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Experimentando con machos

~Experimentando con machos

En esta ocasión, los protagonistas de esta historia se hallan en una sala cuadrada con una mesa resctangular en medio. La puerta de entrada se halla cerca de una de las esquinas. En frente de la mesa hay una hilera de sillas y en las paredes de los lados también. Sin embargo, detrás de la mesa está la cuarta pared con un cristal tintado por el cual se puede ser observado, pero no al revés. Junto a este cristal se encuentra la puerta que da a la habitación del cristal tintado.

Nuestros protagonistas son tres hombres de más o menos la misma edad, entre 35 y 40 años. Se encuentran en una habitación bastante iluminada, cuyas paredes son blancas, y cada uno está sentado en una silla de una de las tres paredes. Al parecer es como un centro en el que se realizan pruebas. Tras 15 minutos de espera dijo la voz de un hombre:

- Buenos días caballeros – era un hombre con una bata blanca, camisa azul clara, una corbata negra y unos pantalones beige. Precía el típico médico, pero algo más moderno, con sus gafas de pasta y una barba algo hispter. Este hombre era bastante joven, alrededor de unos trenta años, y tenía como costumbre o manía recolocarse las gafas con el dedo corazón exclusivamente, hecho que podía interpretarse como si estuviese haciendo un gesto obsceno. Tenía el pelo corto y los ojos claros. Se situó enfrete a uno de los hombres quedando los otros dos a los lados. Pero vamos a centrarnos en nuestros tres sujetos. De modo que el médico prosiguió – soy el Doctor Alonso. ¿Saben por qué les hemos hecho venir, cierto?

Los tres hombres asintieron con la cabeza y él se dispuso a pasar lista:

- ¿Juan Gómez?

El hombre que se encontraba frente a él se levantó. Se trataba de un hombre alto, de unos 1 metro 80 con el pelo rapado. Tenía los ojos verdes y venía afeitado. Era el más joven y tenía 35 años. Era bastante guapete y tenía una constitución estilizada.

- Aquí estoy – dijo el hombre acercándose al doctor y tomando un frasco de plástico que contenía un fármaco.

- ¿Óliver Olmedo?

A su derecha se levantó un tiarrón alto y corpulento como un armario. Media 2 metros exactos y tenía un pecho descomunal y marcadísimo por una camiseta que le venía ceñidísima. También llevaba el pelo rapado, llevaba barba de tres días y tenía un “monoabdominal”, por así llamarlo, muy duro. No es que su estómago fuese flácido sino que estaba ejercitado así. Si a ello le añadimos que era negro, este hombre tenía todo el aspecto de ser guardaespaldas o algo por el estilo.

- Soy yo – Óliver tomó al igual que Juan otro frásco con otra píldora en su interior.

- Por último, ¿Arturo Fernández?

El último hombre que se encontraba a su izquierda se puso de pie, se acercó y tomó el último frasco con la última píldora. Era un hombre grandote también de 1 metro 90, sin embargo éste era peludo y curiosamente pelirrojo. No obstante éste sí que tenía pelo. Llevaba el pelo corto, como si llevase un estilo militar, y un bigote espeso con dos patillas a cada lado que llegaban hasta la barbilla. Tenía bello en todo su pecho y al igual que Óliver tenía unos pectorales fuertotes pero este tenía una barriba respingona pero muy atractiva, debido a su sedentarismo ya que era camionero.

El doctor continuó:

- Tómense estas píldoras, deberían surtir su efecto junto con las que les recetamos hace un mes.

- Y qué pretenden hacer con nuestras pruebas de orina, ¿tienen los resultados? - preguntó Juan curioso.

- Estamos a punto de obtener el resultado – contestó el doctor.

- ¿Pero de verdad tiene algo de relevante el hecho de que hayamos hecho una prueba de orina con que estas píldoras hagan crecer el pelo? Además, yo soy realmente peludo, ¿por qué necesitan a un paciente como yo?- dijo Arturo.

