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Lo que relato a continuación ocurrió durante unas vacaciones. Mi intención era viajar a Veracruz, pero al pasar sobre la autopista vi un anuncio que daba a conocer el inicio de la Feria Regional de Orizaba, con tiempo de sobra me desvié para entrar a esa ciudad y siguiendo los letreros me encontré ante la plaza de toros donde ese día, en que iniciaba la feria, tenían programada una corrida con figuras del toreo bastante renombradas. En la fila de entrada tuve un inesperado encuentro: me encontré con mi amigo Antonio a quien no veía desde mis inicios en la universidad, nos saludamos con alegría, me presentó a su esposa –recién se había casado— y a su madre, una madurona de muy buenas tetas. Durante la corrida seguimos platicando animadamente, poniéndonos ambos al corriente de nuestras vidas, durante la misma la mamá de mi amigo siguió la plática preguntándome de paso si estaba casado o tenía novia. La señora se mostraba bastante interesada en mí.
Al final del festejo Antonio y su madre insistieron en que los acompañara a la feria, irían a un sitio llamado Beerfactory, algo así como una cervecería con música de banda y mucha cerveza y como no tenía ninguna prisa por llegar a Veracruz decidí acompañarlos. Al llegar a la feria nos encontramos con que la mentada cervecería estaba saturada de gente y tuvimos que esperar, una hora después conseguimos una mesa y pedimos jarras de cerveza, eso sí, no se podía bailar del gentío que abarrotaba el lugar, pese a ello Esther, que así se llamaba la madre de Toño insistió en bailar conmigo en el pasillo que dividía las mesas, pero aún así quedamos atrapados por las demás parejas que trataban de hacer lo mismo que nosotros, hombres y mujeres se pegaban y nos rodeaban en un intento de seguir la música y bailar, no me quedó más que seguirle la corriente a la señora, que pegada a mi me untaba sus grandes chiches mientras intentábamos movernos al ritmo de la estruendosa música de banda. Cuando terminó la canción y ya de camino a la mesa –apretujados entre el mundo de gente-- Esther me pegó su gordo trasero removiéndolo de forma peculiar, como invitándome, como dándome puerta. Dos horas más tarde, agotados y acalorados tuvimos que salir de ahí pues se había organizado una pelea entre varios parroquianos y los tarros de la cerveza empezaron a volar por doquier. La esposa de mi amigo asustada insistió para que Antonio la llevara al hotel, él no quería dejar la parranda, y menos su madre, que se notaba ya a medias copas. Así las cosas a mi amigo no le quedó otra que irse, yo me ofrecí para llevar a la madre a su casa y luego iría a buscar un hotel donde pasar la noche para luego seguir mi viaje. A la señora le brillaron los ojitos cuando me ofrecí a llevarla.
Durante el viaje Esther me propuso que me quedara en su casa, según dijo tenía un departamento desocupado, el sitio estaba amueblado y lo rentaba con frecuencia a algunas parejas recién casadas pues a ella le molestaban los niños pequeños, además como para hacer más patente su invitación recalcó:
--"Y pues… de paso me acompañas un rato, quisiera tomarme una copa antes de dormir y que mejor que tú estés conmigo, ¿aceptas?".
Cuando llegamos a su casa insistió en metiera mi automóvil en la cochera y bajara mi equipaje, luego subimos al departamento desocupado llevando ella ropa de cama, y me lo mostró, la seguí por los diversos cuartos y al llegar a la que sería mi recámara esa noche se sentó en la orilla de la cama mirándome a los ojos en silencio. La mujer me estaba dando puerta pero yo me resistía pensando en que Esther era la madre de mi amigo y además con casi veinte años más que yo, no obstante su actitud sensual estaba logrando excitarme. No quise apresurarme y salí al balcón, ella me acompañó y volvió a insistir: "¿entonces nos tomamos una copa allá abajo?", ambos sonreímos y bajamos a su casa.
Ya en la sala Esther se afanó en poner música y en traer una botella de tequila de su cocina, la acompañé para ayudarla con las copas y mientras limpiaba con un paño un par de ellas miré hacía un lado, Esther estaba agachada junto a mi ante un mueble abierto buscando una botella, noté su sabroso culo, gordo y firme, luego sacó la botella y se enderezó, al hacerlo notó que la estaba mirando y me sonrió. Un rato después, ya con dos tequilas, platicábamos mientras en su estéreo sonaba una música romántica; ambos en el mismo sillón, cerca uno del otro de pronto nos quedamos callados, un tanto nerviosos, más cuando creí adivinar que me estaba ofreciendo su boca, me acerqué un poco y apenas juntamos los labios ella rodeó mi cuello con su brazo pegándose a mi cuerpo, yo hice lo mismo y entonces el beso se tornó apasionado y casi eterno. Seguimos con las bocas pegadas, removiendo los labios e intercambiando las lenguas, luego la mujerona puso su mano en mi pierna como buscando algo que encontró más arriba: la notable erección de mi pene, lo acarició sobre mi pantalón mientras una de mis manos le agarraba las gordas chiches. Seguíamos con los labios pegados y acariciándonos cuando el ruido del teléfono nos sorprendió, Esther se levantó apresurada para contestar:
--"¿Bueno?, ah eres tú, si ya estoy en la casa, sí, mira le dije que se quedara en el departamento de arriba, ya debe estar dormido, si hombre, ya cerré bien las puertas, de hecho ya estaba por irme a la cama, no te preocupes… me dijo que se irá temprano, bueno hasta mañana".
