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Vivencia personal
Primera parte
Mi rutina diaria siempre es la misma siempre y cuando este en Quito y no en la espesa jungla en mi tarea de arqueológo: cuatro de la tarde como todos los días luego de cumplir lo mejor que puedo con mis labores en el laboratorio de análisis cerámico como arqueólogo desciendo por la avenida Cristóbal Colón para relajarme un poco ya que paso ocho horas sentado frente a una infinidad de tiestos, vasijas y de una computadora, trabaja que trabaja sin parar, sí bien es mi trabajo que me place mucho, eso me pone muy tenso por lo que voy a un café en la avenida Río de las Amazonas pido una cerveza, mi bebida preferida y me quedo allí a contemplar la gente que pasa, lo que comentan de la vida, cómo son y que hacen. Personas con un sin fin de vivencias. Ejecutivos, turistas, mal vivientes o santos, paseantes hombres y mujeres. Seres guapos y de buenos cuerpos, otros feos y deformes y hasta pordioseros cada uno con su carga de vida a cuesta. Cada uno más ocupado o desocupado que otro. He llegado a conocerlos como actúan que hacen y hasta que dicen, esa es mi distracción de vez en cuando me encuentro con algún amigo con el cual nos ponemos al tanto de nuestras vidas; luego de pasar allí sentado por un par de horas me voy a pie a mi casa que está a unas cuadras de allí. Siempre y cuando el temporal me deje hacerlo, hasta cuando una tarde de esas una mujer otoñal como yo se acerca y me dice:
-¡Yahía! Perdón ¿eres Yahía?
-Sí el mismo ¿cómo sabe mi nombre señora?
-Siempre te veo por aquí cada que paso a mis labores, fuimos compañeros de colegio hace unos cuarenta y tantos años.
-¿Cuarenta años? Y me reconoces si ha pasado tanto tiempo y creo que estoy muy soy diferente a lo que era de mozalbete pero gracias por decir que no he cambiado eso es un piropo que lo acepto sin duda, perdón pero yo no te reconozco ¿quién eres?
-Soy Martha. Estás más añoso pero eres el mismo. El cabello igual de largo. La barba no la tenías en ese entonces pero la facha de hippie es la misma, para mí nos has cambiado.
Añado nuevamente: -Gracias por tu piropo pero tengo problemas en reconocer a personas. Puchicas es mucho tiempo para recordarlo. Disculpa pero no te reconozco. ¿Martha? ¿Martha qué?- ella se sonroja por lo dicho y me contesta: -Soy Martha del Campo.
Mi mente visualiza a mis compañeros de ese entonces y luego de un rato de meditación dijo:
-Sí por supuesto, perdón por mi olvido Martha, Martha… Claro Martha del Campo. Ahora que te veo bien y me dices tu nombre tampoco has cambiado, tienes un buen cuerpo, piel marrón, cabello azabache, ojos negros, profundos e inmensos. Antes eras guapa ahora una mujer muy interesante. Verdaderamente interesante. Si claro Martha del Campo. Perdón por no reconocerte. Siéntate, tomas algo, una cerveza un cafecito pide y se te complacerá en lo que pidas, todo lo que esté a mi alcance te puedo dar.
-Vaya igual de galán ni en eso no has cambiado. Si quiero un cafecito. Todavía compones poemas.
-Sí, poemas y cuentos eróticos. Hijita soy el mismo de siempre. Un poco más tranquilo y añoso pero el mismo de siempre ahora que me haces caer en la cuenta. Pues bien si eso deseas, eso lo tendrás y todo lo que desees hasta el mundo si quieres eso te lo daré.
Martha sonrío por mis ocurrencias y mis cosas charlamos y charlamos hasta cuando ella partió como es abogada tenía que hacer alguna diligencia. Quedamos en vernos nuevamente en el mismo sitio.
Al día siguiente a la misma hora allí estaba ya esperándome, continuamos con nuestra charla y actualizándonos en nuestras vidas. Me contó la suya. Yo hice lo mismo con la mía asta cuando se me ocurrió tomar su mano y darle un beso. Se quedó lívida por mi modo de actuar y le dijo:
-Sabes en Francia dicen que la mujer hasta los cuarenta es guapa luego interesante y tú eres vaya muy pero muy interesante.
-¡Ah! Por eso me dijiste el día que nos encontramos eso de interesante me quedé inquieta por eso pero no me atreví que me aclares que es eso de interesante.
Sí bien cuando fuimos compañeros de clase fue mi amiga nunca pasó de eso pero ahora me estaba gustando mucho Martha en mi mente se estaba forjando como hacer para llevármela a la cama. Mi instinto de macho conquistador que todo hombre tiene y pensaba estaba enterrado en el cajón de las cosas que ya no se usan. Salió de pronto con fuerza. Es así que continué con mis halagos, lisonjas y piropos en eso soy un experto y eso hice hasta cuando caí en la cuenta que algo tenía su mirada, algo había que me inquietaba, algo que me parecía tristeza.
-Amiga hay algo que me dice tu mirada. Hemos charlado y reído estos dos días pero veo tristeza y preocupación en tu mirada.
Me clavo sus penetrantes ojos negros y me dijo:
-¿Verdad eso ves en mis ojos?
-Si, Martha hay un no sé qué en tu mirada que me inquieta, disculpa haberte dicho pero ya sabes nunca me quedó callado sin decir mis dudas.
No me contesta, me ve a los ojos y antes de contestarme. Miró su reloj. Me dijo que tenía algo muy importante que hacer como eludiendo la respuesta y partió pero antes que ello acontezca le dije:
-Nos veremos otra vez, prométeme.