El doctor Alonso vaciló y recurrió a su manía de recolocar sus gafas con el dedo corazón.

- Por supuesto. Les mostraremos los resultados a continuación. Además necesitamos un hombre con bastante vello y otros dos calvos para ver si estas píldoras surten los efectos deseados... o quizás no – recolocó sus gafas al mismo tiempo que sonreía – recuerden que son nuestras cobayas y serán pagados por ello. Si no recuerdo mal unos 500€ al terminar esta sesión... cada uno. Háganme el favor, tómenselas.

Los tre hombres acataron y engulleron el fármaco.

- Ahora, por favor, esperen sentados. Si yo fuese ustedes me sentaría y charlaría gratamente, creo que en una hora tendremos los resultados de nuestro experimento – el doctor volvió a sonreír y recolocándose las gafas de nuevo salió por la puerta que lo conducía a la sala del cristal tintado.

- ¿Habéis visto? Parece muy raro este doctor – dijo Juan.

- Anda, no te quejes que por 500€ y tomarte una pildorita ya nos podemos dar con un canto en los dientes – dijo óliver satisfecho.

- Recuerda que a lo largo de este mes nos hemos tomado una por día – dijo Arturo mientras los tres machos se sentaban uno al lado del otro enfrente al espejo. Juan en medio teniendo a Arturo a su derecha y a Óliver a su izquierda.

- Por cierto Óliver, ¿tú qué deporte practicas? - preguntó Juan con curiosidad.

- Ninguno... bueno, a decir verdad voy al gimnasio. Ejercito sobre todo biceps, espalda y pectoral.

- Ya se nota ya... ¡no te vayas a pensar que soy maricón! hahaha, simplemente es que soy futbolista y me interesa mucho el deporte. Te he vista mazadísimo y he pensado: ¡éste debe ser guardaespaldas de algún ministro fijo!

- Pue... - Óliver no alcanzó a contestar porque Arturo le interrumpió.

- ¿Futbolista dices? ¡Hostia! Me mola el fútbol. ¿En qué equipo juegas? - le dijo muy interesado Arturo.

- Bueno... no lo vais a conocer. Se trata de un equipo de tercera. Hasta que lleguemos alto, ¡ya puede llover ya! - dijo Juan levantando una ceja y asintiendo con la cabeza – por eso estoy aquí, porque me hace falta dinero. ¡Por una vez que me pagan por ser calvo! - bromeó Juan.

- Perdón por interrumpirte Óliver – se disculpó – pero es que me pierde el fútbol – terminó dicendo muy naturalmente con un buen agarrón de cojones.

- ¡Qué va hombre! Guardaespaldas no, soy segurata en una discoteca. Me pagan por poner en su sitio a los tocapelotas y repartir hostias si es menester – terminó diciendo tocándose el paquetazo de negraco que se gastaba - ¿Y tú, Arturo?

- Yo soy camionero y voy de aquí para allá.

- ¡Ya se nota ya! ¡Cabroncete, cómo le das a la cerveza! - le dijo Juan bromeando y tocándole la barriga.

- ¡Hahaha! ¡Mamóncete! - sonrió Arturo – ¡Pues que sepáis que ligo mucho con está barba pelirroja – dijo acariciándosela con los dedos índice y pulgar hacia abajo – con esta barriguilla de camionero que las vuelve a todas locas y con la pedazo de tranca que me gasto! - dijo agarrándose el paquetazo con la otra mano.

- ¿Y este creído? - dijo Óliver con una ceja levantada y con la boca semi abierta – que sepas que no me das ninguna envidia, ¿sabes a cuantas pibitas se ha follado esta verga? - dijo el negrazo agarrándose el pollón.

- Buen paquetazo – dijo Arturo mirándolo - a ver, ¿cuántas listillo? - le dijo levantando la cabeza y arqueando las cejas siguiéndole la broma y sonriendo.

