Aún la recordaba allí sentada frente a él en aquella cafetería. Aún recordaba su olor. Recordaba, no sabía porqué, el gracioso puño del chaleco azul de ella. Aún recordaba como se perdía en la profundidad de aquellos ojos oscuros que por fin tenía delante aquella tarde. Aún recordaba cómo tuvo que hacer un gran esfuerzo para no colocar su mano sobre la pierna de ella que descansaba a escasos 5 centímetros de las suyas propias.
Él sabía que no era alto, ni moreno y atlético como a ella le gustaban los hombres, pero ahí estaba. Miles de pensamientos, miles de deseos recorrían su mente. Cómo irían a un desierto lugar donde se repartirían multitud de apasionados besos, cómo le acariciaría su cara con suaves movimientos, y recorrería todo su cuerpo con la delicadeza propia de un pétalo de rosa. Las yemas de sus dedos recorrerían su cuello, pasando por su nuca. La imagina haciendo un lento y sensual baile ante sus ojos al mismo tiempo que comenzaba a desnudarse. Él no podría, como no pudo en su momento, apartar su mirada de aquellos ojos que sin duda lo habían cautivado. Mientras ella seguía con sus sensuales movimientos, se fue quitando ropa hasta quedarse en ropa interior, un sujetador blanco y una braga minúscula del mismo color, y se acercó a él que estaba sentado en una silla. Ella se puso de cuclillas en frente suya y comenzó a quitarle el chaleco. Muy lentamente. Ella comenzó a subir hasta ponerse en pié mientras sacaba el chaleco por encima de los brazos de él. Éste sacó la lengua y rozó el vientre de la chica, que estaba a escasos milímetros de su boca. Ella se echó hacia atrás y le dijo que no, con el dedo índice moviéndolo de izquierda a derecha. Tu quietecito, le dijo muy bajito, casi susurrando. Y continuó ahora quitándole la camisa. Botón a botón, y todo sin dejar de mirarle a los ojos. Él lógicamente llevaba empalmado desde que ella le dijo que irían a un lugar muy especial, donde le "haría un hombre". Ella puso su mano sobre sus pantalones y cogiéndole del paquete le dijo: -Tranquilo, no te pongas nervioso- y continuó con su labor de los botones de la camisa.
Cuando le hubo quitado la camisa, comenzó a pasar sus manos por el pecho de el, acariciándolo con movimientos lentos y continuos. "Hoy será un día que no olvidarás en tu vida"- le dijo sonriendo. Él se levantó y la besó de nuevo, ahora de una forma más dura. La cogió por los hombros y la sentó en la silla. Ahora era él el que estaba de pie a escasos centímetros de su boca. Ella agarró los botones de su pantalón y se lo quitó de un movimiento rápido, casi fugar, dejándolo completamente desnudo. Su pene erecto se balanceaba frente a su cara y sin pensárselo dos veces se lo metió en la boca. Todo aquello era nuevo para él. Era su primera vez y estaba contento de que una mujer como aquella fuera la que le iniciara en aquel mundo. Siempre le habían dicho que las mujeres deseaban coger a un chico "virgen" y desposeerlo de inhibiciones. Él la miraba y la veía muy concentrada en lo que hacía, la sensaciones que estaba viviendo eran espléndidas, el roce de sus dientes contra su polla lo hacían estremecer de placer, hasta que le dijo que no podía más, que había llegado el momento, pero ella que seguía con lo suyo recibió encantada en su boca todo su manantial, no dejando escapar ni la más mínima gota. Ella se levantó de su asiento y lo besó en la boca, pudiendo sentir éste su propio sabor.