-No hay que prometer y seguro que nos veremos dame tu número de teléfono. Te llamaré apenas pueda.
Le di mi número telefónico y me quede pensando en ella. Pensé que seguramente le había asustado que no debiera ser así tan directo y frontal. Bueno así soy no puedo cambiar me dije a veces se puede otras no; luego de un rato me fui como todos los días a casa. Así pasaron los días cuando ya me había olvidado de ella. Un día sábado por la mañana cuando estaba ciclando en un parque que queda cerca de mi casa me la encuentro.
-Martha. Hola ¿Cómo estás? No me llamaste.
-Hola. Si no he podido ya sabes las ocupaciones del trabajo. Los hijos y los nietos no me han dado tiempo pero ya vez como es la vida aquí estamos frente a frente en el lugar y momento menos esperado.
-Amiguita me quedé muy preocupado por lo que te dije tal vez no te gusto que lea en tu mirada tristeza pero eso veo. Profunda tristeza escondida en tu jovialidad externa, ríes por afuera pero tu corazón llora, disculpa que te lo diga pero eso veo. Si puedo hacer algo para aliviarte lo haré, no lo dudes.
-Yahía. Yahía que puedo decirte. Si tengo una profunda tristeza. Nadie me lo había dicho. Soy alegre, jovial por afuera y por dentro guardo mis sentimientos como un tesoro, si hay que algo me entristece, ¿Me ayudarías?
-Por supuesto si puedo hacerlo Martha, disculpa por haber leído en tus ojos tristeza pero hay una lucecita que pide ser avivada que le den un soplo, eso me dice y claro que te puedo ayudar vamos a mi apartamento vivo cerca. Allí podemos ver que hacemos. Vamos.
-Bien vamos.
Fuimos a casa. La invité a pasar.
-Toma asiento deseas beber algo. Un cabecito, una cerveza, no, mejor tomemos un vinito dulzón muy rico que tengo eso te relajará y facilitará para que puedas abrir tu corazón y contarme lo que te pasa y encontrar la solución a tus pesares.
-Sí esta bien dame una copita de vino.
Le dije amiga el vino ayuda para sacar lo que uno tiene adentro y se calla, le ayudó mucho me contó que tiene un hijo que esta por malos caminos que ha hecho todo lo que puede pero no hay modo de sacarlo de su pozo de malicia. Me contó que su esposo no hace nada por ayudar que lo único que hace es trabajar y trabajar y colmar a la familia de cosas materiales. Me dijo que se encuentra sola sin apoyo de nadie que sufre mucho, que llora todas las noches. La abrace con cariño y con malicia también. Lo cazador erótico que tuve cuando era mozalbete volvió a mí con fuerza. Volví a desearla como esa tarde cuando nos encontramos. Imagine lo bien que puedo pasar con ella. Acaricie su rostro para consolarla y excitarla. Había lanzado mi red de cazador, la presa no puso resistencia a mi acción. Nos vimos fijamente a los ojos y nos clavamos nuestras miradas. Nuestros rostros se iban acercando poco a poco. El beso estaba muy presto ha acudir al llamado de Eros y llegó. Nos besamos y besamos con pasión desbordada. Ella ya había encendido mi fuego interno que lo tenía apagado desde hace mucho tiempo; hace mucho tiempo que no había besado peor hecho el amor ya que nunca copule, nunca pagué como otros hombres oro por sexo. Aticé el fuego de su pasión y la mía. La abracé con mucho cariño, recorrí su espalda delicadamente para que se vaya distendiendo y pierda el pudor de este encuentro amatorio fortuito y prohibido de dos seres otoñales. Besé su cuello. Más fuego. Más excitación. La lujuria ya estaba tocando la puerta de mi apartamento hasta cuando ella se detuvo, sin dejar de abrasarme dijo:
-Yahía. Me gustas mucho eres muy apasionado pero…
-¿Pero qué?
-Nunca lo he hecho...
-Acaso eres virgen y madre como la virgen María.
Se rió mucho por mi ocurrencia sin dejar de abrazarme.
-Desde que me… nunca me he besado con otro hombre que no fuese mi marido dijo estoy casada por más de treinta años y he sido fiel esposa pese a que mi marido es un perro machista. Pero me gustas y hace mucho tiempo que no hago el amor. La relación con mi esposo es formal, ya no nos deseamos, ni nos buscamos, nuestra relación es de padres, no amantes-compañeros, no sé porque nos hemos divorciado.
-Cariñito. Hazlo. No te detengas deja ese pudor que te limita y ámame. Sé tú. No te limites. Entrégate toda. Te gustará. Yo tampoco he hecho el amor desde hace mucho tiempo nunca he copulado siempre hago el amor y como no he amado no me entregado a ninguna mujer. Ya ni se como se hace. ¿Me enseñaras?
Nuevas risas. Me clavó su mirada. Nos quedamos así en absoluto silencio tiernamente abrazados sin nada decirnos pero viéndonos fijamente a los ojos hasta cuando su beso me dijo que me enseñaría.
La lujuria había entrado a mis aposentos, se instaló plácidamente y nos abarcó completamente. Más besos, más caricias, más pasión. Nuestros cuerpos ya eran llamas vivas. Eros había lanzado su flecha y nos había ligado.
-Yahía. Me gustas mucho. Eres delicioso muy apasionado, delicado, sutil en lanzar tus piropos desde hace mucho tiempo que no me dicen esa cosas, ni desearme como lo estas haciendo, Yahía hazme el amor con la delicadeza y sutilidad de tus piropos. Recórreme toda mi otoñalidad. Hazme tuya.