- ¡Un montón! ¡Todas las semanas en la discoteca, los viernes o los sábados les doy polla! Las agarro por detrás y les meto la tranca que casi no les cabe en el coño- dijo orgulloso Óliver haciendo un gesto como si cogiese unas caderas y haciendo movimientos de pelvis.

- ¡Qué cabrón! - reconoció Arturo – yo sólo cuando salgo con el camión y me detengo en algún puticlub o bar. Para mi es más complicado.

- ¡Hahaha! ¿Sólo dos veces por semana? - dijo Juan – ¡yo todos los días! - se agarró su polla de futbolista y se la meneó.

- ¡Vaya con el futbolista! ¡Menuda verga lleva entre las piernas! - le dijo Óliver mirándole el zamarro - ¿cómo lo consigues mamoncete?

- Pues estando casado, con dos hijos y una esposa que me la debora todas las noches, se me monta encima, cabalga, acuatro patas, y le hago pim-pam – decía Juan mientras hacía gestos con las manos como si azotase a su mujer.

- Cabrón, si tuviera el cuerpazo que tienes tú yo tambieñ follaría todos los días – le dijo Artiro tocándole el pecho.

La conversación entre los tres machos alcanzaba niveles insospechados de confianza pese a ser totales desconocidos. Mientras tanto, dentro de la habitación que los observaba se encontraba el Doctor Alonso apuntando datos junto con otro hombre. Un hombre muy bien vestido con traje y corbata, de unos treinta y muchos años con el pelo negro y canas parejas, los ojos marrones, afeitado y bastante atractivo.

- Señor, al parecer el experimento está saliendo a pedir de boca – giró la cabeza hacía aquel hombre, lo miro por encima de las gafas y las incorporó de nuevo.

- Vaya... - se cruzó de brazos el hombre trajeado – al parecer mis inversiones han tenido sus frutos. El dinero no da la felicidad... sino más dinero todavía. Dinero que no me abrazará, pero me permitirá invertir más en este fármaco. Le felicito, Doctor Alonso, no esperaba menos de usted.

- Gracias señor, uno hace lo que puede - respondió.

- No sea modesto. Dígame. ¿Qué ha averiguado? - dijo indagando en sus resoluciones.

- El sujeto A, Juan Gómez, ha injerido el fármaco F1. El sujeto B, Óliver Olmedo, ha injerido el fármaco F2 y por útltimo, el sujeto C, Arturo Fernández, ha injerido el fármaco F3. Todos ellos con efectos secundarios en el organismo – afirmó.

- ¿En qué consisten? - preguntó su señor.

- Estos fármacos para desgracia de nuestras cobayas no son píldoras que hagan crecer el pelo o el vello del cuerpo... - se giró hacia su señor de nuevo incorporando sus gafas – como usted ya sabe, – y volvió a mirar de frente tomando anotaciones – más bien, llevan un producto que repercutira en nuestros sujetos experimentales y liberará unas sustancias que afectarán a su desarrolló hormonal realizando el efecto inverso al habitual. Como bien sabe, los andrógenos son las hormonas sexuales masculinas cuya función principal es estimular el desarrollo de los caracteres sexuales masculinos. En otras palabras: potenciaremos su sed de apetito sexual... siendo atraídos por otros machos en el caso de los machos heterosexuales – sonrió el Doctor Alonso.

- Excelente. ¿Puede darme la composición del fármaco? - dijo su señor con una mano en el bolsillo, acariciándose la barbilla y mirándolo.

- Si hago eso, señor, mi trabajo ha terminado. Y... - lo miró de nuevo con su tic - me gusta que requiera de mis serviciós. Mire como continúa el espectáculo de nuestras cobayas.

Sin más dilación, su puesieron a observar lo que ocurría en la habitación en la que ya habían pasado 20 minutos y empezaban a hacer fecto los fármacos. Los tres machos pollones ahora parecían tímidamente callados, un par de ellos, Óliver y Arturo, con las piernas cruzadas, el otro con los dedos de las manos entrelazados cubriéndose el paquete. Parecían bastante incómodos y empezaban a tener calor.

