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Han pasado 30 inviernos, cada uno más frío que el anterior, mi muerte está próxima, a pesar de estar a -30 grados Celsius y de que soy indiferente a las temperaturas… siento que estoy pasando el verano de algún país del trópico.
Como me volví una vampiro, eso es una historia que debo guardar, pues si de algo estoy segura, es que, como vampiros no solemos darle importancia al pasado y eso trae consigo la desaparición de datos memorables, no creo que esa parte caiga tan bajo, pero es mejor ponerlo, además, cada vez que lo recuerdo, mi cuerpo se estremece de placer y mi más onda fibra vampírica despierta la sed, la sed que quisiera tener siempre dormida, esa que ha llevado a tantos al cielo o al infierno.
Un hilillo de sangre gotea de mis labios, manchando el diario en el que escribo estas líneas, dándole, quizás, un tono más tétrico a su existencia. Tal vez, en un futuro, quien lo encuentre, se convenza de nuestra existencia o me tome como una loca esquizofrénica, pero también dudo que pueda perderlo, no solemos ser tan despistados con nuestras pertenencias, mucho más, cuando estas marcan un tiempo que vivimos y nos afloran los recuerdos.
Mi última víctima ha completado mi Trinidad de piedad, sí, es la tercera persona que muere por motivos que solo atañen a mi raza, y que por quererlo tanto no le he dejado entrar en estas tinieblas. A mi lado yace el cuerpo casi inerte, unos pocos nervios se debaten por querer sobrevivir con la mezcla de sangre humana y vampírica. Tengo heridas leves que se están cerrando y las garras desaparecen para dejar ver mis tiernas y mortales manos.
Estoy sentada en el suelo del mirador de la Estatua de la Libertad, que irónico puede ser el destino, los franceses regalaron esta bella estatua a los Estados Unidos como centenario de su independencia, es el símbolo a la libertad más grande que conozco y es en ella donde he liberado de una amarga existencia a un ser querido. Pero eso es otra historia, deseo relatar en estas páginas el porque hoy estoy aquí llorando por 30 años de sangre y tinieblas.
Melisha volvió, tal y como lo había prometido, una madrugada de invierno, ya lo había soñado antes y faltó muy poco para que sucediera de la misma manera que lo había imaginado. Esa noche el frío atacó la ciudad como lobo hambriento sobre las ovejas de un pastor, la ventisca aullaba cual demonio embravecido y las calles estaban desiertas, nadie se atrevía a salir. En otra ocasión ni lo hubiese pensado, pero tenía la despensa vacía y la última lata de sopa de tomates había sido mi almuerzo; rondaban las 9 y 15 p.m. cuando decidí salir a una tienda cercana para buscar alimentos, era eso o morir por inanición. Creo que hoy hubiese aguantado un poco más ante semejante locura.
Me puse un buen abrigo de piel sintética y salí a enfrentar a la naturaleza, la selva de edificios me acechaba donde quiera, el viento me frenó, unas cuantas veces rodé por el asfalto congelado, fue dura la lucha por avanzar unas 6 cuadras, pero fue mi desilusión cuando al llegar todo estaba cerrado, entonces fue cuando noté que ningún negocio a mi alrededor estaba funcionando, solo dos o tres personas cometían el mismo suicidio que yo, obteniendo los mismo resultados.
Tomé el camino de retorno, mas mis piernas congeladas no dejaron que avanzara demasiado, un pequeño callejón fuera del alcance del viento fue mi pequeña salvación, recibí muchos golpes más antes de poder llegar a ese lugar y para cuando lo logré tenía todo el cuerpo dolorido y la cara cortada por el duro suelo helado. Caí de rodillas y avancé en esa pose hasta una pared cercana. El frío había arreciado y ahora no sentía protección de guantes ni abrigo, tuve miedo, un sueño mortecino se iba apoderando de mí, la hipotermia calaba mis huesos y no podía impedirlo. Un vagabundo empezó a quitarme el reloj y la cadena de plata que llevaba en el cuello, intenté defenderme, pero las fuerzas no me acompañaron y solo me levanté para volver a caer, se rió de mí y salió huyendo. Mis ojos se cerraron lentamente, como si fuese una vela al apagarse y ya no sentí más.
Cuando desperté unos brazos fuertes me llevaban sobre volando los edificios a una velocidad increíble, antes de poder darme cuenta ya estaba en casa, volví a caer en letargo y al sobreponerme estaba en el sofá de mi departamento. "Briana bella, saliste en pos de una muerte segura" ¡Esa voz! Era ella, sin duda, pero como supo donde encontrarme, sentí estúpida esa pregunta en mi cabeza, pero ella respondió como si me hubiese leído el cerebro "Tus rastros son únicos, ningún mortal deja tal aroma en el aire, suerte que el frío conserva los olores y habían pocas personas en tu ruta" "¡Qué bueno que estás aquí! Han pasado dos años, ¿por qué esperaste tanto?" "No hables más, estás muy débil, hay algo que debes escuchar y a lo que responderás con una sola palabra"
Me miró largamente como la primera vez cuando me encontró en el Strip Bar, sus labios estaban blancos no rojos y carnosos como aquella noche de la batalla con el demonio que deseaba poseerme, claro ahora tenía hambre.
