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Categoría: Incestos

Estefanía pervierte a su tía

RESUMEN



Lo siguiente que sintió fue una lengua lamiendo su culo, y después entrando y saliendo de él. No tardó la cabeza de la verga de Blas en acariciar el ojete del culo de Matilda. Hizo círculos sobre él. El ojete comenzó a abrirse y a cerrarse pidiendo verga, Blas, se la dio



Estefanía estaba en pijama en la sala de su casa sentada al lado de su tío, con la cabeza apoyada en su hombro. Serafín, dormía. Fue cambiando de canal y en uno se encontró con una película de Emmanuel, era Emmanuel 2. La Antivirgen. Ya estaba terminando. Vio como una jovencita besaba al marido de Emmanuel y después la besaba a ella... Metió una mano debajo del pijama y dentro de las bragas. Comenzó a masturbarse viendo aquella escena erótica... La película acabó. No le dio tiempo a correrse. Tenía los pezones duros como piedras y el coño mojado le latía. A su lado tenía al tío, sobando. Le abrió la cremallera y le sacó la verga, flácida. La cogió y la metió en la boca. Poco a poco la verga fue cogiendo cuerpo. Al rato estaba tiesa como un palo. Se iba a sentar sobre la verga de su tío y llegó a la sala su tía Matilda. Vestía un picardías blanco de seda, que transparentaba sus grandes tetas y la gran mata de pelo negro que rodeaba su coño. No llevaba bragas ni sujetador. Le puso el coño en la boca, al pasarle la legua sintió que estaba empapado. Le preguntó:



-¿Que has estado haciendo, tía?



-Pensado en ti. Quiero volver a correrme en tu boca.



La bocina de un auto despertó a Estefanía, que estaba echando la siesta. Se tocó el coño. Lo tenía empapado. Se metió dos dedos, y acariciándose las tetas, comenzó a masturbarse pensando en su tío y en su tía... Se sentaba sobre la verga de su tío. La verga entraba hasta el fondo de su coño. Su tía, de rodillas delante de ella lamía su clítoris. Su jugo iba bajando por la verga de su tío hasta empapar sus cojones. Su ojete se abría y se cerraba... La bocina del auto volvió a sonar y la descentró. Estefanía sabía que era su amiga Rita, pero tenía que correrse o estaría todo la tarde y toda la noche del sábado picándole el coño. Oyó la voz de su tía al otro lado de la puerta de su habitación.



-Levántate, perezosa.



-Dile a Rita que entre en casa y me espere.



-¿Qué estás haciendo?



-Una paja.



-¿Te ayudo?



-Ya estoy acabando.



Matilda entró en la habitación.



-¿Quieres correrte en mi boca?



-¿Te gustó mi jugo?



-Me encantó.



-Ven.



Estefanía se destapó, Matilda se metió entre sus piernas. Le quitó las bragas. Pasó la lengua por su coño empapado, y le dijo:



-Dámela.



Estefanía frotó el clítoris con cuatro dedos. Matilda metió su lengua en la almeja, y al ratito, sintió como el coño de su sobrina apretaba su lengua y le iba llenando la boca de jugo mientras gemía y temblaba de placer.



Al acabar se besaron. Estefanía saboreó en la boca de su tía los restos del jugo de su corrida. Después, le dijo:



-El tío no vuelve de Bruselas hasta el lunes. ¿Quieres hacer un trío esta noche?



Matilda, ya sentada en el borde de la cama le respondió:



-No, una cosa son las fantasías y otra la realidad.



Estefanía acaricio el cabello de su tía.



-Te lo ibas a pasar muy bien.



-¿Contigo y con una amiga tuya?



-Sí, y con dos amigos míos.



-¡Ni harta de vino!



-Pues te ibas a correr como nunca te corriste en tu vida.



-Ya no será la cosa para tanto.



-No es para tanto, no, es para más. Anímate, mujer.



Matilda comenzó a ceder.



-Me da un no sé qué, que se yo.



-Cuando tengas las dos vergas dentro de ti ya no te lo dará.



-¿Tienen las pollas grandes?



-Grandes y gordas.



-¿Quién sería la otra chica?



-Rita.



-¿Es de confianza?



-Es como una tumba.



-¿Y ellos?



-Dos tumbas más.



-Nunca engañé a tu tío, bueno, contigo, pero eso ya lo sabe.



Volvió a sonar la bocina del auto de Rita.



-¿Pasamos una noche loca o no?



-Pasamos.



Quince minutos más tarde, iba Rita conduciendo su Fiat 500 Barbie, y le dijo a Estefanía:



-Estás muy guapa, con esa minifalda roja y esa camiseta blanca, pero cada día tardas más en arreglarte, chica.



-Me vestí y maquillé en diez minutos.



