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Excitándome por teléfono

~~Tu voz en el teléfono me sorprendió caminando, rumbo a mi playa.
 Apenas conseguía escucharte, con una mano sujetaba el móvil y con otra el sombrero de paja.
 Empezamos a hablar,como siempre, y tú me decías . y yo casi ni te entendía con el sonido del viento en mi melena y en mi falda pareo, que se abría como si quisiese volar por sí misma.
 Pero te notaba en mi oreja, y no quería que colgaras. Me gusta caminar sintiéndome acariciada por tu voz, mimada por tus palabras. Si no estás para hacerme cosquillas en la cintura, justo entre el espacio que queda entre el final del top y el principio de la falda que deja libre el ombligo (cómo te gustan esas cintura bajas que están de moda ahora. me lo dices cada vez que puedes, y yo pienso en ti cada vez que me pongo una),ese espacio que tiene justo tu medida, la del palmo de tu mano, tus cuatro dedos que se curvan para saludar mi frente, mientras tu pulgar, siempre travieso, suele quedarse, como despistado, en mi espalda.
 A veces nos encontramos a alguien, y charlamos, y tú empiezas a juguetear con ese dedo en mis espalda, por debajo del top, bajando hasta el borde de la falda.
 Te encanta provocarme, obligarme a mantener la sonrisa y la conversación mientras sabes que me derrito, que estoy empapando el bikini bajo el recorrido de tu dedo travieso.
 Y entonces te introduces bajo la falda y juegas con la goma del tanga. .tiras, la sueltas. sabiendo que me envías roces y sensaciones hasta mis labios, depilados por ti esa mañana.
 Tu dedo me habla de lo que haremos luego, al regreso de la playa, me avisa de dónde piensas introducirte, con él primero, buscando mi placer, luego con toda tu hombría. .cuando ya no soporte tu ausencia y te pida a gritos que entres, cuando me hayas colmado y vacíado tantas veces que no lleve la cuenta y sólo espere el momento en que gocemos juntos hasta ese clímax doble que parece imposible de irreal, mientras estamos ahí parados, en la calle, y tú sigues de exploración con ese dedo que se aprovecha de que mi blusón de seda le sirve de biombo improvisado, y puede seguir bajando, bajando.
 Yo pienso que no te atreverás, que son tus amigos y no puedes seguir jugando con ellos delante,mientras hablamos de un sitio al que ir a cenar los cuatro esa noche. Te miro de reojo, y en cuanto reconozco esa sonrisa tuya de duende travieso sé que no vas a hacerme caso, que lo estás disfrutando.
 Y tu mirada chispeante me hace temblar y humedecerme más. .
 Tu dedo se desliza hacia abajo, y ha apartado la tirita del tanga, separándome las caderas, intento oponerme, hacer presión para que no entres donde pretendes, pero entonces me pellizcas , colocando ya toda tu mano en mi trasero, bajo la falda.
 Y me dejo hacer.
 No suelo llevar gafas de sol, pero ese día me las había puesto para protegerme del viento, más que del sol. Las agradecí, porque no conseguí mantener la conversación mientras disimulaba las oleadas de placer que tu pulgar en su movimiento de columpio en mi entrada me provocaba.
 Por fin nos despedimos de los amigos, y sólo entonces sacaste tu mano de mí, para decirles adiós mientras nos alejábamos.
 Te limpiaste en un pañuelo, y sin hablarnos, aunados por la urgencia común, ambos nos dirigimos hacia un garaje que había sólo a unos pasos de donde nos encontrábamos.
 Fue salvaje y breve, no debió durar ni tres minutos, pero no recuerdo casi una vez en que nos vaciáramos de forma más intensa.
 Terminaste de limpiarme a mí con el mismo pañuelo, y nos fuimos a disfrutar de un merecido baño en la playa.
 Y todo este recuerdo inundaba mi mente mientras me hablabas al teléfono, y yo había llegado justo al lugar de aquel garaje, donde habíamos dado rienda suelta a nuestro deseo el verano anterior.
 ¿Sabes dónde estoy? te pregunté.
 ¿Sí? ¿En nuestro garaje? Y me pediste que fuera y me dejé acariciar por tu voz y mi mano obediente a tus palabras, y repetí clímax un año después, aunque fuera con tu presencia sólo a través de la voz, y de la orquídea que me habías enviado esa mañana y que llevaba prendida en mi sombrero.

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