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Categoría: Incestos

Fantasía con mi hijo

Mi esposo fue un psicoanalista especializado en conflictos en parejas, tras su lucha por una larga enfermedad nos había dejado una herencia. Debido a los trámites y demás tomó tres meses en que el abogado nos trajera los papeles, pero había la condición de pasar una semana en el centro donde él trabajaba para que pudiéramos mejorar nuestra convivencia.

Aparte de la herencia mi esposo había dejado una carta a mi hijo que yo leí: “hijo, tu madre es una mujer hermosa y dulce y tiene el derecho a rehacer su vida y tener amor. Pero al ser tan amable no quiero que nadie se aproveche de ella o le rompa el corazón. Sé que la amas con todo tu ser, incluso más allá de lo que un hijo debe amar a su madre. Sé que cuidas y cuidarás a tu madre y le procurarás todo para hacerla feliz.”

El Centro era una institución para parejas que quedaba en otro Estado junto a una playa. Llegamos y al presentarnos nos dan una habitación, nos dicen que mi padre ya había arreglado todo para nuestra estancia.

Mi nombre es Estela, tengo 55 años, de tez clara, cabello castaño lacio y fino hasta la altura de los hombros, con algunas arrugas y mechones grises. Uso faldas anchas sobre las rodillas, blusas mangas cero que dejan ver mis hombros desnudos. Usé un maxi vestido que dejaba ver mis hombros y parte de mi espalda, así como adivinar las curvas de mis caderas y sostenido por unas tiras.

Nos dieron una habitación de una sola cama tamaño King side, baño con jacuzzi y el cuarto incluía un columpio, un espejo muy largo del tamaño de toda la pared, un televisor que solo daba informaciones de las labores. Salimos a pasear para conocer el lugar. Recorrimos la orilla de la playa y conversamos.

Al regresar a la habitación una voz nos dijo que le diera un masaje relajante a mi madre. Fue cuando me di cuenta que esos no eran espejos, sino un vidrio en el cual ellos podían vernos y nosotros no.

—Relájate, mami. Olvida todos tus problemas y penas. –masajeando mi cuello y hombros.

—¡Ummmh! ¡Qué rico, hijo!

Luego de esto, un gas nos roció y desperté sola en otra habitación rodeada de espejos con una pantalla en la pared. Unos altavoces repetían las siguientes frases: “tú deseas a tu hijo” “no hay mayor placer que el ser tocada por tu hijo” “tu hijo es tu macho” “tu hijo es el amo y tú su esclava sexual”. Las palabras se repetían una y otra vez y se quedaban grabadas en mi mente. No sé cuánto duró esto, pero terminó cuando una puerta se abrió y me dirigí a través de un largo pasillo, el cual daba a la habitación.

Estaba desorientada y con mil pensamientos dando vueltas por mi cabeza. Solo quería salir de esa habitación y ni siquiera me puse mis zapatos. Al llegar a la habitación mi hijo llegó desde el otro lado. Se veía igual de desorientado que yo. Se quedó mirando mis pies desnudos. Vi como tenía una erección a través de su traje de baño.

Se acercó y empezó a masajear mis hombros. Estaba como hipnotizada y no puse resistencia dejándole hacer todo lo que quisiera. Deslizó las tiras del vestido y éste se deslizó por mi cuerpo. En uno de los espejos vi la expresión de lujuria de mi hijo, mi propia expresión de placer al ser tocada y su expresión al ver mis tetas con pecas, pezones rosados de pequeño tamaño, puntiagudos y señalando hacia adelante.

Quedo de espaldas a él. Mi cuerpo caliente. Su pecho queda pegado a mi espalda y su polla vuelve a restregarse contra mi culo. Sus manos agarran mis tetas y mi pezón está muy duro.

—¡Para, hijo! – lo riño, empujando con mi culo hacia él con intención de que me separe, pero con muy poca convicción. Su mano acaricia mis tetas y baja por mi vientre hasta llegar a mi sexo peludo. Me encuentro empapada.

