro, estaba aún más sudado y tenía el olor más concentrado, sin llegar a ser desagradable para mí. Ahora torturaba ambos, mientras los abrazaba a mi pecho, y ella me pellizcaba el cuerpo y manoteaba para que la soltara. Eventualmente su ano, o su vagina rozaban mis genitales, lo que me volvía loco de excitación, pero en uno de esos rozones su ancha cadera golpeó mis testículos y el dolor logró que bajara el ataque.

p.p...erdón.¿te lastimé? Me preguntó ella, casi sin aire, agotada por las cosquillas. Yo, igual de agotado, le respondí que no mucho, con lo cual me reincorporé y ella aprovechó para sentarse y meterse rápidamente sus botas, para que no pudiera hacerle más cosquillas. Yo seguía con dolor en mis testículos, pero me di cuenta después de un rato que no era por el ligero golpe, sino por la excitación. Tenía mucho tiempo que no cosquileaba tanto a alguien, y que no olía ni adoraba, mucho menos contemplaba unos pies tan increíbles, así que no era raro que me dolieran. La ví, con su cabello tapando gran parte de su gruesa cara, roja, respirando rápidamente, con la camisa negra levantada hasta el ombligo, con vaqueros chuecos, y como cínicamente observé después, con la rayita del culo metida. Se había puesto sus botas tan rápido, que sus calcetines los tenía en las manos, mientras me decía que ya ni la amolaba, que la había dejado cansada, que me aproveché de ella, ¡hasta parecía que de verdad nos hubiéramos acostado! Pero luego esa mueca de regaño, cambió a una sonrisa, pues mi aspecto también estaba muy gracioso, muy parecido al de ella. Nos reímos juntos, sin mencionar nada de los roces genitales, o de por qué mordí sus pies, solamente, cuando se iba a poner los calcetines, le dije en broma que le olían las patas y me aventó uno de ellos, me habría encantado quedármelo, pero se lo puso después. Tomamos un refresco, pues ambos estábamos sedientos, yo por el movimiento y la excitación y ella por la risa que le dio, aunque sospecho que también estaba excitada.

Al final, salimos a despedirnos, pero realmente paseamos un rato, y mis manos olían demasiado a sus pies, pues ella me dijo que me apestaban a patas. Era cierto. Nos despedimos y largamente estuve sentado en mi sala mientras olisqueaba ese aroma.”
Datos del Relato
  • Autor: wens
  • Código: 5441
  • Fecha: 24-11-2003
  • Categoría: Fetichismo
  • Media: 4.6
  • Votos: 72
  • Envios: 6
  • Lecturas: 5115
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
Luis de San Andres
invitado-Luis de San Andres 04-09-2006 00:00:00

Aunque no comulgo con el mal olor de los pies ni con pies grandes en un mujer, tu experiencia fue intensa y graciosa; ideal para un fetichista, me hubiese gustado mucho ser yo el protagonista...

FELIPE
invitado-FELIPE 03-06-2004 00:00:00

LAS CHICAS QUE QUIERAN DISFRUTAR DE UNAS VERDADERAS COSQUILLAS SUAVES Y DELICIOSAS SE PUEDEN COMUNICAR CON FELIPE DE VENEZUELA Y ENVIAR FOTOS DE SUS PIES O HACIENDOSE COSQUILLAS EN LOS PIES Y CUALQUIER OTRAS RELACIONADAS

Come pies
invitado-Come pies 07-12-2003 00:00:00

Tio tienes mucha suerte al ver vivido esa experiencia..te tengo envida.Ojala me pasara a mi ;).Encima los pies estaban sudosos, es lo mejorr k le puede pasar a cualkiera.VIVA LOS PIEES DE LAS TIASS!!!!

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