- Vaya... parece que han puesto la calefacción muy alta – dijo Juan – ¿os importa que me quite la camiseta?

- No hombre, yo de hecho también lo voy a hacer – dijo Óliver.

Aquel segurata negrazo enseñaba sus pectorales de gimnasio y sus bíceps mientras que el futbolistaenseñaba sus abdominales y su cuerpo fibrado. Óliver le dijo a Juan:

- ¡Eh! ¿Podrías dejar mi camiseta y la tuya encima de la mesa?

Juan se tenía que levantar para ello, pero sin saber por qué, tenía el rabazo empalmadísimo y no quería que se le notase, pero tampoco quería levantar sospechas, asíque se puso ambas camisetas sobre el paquete, se levanto y fue hasta la mesa para dejarlas. Estando de espaldas Óliver no puedo evitar mirarle el culazo trabajado de deportista, agarrarse la pedazo de tranca negra y morderse el labio inferior carnoso y suculento. Sin embargo, se percató de que Arturo lo había visto:

- ¿Le estabas mirando el culazo a Juan?

Entonces Juan se giró estando de pie con las manos cubriéndose disimuladamente el paquete.

- ¿Y cómo sabes que tiene un culazo? - lo señalaba con un dedo tapándose con la otra mano el paquetazo.

- ¿Me estabáis mirando el culo? - le preguntó Juan a los dos señalándolos con los dedos índice de cada mano.

- ¡Hostia! ¡Tienes el cipote durísimo! - le dijo Arturo mirándole la polla a Juan que la tenía de lado en sus pantalones vaqueros.

Juan se ruborizó y dijo:

- ¡No os vayáis a pensar que soy maricón! Además, vosotros también tenéis los rabazos duros – afirmó.

- Bueno, sí, ¿qué pasa? - Óliver dejó de ocultar su pollazo negro, lo postro y se avistaba una polla gorda y dura por debajo del pantalón – tanto hablar de coños y de follar le ponen el rabo duro a uno. Me siento muy comprimido y me da igual lo que penséis pero voy a quitarme los pantalones, ¡tengo la polla que me va a estallar!

Oåiver se quitó los pantalones y los lanzó hacia la mesa quedando desnudo con unos boxers blancos que le hacían un culazo de negro espectacular. Pero más que ocultar su polla se veía mucho más debido al color blanco, pero no le importaba, se sentó repantingado en la silla y se agarró el pollón de lado y los cojones.

- Pues yo voy a hacer lo mismo – dijo Juan sacándose los pantalones y quedándose con el rabo durísimo en unos slips que llevaba grises.

Se sentó al lado de Óliver y le dijo:

- Como si fuese a tener vergüenza por tener a un negrazo polludo macizorro al lado agarrándose el cipotazo y los huevos – le dijo mirándole la polla esta vez más fijamente – yo también sé agarrármela.

- No te quedas corto, no – dijo Óliver.

- En lo que no se queda corto es en el culazo que tienes, ¡cabroncete! - le dijo Arturo por fin quitándose la camisa y los pantalones quedándose en boxers negros y agarrándosela tambien. Se sentó de nuevo y dijo – Óliver todavía lo comprendo porque es negro, pero si fueras gay a ese culo le cabría mi rabo fijo.

- ¡Oye! ¿Qué tiene que ver que yo sea negro? - replicó Óliver.

- Hombre, admite que los negros soléis tener un buen pollón, un culazo de respingón unos labios carnosos – le dijo Arturo enunciando estos clichés.

- ¡Eh! Que maricones no somos... somos machos – decía autoconvenciéndose Juan.

Pese a ello empezaban a notar una sensación de calor, y no precisamente porque la temperatura de la habitación fuese alta. Aquel fármaco surtía efecto más rápido de lo esperado. Juan tuvo una idea para intentar disimular la razón de sus erecciones de modo que quedasen como machos y no como maricones sedientos de sexo por lo excitadísimos que estaban... y lo sabían.