—Cariño, ¿Qué haces? — lo vuelvo a reñir. — ¡No, detente, mi amor!

No me hace caso. Su dedo recorre mi rajita y sube lentamente hasta que con suavidad acaricia mi clítoris que está inflamado y yo me encontraba ardiendo.

—¿Realmente quieres que pare? – me pregunta en el justo momento en el comienzo a gemir.

—¡No, por Dios!

Estoy a tope y también lo está él. Acaricia sin parar mi coño, por mis labios, metiendo un dedo y jugando con mi botoncito, haciéndome estremecer. Su otra mano va a mis tetas, mis caderas, pasando por mi culo y su boca no pierde la oportunidad de morder ligeramente mi cuello.

—Sí, amor, hazme lo que quieras. Soy toda tuya. Mi bebé. Toca mis tetas como cuando eras un bebé.

Estaba fuera de mí. Las imágenes tiernas de mi hijo succionando mis tetas para alimentarse fueron cambiadas por imágenes donde yo lo disfruto. Los tiernos recuerdos bañando a mi hijo se sustituían por unos donde acariciaba su verga. Entré en trance y en pocos segundos fui atrapada por un orgasmo, una mezcla de suspiro y lamento de placer. Pierdo el equilibrio y caemos sobre la cama con nuestros cuerpos pegados. Su polla ha quedado entre mis glúteos. Lo empujo para que me separe. Estamos demasiado calientes y tras mi enorme corrida intento serenarme y detener algo que sabemos no está nada bien.

—Perdona, mamá

—Tranquilo, mi amor. - respondo con mi respiración aún muy agitada.

—Es que no quise que te quedaras con ese calentón.

Acariciando mis caderas y subiendo suavemente hasta mi cintura.

—Así, cariño, lo estás haciendo bien.

—Mami, tu cuerpo es la cosa más maravillosa. —Me seduce con esa mirada y me dice— te deseo porque eres la mujer más hermosa. Tu cuerpo me tiene atrapado, enganchado, totalmente perdido.

Siento por el cuerpo de mi hijo, una entrega total de enamoramiento, atracción y deseo.

—No pares, cariño – le digo viendo su cara en el espejo.

—Eres preciosa. - dijo totalmente sincero— mami, representas todo lo que siempre he soñado, eres a quien quiero, tu cuerpo me tiene loco. Admirando la imagen que me devuelve el espejo, la redondez de mis pechos, la estrechez de mi cintura, mis prominentes caderas, mi sexo peludo y totalmente abultado.

—Ahora pégate a mi cuerpo por detrás y estrecha mi cintura. Eres el amor de mi vida.

 Me entrego a ese abrazo y mi cuerpo se pega al suyo. Noto su espalda contra mi pecho, mis muslos contra los suyos, mi culo contra su polla completamente dura.

—Así, mi vida, lo haces muy bien, me siento como una reina, una mujer muy deseada.

Nadie ni nada nos obstaculizara ese instante que nos pertenece exclusivamente a los dos.

Acaricia la parte exterior de mis muslos.

—¡Qué suave!

—Ahora acaricia mi cintura, suavemente, subiendo hasta la base del pecho.

Besa mi cuello con dulzura, al tiempo que su mano acaricia la parte exterior de mis pechos.

Empiezo a ronronear cuando sintiendo la calidez de sus labios posándose sobre mi cuello. Sus manos acarician con tanto ahínco como dedicación mis tetas.

—Así, cariño… ahora amásalos y usa tu lengua para dibujar el contorno de mi cuello.

Sigue observando a su madre desnuda reflejada en el espejo, Me abraza de una manera que nunca pude imaginar.

—¡Sí! - suspiro, al tiempo que mi mano se estira hacia atrás para acariciar su nuca. —Sí, cariño.

 Ahora chupa el lóbulo de mi oreja. Es una parte muy sensible.