"Briana, si no te ayudo morirás, pero al mismo tiempo, mi ayuda será tu adiós al mundo que conoces, no verás otro amanecer, ni podrás ver a tu madre en Oklahoma, todas tus costumbres cambiarán de un golpe y tendrás que matar seres humanos para vivir, ¿Estás segura de querer unirte a mí? Hoy he venido a buscarte, como una vez te lo prometí" No dude en responder ni un minuto, una sonrisa corta le mostró mis dientes y murmuré: "Hazlo, soy toda tuya"
Sus ojos irradiaron un brillo fantasmal, como si a la misma vez que lo hacía con todo el placer del mundo, sería al mismo tiempo, su mayor arrepentimiento. Sonrió y por la comisura de sus blanquecinos labios pude distinguir un blanco marfil que me hizo palidecer. Se paró a mi lado y siguiendo un gesto de su mano derecha yo le imité, no tenía fuerzas para sostenerme, pero saqué fuerzas de donde nunca las hubo. Mis labios temblaban de placer y miedo, me recordó la primera vez que fumé marihuana en la High School, era algo nuevo que realmente deseaba probar, pero también sabía que luego no habría vuelta atrás. Sus uñas crecieron un tanto más de lo normal. Con un movimiento rápido me despojó de mi abrigo, debajo solo una chaqueta de seda china negra. Todo mi cuerpo se estremeció, era como tener frío y al mismo tiempo no querer abrigarte.
Liberó mi pelo del moño que lo aprisionaba, mis jeans se hicieron tiras en un santiamén y pronto mi chaqueta transparente no pudo ocultar el placer desbordante que por mi cuerpo se deslizaba, mis pezones endurecieron cual piedras que embisten la furia del mar, mis braguitas cubrían un sexo de amplia experiencia masculina, pero que nunca se había dispuesto para una mujer. Nunca he sentido asco o repugnancia por las relaciones sexuales entre mujeres, solo que nunca se me había presentado mejor ocasión que esta. Mis manos quisieron levantarse para atraerla hasta mí, pero estaba inmóvil, no podía mover un músculo, mi rostro dejó una clara señal de sorpresa. Ella volvió a sonreír y se acercó lentamente, dio varias vueltas en torno mío y luego acarició mi chaqueta, un segundo más tarde estaba en suelo, ahora hecha tiras. Su rostro se arrimó al mío y bebió mi esencia de sándalo chino, cerró los ojos y entre abrió los labios para mostrarme unos caninos blancos como marfil que iban "in crescendo"al parecer por lo cálida que se tornaba la situación, rozó mi yugular con ellos ya en el límite de su desarrollo, mi vena tembló, pero un pensamiento de ella logró tranquilizarme "No temas ni siquiera lo sentirás cuando llegue el momento"
Deslizó sus dedos por mi cintura para depositarlos en la meta de mi vientre, que bien se sentía. Mi cuerpo ardía de pasión, locura, quería parar, pero a la vez deseaba que nunca se detuviera, mis lágrimas se juntaron esperando una orden para salir de su escondite.
Una lengua suave y semi áspera al mismo tiempo tocó mi pezón derecho, el timbre superior de mi sistema nervioso, mis células, las sentía debatirse en una locura de información cerebrar por cada zona que ella manipulaba, a veces mental otras con sus manos o con su pelo.
Depositó un beso largo, pausado, cálido, en mis labios más callados, esta vez pude moverme, pero tan solo logré un corto arqueo de mis caderas, sin nada de reprocho, en cambio cargado del más lascivo e insinuante deseo sexual. Volvió a la carga luego de mirarme largamente, como diciendo "calma no dejaré que termine el placer. Su lengua recorrió el silencio de norte a sur y de este a oeste, para luego cambiar los rumbos y perder la geografía, logrando con ello que se perdiera además, la poca cordura que me quedaba.
Sus dedos separaron mis labios vaginales de la misma forma que Hércules separó África de Europa, la lengua reptante siseó en la entrada mi gruta divina y avanzó por esta vencedora de la batalla que nunca le dio mi cuerpo, otra vez esa descarga de placer infinito que no es posible resistir sin inmutarse, mis labios se cerraron y mis dientes los mordieron hasta que el elixir prohibido corrió por ellos como un manantial recién descubierto.
Mi amor levantó la vista, comprobando tal vez si todo esto era en verdad lo que yo deseaba, entonces, sus ojos fueron hechizados por el mar púrpura, si alguna vez guardé la duda de que todo aquello era en contra de mi voluntad, entonces, a partir de ese instante comenzaría la verdadera pesadilla.
