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Categoría: Fantasías

fantaseando con ZUSSY

El olor que despedías y las caderas anchas, nalgas rebosantes de alegría y furor, eran más atractivas que todos los frenos que me ponía el sentido común. Fui tras de ti como casualmente. Lo notaste porque volteaste un par de veces y llegaste a un punto en que había mucha gente porque curioseaban algo divertido. Detuviste tu andar y te quedaste en la bola de mirona y yo detrás como cuidando tu espalda. Me situé detrás; unté mi cuerpo al tuyo y te dejé sentir mi erección al tiempo que pude sentir tu humedad. No sé cómo, no sé por qué, pero la humedad y el olor caliente de una mujer como tú, se siente, se huele, se percibe en el ambiente y provoca de inmediato la erección y la humedad en la cabeza del pene que siente lo mismo que ustedes las mujeres: Humedad, erección, urgencia intensa de estar adentro de ti. Volteaste a inspeccionar quién era el atrevido que te estaba llamando. Me miraste a los ojos, pudiste ver en mi mirada la excitación y te dejaste ir sin miramientos, sin defensa cual ninguna a los toques calientes de mi cuerpo y manos y mente y todo. Sin decir nada, te puse el pene en contacto con esa linda cadera, me pegué mucho, a modo de que solo tú oyeras y te dije: ¿vamos?. No hablaste; el lenguaje de tu mirada y cuerpo hablaron y me dijeron claramente Sí. Yo entendí y pasé mis brazos a tocar suavemente tu talle. Ardías, lo sentí en tu vibrar, en el calor de tu vientre y manos y cuerpo. Era un ardor natural, animal, sin pisca de sentimiento, de amor. Era puro sexo igual que yo: hembra y macho en coloquio natural, obedeciendo cada uno a sus instintos animales. Besé tu cuello y hombros, busqué el lóbulo de tu oreja y me atreví a acariciar sobre la ropa tus tetas que sin ser muy grandes, habían crecido y mostraban pezones erectos que se adivinaban con sabor a miel. En este punto nos hicimos cómplices. Igual que si hubiésemos conocido la relación de tiempo, abrimos una relación íntima y buscamos la soledad de un cuarto de hotel. Todo fue natural, sin palabras, sin propuestas ni aceptaciones. Como hacen los animales, entendimos cada uno el lenguaje de los olores, de los sabores, de cada uno de los movimientos del cuerpo y de la mirada y de las manos; pero principalmente de los órganos genitales que en ti estaban hinchados, mojados, rojos, dispuestos a una relación deseada mucho tiempo atrás y en mi medían 18 centímetros de carne dura, babeante, penetrante. Cuando estuvimos solos, todo fue besarnos, probar nuestros sabores y retirar ropa. Yo estaba anonadado con tu vestido floreado, y deseaba intensamente jugar con él. Me metí adentro del vestido, pude ver tus muslos adorables, toqué tu pepa húmeda e intenté quitar tu pantaleta para ver tu mata peluda, negra. Los pelos me vuelven loco y si son negros me elevan al punto del delirio. Sin retirar nada quise mamar tu panocha. Tú colaboraste porque ya sentías la necesidad de ser mamada y me diste tu tesoro. Tirado en el suelo boca arriba, te subiste a horcajadas y me lo regalaste todo, todo, todito y te dejaste venir en mi cara entre pelos, flujos, placeres, gritos y llantos.¡era la locura!. Pero era sólo el principio porque ni siquiera nos habíamos retirado toda la ropa. Ayudé a retirar el vestido. Cuando quedaste en pantaletas y brasier me detuve a admirarte. ¡realmente eres bella!; no eres Mis Universo pero luces deliciosa con esas nalgas que me las comería a besos y esas tetas que piden a gritos ser mamadas y deliciadas; esa panocha mojada y peluda que me pide a gritos ser entrada y comida con chocolate.
Ayudaste a quitarme ropa. Me pediste colocarme boca arriba en la cama para retirar una por una las prendas que dejaran al descubierto mi cuerpo deseable, mi verga erecta sobresaliendo el vientre, mi piel blanca y velluda. Cada que retirabas algo se encendían en ti más las miradas de lujuria. Cuando retiraste la trusa negra recogiste en tus manos el premio a tus encantos. Lo tomaste con ternura, lo pelaste para inspeccionarlo y reconocerlo bien y a dos manos lo tomabas y acariciabas desde el escroto hasta el glande pasando por el cañón venoso. Como quien prueba un helado de chocolate, le diste un leve lengüetazo en la punta para retirar pequeñas gotas de rocío. Debe haberte gustado el sabor o el olor porque regresaste por más y esta vez abriste tu boca hermosa, cada labio desplazó para dejarlo pasar hasta tu garganta e iniciaste un vaivén de entrada y salida que a mi me tenía en la gloria. Entonces te dije: Zussy dame tu pepita, dámela por favor para gratificarte también. Sin dejar de mamar te acomodaste sobre mi cara. Esta vez pude ver tu panocha, tu deliciosa panocha peluda y entre la mata de vello el clítoris erecto y rojo pidiendo a gritos su ración de mamada. Me pegué al botoncito como caramelito rico y le di chupaditas de delicia. Empezaste a aullar. ¡así papito!, decías, ¡así!, ¡más por favor!!!, ¡más!, Me voy a venir chiquito, ¡No puedo más!, ¡me voy a…..! AAAAAAAAAAUUUUUUUUUUUYYYYYYYYYYYY y senti tus contracciones y chorretes en mi cara. Rápido te acomodaste para entrar mi tesoro en tu vagina. Así, cabalgando, arriba montaste como loca y te seguiste viniendo en tremendas oleadas de placer. Era interminable tu venida ¿o fueron varias?. No es posible saberlo, el caso es que seguías y seguías hasta que quedaste exhausta, sudorosa, cansada y pediste un descanso. Yo seguía erecto porque no pude terminar, pero todavía faltaba lo mejor……
Esta historia continuará
Datos del Relato
  • Autor: Fernando
  • Código: 8628
  • Fecha: 25-04-2004
  • Categoría: Fantasías
  • Media: 4.57
  • Votos: 56
  • Envios: 1
  • Lecturas: 2470
  • Valoración:
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