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Imaginé, que estabas en mi casa, yo te había invitado...
Me habías ordenado que me acostase en mi cama totalmente desnuda, mientras tú te dabas una ducha, sin taparme, con la luz apagada y de espaldas a la puerta, para que no puede verte cuando volvieses...
Yo obedecía y me tumbaba en la cama tal como me habías dicho y me quedé esperándote...
No te oía entrar, pero de repente sentía una mano acariciando suavemente mi espalda, desde la nuca hasta el comienzo de la hendidura de las nalgas...
Mientras imaginaba esto, comencé a tocar mi clítoris suavemente, haciendo pequeños círculos sobre él .
De repente notaba que te metías en la cama, a mi lado pegado a mi espalda. Notaba tu polla erecta presionando contra mis nalgas a través de una tela suave y gruesa, lo cual me hacía pensar que llevabas la toalla rodeando tus caderas.
Tu mano alcanzaba mi pecho. Al principio me lo acariciabas con delicadeza, pero pronto pasabas a pellizcar mi pezón con fuerza, tirando de él hasta su límite.
Sólo habiendo pensado esto, ya estaba completamente empapada...
Sin más te levantabas de la cama, y dándome una palmada en el culo me decías que me levantase yo también.
Encendías la luz. Podía verte con la toalla en la cadera y con el pelo aún mojado.
Ibas a donde habías dejado tu ropa antes de irte a la ducha y cogías tu boxer. Me ordenabas abrir la boca, explicando que no querías que lo vecinos me oyesen...
Yo, adivinando lo que pretendías hacer, me negaba a abrir la boca, ante lo cual amenazabas con castigarme si no lo hacía.
Yo abría la boca, y me introducías el boxer en ella para usarlo como mordaza.
Mientras lo metías, decías que a pesar, de todo me ibas a castigar por no haber obedecido a la primera.
Los movimientos sobre mi clítoris eran cada vez un poco más rápidos y pellizcaba mis pezones para excitarme aún mas...
Te sentabas sobre la cama y me ordenabas tumbarme sobre tus rodillas y yo, aunque me temblaban las rodillas, obedecía sabiendo que merecía el castigo...
Cogías mi sujetador que estaba sobre una silla que tenías a mano y me mandabas poner los brazos en la espalda. Al hacerlo, tu unías mis muñecas con el sujetador con un fuerte nudo, usándolo como si fuese una cuerda.
Tu brazo derecho rodeó mi cintura con fuerza, de forma que no me podía escapar.
Estaba totalmente indefensa, sobre tus rodillas, sin poder hablar y con las manos atadas a la espalda. Ya me tenías a tu merced...
Y pensar que eso pudiese pasar en realidad, me puso a mil, haciendo que me masturbara con más fuerza...
Ponías la mano sobre mi trasero desnudo, lo pellizcabas y acariciabas...
De repente notaba un dedo hurgando entre mis piernas, en mi coño, el cual estaba muy mojado...
Tanto en mi imaginación como en la realidad...
Ese dedo, pasaba a mi ano, y lo rodeaba, presionando hasta hundirlo en él.
Sacabas el dedo y sin previo aviso, sentía la intensidad del primer azote, no muy fuerte, pero seguido de unos cuantos más...No eran muy dolorosos, era como si quisieras prepararme, porque de repente, comenzaron a ser más fuertes y seguidos, haciendo que el dolor fuera más intenso y que mis nalgas comenzaran a quemarme.
Yo intentaba escaparme, pero no podía porque me tenías bien sujeta.
Mientras me azotabas me decías que me lo tenía merecido por ser una puta desobediente...
Te detenías, y me ayudabas a incorporarme....
Por mis mejillas, resbalaban lágrimas por el castigo recibido.
Me preguntabas si pensaba volver a desobedecerte y como no podía hablar por la mordaza, negué con la cabeza.
Me quedaba poco para correrme...
Cogías un par de cojines grandes y los ponías en el suelo. Tras esto me decías que me pusiera de rodillas y apoyara la cabeza sobre los cojines, ya que no podía ponerme a cuatro patas debido a tener las manos atadas.
Yo lo hacía sin vacilar...
Te ponías detrás de mi y me ordenabas abrir aun más las piernas, para tener mi coño y mi culo a tu disposición.
Casi perdí la noción de que aquello no era más que una ficción para masturbarme, lo estaba viviendo como si ocurriese de verdad...
Pasabas tus dedos por mi coño, metiéndomelos de vez en cuando, para después llevarlos a mi ano y untarlo con mi propio flujo.
De pronto, sentía como intentabas meter dos dedos a la vez en mi culo, y como estos entraban sin dificultad, mientras me decías que era una buena golfa y que había entrenado bien mi culo...
Metías un tercer dedo y me follabas con ellos, hasta que se deslizaban con facilidad...
Los sacabas y ponías la punta de tu polla en mi ano, diciendo que me ibas a romper el culo de golfa que tenía...
No podía más, iba a correrme ya. Así que mientras vivía en mi imaginación, como ibas metiendo tu polla en mi culo, como se deslizaba dentro de él, como me cogías de las caderas para ayudarte a penetrarme, tuve un maravilloso orgasmo...
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