- ¿Hotia, y por qué no nos hacemos unas pajas? Nos agarramos el cipote y nos lo cascamos – decía con la esperanza de correrse y que se le bajara el hinchazón ya que notaba que empezaba a mirar con ojos golosasos los rabos de óliver y de Arturo.

- ¿Y los que habrá mirando al otro lado de los espejos? - le dijo Arturo un poco avergonzado.

- Joder, pues que miren, ¿no ves que con la prueba de la orina ya nos han visto el cipote? - les dijo Juan.

Del otro lado del espejo el Doctor Alonso preguntó a su señor:

- Vaya... ya empiezo a atar cabos. Antes el sujeto C me ha preguntado el porqué de la prueba de orina, a la cual ni yo mismo sé por qué usted le pidió a los 50 participantes realizarla. También entiendo el porqué de las píldoras que se estuvieron tomando una vez al día durante un mes, ¿era un placebo, verdad señor? Usted estuvo presente en el proceso de selección. Déjeme adivinar... - giró la cabeza hacia su jefe, lo miro por encima de las gafas y se dispuso a recolocarlas con el dedo corazón - ¿Los sujetos A, B y C son los que tenían el miembro viril más desarrollado, cierto? Pero, ¿por qué? - y volvió a su mirada frontal.

- Ya recuerdo por qué le pago. Por tu perspicacia y por tus capacidades. Yo sabía perfectamente el tipo de fármaco que quería crear, sin embargo necesito de su ayuda para conocer sus efectos secundarios y llevarlo a cabo. Y por lo que respecta a sus preguntas: sí, era un placebo y simplemente me pareció más interesante que tres machos heteros se desvirgaran haciéndose gemir de dolor con gruesos falos taladrando sus vírgenes anos, ¿no lo cree más interesante? - le miró sonriendo su señor mirándolo con la mano izquierda bajo su axila derecha y con el puño derecho cerrado sujetando su barbilla.

- A mí no me mire. Yo soy heterosexual. Me es indiferente. Me limito a hacer mi trabajo – dijo el Doctor Alonso.

Nuestros tres machos se habían sacado la verga y se la estaban pajeando. Juan miraba la verga negra del segurata y la verga del camionero, ambas gordas y grandes, al parecer suculentas. Sin poder resistirlo más les agarró las pollas estando él en el medio y empezó a pajearlas. Para disimular que estaba excitadísimo les dijo:

- ¡Joder cabrones! ¡Menudos pollones os gastáis!

- Ya, ya – le dijo Óliver pellizcándole el pezón izquierdo a Juan – a tí te mola mi rabo negro.

- Pajéame y calla – le dijo Juan guiñándole un ojo.

Óliver empezó a pajearlo con la otra mano mientras Arturo le pellizcaba el otro pezón. Juan gemía e inclinaba la cabeza hacia atrás de gusto.

- ¡Hostia... no sé que me está pasando pero me estoy poniendo burrísimo! - dijo mirándole con deseo el rabazo a Óliver - ¡A la mierda!

Juan dejó de pajearlos y agarrándo el tronco del pollón de Óliver empezó a mamar polla. Le chupaba el falo de arriba a abajo, lametón tras lametón. Óliver lo agarraba de la cabeza y lo obliga a engullir más polla, pero debido a que no estaba acostumbrado a tragar nabo se atragantaba:

- ¡Eso es cabrón, atragántate! ¡Chúpame el rabo! ¡Joder, qué bueno está el furbolista pollón! - decía mientras se mordía los labios canosos.

Por su parte, Artuto aprovecho que Juan le había dado la espalda para abrirle las nalgas y empezar a deborarle el culazo. Le metía la lengua en el ano mientras le agarraba el rabazo y se lo pajeaba. Se lo comía y dejaba de chuparlo en ocasiones sólo para decirle el culo tragón que tenía y que quería follárselo.

- Deja de chupármela – le ordenó Óliver – quieres rabo en tu culo, ¿verdad?