—¡Síii! – contesto en suspiros cada vez más largos y sentidos.

Con la otra mano intenta girar por mis caderas hasta llegar a mis ingles, juega con sus dedos, pero sin tocar mi sexo.

Le encanta pasar mi mano por la tersura de mi piel y encontrar aún más suavidad en la parte interna de mis muslos y después a ambos lados de mi rajita, que emana un calor extraordinario.

—Sí, mi vida, muy bien… -dije apretando mi mano y mordiendo ligeramente su otra mano que está acariciando mi teta izquierda.

Necesito sexo tanto como él. Me siento atrayente, deseada y jugar a un juego que está en los límites de lo prohibido. Ahora acaricia los labios externos de mi vagina, pero sin tocar el clítoris. Me besa. Deseo con más ganas el momento, casi se lo pido como un ruego. Siento como su polla se clava aún más contra mi culo y quedo mirando hacia arriba sintiendo masajear mis glúteos tersos y blanditos.

Su boca se abalanza de nuevo y nuestros labios entran en un contacto suave. No rechazo el beso. Mi otra mano está sobre su pecho y noto la palpitación de su corazón que va a toda velocidad. Mi respiración se agita, estoy muy excitada. Mi lengua hace acto de presencia y empieza a notar el calor de sus labios. Nuestras lenguas se entregan a un beso cargado de ternura, de amor, de pasión… La mano que está en mi nuca aprieta con fuerza pues nuestras bocas están en continua fricción una contra la otra.

A partir de ahí juega con su boca sobre mi sexo.

Su mano acaricia mis muslos por la parte interna, desde la rodilla hasta llegar a mis ingles. Mi sexo abierto, mis labios inflamados y mi rajita húmeda. Primero besa las ingles, luego, los labios externos. El olor de su sexo inunda todo el cuarto, es embriagador y su lengua capta la humedad que se impregna en toda la zona.

—Lo haces muy bien, pero... ¡Detente, por Dios!

—¿Pero por qué?

—Esto no puede ser, cariño, soy tu madre.

Su lengua vuelve al ataque en esa parte, chupa mi entrepierna y percibe la blandura de mis labios externos, pasa ligeramente su lengua por mi rajita. Vuelvo a tirar de su pelo para retirarle la cabeza de mi entrepierna.

—Para hijo, por favor. - digo casi en un jadeo.

Se adentra en mi raja y se agarra a mis caderas para que no vuelva a retirar su cabeza de tan sagrado lugar. Su lengua y sus labios no dejan un centímetro sin catar, sin chupar, sin lamer, disfrutando por primera vez de las mieles que brotan de mi sexo. Su paladar lo degusta como si fuera el mejor de los manjares.

—Sigue, mi amor, continúa chupando y lamiendo la rajita sonrosada de mamá – digo entre jadeos.

Me corro entre gritos y jadeos sin dejar de agarrar con fuerza su pelo hasta casi tirar de él, sin poder controlar esos espasmos que da a mi cuerpo cuando su lengua está en contacto con mi sexo.

—¿Lo hice bien? - pregunta poniéndose en pie observando mi cuerpo desnudo y jadeante.

Tardo un rato en reponerme y con las piernas totalmente temblorosas.

—Si, papito, fóllame así, hijo mío, mi amor.

Mis piernas están completamente abiertas y mi cuerpo se aprieta contra el suyo en un vaivén cada vez más acelerado. Lo miro con ojos desorbitados, mi boca abierta que hace que su aliento impregne mis labios con una bocanada caliente sintiendo el sabor agridulce de mis jugos vaginales que hacían juego con las contracciones de mi coño.

Va sacando su polla de mi conducto sagrado y el placer de ese movimiento es más agradable cada vez.

— ¡Ahhhh, qué gusto! – digo en una especie de sollozo.

— ¡Síííí, mami, toma polla! ¡Te estoy follando, mamáááá!

Empieza a bombear dentro de mí. Las paredes de mi vagina se aferraban a su polla. Ya no hay mundo a nuestro alrededor, solo nosotros dos, él y yo.

