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En mi casa paterna vivíamos, mi madre y cuatro hermanos, una mujer y tres hombres. Yo soy el mayor de todos y mi hermana 5 años menor, que por ese entonces ella tenía 18 años. Estando una vez en mi cuarto que colinda con un baño, observé un pequeño agujero por el cual entraba un rayo de luz, me asomé por él y vi la parte de abajo del baño. Se me hizo extraño que hubiera un agujero precisamente allí, no volví a pensar en eso, hasta que por la mañana sentí que mi hermana entraba en el baño.
Yo siempre había sentido mucho respeto por ella y nunca había tenido un mal pensamiento, sin embargo la idea de observar a través del agujero se apoderó de mí. En ese momento sentí un gran vacío en el estómago mi conciencia decía que no lo hiciera, pero mi deseo era mayor y así lo hice, miré justo en el momento en que mi hermana se quitaba sus braguitas dejando al descubierto un pubis negro con poca vellosidad. Al ver la rajita de mi hermana me excité mucho y comencé a masturbarme. Ella mientras tanto, se tomaba todo su tiempo explorando su cuerpo. Pude ver sus enormes tetas con grandes pezones, su hermoso trasero, me estaba dando un verdadero banquete con el cuerpo de mi hermana, estaba invadido de deseo. Cuando ella se abrió su vagina y pude ver sus rosados labios menores ya no pude más y me masturbé hasta venirme y deseé penetrarla.
Todo el día en mi oficina no hice más que pensar en mi hermana y tener fantasías con ella. Así pasaron varios días hasta que un día llegué temprano a casa y me llamó la atención ver la luz del baño encendida y que alguien se bañaba, pensé que era ella y me apresuré a entrar en mi cuarto para espiarla, pero encontré la puerta semiabierta y entonces entré con mucho sigilo. Me sorprendí encontrarla a ella mirando a través del orificio y masturbándose, me quedé largo rato observándola y deleitándome con el espectáculo.
-¿Qué estas haciendo?- le pregunté
Ella balbuceó algunas palabras que no comprendí, la aparté del agujero en la pared y miré a través de él, y allí estaba mi segundo hermano masturbándose mientras se bañaba, volví a mirarla y estaba pálida como un papel, en ese momento comprendí que tenía la sartén por el mango.
-No te preocupes yo mismo te he espiado mientras te bañas-, le dije en tono de complicidad.
-¿De verdad?-. Atinó a responder mientras se acomodaba la ropa. La agarré fuertemente y la besé, ella apretó los labios, pero poco a poco fue cediendo hasta corresponderme. No se como controlé un orgasmo en ese momento, la solté y fui a asegurar con llave la puerta de mi habitación.
-No me hagas nada, aún soy virgen- me dijo.
-No te haré nada- le dije y comencé a besarla de nuevo. La idea de que fuera virgen, antes de bajarme los ánimos me los aumentó.
-Únicamente te besaré el coñito- le dije, tranquilizándola con lo cual ella estuvo de acuerdo.
Se acostó en la cama, yo procedí a quitarle sus pantys y comencé a besarle tiernamente las piernas como cualquier amante enamorado. En ese entonces me llegaban los recuerdos de nuestra infancia y nuestros juegos que me hacían recordar que éramos hermanos, pero esto lejos de hacerme desistir antes me daban más ímpetus. En ese momento llegó mi cara a su coño, su olor a hembra en celo me hizo estremecer de los pies a la cabeza, abrí tiernamente sus labios y me recreé con su rajita rosada. La olí y la palpé con mis dedos dejando que todos mis sentidos la disfrutaran, luego lamí toda su rajita concentrándome en su pequeño clítoris, aceleré el ritmo de mi lengua provocándole un gran orgasmo. Satisfecha, ella intentó safarse, pero yo seguí lamiendo haciéndola entrar en calor otra vez. Como pude, me despojé de mi ropa y ella volvió a decirme que era virgen que por favor no la penetrara, yo para ese entonces había decidido que esa virginidad sería mía.
-Únicamente te sobaré un poco con la cabeza del pene en la vagina-, le dije, a lo cual ella accedió.
Allí comenzamos un rico juego de masturbación de ella con mi pene, ahí aproveché para despojarla del resto de la ropa quedando al aire sus grandes y hermosas tetas. Le propuse que hiciéramos el amor de mentira, que yo me montaba y se la sobaba por encima a lo cual también accedió. Ya había completado mi trampa. Estando en ese roce dirigí mi pene, que por cierto, es bastante grande, a su apretado orificio que estaba empapado en labia femenina. Ella trató de rechazarme, pero ya tenía un cuarto de verga adentro, le puse sus piernas contra mi pecho y procedí a bombear rítmicamente a lo cual su himen respondió desgarrándose.
-Eres mía hermanita-, le decía mientras rompía su virginal raja, a lo cual ella cedió por completo.
No tengo conciencia de cuanto tiempo estuve bombeando a mi hermana, pero el hacerlo con ella era un placer indescriptible, confieso que me le vine dentro, llenándola de mis jugos y además porque ella no quería soltarme.
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