Regresó conmigo para decirme que había llamado Antonio y que le había mentido diciéndole que yo estaba dormido en el cuarto de arriba, volvió a sentarse y me ofreció otro tequila: "¿te lo tomas aquí, o en mi recámara o allá arriba?, ¿dónde quieres?". La tomé de la mano atrayéndola de nuevo hacía mi, nos volvimos a besar pero cuando quise meterle mano bajo el vestido se negó intranquila:
--"Será mejor que ya te vayas, la llamada de Toño me puso nerviosa, siento pena por lo que hicimos, no debimos besarnos, mejor ya no seguimos…". Pero ante mi insistencia me propuso, "mira mejor sube arriba yo te alcanzo en un rato, quiero ver si Toño no vuelve a llamar, además me da vergüenza de pensar que un amigo de mi hijo esté aquí conmigo haciendo estás locuras". Media hora después la sentí llegar, abrió la puerta y la vi recortada en la penumbra de la noche, traía puesto una batita de seda negra, muy coqueta; yo la esperaba ya en la cama, desnudo bajo las sábanas, se acercó para encender la lámpara de noche y la miré con detenimiento, lucía hermosa y sensual, sus piernas redondas, blancas y firmes, y arriba la bata dejaba ver que se había quitado el sostén, le pedí: "quítate la bata, quiero verte desnuda".
--"Me da pena, siento vergüenza, mejor apagamos la luz".
--"No, quiero verte en cueros".
--"Bueno, pero también yo quiero verte sin ropa, salte de la cama".
Cuando quedé de pie junto a ella sentí su mirada recorriéndome, y mientras se quitaba la bata me pidió que me quitara la truza: "quiero ver tu pene, anda enséñamelo". Y cuando mi verga quedó libre sus ojos asombrados eran medida de mi erección, y sin dejar de mirarme se quitó toda la ropa, hasta el calzoncito negro de encajes, ambos nos acercamos, la agarré por la cintura mientras nuestras bocas se juntaban y Esther agarraba mi garrote con su mano, así pegamos caímos en la cama y entre beso y beso la mujerona insistía: "ya quiero, dame tu pene, lo quiero todo, estás muy bueno de miembro, quiero, lo quiero todo", yo seguí besándola y mamándole también las tetas, luego la monté y al dirigir mi verga a su panocha noté la enorme humedad que embarraba su pepota abierta, olía mucho, su penetrante olor inundaba el cuarto.
En el momento en que Esther sintió la punta de la pija suspiró hondo y se la metí de un solo empujón, le entró toda, ella se quejó: "espera, por favor, quédate quieto, lo tienes muy grande, deja que mi cosa se acostumbre a tu tamaño", luego de unos momentos me la empecé a coger, rápido, con metidas furiosas y rápidas, sacándole casi todo el miembro para luego sepultárselo completo en la ardiente verija, ella gemia "aahh, hummm, aaah, más", seguimos cogiendo así hasta que ella no pudo más y se vino con un gran "aaahhhhh", yo seguí con lo mío, cogiéndome a esa vieja caliente, minutos después volvió a venirse y cuando el orgasmo le llegaba por tercera vez le solté el semen, ambos nos venimos así, pegados, yo sintiendo como me apretaba su panocha y ella sintiendo mis chorros, uno a uno, gimiendo con cada nuevo chorro de mocos.
Al terminar la desmonté y quedamos ambos acostados de espaldas, muy juntos; acercó su cara para besarme y preguntar: "¿siempre eres así?, digo, ¿siempre haces el amor de esa manera?, aguantas mucho, mucho rato, me vine varias veces, además tienes mucho semen, te salió una gran cantidad, sentí tu eyaculación mucho rato, anda dime ¿siempre le haces el amor así a las mujeres?".
--"No se, yo creo que sí, y pues me vine mucho, pero aún puedo darte más, si quieres".
--"No te creo, pero quisiera saber… ¿tienes novia?, ¿cuándo le hiciste el sexo por última vez?, ¿hace mucho?", dijo Esther.
--"Hummm, creo que hace como tres días".
--"¡Ay bárbaro!, mejor ya no te pregunto nada", contestó y se quedó callada.
Minutos después nos quedamos dormidos y a la mañana siguiente ya no la encontré en la cama; me levanté para ir al baño y darme una ducha y ya cuando estaba casi listo para salir entró Esther: "¡hola, buenos días!", dijo con voz cantarina.
--"Hola, buenas… ya iba a buscarte para darte las gracias…
--"¿Si?, llamó Toño preguntando por ti, le dije que a lo mejor ya te habías ido, que desde anoche ya no te había visto –sonrió apenada--, me contestó que ya se iba a Puebla, que peleó anoche con su mujer por lo de la borrachera en la feria y que mejor venía otro día a verme, ¿ya te vas?".