-Martha, ámame. Hazme de ti.
Mientras nos abrazábamos y besábamos me contó su penuria de vida. Me contó que ya no recuerda cuando hizo al amor como se debe hacer con entrega mutua con renovación amatoria como si fuese la primera vez que se hace. Me dijo que hace mucho tiempo dejó de gustar su vida de pareja. Me dijo que es una rutina y desde hace muchos años ya que perdió el gusto del buen sexo. Me dijo que ha reemplazado esa carencia con entrega al trabajo, amor a sus hijos y nietos con mucha sutileza le dije:
-No digas nada más luego lo harás si deseas te escucharé. Enséñame a amar con tu lo sabes.
-Crees ¿qué se amar bien?
-Sí mirada y tu cuerpo me dice que eres fuego puro ahora apagado como el mío pero se que eres buena amante. Volvamos a encender nuestros hornos eróticos y aticemoslos con pasión refrenada que busca con ansiedad salir de su escondite.
-Vaya Poeta.
-Siempre lo fui cariño.
La tomé de su mano y abrasados la llevé a mi habitación. Ya en ella recomenzamos el rito interrumpido en la sala poco a poco nos fuimos desnudando ya lo habíamos hecho nuestras mentes y espíritus ahora poco a poco nuestros cuerpos. Poco a poco la excitación nos iba envolviendo. La despojé lo que cubría su cuerpo. Ella respondió con la misma acción poco a poco fuimos mostrando nuestros cuerpos y nuestros deseos añosos. Ya no había pudor. La osadía, el libertinaje y hasta el descaro se habían apoderado de nuestros cuerpos y mentes. Si yo estaba caliente. Ella más. Si yo estaba excitado ella más. Si deseaba con ardor hacerla mía. Ella más aún. Realmente estábamos desenfrenados, disolutos, libidinosos, lujuriosos, cachondos e inmoderados. No me importaba que sus senos estén ahora alicaídos que su alguna vez estrecha cintura haya desaparecido por al trajín de la vida y que su vientre me dejé ver las huellas de sus varios hijos paridos más aún que su cuerpo me dejé apreciar su gran recorrido por sus años transcurridos. Ni que la ropa que vestía era la de una dama ejecutiva opuesta a mis gustos. Martha era una dama a carta cabal con deseos frenéticos de ser la hembra que alguna vez fue. A ella no le importaba mi caído estomago hinchado producto de tanta cerveza ingerida, ni que mi cuerpo que alguna vez fue fuerte y lozano ahora era un remedo de fortaleza griega peor mi apariencia física que con mi larga cabellera y luenga barba que daban la impresión de ser un mal viviente. Yo era un hippie a carta cabal; No mal viviente, eso ella lo sabía perfectamente. Éramos dos seres con cuerpos extenuados por trajín de la vida. Éramos dos seres descorazonados y hasta mustios que por azares de la vida estaban empezando a vivir una linda experiencia otoñal que nos darían nueva existencia, nuevos fríos, nuevos ímpetus para continuar el ajetreo de la vida que teníamos por vivir.
Nuestros cuerpos añosos, añejos, pretéritos, carnudos algo flácidos, parecían que recobraban su lozana esbeltez juvenil al haber revivido nuestras llamas de la pasión que nuestras vivencias negativas habían apagado.
Nuestra experiencia otoñal nos estaba reviviendo.
El azar nos estaba dando la oportunidad de vivir una experiencia veterana que pocos seres tienen la oportunidad de revivirla. No debíamos dejar que se nos vaya. Seguramente no habrá nueva oportunidad. Ahora o nunca. Eros viene una vez se te presenta, te pide que aceptes lo que te da, sí no lo haces parte raudo en búsqueda de otros seres ansiosos de erotismo si dudas en aceptarlo. No debe haber dudas lo tomas o lo dejas partir. Nosotros sin meditar lo aceptamos.
¡Experiencia otoñal!
Nuestros cuerpos eran como el vino que mientras más añejo mejor, más gustoso, apetecible, delicado, fino y deseable. Estábamos conjuntando el gusto del vino añejo con lo secreto del nuevo. Estábamos creando un vino maravilloso, sublime, digno de ser servido en mesas de príncipes y reyes.
Nos besamos, abrazamos y acariciamos nuestros cuerpos con pasión desbordada. No dejamos ni un punto de nosotros libre del otro. Nunca dejamos de intercambiar miradas y piropos. Nuestros hornos eróticos se habían reencendido ahora con más fuerza. Éramos fuego puro, excitación pura. Mezcla de la experiencia de los años con la fortaleza de la juventud rehecha. Poco a poco fui bajando mi mano en búsqueda de su cofre erótico. Ella me pedía más que continúe. Me decía:
-¡Si! ¡Si! Que rico así me gusta a los tiempos si papito, así no pares. Tienes ricas manos… ¡Sí! Así. Continua. ¡Siiii!
-Lo que desees amorcito y más si lo pides.
-Si mijito no te detengas hazme tuya, has, has… Dios mío si no te detengas.
Llegué a su cobre que antes era un cofre hermético, árido y frío ya se había abierto y calentado dejado salir sus calores, olores y fluidos de hembra madura retenidos por azares de la vida. Al simple toque de las tapas de su cofre. Ella grito de placer:
-Entrame rápido. No pares. Empotrame cariño, hazme tuya, toda tuya ahora yaaaa, sí yaaa quiero todo de ti.
-Si mijita te entrare todo de mí sin dejar nada a fuera.
