~~Sobre la historia que voy a contarles no diré, como hacen todos, que me ocurrió en realidad. Dejémoslo en el aire. Que lo crea el que quiera.
Sucedió en un cine en la ciudad española de Zaragoza. Yo estaba bastante salido, pues hacía un montón de días que no me comía un rosco, es decir que no me acostaba con nadie.
Mientras esperaba en la cola me llamó la atención una jovencita de unos dieciséis o diecisiete años de ojos verdes y pelo negro liso que esperaba también tras una hermosa sonrisa. La verdad es que lo que me llamó la atención de ella, más que su cuerpo, que ya era atractivo, fue su forma (escasa) de vestir. Llevaba una falda negra muy muy corta, de las que yo llamo cinturón porque cubren poco más. La falda dejaba a la vista unas piernas de primera clase, ni gruesas ni demasiado delgadas, y perfectamente depiladas. Su vientre desnudo era plano como una tabla a diferencia de sus pechos, que un top blanco contenía a duras penas sin poder evitar que un par de puntas marcasen la ubicación de sus pezones. Lamentablemente no pude dedicarle mucha más atención, pues iba acompañada de un chaval de unos veinte años, alto, moreno y de ojos pardos. Más bien fuerte, aunque sin pasarse. Vestía unos pantalones grises y una camiseta blanca. Las más guapas siempre están cogidas, y no me malinterpreten los señores del otro lado del Atlántico pues en España coger es otra cosa.
De repente comenzó a apretarse la cola al abrirse la taquilla, y me encontré a centímetros detrás de la chica. Mi esfuerzo por aguantar los empujones era lo único que me separaba de abalanzarme sobre ella, e incluso un par de veces le toqué la falda con mi entrepierna. Creo que ella no se dio cuenta, pero mi pene acabó de despertar en ese momento, y agradecí llevarlo bien sujeto por mi slip y mis pantalones.
Finalmente el chico sacó las entradas (X men, la misma película que yo) y yo también. Libre del tumulto, entré en el baño. A los dos minutos salí en dirección a la sala, cruzándome con la chica que salía casi a la carrera. Me pareció que iba llorando, pero no estoy seguro, pues entró en el baño de señoras casi a la carrera. Al entrar en la sala me crucé también con el chico que salía, y entonces fue cuando me fijé por primera vez en que nuestras ropas eran casi iguales, salvo por el dibujo de la camiseta. Me senté en un buen sitio, sin preocuparme de las urgencias de la parejita.
Se apagaron las luces y, sin anuncios previos, comenzó la película. Alguien entró y se sentó a mi lado. Me molesta que la gente entre sin tiempo, y me giré hacia el tardano. Mi sorpresa fue mayúscula al comprobar que era la chica de la escasa falda sin su acompañante, pero me olvidé enseguida de ella para centrarme en la película.
Poco duró mi atención pues de repente noté una mano entre mis piernas acariciando mi pene, ya de por sí bastante excitado. Sin poder decir ni hacer nada, una segunda mano me bajó la cremallera del pantalón, y entre las dos me la sacaron y comenzaron a masturbarla. No podía creer lo que estaban viendo mis ojos: la chica sentada a mi lado estaba masturbándome y se inclinaba sobre mi brazo hasta abrazar mi miembro con sus labios, mientras uno de sus generosos pechos se aplastaba contra mi mano.
Yo puedo ser lento, pero en semejante situación acabé reaccionando llevando mi mano izquierda a su cabeza para notar como subía y bajaba mientras me la chupaba como una bomba de succión. Mi mano derecha no perdió el tiempo, comenzando a magrearle el pecho, quitándole el top para poder gozar de sus pezones, que iban poniéndose cada vez más duros. Abandoné su cabeza para acariciar sus senos con las dos manos, hasta que ella se arrodilló en el asiento para estar más cómoda.
Afortunadamente esta sala estaba casi vacía, pues sinó el espectáculo sería para que nos hicieran corro y tocaran palmas. La nueva posición de ella le permitió desabrocharme los pantalones y bajármelos junto al slip para liberarme del todo. Sus dedos acariciaban mis testículos y de vez en cuando los apretaba como si quisiera exprimirlos. Yo, en medio del éxtasis al que me llevaban sus labios y sus dedos, le levanté la falda hasta la cintura, descubriendo un tanga de color blanco que rápidamente bajé hasta sus tobillos e incluso le quité y me guardé en el bolsillo del pantalón. Ya descubierta. Comencé a acariciarle entre las piernas, primero en su culito y, al separar ella las piernas, en su vagina.
Yo me daba cuenta de que, tan excitado como estaba y con el trabajo que me hacía chupando, lamiendo, acariciando y estrujando; no iba a durar mucho y me propuse que a ella le pasase o mismo. Comencé a acariciar su clítoris, agarrándolo con dos dedos y masturbándolo como si fuera un pene, mientras introducía el pulgar en su ya muy húmedo agujero delantero y el dedo índice, con mucho cuidado y buenas dosis de saliva, en el trasero. Pronto noté cómo se estremecían sus caderas, momento que aprovechamos ambos para acelerar nuestros ritmos respectivos. Un copioso y cálido chorro salió de su interior, empapando mi mano, y poco después ella quedó casi inmóvil, como sin fuerza.
Yo, no queriendo quedarme a medias, la levanté con mis brazos y, poniéndola sentada sobre mis piernas de espaldas a mí, la penetré por su vagina y, agarrándola por sus pechos, comencé a moverla arriba y abajo. Con lo que me había hecho ya y la calentura que llevaba, su estrechísimo conducto fue demasiado para mi pene. A los pocos minutos de follar su agujero no pude resistirme más y exploté en su interior. Me vacié en cantidad, hacía tiempo que no tenía una corrida tan abundante.
Tras colocarla de nuevo en su asiento casi en estado de shock, decidí marcharme antes de que se recuperara. Nunca pensé que le iba a sacar tanto partido a un encuentro casual.
Aún hoy no entiendo lo que ocurrió y qué pudo hacer a aquella ninfa perder el control de aquella manera. El que tenga alguna idea de lo que pudo ocurrir que me lo cuente. Me llamo Howard PL.