- ¡Sí! No sé qué me pasa pero estoy muy caliente. Sólo sé que quiero tu rabazo negro en mi culo y el pollón de Arturo también. Por favor, ¡déjame seguir comiendote la polla! - suplicaba Juan.

- Vaya... así que el machote futbolista casado suplica polla, ¿eh? -dijo Óliver sonriendo.

Lo cogió, lo llevó hasta la mesa, le apoyó el pecho en ella, dio la vuelta a la mesa, dándole por tanto la espalda a las personas de la habitación contigua, y continuó dándole polla desde el otro lado.

- ¡Traga polla! - Óliver lo reventaba a pollazos.

Le metía la polla en la boca atragantándolo y a Juan le daban arcadas, pero seguía chupando con ahínco. Por su parte Arturo empezó a restregarle la punta de su rabo por el ano y empezaba a empujar. Lo agarró de la cadera y empujaba más y más y más y más. Su pollón logró meter la punta y Juan la sintió, pero lo más gordo, el mástil, estaba por entrar. Abrió los ojos de la impresión mirando a Óliver.

- ¡Mmm...! ¡Mmm...! - seguía gimiendo Juan con el pollón del negro en la boca.

Empezaba a sentir que por fin la polla del macho de Arturo entraba en su cavidad anal. Juan gemía de dolor pero, como si de masoquismo se tratase, sacó la polla de Óliver de su boca y dijo gimiendo:

- ¡Ahhh! ¡Más... más adentro... hasta el fondo! ¡¡¡Ahhh!!!

- ¡Toma esta! - Arturo le metió todo el mástil de un golpe, se la ensartó entera y empezó a reventarle el culo al igual que a las putas que se follaba en los puticlubs de camioneros que frecuentaba sin ningún miramiento -¿te gusta mamón? ¿Al macho casado le gusta que le partan el ojete?

-¡Sííí! ¡Me encan...! ¡ahhh! ¡Me encanta! - gemía de gusto esta vez ya acostumbrado a los rabazos de Arturo.

Por su parte, Óliver se había puesto detras de Arturo empezó arestregar su pollón por su culo de comionero y le dijo:

- Estoy muy caliente y os quiero follar a los dos. Le daré por culo primero al camionero pollón.

Óliver le cogía de sus duros pectorales y apuntaba con su polla a su ano. Iba empujando poco a poco y el líquido preseminal hacia de lubricante para ir haciéndose paso entre la maleza del culo de Arturo hasta ir entrando. Aquellos machos tenían tal excitación que no podían controlar sus impulsos así que Óliver cogió a Juan de las caderas teniendo a Arturo en medio y a modo de sándwich le hincó la mitad de la polla y empezó a follárselo.

- ¡Ahhhhh! ¡Cabrón! ¡Menuda tranca! - gemía Arturo.

Con las embestidas que le propinaba Óliver, Arturo empujaba con su pollón el culo de Juan que continuaba gimiendo y poniendo cada vez más el culo en pompa habiendo adquirido un rol totalmente sumiso.

- ¡Eso es cabrón! - le decía Juan a Óliver - métele tu rabazo negro y fóllate al camionero.

- ¡Ahhh! ¡Dame más! ¡Mmm! ¡Más fuerte! - le suplicaba Arturo.

Arturo sabía que el rabazo de Óliver le dolía, pero por el motivo que los tres machos desconocían, necesitaba más ración de sexo, más ración de rabo y liberar toda la testosterona que sus cojones acumulaban. Los tres necesitaban liberar su leche y Óliver le metía su morcillón a Arturo provocando que éste le hindiera la pija más adentro en el culazo de Juan.

- ¿Os guata maricones? - decía excitadísimo Óliver a pollazo limpio en el culo del camionero – pues ahora quiero follarme a Juan y tú le darás rabo, ¿vale?

- ¡Sí! ¡Mmm! - obedecía Arturo que tenía el culo rotísimo por el cipote de aquel negro.

