Moría... agonizaba de celos. Sabía que estaba con otro, no podía evitar seguirla. Se había metido en mi piel cual tatuaje: vivo, revolviéndose, quemando. He jurado mil veces olvidarla, despreciarla, traicionarla... Pero me traiciono yo mismo cayendo de nuevo en las finísimas redes tendidas a su alrededor, redes en las cuáles estoy atrapado.

Entró como siempre, radiante, sonreída. Mi corazón se aceleró sólo de verla y deseé prodigarles las más dulces palabras que se amontonaban en mi boca. Ella me mira a los ojos y puede leer todo lo que mi corazón desea expresarle. Me saluda y me dice: -¿Vamos?- Yo asiento con la cabeza mientras me toma juguetonamente de la mano y me hala hacia nuestro destino. Llegamos y el muelle del pequeño pueblo está desolado. La iluminación artificial es escasa por lo que no puede competir con lo que ella deseaba enseñarme: el reflejo de un cielo estrellado sobre el perfecto espejo del lago. Las aguas están quietas y la bóveda celeste está hermosamente imitada en ellas. Miro al cielo, luego al agua y un sentimiento de asombro y pequeñez me embarga. Ella me mira y me pide una estrella. Meto la mano dentro del agua y sostengo el reflejo de una en la palma de mi mano y le digo: -para ti-. Y mientras ella pone su mano sobre la mía me besa. Sus suaves labios se posan sobre los míos, inhalo el olor de su aliento embriagante mientras ella dibuja los míos con su lengua. Rindiéndome abro mi boca y atrapo su dulce lengua mientras ella abre más la suya entregándose. Un temblor recorre todo mi cuerpo mientras la abrazo intentando fundirla a mi. -¿Tienes frío? Estás temblando-, me dice, mientras mira divertida nuestros pies sumergidos hasta los tobillos en el lago. -Pescarás un resfriado-, me dice, me saca del agua y me conduce a su auto de donde saca una suave y mullida manta. La coloca en el piso junto con un cirio que huele de forma rara, -¿qué es?-, pregunto, - Citronella, ahuyenta a los mosquitos-, me dice sonriendo mientras se sienta sobre la manta. Pícaramente le pregunto: -¿En qué nos quedamos? - En que me ibas a contestar cuál era tu fantasía más íntima.- Y dicho esto lanzó una risa que me hizo estremecer. Le miré intensamente mientras le contestaba que no le iba a contestar. Aún riéndose se tumbó sobre la manta y miró al cielo mientras me enseñaba su constelación favorita: Orión. Charlamos,las horas se hicieron segundos. De golpe se puso de pie mientras me gritaba:-¡Corre, pide un deseo mientras cae esa estrella fugaz! Y cuando cerré los ojos para pensar en mi deseo, de nuevo unos labios se posaron sobre los míos haciéndome sentir oleadas de calor y frío a la vez. Ella me sujetaba con sus labios mientras sentía que ágiles dedos desabrochaban uno a uno y con desenfado los botones de mi camisa para pasar una suave palma sobre mi pecho. Sentía una inmensa presión dentro de mi pantalón y esa mano, sabiendo la ubicación exacta, bajó lentamente hasta posarse en el abultamiento dolorosamente comprimido. Lentamente apretó y un ronco gemido se escapó de mis labios rompiendo el beso que me tenía atado a ella. Levantó mi mentón y lo mordió, así como fue mordiendo mi cuello, mi pecho, mis pezones, e iba bajando por mi estómago mientras ponía en libertad la presión que tenía entre mis piernas: desabrochó mis pantalones y dejó al aire mi plena erección. Acercaba lentamente su cara a mi vientre y por la punta de mi endurecido miembro bajaban gruesas gotas de mi deseo por ella. Se acercaba lentamente a ella y era entonces que los segundos parecían horas. Se detuvo y recogió con un dedo lo que manaba de su punta,lo miró curiosa y lo llevó a su boca paladeándolo con fruición mientras me miraba.

Cuando al fin se decide a tomarla entre sus manos la apretó con tanto vigor que por poco mi cuerpo me traiciona. Ver mi cara de agonía la excitaba muchísimo pues comenzó a acariciarse los pechos mientras bajaba y posaba sus labios sobre mi punta, apenas rozándola. Mis testículos se habían encogido dolorosamente, deseosos de descargar, pero ella tenía el control, se lo había cedido gustosamente. Abrió grande la boca y de golpe lo metió todo mientras gemía de placer a la vez que yo gruñía mientras un poco de semen se derramaba por su garganta y ella absorbía con deleite. Con enronquecida voz le pregunté qué deseaba porque ya yo no aguantaba más. Me dijo-“ pónte de pie-, obedecí en el acto. Se arrodilló frente a mi y sujetando bien mis nalgas lo hizo desaparecer dentro de su boca. Ella movía mis caderas metiéndolo y sacándolo acompasadamente, mientras destellos de colores sobre un fondo negro era lo único que apreciaba mi vista. Siguió aumentando el ritmo y yo sujeté con fuera su cabeza para no romper la sensación que iba subiendo por mis bolas, vientre, pecho, garganta y explotaba en un grito mientras mi verga derramaba chorros de leche por largo tiempo contenida. Miré hacia abajo y vi como como mi leche corría por su boca, bajando por su barbilla hasta sus pechos donde la regó por toda su piel: cerré los ojos y suspiré profundo...

Ahora la veía con otro. Sentía un punzada dolorosa, profunda, en un lugar inubicable dentro de mi cuerpo. Entró como siempre, radiante, sonreída. Un sonido en el computador me había anunciado de su presencia asi que encendimos las cams y su tierna cara apareció. Me presentó a su esposo el cual me saludó afablemente pero pronto se excusó porque tenía que salir. Estando solos ella me dice que aún no le he contestado cuál era mi fantasía más íntima. Le respondí: - Mi fantasía más íntima la acabo de tener contigo justo antes de que estuvieras en línea-. Ella sonríe desde la lejanía de su hogar, a mares y continentes de distancia, mientras yo secaba con una toalla mis muslos, mi entrepierna, mi vientre, de blanco y viscoso semen.