El color azulado que había tomado sus ojos se fue tiñendo del mismo color del hilillo de sangre que se me escapaba por la comisura de los labios, subió rápidamente y lamió mi cara lentamente, temblando, como si se estuviera conteniendo, pero desde el mismo instante en que mi sangre chocó en su paladar, el descontrol se apoderó de ella y ya no era aquel ser bello que me mimaba con caricias. Se separó de mí y se estremeció en un electrizante movimiento felino. Sus uñas crecieron un tanto y me atacó, como si yo fuera su víctima y no la persona quien le había jurado amor una vez.
Sus extremidades delanteras se clavaron en mi espalda y me sentí envuelta en una ola de dolor que insanamente se transformó en un placer terrible, el sadismo se apoderó de mi ser y ya no me importaba morir desgarrada, solo quería sentir que se adueñaba de mi y que era enteramente suya por toda la eternidad.
Sus colmillos se clavaron en mi cuello y dolorosamente mi sangre comenzó a abandonar mis venas, recuperé mi posibilidad de movimiento, quizás lo hizo para verme debatir renegando el rapto de sangre que me hacía. Mis manos fueron indiferentes a la moral, esa estaba muerta antes que yo. La abracé contra mi pecho, temiendo una repentina separación y ella aprovechó para adueñarse más de mí. Caí en un vértigo de muerte y mis ojos se cerraron por un extraño sueño.
Sentí otras manos tocar mi cuerpo, acariciarme pero sin brusquedad, besarme en la espalda y en mis caderas, rozar levemente un dedo mi agujero negro, primero fue placer, de pronto miedo, quien más estaba allí, abrí los ojos y la realidad fue un balde de agua helada. Hacía unos segundos que ya no sentía dolor.
Mi amante seguí bebiendo de mi fuente y cuando me vio despertar asustada se separó de mí, estaba desnuda. Pero alguien continuaba con sus caricias enloquecedoras, "¿Quién eres?" pensé "No soy para ti, ya tengo dueña" me volteé lentamente, sin poder librarme de las oleadas de amor que le daban a mi cuerpo. Una figura brillante estaba delante de mí. Era cual mirarme en un espejo, pues era yo misma. No entendía nada y el pánico fue llenándome, pero mi amante no dejó que sucumbiera.
"No temas, ya estás en trance de despertar en las tinieblas, esto que vez no es más que tu espíritu, que se está despidiendo de ti, tómalo como un regalo, no todos los espíritus te hacen el amor, además de no ser por ese mismo espíritu narcisista que tienes, en estos momentos solo hubieses sido mi alimento"
Estaba un poco aturdida, no me sentía latir el corazón, o tal vez estaba tan decadente que ya no lograba escuchar sus pasos. Ya no me importaba nada, era tiempo de entregarme por completo a mi deseo más profundo: "amar una vampiresa y ser su eterna esclava"
Espíritu y amante se acercaron nuevamente. Yo misma me tomé las piernas y las abrir recibiendo la cabeza de mi espíritu en mi vulva, ¡Dios, cuanto placer! Melisha tomó mis senos y comenzó a devorarlos con la misma avidez y cariño con que había comenzado antes de perder el control.
Mi espíritu lamió mi vagina largamente, deteniéndose en el clítoris, jugando con el con sus dientes, o quizás debiera decir los míos, luego separó mis labios mayores e introdujo un dedo, en realidad no sentía nada físico que me tocase, solo era un calor que hacía de tacto en los puntos más erógenos de mi decadente cuerpo, luego fueron dos dedos y más tarde tres, cuatro, ¡Dios nunca había tenido tal capacidad! Pero claro no eran dedos normales los que a mi entraban.
Cuando ya alcanzaba el orgasmo sentí que mi Yo etéreo se desvanecía. Melisha también debió sentirlo pues con un movimiento rápido cortó uno de sus labios vaginales y me dijo: "Bebe, rápido, estás muriendo para los mortales"
Apliqué mi boca al néctar que manaba de entre sus piernas, golosa como niña frente a un dulce, hundí con fuerza mi cabeza entre sus muslos para arrancarle un grito de placer, un poco más tarde, entre su sangre, se mezcló un líquido transparente y espeso. Me haló por los hombros impidiéndome saciar mi sed.
Me abrazó besándome largamente y para cuando me soltó estaba en el aire, levitando suavemente, ni siquiera había sentido en que momento nos habíamos elevado.
"Hay muchas otras cosas que tu controlarás" me dijo mientras peinaba mi cabello. "Solo Tienes que tomarlo con calma, tenemos años para que aprendas a ser una excelente cazadora y por el sexo no te preocupes, ya sabrás como se invierten los placeres de la sangre y los del amor sexual"
He terminado de escribir, por hoy creo que es suficiente, me quedan historias que contar, algunas dulces, otras no tanto y una que otra bastante amarga, o por lo menos lo suficiente como para quitarle el apetito a un mortal. Cerraré el cuaderno en dos saltos estaré en mi guarida, está amaneciendo y aun no he querido cometer el suicidio de morir abrazada por Amon Rá, Dios del día de los Egipcios. Aún hoy siento el Éxtasis de aquella primera noche en las tinieblas, el cual no deseo nunca olvidar.
Briana
14 de mayo de algún año olvidado.
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