Introduje uno, dos, tres y más dedos. Toquetee su centro vital una y otra vez sin detenerme para que hacerlo si me placía mucho amarla como lo estaba haciendo. Hace tanto tiempo que no percibía esa rica sensación erótica que mis arremetidas constantes a su intimidad expresaban lo feliz que me sentía al reencender mi horno erótico.
Ella se retorcía de gusto. Temblaba y se estremecía de excitación cuando sentía mis manos y boca recorrer su ser íntimo, dejando salir de su ser interno ayes de gusto. Luego de haber explorado su intimidad y como ella no dejaba de expresar su estado de lujuria pidiendo más ni de acariciar mi cabello llevé mi boca a su conchita. Sin detenerme besé y besé, chupe delicadamente su caliente y jugoso centro de éxtasis y lo mordisquee sutilmente. Mame las valvas y la introduje coquetamente mi inquieta lengua dentro de ella. Hice todo cuanto un buen amante debe hacerlo. Me engullí sus fluidos íntimos espesos, fuertes, penetrantes, blancuzcos y deliciosos de ese fruto maduro. Listo para ser comido. De pronto ya no pudo más me abrazó fuertemente y me llevó hacia ella. Me besó apasionadamente. Tomó mi bálano y se lo introdujo de una sola. Cerró sus piernas herméticamente y comenzó a moverse frenéticamente sin detenerse. Martha era verdadero huracán en constante movimiento. Claro esta yo respondí inmediatamente con más movimientos introductorios sacando y metiendo todo mi masculinidad. Nos estábamos amando con el ímpetu que se tiene cuando fuimos mozalbetes con la experiencia de nuestros años otoñales.
Eros nos había flechado como generalmente lo hace, seguramente luego de vernos hacer el AMOR él partiría feliz en búsqueda de otros a quien conquistar.
Nos estábamos gustando mucho, lo raro es que antes nunca habíamos sentido esa atracción que ahora sentimos siempre lo nuestro fue ser buenos amigos y compañeros de estudio pero ahora todo fue diferente, fuimos él uno para el otro completamente acoplados, no defraudamos a Eros.
Nuestra acción amatoria era una constante entrega reciproca de placer de dar recibir y compartir. Parecía que siempre habíamos conocido nuestros gustos, deleites, complacencias y hasta nuestros puntos débiles. Nuestros cuerpos tenían movimientos y más movimientos cadenciosos, rítmicos, acompasados por la música que interpretaba Eros hasta cuando llegaron a nosotros nuestras culminaciones, nuestros auges, coronaciones de amor salieron de lo más profundo de nuestros cuerpos para decir que el otoño es hermoso, divino, sublime y hasta celestial. El pináculo del sexo fue todo nuestro, allí nuestros orgasmos se amaron y se extasiaron sus fluidos fueron míos, los míos de ella y se fundieron en uno solo que baño la cima donde vive Eros. La completa satisfacción fue nuestra así continuamos abrazados por largo tiempo, nada nos dijimos verbalmente, no había que hacerlo ya que nuestra acción todo lo dijo; luego nos besamos contentos y complacidos de lo que habíamos hecho. No se reprochó su infidelidad yo tampoco haber sido quien la hizo cometer su primera infidelidad, total estábamos completamente satisfechos al habernos amado frenéticamente al habernos complacido totalmente y recordado los excitantes placeres el sexo. Nos juramos volvernos a ver. Nos juramos fidelidad.
Ella dejó mi apartamento con el pensamiento de cómo y cuando sería nuestra nueva entrega de lo mucho que le había gustado el hacer el amor conmigo y que nuevas experiencias viviríamos en otra entrega. Creo estaría pensado que a la madures tenía un amante y que haría todo lo posible por hacer el amor conmigo una y otra vez y que haría cosas que nunca las hizo. Yo me quedé en la cama pensando en ella, lo bien que la había pasado y satisfecho y que tenía deseos locos de volver a verla para continuar nuestra:
“Experiencia otoñal”
Segunda parte
Así pasó el tiempo y los encuentros, entregándonos totalmente a Eros cuando en un encuentro luego de hacer el AMOR frenéticamente y nos quedamos abrazados por largo rato ella me dice:
-No puede ser.
-No puede ser ¿qué…?
-Lo nuestro. Me estoy enamorando ti.
-Yo te amo y cada día más me dijo lo más duro es no poder gritar al mundo lo que siento por ti y que revivido en mi gracias a nuestro encuentro.
-Sí, sí pero...
-Pero nada amor mío. Dime hay algún problema en amarnos como lo estamos haciendo. Martha hoy día cumplimos seis meses de encuentros. ¿Quieres dejarme? Si eso deseas hazlo pero ya ahora déjame este momento. Rompe ahora lo que hemos estado haciendo estos meses. ¡Déjame! Sufriré por tu alejamiento pero todo pasa. La vida pasa y se termina con la muerte. Lo que siento por ti también pasará. Únicamente quedará el grato recuerdo de haberte tenido entre mis brazos y creo haberte hecho feliz. ¡Déjame ya!
-No seas tan duro. Yahía. Te amo pero no puede ser. Lo nuestro es prohibido.
-Lo sé. Siempre fui directo, sin medias tintas. Doy todo o nada siempre fui así y lo soy en eso tampoco he cambiado. Me amas y quieres dejarme. Me dijiste que te estas enamorando de mí y ahora me dices que me amas y quieres dejarme. No lo entiendo. Eso era que lo digas luego de nuestra primera caída. La entiendo en ese momento pero no seis meses de ser amantes. No lo entiendo. Explícame por favor.
