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En una historia previa había contado a las lectoras de cómo había concretado la fantasía de mi novia, que tenía atragantada dentro suyo, para que fuera con toda seguridad y sin mayores problema armé todo el escenario, conseguí a un amigo para hiciera de cliente, que aprovechara para disfrutarla y que la hiciera sentir como una real puta callejera.
Pero entre amigas y confidentes los secretos son tan volátiles como un suspiro, si una lo sabe, todas lo saben, si una encontró la horma de su zapato, las otras también lo buscaran esa horma que les haga sentir el rigor de sentirse una callejera y tener su experiencia en carne viva.
Con Estrella, la amiga y protagonista, que realicé su fantasía con un amigo personal, armamos la estrategia para que ellas pensaran que yo había sido el hombre con el que experimentó hacer realidad su fantasía, de ese modo no solo las protegemos de algún tipo indeseable o maltratador, sino que porque soy un desconocido para ellas, bien puedo ser el que las disfrute y luego le cuento todos los detalles, tal cual hizo ella conmigo y que fue parte del relato que antecede a este que ya comienza.
Con Estrella nos llegamos al mismo bar donde la había “entregado” al cliente, pues ahora ella se presentará con su amiga y hará las veces se presentadora al hombre que ella le informó previamente seré el que ha sido su cliente.
Para cuando llegué al bar estaban sentadas a la mesa, mi amiga de frente a la puerta, con lo cual la localización fue de inmediato. Verla de espaldas ya pintaba como interesante, melena larga, trigueña, ensortijada, me acerqué saludando a mi amiga, que ahí mismo hace la presentación de rigor.
—Mi amiga, Susy, la que te había hablado…
—Hola Su, soy Nazareno, el… amigo de Estrella. – le di un beso en la mejilla.
—Aprecio que hayas venido… para conocerme…
Era evidente que la situación ameritaba cierta intimidad como para otro tipo de presentación y la presencia de Estrella interfería bastante. Notando que su presencia ya había cumplido el cometido dijo:
—Bueno “chicos” me parece que tres son multitud, mi presencia no es necesaria, así que … me voy, los dejo, tendrán “tanto para conversar” –besos en la mejilla de cada uno. – Susy después cuando “termines” tu…entretenido diálogo con él, nos vemos para tomar el té. Bye, bye…
—Bueno, al fin solos, ¿no? –dije cómo para poner la nota de humor y comenzar a derretir el hielo.
Antes de todo, quiero que estés tranquila, según me contó estás en la misma etapa que tu amiga, comenzando el trabajo de… bueno de “eso”, que es tu primera vez, pero tranqui soy alguien que tu amiga ya te habrá dicho podrás iniciarte, digamos que estarás en “buenas manos” – ahí mismo deje bajo la taza de café el importe de la consumición y le di la mano para salirnos del local.
Dentro del auto, la cosa había cambiado, se mostraba confiada pero sin alejar del todo el nerviosismo que la asedia y limita su libertad para conducirse con naturalidad. Mi mano aquietó las palomas asustadas que ni sabían dónde ponerlas. Detuve la marcha para hacer que mirara en mis ojos la seguridad que necesitaba transmitirle, se aquietó algo pero aun los labios estaban latiendo a indefinición, a espera del devenir de la aventura…
El beso robado sirvió para aquietar la tempestad, serenar las ganas de abandonar la decisión de venderse. Mansamente se fue entregando al beso cálidamente húmedo, sostuve la presión, abarcando más espacio en su boca, tomada de los hombros retuve la huida del miedo a lo desconocido. Me tomé todo el tiempo del mundo en comerle la boca sin dejarla respirar, solo podía hacerlo dentro de la mía, sentir como su lengua comienza a relacionarse con la mía, el intercambio de saliva establece un momento de intimidad como ninguna otra cosa. Retirado un tanto de la boca, para que las lenguas establezcan ese pacto de dependencia afectiva de íntima entrega de las energías vitales de varón y hembra.
Aquietado el espíritu se dejó conducir al hotel más cercano, su mano puesta sobre mi muslo encontró por sí sola el calor de mi entrepierna, una mirada furtiva indicaba que debía seguir avanzando en buscar el calor del hombre que ha comprado sus favores, hacerle sentir que durante un turno de hotel toda ella me pertenece.
En el ascensor hacia el cuarto la llevé tomada de la cintura, podía sentir y disfrutar el temblor de primeriza, y hasta quizás el primer acto de infidelidad, disfrutar de una virgen en la infidelidad es algo más que sabroso.
Mientras ella se acostumbra a la tenue luz, pedí unos whiskys, gano tiempo para estabilizar sus emociones y liberar sus deseos. Estaba nerviosa, diría que casi arrepentida de haber tomado esa decisión, el tiempo apremia y meto manos a la acción, bueno meto manos en Susy. Tomada de la cintura, en un rincón del cuarto con más penumbra la voy deshojando como a una rosa, pétalo a pétalo hasta, apretada contra mi pecho me permite poner las manos a su espalda y soltar el soutién, quedan sus senos pegados a mi piel. Ahora hasta podía sentir el latido exaltado de su corazón que solo pude acallar con un besos tan intenso y caliente como el testimonio de mi masculinidad presionando contra su sexo.