Los jadeos se multiplican, las respiraciones son intensas y nuestras bocas están tan cerca que no pueden por más que unirse y empezamos a besarnos sin que él deje de empujar con sus caderas hacia mi cuerpo, metiendo y sacando su miembro en mi interior.

En un momento reduce el ritmo pues está a punto de correrse. Puedo sentir como se inflama su miembro. Ambos estamos descontrolados. Nuestras lenguas se unen de nuevo en jadeos de nuestros respectivos alientos.

— ¡Mamá, me corro!, ¿la saco?- me dice.

Mantengo cerrados los ojos, mis piernas aprietan sus caderas, mi cabeza hacia atrás y mis manos agarrando fuertemente las sábanas. Mis pies empujan su culo hacia mí, mientras no dejamos de gemir con más fuerza cada vez, hasta que veo como se está corriendo sin contemplación. Siento como se tensa su polla y explota dentro de ese lugar maravilloso. Se corre soltando varios chorros que inundan mi vagina, la vagina de mamá.

Sigo gimiendo y aprieto mis pies contra su culo para que siga brotando su semen. Son varios más los espasmos hasta que pierdo la cuenta, inundado mi coño por el semen de mi hijo pude sentir la felicidad plena y cómo se puede detener el mundo en un instante. Me sentí completa, debe ser porque durante el embarazo fuimos una misma persona.

Mi hijo permanece sobre mí y ambos jadeamos intentando recobrar el aliento e intentando asimilar al mismo tiempo todo lo que ha sucedido. ¡Acabamos de follar! Y ¡Se ha corrido dentro! Mis piernas temblaban y mi espalda me dolía un poco.

Ya no pienso, ya no razono. Por un momento miro a sus ojos que se cruzan con los míos y no hay palabras que definan eso, nos llevar y seguir disfrutando de esos momentos.

Disfruto en entrega total, su lengua juguetea con mi clítoris inflamado. Levanto una pierna colocando la rodilla a la altura de mi pecho, con el coño totalmente abierto para mi hijo pueda tocar y meter toda su polla en mi coño empapado. Quedo a horcajadas sobre su cuerpo. Nuestros sexos entran en contacto otra vez y todo un escalofrío recorre todo mi ser. No hace falta lubricar mucho más, ni animar su miembro que está completamente erecto otra vez.

— ¡Fóllame!

Me sonríe y después de ubicar su glande contra mi orificio, me dejo caer con todo mi peso siendo penetrada de nuevo hasta lo más hondo. Ambos damos un suspiro continuo convertido en jadeo después. Nuestro jadeo intenso y nuestro abrazo lleno de caricias y besos dan paso a repetir ese movimiento incesantemente, follando con todas las ganas, sin reprimirnos en absoluto, hasta que de nuevo el orgasmo.

Nos entregamos a ese polvo mágico al que ambos queríamos volver, sin importarnos nada más y no dejar que estas vacaciones fueran solo eso, sino un antes y un después. Me arrodillé frente a su pene y lo masturbé lentamente:

—Vamos, bebé, alimenta a tu mami. —mientras sacaba la lengua.

—Grrrrr… ¡ahhh! Tragatelo todo mamá, tú me diste tu leche de pequeño y ahora yo te doy la mía, traga todo como si fuera un biberón. Quiero que seas mi puta, que te comportes como tal.

Terminó sobre mi cara. Yo recogía los rastros de leche con mi lengua y los que no pude alcanzar con esta, las recogí con mis dedos, sintiendo su viscosidad y luego metiéndome el dedo sintiendo su delicioso sabor.

— Ya no eres mi niño… ahora eres mi hombre… ¡y mi amante!

Abrazados nos quedamos dormidos, abrazados desnudos y sudorosos. Al despertar la pantalla de tv se encendió y transmitía imágenes de nuestra follada. Habíamos sido filmados a través de esos espejos.

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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