-Perdón amor eso lo dije porque ya no puedo más vivir lo que estoy viviendo, ahora vine con el propósito de alejarme de ti pero ahora que estoy contigo ya no puedo te amo mucho. Estoy confundida, muy confundida. Te sueño y te siento junto a mí y no estas. Te extraño mucho, mucho. Me pongo mal durmiendo con un ser que dejé de amar hace mucho tiempo. Te extraño deseo dormir contigo aunque sea una noche. Nunca lo hemos hecho Yahía. Nos amamos por las tardes y me voy a casa desecha, incompleta, frustrada como si hubiese naufragado en un mar erótico hermoso pero que no encuentro la isla donde deje a mi amor. Tú.
-Yo me siento muy mal al saber que te comparto que hay otro hombre que duerme contigo que seguramente te está haciendo el amor sin límites de tiempo y sin esconderse. Martha ¿Quién sufre más? Tú o yo. Tienes hijos y nietos que alivian tu pesar pero yo estoy solo esperando que tengas tiempo para venir a mí y amarme. ¿Deseas dejarme? Hazlo ya. No expliques nada. Vete déjame sólo. ¡Hazlo!Vete déjame.
-No. Perdón por lo que dije. Perdón por mi egotismo. Nunca lo pensé que estas así de incompleto y que me amas como yo lo hago. Perdón. No puedo dejarte me harías mucha falta. No fuiste mi primer hombre pero sí el mejor. Ahora más sabiendo que soy todo para ti que lleno tus vacíos de amor. No podría vivir sin tus caricias, halagos, lisonjas y tu cosita tan rica que la tienes con dedos regordetes y lengua juguetona que tanto gusto me dan. Me has hecho ser la mujer que nunca fui. No quiero dejarte amorcito. Nadie me ha amado como tú. Nadie me comprende como tú. Nadie me consiente como tú en mi casa soy la que estoy pendiente de todo y de todos. Nadie me ha dado lo que tú me das. No. No quiero dejarte perdón pero quiero dormir contigo aunque sea una noche. Me gustaría ser tuya por el resto de vida que nos queda pero hay muchas cosas que me lo impiden. Durmamos juntos amorcito aunque sea una nochecita. ¿Sí?
-Hagámoslo quédate a dormir esta noche. Sí esta noche.
-No puedo que diré a mi familia. No. No puedo.
-Puta madre no lo sé. Tú misma me lo has propuesto para mí también es frustrante no tenerte cuando más me haces falta. Sabes detesto los fines de semana por que en esos días te necesito mucho y tú estás con familia y tu marido y no conmigo que soy tu hombre, tu marido no. Él es el otro que no te ama como yo. Deja todo y se mi mujer cuando uno ama todo lo deja por AMOR.
-No puedo. No me lo pidas eso.
-Está bien dejemos eso para otro momento entonces vamos a la playa este fin de semana. Nada te impide tú mismo me has dicho que desde cuando estás conmigo ya no intimas con tu marido y antes de eso eran muy raras las ocasiones que lo hacían y que no te gustaba nada que se había hecho una simple rutina. Martha hemos hecho cosas que según tus palabras nunca las hiciste antes y que cuando te lo propusieron te negaste rotundamente; incluido tu esposo. Me has dado todo. Te he dado todo mi cuerpo mente y amor, ninguna parte de tu cuerpo me has negado. Nos hemos entregado sin límite. Hagámoslas sin ver el reloj porque ya tienes que partir. Hemos guardado bien nuestro idilio amoroso en secreto. Vamos de vacaciones juntos. Nadie se enterará.
-¿Qué dijo para irme sola de vacaciones?
-Fácil que estas extresada y que deseas ir a un SPA que te han recomendado que tiene buenas terapias antiestrés. Diles que nunca lo has hecho y que deseas estar un fin de semana sola. Les dices que les amas mucho pero quieres alejarte de toda la responsabilidad del hogar y no pensar en que debo hacer mañana en tu trabajo. Diles que deseas renovarte. Nada más. Tu familia no te lo impedirá es más creo que te apoyará. Nos encontramos allá y nos amaremos como lo hemos estado haciendo estos seis meses como dos mozalbetes. Dices que te vas por el fin de semana nada más. No pueden ni deben impedírtelo. Hazlo mijita. Hazlo.
-Sí. Sí es buena idea. Haz tú todo lo necesario para tener nuestra luna de miel de amantes maduros. Fecha, lugar, reservaciones. Todo, todo amorcito. Sí es buena idea. No tengo nada pendiente el próximo fin de semana. Buena idea Yahía.
Nos reímos, nos abrazamos felices y mientras hacíamos el amor nos ilusionábamos con nuestra futura tenida erótica.
¡Experiencia otoñal!
Como lo había dicho nadie en su familia se opuso a su viaje es más insistieron que se dé más días que por esta época poca gente sale de vacaciones y se tome toda la semana por supuesto que ella aceptó y que dejaría todo en manos de su asistente ya que no hay asuntos importantes y si algo sale podrá esperar.
Cuando me lo contó sacamos la conclusión que mejor que la playa sería más conveniente esos sitios perdidos en media selva total; ahí tendríamos una semana para nosotros solos eso hicimos. La selva nos esperaba con ansias y como su familia no me conoce podríamos viajar juntos.