--"Pues si, no tengo prisa pero será mejor que ya me retire".
--"¿No quieres desayunar conmigo o algo más?", sonrió de forma pícara acercándose a mi, la rodee por la cintura y nos besamos, besos más tarde y ya excitados Teté se apoyó en la cama ofreciéndome sus nalgas, le levanté la holgada bata y bajé su pantaleta blanca, de satén, casi transparente, momentos después ya mi verga se deslizaba entre los carnosos labios de su pucha casi sin vellos; la cogida fue fuerte y rápida, arremetía con fuerza contra ella, haciendo chocar mi pelvis contra los cachetes de su culo mientras que la madura gemía con entrecortados "ah, ah, ah" hasta que le llegó el orgasmo, entonces noté la abundante humedad que escurría por su pepa y bañaba mi verga que lucia lustrosa de jugos y se me ocurrió una idea: cogerme a la vieja por el culo, y cuando ella sintió que le sacaba el miembro y se lo apuntaba en el apretado culo quiso protestar: "no, eso no, me puedes lastimar, hace mucho que yo no… por ahí, además huele feo, mejor no, espera", pero no le hice caso, seguí presionando mi verga en su culo que al principio estaba duro y muy apretado, pero conforme seguí apretando su cola se aflojó un poco y me dejó entrar, luego ya fue más fácil, pues a pesar de la presión que sentía en el miembro éste ya resbalaba con cierta facilidad, entonces aceleré las arremetidas entrando con fuerza en ese culo que ahora lucía abierto y sin pliegues hasta que los chorros de semen me abandonaron uno a uno, de forma acompasada y placentera, Esther gemía en voz baja, diciendo palabras que casi no escuché, momentos después le saqué el miembro dejando que su culo se cerrara poco a poco escupiendo a la vez un chorrito de líquido blanquecino.
Entonces me percaté del olor, ella también y propuso: "ahora tenemos que bañarnos, huele muy feo, te dije, pero insististe mucho"; luego bajo la regadera me preguntó: "¿te gusta mucho hacerlo por allá atrás?".
--"Si me gusta eso, pero también por adelante y con la boca, me gusta mucho el sexo, hacerlo de todas formas, ¿y tú?, ¿hace mucho que tu…?".
--"Tal vez no lo creas, pero hace dos años que no me acostaba con alguien".
--"¿Entonces?".
--"Nada".
--"¿Nada de nada?".
--"Aunque no lo creas".
No insistí. Ya vestido bajamos a su departamento y desayunamos. Y ya cuando me despedía de ella Esther me pidió: "¿me dejas darle besitos a tu palito?".
--"¿Quieres?".
--"Tengo esa fantasía contigo, además hace tiempo que no… hago eso".
No hizo falta que fuéramos a su recámara, me recargué en la mesa de la cocina, ella se hincó en el piso y abrió mi pantalón para sacarme el miembro que de nuevo estaba erecto, "me gusta mucho tu polla, la tienes linda, muy dura y gruesa, me encanta tu pinga y me la quiero comer toda", y sin decir más sus labios se abrieron para comerse mi verga, lentamente primero, hasta hacer que su nariz tocara mis vellos, así varias veces, luego poniendo su boca sobre el glande y succionando, así muchas veces, hasta que ya caliente apretó los labios sobre el glande para pelarlo, hacer que el prepucio se recorriera y dejara la verga pelona, volvió a mamar sobre la cabecita ahora desnuda y su mano empezó a frotar el tronco de la verga, sentí que me venía, Esther lo sintió también y sacándose el miembro de la boca me pidió: "anda, vente, dame tu leche en la boca" y en ese momento eyaculé sintiendo como la boca succionaba tragándose todo el semen, cada chorro de leche pasaba por su garganta hasta dejarme seco, al final la vieja todavía lamió los contornos de la verga recogiendo los últimos restos de mi venida, luego se levantó lentamente y me dio un beso con leche, con mi leche.
Y mientras me abrochaba el pantalón sonó el teléfono, Esther fue a contestar a la sala y cuando regresó me dijo apurada: "¡Llamó Toño!, que siempre no se fue a Puebla, que viene para acá, ¡tienes que irte, rápido!".
Salimos apurados a la calle y casi cuando subía a mi carro me dio su número de teléfono: "Llámame cuando quieras, pero por favor ahora tienes que irte que mi hijo llega en cualquier momento". Le hice caso y arranqué el auto con fuerza alejándome de ese lugar, avancé por la avenida y al dar vuelta en el retorno en la salida a Veracruz vi en el carril contrario el carro de mi amigo, venía rápido y apenas noté que iba discutiendo con su señora. Más adelante, ya en la caseta de cobro de la autopista, noté la servilleta de papel con el número telefónico de Esther y mientras pagaba pensé: "bueno, tal vez de regreso pasé a visitar a la señora esa, ¿cuántos años tendrá Esther?, casi cincuenta, seguro, pero le encanta el miembro, eso se nota" y sonreí acelerando para incorporarme a la carretera.
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