Cuando sus bocas se separaron, la miró de nuevo a los ojos y le dijo, -no quería que te sentaras para eso, así que siéntate de nuevo- . Ella se negó a sentarse, así que el comenzó con su trabajo con ella de pie. Se puso a su espalda y le desabrochó como pudo los enganches del sujetador. Sus pechos eran pequeños, como a él le gustaban. Unas tetas pequeñas, pero puestas en su sitio, y desde su posición tras ella, comenzó a masajearle las tetas. Su mano derecha se centró en sus pechos y sus pezones y su mano izquierda comenzó a descender. Le acarició el vientre, el ombligo y comenzó a tocarle coño por encima de sus bragas. Su dedo se hundía lo máximo que la tela le dejaba en su empeño. Ella mientras comenzó a respirar con mayor dificultad y rapidez. Él se dio cuenta de ello y se colocó frente a ella y la besó de nuevo. Sus besos fueron bajando, su boca, su mentón, su cuello, sus pechos hasta que finalmente se centró en sus pezones. Mientras le besaba los pezones, siempre con mucha delicadeza y con una clara falta de experiencia, con sus manos seguía recorriendo el resto de su cuerpo.
Su labor parecía dar sus frutos, ya que escuchó el primer quejido de ella. Fue parecido a un suspiro, pero placentero. Él seguía en su empeño de hacerla disfrutar y siguió bajando sus besos hasta su vientre. No sabía cómo, pero había oído, posiblemente leído, que el vientre de la mujer es una de sus zonas más erógenas y hasta que era desconocido por muchas de ellas. Él tomó nota de esto y siguió besando, chupando, esta zona de ella, y parecía hacer efecto, ya que los quejidos del principio se estaban convirtiendo en gemidos de placer. Sigue- le escuchaba decir. No paró y siguió su descenso. Agarró de los extremos laterales de las bragas y empujó hacía abajo, dejándola por fin completamente desnuda. Se quedó sorprendido. Era la primera vez que estaba ante semejante espectáculo. El sexo de ella, aparecía ante él casi completamente depilado, hinchado por las circunstancias y con un olor que al principio le hizo dudar, pero no se lo pensó dos veces y pegó su boca. Comenzó a pasar su lengua por aquella pieza preciada. Por la parte posterior comenzó a pasar también sus dedos. Las piernas de la chica comenzaron a temblar y optó por sentarse finalmente en la silla y abriendo sus piernas, quedó su sexo totalmente abierto como una flor para él. Echó un vistazo y lo primero que pudo ver fue su clítoris totalmente inflamado y listo para ser chupado. No se lo pensó y comenzó una leve succión de sus labios sobre aquel delicioso fruto que a ella tanto le hacía gozar. Siguió pasando toda su lengua y su boca completamente por el coño de ella que gemía y gemía como si se le fuera la vida por la boca.
Con un gesto de valor, acercó su dedo para que ella lo chupara y lo humedeciera y así lo hizo ella. El acercó el dedo a la entrada de la vagina y lo introdujo lentamente, pero sin vacilar. Para gran sorpresa de él, ella estaba totalmente mojada y no le costó lo más mínimo entrar ella. Rítmicamente acompasó el movimiento de su dedo entrando y saliendo de la vagina, con el de su lengua en su clítoris. Ella se retorcía y sacudía sobre la silla y cuando no pudo más explotó en un orgasmo inmenso.
Ella lo atrajo hacia sí y comenzó de nuevo a besarlo cada vez con más fuerza. Estaba como loca tras su orgasmo y al ver que estaba de nuevo empalmado, cómo no iba a estarlo después de aquello, lo sentó de nuevo en la silla y ella se sentó sobre él. Se dejó caer lentamente, mientras él entraba en ella. Él tuvo sus primeras dudas. Sabía que tenía una polla pequeña y eso le preocupaba, pero ella siguió con sus lentos y pausados movimientos, haciendo que él se centrara y se relajara. Poco a poco los movimientos se hicieron cada vez más rápidos y más fuertes. Él le agarró por las nalgas, haciendo que ella entrara más profundamente. Se besaban como podían y él le masajeaba las tetas, hasta que notó que ella se corrió de nuevo. En ese momento no pudo más y al verla en tal estado de éxtasis, sacó su polla de su interior y eyaculó sobre el cuerpo ella.
Tras esto los dos descansaron abrazados y con la respiración entrecortada. Tal y como ella le dijo, sería un día que nunca iba a olvidar. Lástima que no fuera más que una fantasía, ya que ella desapareció y nunca más volvió a verla.