Felizmente no encontramos ningún conocido que impida pasar felices nuestra luna de miel de amantes ya que no era época de vacaciones. Únicamente turistas extranjeros sedientos de conocer la selva indómita. Claro que antes de tomar el avión debimos guardar distancia cosa que se nos hizo muy difícil porque toda su familia estaba allí para despedirla. Una vez a bordo pudimos abrazarnos y besarnos. Estamos empezando nuestra luna de miel de amantes de otoño.
El primer tramo de viaje era por avión luego un par de horas por río y luego…
Llegamos al SPA a las once de la mañana eso nos daría el tiempo justo para acomodarnos y descansar un poco; al medio día almorzaríamos tendríamos una ceremonia de acogida; luego se podría participar de recorridos guiados por la isla o quedarnos en la cabaña.
El SPA estaba localizado en una gran isla donde se podía hacer recorridos en medio de la selva. Había varios riachuelos donde nos bañaríamos a gusto o quedarnos sentado en sus orillas dejando que el tiempo para que Eros se quede con nosotros. Todo estaba bien marcado como para pasear sin guía. Claro está que se podía visitar otros sitios de nativos pero lo que buscábamos es que nadie nos acompañe. Queríamos pasar una semana solos sin que nadie impida amarnos. Era maravilloso con cabañas desperdigadas cubiertas por espesa arboleda. Nosotros por supuesto elegimos la más aislada. Tenía todo lo necesario para que la pasemos bien.
Luego del almuerzo y la ceremonia de acogida. Ya en la cabaña. Solos. Martha grito a viva voz su felicidad mientras saltaba, brincaba y corría como una adolescente que sale de viaje sola por primera vez sin el control de sus padres de un lado para el otro.
-Te amo. Si te amo, te amooooo.
No dije nada. Me senté para deleitarme con su reacción. Me gustaba verla así, alegre, disipada, libre de las ataduras que la han limitado por tantos años. Se detiene a un par de metros de donde yo estaba. Me clava sus ojos. Me devora con su mirada luego de un rato se me fue acercando poco a poco sin dejar de verme. Movía su cuerpo como si música árabe estaría sonando. Su blusa fue lo que primero se despojó luego su larga falda. Se detuvo a medio metro de mí. No dejaba de devorarme tanto que me inquiete por su reacción.
-Martha me matas con tu mirada ¿que quieres?
-Cariño mío darte todo mí ser. Mí todo. Mi pasión desbordada. Te amo. Quiero devorarte todo nadie muere de amor.
-Devórame si puedes.
-Ya verás cómo lo hago. Cariñito. Ya verás.
-Nenita así quería verte. Feliz. Yo también te amo. Empecé a hacerlo el día que fuiste mía.
Me incorporé y acudí a ella despojándome de mis ropas. Allí estábamos frente a frente. Silenciosos, disolutos, impúdicos, libertinos, obscenos, inmorales y hasta deshonestos. Deseando engullirnos de una sola bocanada. Nuestros cuerpos eran brasas ardientes de pasión que pedían más ardor. Nuestros hornos eróticos despedían tanta energía que parecía que la cabaña iba a encenderse. Nada y nadie impediría que lleguemos a la cima donde vive Eros y vivamos en su cubil todos estos días; por fin ya no veríamos el reloj que nos había limitado y separado desde el día que yo fui de ella y Martha mía. Nos abrazamos, besamos y acariciamos nuestros cuerpos como si nunca lo hubiésemos hecho. Era nuestra luna de miel prohibida. Nuestros seres ya no estaban extenuados por el trajín de la vida citadina. Ya no éramos dos entes descorazonados y hasta mustios. Nuestros cuerpos ya no eran añosos, añejos, pretéritos, carnudos algo flácidos. Ahora se presentaban juveniles, nuevos, presentes, fuertes, bien formados. Nuestros cuerpos eran como esas esculturas griegas que alguna vez aprecié en los museos europeos. Hermosas.
¡Toc!, ¡Toc!
Alguien llama a la puerta. Nos quedamos fríos por la llamada. Martha corre y se esconde bajo las sabanas de la cama. Acudo a ver quién estaba osando interrumpir nuestro idilio. Nadie debía molestarnos se suponía que a eso habíamos venido, eran Eros y Afrodita que se nos habían manifestado y venían a alojarse con nosotros. Deseaban compartir los gratos momentos que pasaríamos y darnos fuerzas eróticas. Deseaban cubrir con su energía amatoria con nosotros en la cabaña donde nos habíamos alojado. Eros y Afrodita entraron como una suave brisa con olor a selva.
¡Eros! ¡Afrodita!
-Yahía. ¿Qué pasa? Me dice Martha.
-Apercibes ese olor a selva.
-Sí.
-Son ellos. Eros y Afrodita. Mi relación con ellos no es nueva. Los conozco muy bien somos amigos. No te inquietes.
Martha se distendió se sonrió dando al placer albergue en su ser.
Ellos se me habían presentado en más de una vez pero no con las fuerzas que ahora lo estaban haciendo sin duda eran ellos que había tocado a la puerta por lo que recalqué mientras me acercaba al lecho donde mi amor se había refugiado:
-Nada amorcito son Eros y Afrodita recalque que han venido a nosotros para acompañarnos en nuestro AMOR DE OTOÑO y ser testigos de lo nuestro, tranquila.
-¿Eros y Afrodita?
-Sí Eros y Afrodita. No te inquietes. Ellos han venido para darnos fuerzas eróticas y decirnos que no nos detengamos en amarnos.
-Lo que tu digas papito, lo que tu digas.
Me adentré en el lecho donde estaba Martha y antes de que la abrace ella me dice:
-Estoy inquieta. Abrázame pensé que nos habían descubierto.
-Tranquila amorcito ellos están con nosotros.