De modo que Óliver sacó la tranca del culo de Arturo dejándole un huecazo y apunto ahora al culo de Juan, le agarró el pollón y empezó a pajeárselo.

- Cabrón, cómo me ponen tu polla y tu culo – le decía mientras le sacudía la tranca que liberaba précum.

- Sí, machote ¡ensártam...! ¡Ahhhhhhh! - gimió Juan sin llegar a mediar palabra.

Óliver le había ensartado el pijote a Juan; aquel rabo negro le partía su culo de futbolista tan redondito y tragón. Lo cogía con la mano izquierda de la cintura mientras proseguía con su paja, cascándosela bien cascada al buenorro de Juan. Al mismo tiempo, metía y sacaba su rabazo de aquel agujero ya desvirgado por el pollón del camionero.

- Traga polla cabrón! ¡Qué culito, sí señor! - se regocijaba Óliver mientras levantaba la cabeza, cerraba los ojos y se zumbaba aquel culete - ¡Mmmmmmmm!

- ¡Quiero rabo, más rabo, más! ¡Ohhh! - le decía Juan con la cabeza girada hacia aquel negro.

Juan se mordía los labios teniendo una excitación hacia un macho que, evidentemente, nunca había tenido por ser heterosexual. Daba leves gemidos deseando más. Aquel culo se había acostumbrado rápido a las embestidas fálicas de aquellos dos machos.

- ¡Joder con el futbolista! ¿Te gusta maricón? - le preguntaba Óliver dándole rabo y sometiéndolo.

- ¡Sí! ¡Llámame maricón o lo que quieras pero fóll...! - la boca de Juan fue presa del rabazo de Arturo que se lo metió sin previo aviso.

- ¡Chúpame la polla! ¡Saboréala bien cabrón!¡Mmmmmm! ¡Cómo la chupas! - le decía Arturo alucinado y disfrutando de la mamada que le estaba propinando Juan.

No sólo estaba siendo obligado a chupar sino que además los efectos de aquel fármaco le producían una tal atracción hacia los machos que mamaba polla como si llevase toda la vida haciéndolo. Se tragaba el cipote de Arturo casi entero y era Juan el que se lo metía con sus movimientos de cabeza, Arturo ni siquiera tenía que insistir para que se atragantase con ella. ¡Hay que ver hasta qué punto eran de efectivas aquellas píldoras! Le lamía el glande con la lengua al mismo tiempo que chupaba.

- ¡Ahhhh! !Cabrón, si sigues comiéndome el rabo así me voy a correr! - decía Arturo gimiendo de placer.

Pero Juan seguía y seguía mamando mientras miraba sumisamente a aquel macho que le ponía burro mamando polla hasta tragarse toda su lechita.

- Eso es, cómele el rabo hasta que se corra en tu boca, ¡traga cabrón! - le ordenaba Óliver mientras de rompía el culo y le pajeaba el tremendo rabo a Juan - ¡Voy a llenarte el culo de semen! ¡Me voy a correr!

- ¡Mmmm! ¡Mmmm! ¡Mmmmmmmmmm! - gemía Juan corriéndose por la tremenda paja y la follada que le había propinado Óliver a su culazo virgen.

Sin poder decir palabra y con la pija de Arturo en la boca, Juan liberaba trallazos de semen por debajo de la mesa. En ese mismo momento Óliver se corría en el culo de Juan.

- ¡Ohhh Dios! ¡Ahhhh! - gemía de gustazo llenándole el culo de leche con su morcilla al mismo tiempo que se la hincaba hasta el fondo y jadeaba con la cabeza hacia arriba.

- ¡Que me corro cabrón! ¡Chupa! ¡Chup...! ¡Ahhhh! - se corría Arturo viendo cómo Juan seguía chupándole el rabo y tragando lefa sin atragantarse. La engullía toda mientras le miraba a los ojos y Arturo se quedaba flipado de ver tal mamada.

