El año pasado recién tuve contacto con unas personas que cordialmente me invitaron a dar una conferencia al Norte de México. Ahí tendría transportación, estancia y comidas pagadas para disfrutar tanto de las pláticas de otros conferencistas como de preparar de mejor forma mi propia presentación. Afortunadamente ésta la había terminado con suficiente anticipación y me di la oportunidad de disfrutar del viaje de la mejor forma posible. 

Al llegar al hotel fui recibido por la tesorera y encargada de todos los detalles del evento. Ella de 40 años con una bella figura, senos pequeños pero unas piernas largas y dotadas con un lindo trasero respingado, me dejo casi boquiabierto. Me recibió y explicó los pormenores de la organización del evento y cordialmente me invitó a comer junto con los demás conferencistas del evento. Era interesante ver a una persona de 25 años compartír una mesa de trabajo y una conferencia con personas de reconocida experiencia, la mayoría de ellos mayores de entre 50 y 60 años. Fue plácido poder conocer y aprender de estas personas; muchas de ellas no me prestaban partícular atención porque seamos sinceros ¿Quién quiere oir a los jovenes de ciencia de hoy? No tenemos experiencia dicen. 

El primer día pasó sin mucha novedad. Introducciones, platicas interesantes buena comida y bebida. Me dí cuenta que ella, se interesaba mucho en lo que decía y que pretendía presentar. Pero no dí mucha atención a ello puesto que en general, tenía mucha atención por ser el chamaco del grupo. 

El día siguiente continuamos con presentaciones y comidas. Ella se me acerco a preguntarme si podía ver como practicaría mi plática puesto que a mi me tocaba cerrar la serie de conferencias al día siguiente. Le dije que no sería problema alguno pero que necesitaba regresar al hotel por mis notas para poder revisarlas y hacer un buen trabajo. A lo que ella gustosamente aceptó. 

Al llegar al hotel, ella pidió una botella de vino a mi habitación y se puso cómoda en el sillón mientras yo preparaba mis últimos detalles. Antes de empezar la presentación tome un trago a mi copa de vino para relajarme y la vi ahí, recostada sobre el sillón, formal. Con una linda camisa blanca y unos pegados pantalones negros que resaltaban sus largas piernas. Su camisa entre abría y me daba una vista interesante de su bra, blanco también, con un bello encaje. Le dí una breve explicación de mi presentación, le mostré las imagenes y me senté a su lado para explicarle un poco más de cerca. Ella decidió que poner sus piernas sobre mi regazo era lo más adecuado y yo aproveche para acariciarcelas suavemente mientras hablaba. Mientras las tocaba me di cuenta que eran bastante atléticas, más de lo que esperaría de una mujer de su edad. 

No pasó mucho tiempo para que se incorporara ella para acercarse y tocar mi cuello y espalda. Yo no opuse alguna resistencia y la acerqué más a mi tomando su cintura y jalándola con fuerza. Su pecho quedó justo a la altura de mi cara y decidí aprovechar para besar lentamente ese poco escote que me dejo para disfrutar. Descubrí bajo su camisa su pequeño pero hermoso pecho lleno de pecas con unos pezones muy pequeños pero bien parados. Quería tomar la iniciativa pero ella no me dejó, me dominó completamente. 

Me empujó al otro lado del sillón y se abalanzó sobre mi cuello. Rápidamente se deshizo de mi camisa y mis pantalones dejando ver mi erección. Sabedora de su posición empezó a besar el resto de mi cuerpo y me estaba obligando a suplicarle que tomara mi verga y se la pusiera en su boca. No me hacía caso y cada que deseaba tomarla me empujaba con mucha fuerza. Entonces me di cuenta que debía dejarme hacer y no oponerme. Después de largos minutos en los que no dejaba de besar y lamer mi cuerpo decidió levantarse para quitarse su pantalón. Vi una hermosa tanga blanca que combinaba perfectamente y que estaba completamente empapada. Al fin comenzó a darme una increíble mamada, tomaba mi verga desde la base y la jalaba a su boca mientras masajeaba mi glande con su lengua. Era una sensación fantástica. Metía mi verga hasta su garganta y agarraba mis huevos de forma muy dura pero deliciosa. 

Sin darme cuenta, ella saltó y se puso sobre mi. Movió su tanga un poco a un lado y comenzó a montarme muy duro. Sus piernas tenian una fuerza increible y se movían de forma rápida en círculos. Estaba cojiendome de manera deliciosa. Y digo cojiendome porque al parecer yo no podía hacer nada más que mirarla tomarme. Gemía ella muy fuerte con cada golpe que daba en mi cintura. Tomaba su cabello y su pecho disfrutándolo como nunca. Su cabalgata duro un buen rato hasta que no aguanté más y decidí que era hora de tomar las riendas. 

La levanté del sillón de manera brusca y la puse sobre la mesa. Ella me abrazó con sus piernas y me jalaba el cabello muy fuerte. Yo me dedicaba a penetrarla duro y moverme sin cautela. Ella quería ser cojida como una hembra y no tenía interés alguno en caricias o ternura. Separé sus piernas y la penetré con más fuerza. La leventaba un poco de la mesa mientras sostenía sus atléticas y torneadas piernas y saboreaba con grandes lenguetazos su pecho. 

Ella volvió a tomar la iniciativa y se sacó mi verga de su vagina hirviendo. Se puso en la cama y comenzó a mamarme de nuevo. Le rogaba que se detuviera porque no podría aguantar más tiempo con esa deliciosa mamada que me hacía. No le importo mucho y me empezó a masturbar con fuerza hasta que me corrí en su cara a borbotones. Mi semen resbalaba por su cara y sus mejillas. 

Ella se fue a limpiar y yo estaba tirado, exahusto en la cama. 

Regreso y se quitó la tanga y comenzo a tocarme de nuevo... y lo que siguió fue como una mujer de 40 le dió una lección de como cojer a un joven de apenas 26 años. 

Ya les contaré como me fue el resto de esa noche después.