La abracé y bese con ardor. Acaricié su rostro, su cuello. Hice mío su pecho. Amase ligeramente su vientre y todo su cuerpo poco a poco fue todo mío. Ella correspondía con la misma vitalidad, fuerza y pasión que yo ponía en mi acción deslizando sus manos en mi espalda y mis posaderas. Así nos pasamos por largo tiempo era lindo poder amarse sin límite de tiempo.
La excitación había prendido nuestros hornos eróticos con el entusiasmo habíamos formado una sublime escultura que estaba lista para ser cocida en el horno que ya estaba a vivo fuego. El ansia de amarnos hacia que nuestros cuerpos se agiten y expelen sudores y calores otoñales. El estímulo mutuo era constante. Estábamos intercambiando incitaciones, tentaciones, halagos, sugerencias y hasta exhortos. La ecuanimidad, el equilibrio se habían perdido en los vericuetos escondrijos de la selva que nos rodeaba. De pronto Martha se prende de mi bálano que ya estaba erguido. Me lo acaricia y acaricia con mucha dulzura.
-Que rico es me gusta. ¿Dámelo?
-Tómalo si puedes.
Y pudo hacerlo. Lo tomó todo lo acaricio y acaricio sin detenerse luego se lo llevó su boca y se lo engulló todo me lo mamó y mamó sin parar. Yo me dejé que me ame como quiera me gustaba mucho su acción. Estaba prendida de mi instrumento me lo mamo tanto que no pude contener mis fluidos y se los deposite en su boca. Ella no dejaba de succionarme sacando de mí todo lo que tenía; luego se incorporó con su boca llena de mis fluidos y me beso apasionadamente traspasándome lo que había depositado en su boca.
-Yahía. Te amo. ¿Cómo viviré sin ti cuando regresemos a la ciudad?
-Amorcito no pienses eso ahora amémonos a diario. Deja que la vida se presente como deba hacerlo. No pienses en el mañana. Ya vendrá déjalo llegar. Tranquila, has de mi lo que desees.
Hicimos el amor ahora libres del nefasto reloj. Luego de haber descansado ya que a nuestras edades ya no se puede hacer el amor como loco joven una y otra vez sino que ahora es más bien calidad y no cantidad volvimos a devorarnos poco a poco degustando nuestros cuerpos y catando nuestros fluidos que eran los más deliciosos que habíamos probado…
Muy temprano por la mañana ya estábamos de pie para recorrer la isla. La cual tenía varios senderos predeterminados tomamos el más largo. Llevando a cuestas a más de alimentos, nuestras pasiones y ardores. Deseábamos hacer el amor donde nunca lo habíamos hecho a la vera de un río, arrullados por el sonido que producía al chocar el agua en las rocas que en su lecho había y dando ritmo a nuestro amor el canto de tanto pajarillo y animal que en la esbelta selva viven. Así sin ninguna preocupación a cuestas gustando del paisaje que nos envolvía. Caminamos y caminamos tratando de alegarnos lo más posible de otros turistas que nos acompañaban luego de un par de horas de caminata y cuando ya nadie nos seguía vimos un riachuelo con hermoso recodo amplio con una cochita como para descansar, comer alguna cosa y tal vez amarnos apasionadamente. Nos pusimos ropas adecuadas para tomar un buen baño. Ella una linda trusa que resaltaba su piel marrón oscura. Martha estaba linda muy linda su cuerpo había renacido tanto que sus pechos ya no estaban alicaídos, su cintura empezaba a demostrase estrecha. Su vientre firme estaba delicioso y sus piernas estaban macizas en fin su cuerpo me decía que nuestro amor la había rehecho ayudado por los ejercicios que había tomado y que ahora me lo contaba, me dijo que era un secreto que me lo quería compartir cuando haya la oportunidad y esta era la mejor.
Yo me calcé un pequeño calzoncito rojo que también presentó mi cuerpo ya no tan ventrudo, igualmente rehecho por el amor, los ejercicios que cada madrugada hacía al radical corte de la bebida de cerveza. Éramos un par de sesentones que el azar de la vida nos había ligado. Éramos dos seres que estábamos llenos de ganas de amarnos y que agradecíamos a la vida cada vez que nos encontrábamos.
Nadamos y nadamos con suma tranquilidad ayudados por el canto que hacían el sin fin de animalillos y el ruido que producía el chocar las aguas con las rocas que tiene el río. El ambiente nos alegraba nuestro relax. Ya cansados de tanto ajetreo en el agua nos sentamos a la vera del río muy juntos y abrazados nos quedamos viendo el agua pasar como pasa la vida y sentir en nuestros cuerpos la exuberancia de la jungla; luego de un rato me miró con sus lindos ojos negros, retribuí su mirada con los míos zarcos, sus manos habían llegado a mi rostro acariciándolo delicadamente y entre beso y beso me susurraba:
-Chiquito de amo. Sí te amo.
-Nenita mía yo también te idolatro.
-Hagámoslo aquí no me importa sin nos ven.
Más miradas, más besos y abrazos mutuos hasta cuando ya no pudimos más retener la pasión que habíamos reencendido hace tiempo atrás ya es así que sin medirnos que alguien pudiese llegar y vernos hacer el amor la recosté para continuar nuestros juegos eróticos.
Hice míos sus pechos renacidos y su cuerpo rehecho. Me imaginaba como se me presentaría su intimidad seguramente renovada para mí. Ella correspondió con más pasión y ardor cuando recorría mi entidad restaurada para ella. Se imaginaría como mi bálano se erguiría portentoso al ver y sentir esa maravilla de hembra.