Pasados unos segundos, aquellos machos empezaron a recobrar la compostura. Arturo sacó su rabo de la boca de Juan y Óliver la socaó de su culo.

- ¡Ahhh, cabrones! Me habéis desmontado a rabazos... - les decía mientras los miraba sintiéndose algo raro y desconcertado.

- Pero ¿qué coño hemos hecho? - se preguntó Arturo.

- Yo os juro que en la vida se me había puesto dura la polla por unos tíos – intentava excusarse Óliver intentado defender su hombría – pero no sé qué me ha pasado que estaba calentísimo y sólo quería daros rabo y follarme vuestros culos.

- Y bien que lo has hecho, ¡so cabrón! ¡Me has taladrado el culo! Y lo peor es que me ha encantado. ¡No sé por qué me he dejado hacer, si yo no soy maricón! - intentaba justificar Juan el placer que había recibido.

- No, ni tú ni ninguno de nosotros. Yo creo que han sido las píldoras que nos han dado aquellos cabrones. No han hecho ponernos cachondos y follarnos – aseguraba Arturo.

- ¡Hostia! ¡Ahora que lo dices, es verdad! Debe ser eso, no hay otra explicación – decía Óliver dándole la razón – ¡tenemos que partirles la cara a esos cabrones y denunciarlos!

- ¿Y qué esperas?... esperas que vaya a mi casa y le diga a mi mujer: “Cariño, ¿recuerdas la prueba contra la calvicie? Sí, pues era mentira, me han dado un fármaco y me he puesto a follar con un negrazo y con un camionero que me han dado rabazo y me he corrido mientras gemía de placer” - decía irónicamente Juan – nos la han metido doblada... y literalmente también. Esto que no salga de aquí, ¿o queréis que en vuestros trabajos sepan que os habéis montado un trío y os ha encantado?

- Señores, yo cogería el dinero y me largaría – dijo finalmente Arturo – aquí no hay mucho más que hacer.

Al otro lado del espejo el Doctor Alonso terminaba de anotar los resultados del experimento:

- ¿Y bien, mi querido doctor? - preguntaba su jefe.

- Los resultados son los siguientes señor: los resultados del fármaco son excepcionales, el sujeto entra en un estado de desenfreno y lujuria total. Con este fármaco cualquier heterosexual se vuelve homosexual por un momento. Más que homosexual, yo diría que temporalmente se siente atraído por otros machos. Lo mejor de la variedad de los fármacos es que el fármaco F1 incita al sujeto a adoptar un rol “pasivo-sumiso”, el fármaco F2 logra un efecto opuesto, el sujeto adopta un rol “activo-dominante” y el fármaco F3 consigue que el sujeto desee ser tanto dominante como dominado, es decir “versátil”.

Para concluir, los efectos de este fármaco terminan en el momento en el que los sujetos terminan de eyacular. Con esto señor, cualquier hombre podría arrodillarse a sus pies – dijo el Doctor Alonso.

- Excelente trabajo, aunque quizás me haga más rico venderlo a ciertas personalidades que utilizarlo para disfrute propio... aunque no lo descarto. Una última pregunta, ¿no teme que nuestras queridas cobayas tomen represalias contra nosotros? - le preguntó su jefe con las manos en la espalda y con una mirada muy interesante esperando la respuesta.

- No. Son machos. En sus respectivos ambientes no están a acostumbrados a ser tratados como personas afeminadas, ya lo ha oído. Creo que pagándoles ya es suficiente, se darán por satisfechos. No se atreverán a hablar de un fármaco cuya existencia nadie creería. Además... – el Doctor Alonso giró la cabeza, lo miró por encima de las gafas y le dijo – que yo sepa, esto es un centro médico donde realizamos pruebas contra la alopecia, ¿cierto señor?

- Enohorabuena, has vuelto a recordarme por qué te pago – dijo sonriendo y satisfecho su jefe.

- Gracias señor – sonrió el doctor Alonso recolocando por fin sus gafas con el dedo corazón.

 

 

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