Me agaché para liberarla de la única prenda, dejando en libertad la aromática conchita, cubierta del enrulado terciopelo que recibió la caricia de mi mano como el primer avance sobre el sexo. Refregué mi cara sobre el mullido vello, froté mi nariz, la lengua asomó de mi boca buscando entre el follaje de pendejos el acceso a esa conchita que se entregaba por primera vez a un cliente por dinero.
Estremeció al sentir mi boca capturar el esquivo clítoris, contuve la reacción con mis manos una en cada nalga, contenida para poder comerle esa boca vertical que comenzaba a responder obediente al acoso del hombre que va por la tierra prometida.
La excitación de Susy era algo digno de ver, el efecto sorpresa comenzó a dar frutos, la calentura subía desde su sexo haciéndola vibrar al compás de mis lamidas. La tendí sobre el lecho, fui por un cubo de hielo del vaso de whisky, para pasarlo muy lentamente sobre sus tetas, rodeando los pezones, luego pasando directamente sobre los pezones. Es bien conocido el efecto del hielito sobre esa zona, también lo fue en ella, que comenzó a gemir, agitarse y vibrar al conjuro del mágico efecto del hielo sobre la piel caliente de Susy. Un recorrido rápido sobre el vientre hasta recorrer los labios de la vulva en toda su extensión, dejarlo un instante entre los labios repetía el efecto multiplicador de lujuriosas sensaciones, estremecerse y apretarse los pechos como forma de poder soportar el estado de excitación que la había dominado.
La mirada se detenía en mí esperando la próxima movida del “cliente”, sigo jugueteando con el hielito en su cuquita, mientras me arrodillo junto a su cara, le llevo la mano para que la cierre entorno de la pija que está a centímetros de su cara. Muevo la pelvis hacia adelante para que entienda que es tiempo de comenzar a “trabajar”. No necesitó otra indicación, porque me moví hasta que tocara sus labios, empujé sobre ellos y abrió la boca para dejarme entrar en ella.
Mientras jugueteo con el hielo en la vagina, comenzó a mar la pija, moviéndola en vaivén comienza a excitarse. Sabía muy bien como complacerme, podía disfrutar el juego dentro de la boca, moverla lamiéndola con la experiencia de una puta consumada. Me tendí de espaldas y ordené:
—Ahora me montas, quiero sentir como me coges, primero una buena mamada y a montar…
La instrucción autoritaria le hizo imponerse de lo que estaba haciendo es satisfacer las necesidades del cliente, era necesario hacerle sentir el rigor de la exigencia, el poder es de quien paga por el servicio, esa era su fantasía a cumplir, yo el artífice para conseguirla.
Comenzó a moverse a su ritmo, pero… el cliente pide, exige que se mueva más, que se agite, que motive el placer del hombre. Una nalgada produjo su desconcierto a la segunda se acomoda a la situación, por la tercera y la orden de moverse más y mejor, la hicieron ubicar en tiempo y espacio. En el tiempo de placer que debe proveer, en el espacio que el pagador por el servicio exija.
Puesto los puntos en claro, todo fue mejor, expectante, esperando las órdenes para cumplir los caprichos de su primer cliente.
Ahora, date vuelta y monta, quiero ver tu trasero, ver como lo mueves. – ¡Vamos, estoy caliente, vamos!
Montó de espaldas, quería sentir el morbo de verla cogerme, que se viera reflejada en los espejos, como su hombre le está jugando con el dedo dentro del ano. Se mueve a ritmo, me impulso en ella con fuerza.
El dedo jugando dentro el ano hace el efecto de incrementar el placer. Le ordeno volverse, cabalgarme de frente, necesito sentir sus tetas en mi cara.
Sujeta de la cintura me impulso hacia arriba, acelera los movimientos y estalla en un orgasmo que evita se le escape de la boca, se muerde como para refrenar el grito, tal vez un poco de vergüenza de mostrarse tan fácil de llegar al orgasmo imprudente. Moverme dentro de ella prolonga el efecto, sigue mordiéndose el labio inferior, pero sus ojos dicen que está en el trance de sentir el placer estallar dentro.
Sujeta de la cintura voy moviéndome hasta que la eyaculación me conmueve y me voy dentro de su vagina mientras ella casi ni repara en mi acabada porque aún está conmocionada por su propio goce.
Consumado el objetivo de cada uno, quedó sobre mí, empalada, con las palmas apoyadas en mi pecho, mirándonos, comenzamos a reír sin sentido, como habitualmente sucede cuando llegamos a ese tan deseado orgasmo.
