La primera vez que vi a Estefanía, la hermana pequeña de mi amigo Miguel, fue hace un año, cuando me llevó a casa para ver una peli que habíamos cogido en video. Entonces yo tenía 24 años, y ella 15. Recuerdo que llevaba un chandal y el pelo algo mojado porque acababa de venir de la piscina. Era rubia y tenía los ojos azul verdosos, los cuales destacaban bastante en su cara palida y sonrosada.
Después de esa vez no me la pude quitar de la cabeza, quizás fuera obsesión, pero me encantaba aquella niña.
Un día, miércoles creo, fui a casa de mi amigo para dejarle unos apuntes de una clase a la que había faltado por que había estado tramitando una beca. No estaba en casa, pero su madre me abrió amablemente y subí. Al entrar, descubrí que también estaba Estefanía. Dejé los apuntes en una mesita del hall y me quede pasmado mirando la casa, tampoco era plan de llegar e irme enseguida. La madre salió de la sala de estar y sonriéndome me preguntó qué tal, que parecía muy buen chico y esas cosas, y luego dijo que tenía que irse a hacer un recado, que me quedara con Fanny, y así la conocía también a ella.
Fui a la habitación de la niña, estaba haciendo deberes.
¿Qué haces?, le pregunté.
Matemáticas, quebrados.....coñazo, contestó algo indiferente.
¿Quieres hacer otra cosa?.
¿Como qué?, ahora me miraba con interés.
Hablemos. ¿Has besado a un chico?.
Puso cara de estar a punto de estallar de risa. Qué pregunta.....a qué viene, no, no he besado ni a chicos ni a chicas.
¿Quieres probarlo?. Sólo para que sepas, antes de que imagines algo y luego tengas novio y te lleves un chasco.
¿Besar...te a tí?. Me miró de arriba a abajo. Creo que no se negaría, ya que mi amigo me había dicho que andaba cotilleando con sus amigas sobre mí, que le ponía y eso.
Por probar.....le animé.
Se levantó y me dio un piquito.
Eso no es un beso, Fanny, así se besan los niños pequeños cuando se ven en la guardería.
¿Cómo quieres entonces?, ¿con lengua?.
Me encogí de hombros. Con cierta timidez, apoyó sus labios en los mios, y aunque de vez en cuando metía la lengua torpemente en mi boca, se dejó llevar.
Así son los besos, pequeña. ¿Quieres una última vez?.
Sí, me dijo, pero ahora como en el cine, los dos abrazados.
Accedí y lo hicimos.
Cuando terminamos me miró con gesto aturdido, y acercó la cara. Quería otro.
La complací, y esta vez fue más larga que las anteriores. Mientras la besaba, rocé ligeramente sus pechos con la mano.
Ha estado muy bien, pequeña. Pero debo irme, tu madre no tardará mucho en volver.
Me fui, pero antes quedamos para vernos la tarde siguiente, que iba a estar sola en casa. A las 5, llamé al portal y subí. Ella estaba sentada sobre la cama, leyendo un libro. Al verme lo dejó sobre el colchón. Nos dimos dos castos besos de amigos y me senté junto a ella.
¿Tú lo has hecho con chicas?, o sea, ¿eres virgen?.
No, lo he hecho con algunas, pero ninguna era tan guapa como tú.
Se puso colorada, y acercándose a mí, me besó en la boca.
¿Te importa que tenga 15 años?, pregutó de repente.
No, Fanny, eres un cielo. Y a ti, ¿te importa mi edad?.
Parecía que había contado un chiste, porque se río a carcajada limpia.
¿Bromeas?¡Eres perfecto!.
Después preguntó de nuevo,
Oye, ¿y alguna de esas con las que lo has hecho tenían menos de 18?.
No, eran todas mayores de 20, alguna que otra hasta más mayor que yo.
Puso sus manos sobre mi muslo y dijo,
Si pudieras probar, ¿lo harías?.
Depende de las circunstancias, de la chica.
¿Y si ahora nos liamos, que va a ser que sí, y acabamos tan cachondos que nos entran ganas de hacerlo?.
La miré con seriedad y repuse,
Lo haría pues.
Se inclinó hacía mí, y me besó. Tenía la lengua muy húmeda pero era deliciosa, como sus labios. De pronto se paró.
He tenido una idea, dijo.
Ummm, ¿qué habrá pensado?, dije para mí.
Al rato vino con un plátano.
Lo dejó en la cama y se comenzó a desnudar. Cuando estuvo desnuda, se tumbó en el colchón y empezó a masturbarse con el plátano.
Desnúdate, nene, me dijo.
Me desnudé y entonces dejó el plátano. Estaba cachondísima, tenía un cara de alucinada que no podía con ella. Se abalanzó sobre mí y me besó mientras se metía los dedos en la vagina.
Qué maravilla.
Cuando terminó, agarró con una mano mi enorme pene empalmado mientras se metía el plátano por el culo y luego por la vagina. Después empezó a chupármela. Frotaba mi venoso falo con sus labios como si se lo fueran a quitar, y cuando se cansaba, lamía el glande con su lengua roja y apetitosa.
De repente, se dio la vuelta, y poniéndose a cuatro patas, dijo con voz alterada que le diese por culo. Agarré mi pene y quise meterlo por su culito, pero no cabía. Entonces se levantó, y fue a la cocina.
Estabamos en esas cuando llamaron a la puerta.
Fanny, ¿esperabas alguna visita?.
¡No!, ¡que se vaya!.
Instantes después volvieron a llamar, y ya a regañadientes, se puso su albornoz y abrió la puerta. Era su amiga Claudia.
El portal estaba abierto, y .....
¿Qué quieres?.
Nada joer, hace ya una semana que no te veo, y a ver qué andabas.
Luego te llamo, ahora estoy ocupada.
¿Por?, tía no seas tan borde.
Bueno, allá tú, yo te avisé.
Mientras Fanny iba a la cocina a por aceite, la tal Claudia se asomó a la sala de estar. Al ver que no había nadie, fue al cuarto de su amiga. Entonces me vio. Estaba tumbado con mi falo dando golpecitos contra la pelvis, el glande ya bastante lechoso.
La miré y dije,
No estamos haciendo nada malo, sólo me estoy tirando a tu amiga, si quieres participa, sino vete.
Fanny entró en el cuarto como una exhalación. Se volvió a poner a cuatro patas, y mientras yo unté mi pene con el aceite. Con cuidado, lo metí en el culo y empecé a sacarlo y a meterlo.
Claudia, que no daba crédito a sus ojos, se desnudó rápidamente y sentándose junto a Fanny, se puso a besarla en la boca con dulzura. Luego me dijo que era su turno. Fanny se echó a un lado y mientras se masturbaba con el plátano yo di cuenta de mi falo a la boca de Claudia, que no era tan guapa como su amiga, pero chupaba mejor que ella. Después la penetré por detrás y le pedí que me la volviera a chupar, sabiendo que me iba a correr. LLené su carita de semen, y Fanny, como una posesa, empezó a lamer la cara de Claudia. Yo seguí frotándome el pene, mientras les tocaba los pechos y las vaginas, que ambas tenían rasuradas, y cuando acabé, me tumbé un rato y luego fui a la ducha.
Nunca se lo conté a mi amigo, ni ninguna de las dos a nadie, y como nunca más lo repetimos, se nos fue olvidando con el tiempo.