Nuestros cuerpos rehechos estaban henchidos de lujuria y demasía. Nuestros cuerpos expelían sudores y olores eróticos que se mezclaban con los típicos de la selva. Nos estábamos fusionando con la naturaleza misma, escondidos entre los ramajes de la selva, Eros y Afrodita veían complacidos nuestro acto.
Nos despojamos de nuestras trusas y nos quedamos desnudos como esos seres que se aman en estas tierras y seguramente se habrían amado con el mismo ardor que nosotros lo estábamos haciendo en este mismo lugar.
Nuestros cuerpos pedían y más les dábamos todo ese poder erótico que Eros y Afrodita nos habían dado cuando como frisa entraron en nuestro cubil amazónico.
Su cofre se me presentaba juvenil, hermoso, lucido, resplandeciente, radiante, eufórico. Listo para darme sus joyas.
Mi bálano se presentaba igualmente juvenil, lucido, resplandeciente, radiante, eufórico, erecto, tieso, firme, enhiesto para abrir las tapas de su amada que tenía herméticamente cerradas y pedían a gritos que las habrá.
Nuestros fluidos salieron raudos para juntarse con los del río. Nuestros olores también salían de nuestros cuerpos y de nuestras intimidades se iban poco a poco expandiendo por los enredadores para juntarse también con los aromas selváticos. Nuestros orgasmos también salieron desde lo más profundo de nuestras intimidades para cantar cantos eróticos que se juntaban con las expresiones del sinfín de animalillos que viven en la jungla, mientras nos amamos expresamos todo nuestro amor diciendo: ¡Así más papito! ¡Así me gusta mijita! ¡No pares! ¡Para no puedo más! ¡No te tengas! ¡Me gusta! ¡Si, si así! ¡Mijita que rica estás! ¡Más cariño ¡Así dame más de lo que tienes! ¡Ayyy! ¡Másss! ¡Yaaa viene! ¡Ayyy! ¡Yaaaa!
Nuestros orgasmos se amaron, se erotizaron y sacaron orgasmos de orgasmos creando una cadena interminable de satisfacciones que se expandían por la jungla. Originados por nuestros cuerpos adultos sedientos de amor.
Ya a media tarde emprendimos el retorno. A la llegada de la noche estábamos en nuestra cabaña con nuestros espíritus alegres, gozosos y satisfechos al igual con nuestros cuerpos, satisfechos, orgullosos, vanidosos por el encuentro amatorio que habíamos tenido.
Pese a la gran felicidad que teníamos, había también una profunda tristeza. El desencuentro estaba presente desde el día que nos convertimos en amantes algo habría que hacer no podíamos vivir así. La última noche fue la mejor de todas. Todos los sentimientos alegres y tristes estaban fundidos; así como reímos y también lloramos.
-¿Qué haré sin ti? ¿Cómo viviré sin ti cuando regresemos a la ciudad?
-Me duele mucho amarte. No quiero separarme de ti jamás.
-No puedo pasar una noche más con quien no amo.
-No entenderías lo miserable que me siento al pasar las noches solo pensando cuando estarás nuevamente conmigo ya no puedo más no sé que será de mí. Vivamos juntos somos personas adultas. Rompamos con todo y perpetuemos nuestra felicidad que putas tu marido, tus hijos si te aman te entenderán.
Antes de que me conteste bese su boca con toda la pasión que tenía para ella. Acaricié todo su cuerpo y toquetee su intimidad buscando su respuesta positiva. Tomé su mano e hice que se prenda de mi bálano. Ella lo acaricio todo. Vi que sus ojos se tornaron vidriosos al hacerlo.
-¿Qué haré sin ti? ¿Cómo viviré sin ti cuando regresemos a la ciudad?
-Me duele mucho amarte. No quiero separarme de ti jamás.
-Bebito mío.
-Nenita no me dejes.
Nos volvimos a abrazar, besar y recorrer nuestros cuerpos ahora con más lujuria y ardor queríamos dejarnos marcados. Recorrimos nuestros cuerpos palmo a palmo. Sacamos de lo más íntimo todos nuestros orgasmos. Nos embebimos de nuestros fluidos. Ya no podía ni quería tener nuevos dolores que tengo cada vez que parte y me deja vacío de ella y lleno de soledad. Ella ya no podía ni quería ser la mujer inmutable falta de cariño de mujer.
Ese fue el rito de amor de toda la semana donde la cantidad de veces que se hace el amor no cuenta sino la calidad y entrega del acto por algo dicen que el diablo sabe más viejo que por diablo.
La última noche de amor sería la primera de nuestra vida en pareja o la de la separación definitiva. Ambos lo sabíamos por lo que el rito erótico se tornó audaz, intrépido, brioso, atrevido, determinado, ardoroso, y resuelto a cerrar con broche de oro esta hermosa:
“Experiencia otoñal”
Sus orgasmos me decían: ¿Qué haré sin ti?
Mis eyaculaciones decían: ¿Dónde me alojaré? Me duele mucho amarte tal vez por última ocasión.
El viaje de retorno fue silencioso, nado nos dijimos pero Eros y Afrodita ya había decidido nuestro futuro, no nos dijeron pero lo habían decidido.
El viaje de retorno fue en completo silencio nada nos dijimos ya nos habíamos dicho todo a media mañana llegamos al aeropuerto de Quito. Toda su familia estaba allí para recibirla, incluso su marido pero ellos no contaban que junto a ella que no había descendido sola ahora estaba yo con las manos entrelazadas.
Urawan
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