Se levantó, saliéndose el miembro de su cueva, el semen comienza escapar de ella, se toca para comprobarlo en sus dedos, mira el semen, lo frota en su mano como para apreciar la textura, me sonríe como esperando alguna orden.
—Ven aquí, a mi lado, abrázame…
Realmente era un gustazo sentirla, la piel caliente, sudada por el intenso polvo, temblando, se dejó contener en mis brazos, buscando cobijo como en estado de indefensión. Le permití disfrutar ese momento de paz interior, disfrutar el relax.
Limpió el semen vertido en buena cantidad dentro de su vagina, espera nuevas instrucciones, la siento dudar y gozo con ese estado de incertidumbre, vulnerabilidad que es parte de este juego.
—Ahora es tiempo de una mamada, de limpiarme la herramienta antes de volver a sentir el calorcito
de tu conchita. Una palmadita en sus nalgas me permite pone la mano entre las nalgas seguir jugando con el ano, frotar el anillo que se estremece y frunce en cada frotamiento.
El movimiento de los juegos nos hizo quedar atravesados en la cama, me bajé y la coloqué con los pies fuera de la cama, para entrarla desde atrás. Dos sonoras nalgadas, más ruidosas que dolorosas la hicieron volver a la realidad, sentir al macho dominante que se la cogería sin tantos preparativos. Abrí las nalgas y de un solo envión entre todo en su vagina, estremecida y asustada por la urgente arremetida, solo atinó a apretar la ropa de cama y gemir por la potencia del macho que llega bien profundo.
Tomada de la ingle le hago elevar la cola, bien empinada y nuevamente me impulso dentro de ella para comenzar una cogida a toda orquesta, sacudida y estremecida en cada bombeo.
La tensión y el continuo movimiento la mantienen en vilo, sacudida por mis arremetidas con bastante violencia, sin darle tregua, me llevaron antes de lo previsto a una nueva eyaculación. En el maremágnum de sensaciones me pareció que también se había venido.
Cumplimentado los dos polvos, ella comenzó a higienizarse para no llevar los restos delatores de mis enlechadas, también me coloqué el calzoncillo, estando en esos menesteres sonó el teléfono, era el conserje que nos avisa –“El turno ha concluido” - Vamos a quedarnos otro turno... –Gracias.
Cuando volvió casi vestida para abandonar el cuarto, esperando que terminara de vestirme, pero, era el momento del golpe de efecto. Mientras está de pie, cartera en mano esperando que termine…
Me acerqué a ella, la abracé y le di un beso que la estremeció de pies a cabeza, le saqué la cartera de la mano, la llevé trastabillando hasta el borde la cama, la tendí de bruces sobre ella, levanté la falda, hice a un lado la tela de la biquini, desenfundé la verga y se la enterré de un solo golpe.
Sorprendida, diría que muy gratamente, solo se debatió entre mis brazos más por la sorpresa que por el disgusto. Aceptó complacida ser tomada a lo salvaje, disfruta ser tomada por la fuerza. Ahora está disfrutando una prolongada sesión de sexo.
Las acabadas previas me permiten demorare por más tiendo en el metisaca, el bombeo pertinaz y continuado le arrancan un orgasmo gritado como una desaforada, exaltada, debatiéndose como enloquecida vibrando bajo la presión de mi cuerpo, tan concentrado en darle el merecido tratamiento no tenía tanto tiempo en saber cuántos fueron, pero el aspecto que presentó cuando se levantó decía que había transitado un orgasmo que hizo estragos en su maquillaje.
Esperé que terminara de sacudirse, para volver a sacudir su maltrecha “carrocería”, no paró de quejarse por la intensidad de la movida, llegado el momento de mi venida, me salió un gemido, bueno más bien ella dijo que fue como el bramido de un toro herido de muerte. En verdad era morir dentro de su apretada y maltrecha vagina que recibió mi último polvo.
Desmontada, le acomodé la biquini, la ayudé a levantarse, y sonreí al verle la cara con los rastros de haber sido atropellada por una manada de búfalos.
—Mira, cómo me has dejado, ahora debo arreglarme otra vez. Trató de sacarse la biquini para higienizarse…
—Ah no, eso no, mi leche te la llevas puesta, ¡es mi orden!
—Sí señor…
Abandonamos el cuarto, la llevé a las cercanías de su casa y cuando intenté ponerle el pago por sus servicios dijo:
—No señor, esta vez no te cobro, es un regalo, sos el primer cliente. Claro que es con una condición, que me dejes tu teléfono para volver a buscarte otra vez, ¿Si?, pero no le digas a mi compañera que no te cobré.
—Acepto, esperaré tu llamado.
Unos días después Estrella me comentaría el relato que ella le hizo de la realización de su fantasía, sentirse puta y cobrarle a un desconocido por su servicio sexual.
Es probable que lo comente con las otras amigas y tenga más candidatas, quien sabe…
Nazareno Cruz
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