-¿Y cómo tardaste tanto?



-Me pillaste haciendo una paja. Vino mi tía...



-¡¿Te pilló tu tía masturbándote?!



-Sí, y me ayudó a correrme.



-¡¿Cómo?!



-Cómo va a ser, como me haces tú, comiéndomela.



-Tú y tú tía. ¡Qué fuerte! ¿Está buena?



-Buenísima. Sólo la polla de mi tío entró en su coño.



-¡Quién la pillara!



-La pillarás está noche.



-Me acabas de poner cachonda, pero cachonda cachonda. Hazme una paja,



-La última vez casi nos matamos.



Rita puso voz de niña mimada.



-Anda, házmela, cuando me vaya a correr paro en un lado de la carretera.



Estefanía le levantó la blusa blanca y le comió sus pequeñas tetas. Rita abrió las piernas. Su minifalda verde ya la tenía subida. Le metió la mano dentro de las bragas y comenzó a masturbarla con dos dedos. Rita, le dijo:



-Bésame.



Estefanía besó a Rita en el cuello y en los labios. Los coches que venían de frente y las veían besarse flipaban en colores.



Un cuarto de hora más tarde. Rita ya no podía más. Paró el auto en el arcén, y le dijo:



-Acaba.



Estefanía, morreando a Rita, movió los dedos dentro de su coño y en un par de minutos hizo que se corriera como si fuese un río.



Estaban besándose cuando un guardia civil de tráfico acompañado de una agente les tocó en la ventanilla. Después de que Rita les abriera la ventanilla, las saludó y les dijo:



-Este no es sitio para besarse, señoritas, pueden causar un accidente.



Estefanía, mostrándoles el jugo de la corrida de Rita que tenía en la palma de su mano, le respondió.



-Ya acabó, señor agente.



El guardia civil y la pareja, una joven morena, de veinte y pocos años, vieron como Estefanía lamía la palma de su mano y la multitud de hilillos de flujo que iban de dedo a dedo hasta dejarla limpia. Le preguntó ella:



-¿Eso es lo que me imagino?



-Es mujer, sabe que sí. ¿Hemos cometido alguna infracción?



La agente, colorada, le respondió:



-Nada que se pueda demostrar, circulen.



A las doce y cuarto de la noche...



Rita, que era morenita, alta, delgadita, de pequeñas tetas, largas piernas y muy hermosa, estaba en la cama besándose con Estefanía. Las dos estaban desnudas.



Los amigos de Estefanía, Blas y Braulio, que también estaban en pelotas, eran como dos armarios empotrados. Con más músculos que el mismísimo Hércules. Llenos de tatuajes. De un metro ochenta y algo de estatura. Unos treinta años de edad. Tenían la cabeza rapada. Estaban de pie al lado de la cama, Blas detrás de Matilda, agachado pasándole la lengua por el periné y el ano, Braulio, comiéndole las tetas y metiéndole dos dedos en el coño. Al rato, Braulio, le metió la verga en la boca. Matilda, en cuclillas, chupó con ganas. Blas le metió dos dedos en el coño, le buscó el punto G, y metiendo y sacando los dedos a toda hostia hizo que se corriera. El jugo de la corrida le empapó la mano y dejó un pequeño charco en la alfombra... Después, Matilda, chupó las dos vergas. Masturbó una y chupó la otra... Más tarde se inclinó y mientras chupaba la verga de Blas, Blaulio, le folló el coño.



Al rato, Blas, echó a Matilda boca arriba en la cama. Estefanía y Rita la besaron en la boca con lengua, ahora juntas, ahora por separado...



Blas le mamó y magreó una teta y la masturbó, Braulio jugó con la otra teta. Luego, Estefanía la siguió besando. Rita, se metió entre sus piernas, y le comió el coño, muy suavemente. Su lengua rozó los labios, el periné, chupó y lamió el clítoris... Poco después, Matilda, entre gemidos, dijo:



-Me corro, me corro, me corro. ¡¡¡Me cooorro!!!



Al acabar de correrse Matilda y de apartarse Rita, Blas se la clavó en el coño empapado por la inmensa corrida. Con los besos de Estefanía, el magreo y las mamadas en sus tetas de Braulio y Rita y los chupinazos de la tremenda verga de Blas en su coño, Matilda, al ratito, se volvió a correr, diciendo:



-¡¡¡Me voy al paraíso!!!



Cuando Matilda acabó de sacudirse con el placer. Quedó media muerta. Los dos bichos se fueron a por Estefanía y Rita. Las besaron en la boca. Bajaron a las tetas y se las comieron bien comidas. Luego les comieron el coño. Tenían unas lenguas el doble de grandes que sus coños. Cada lametada cubría el culo y el coño. Al rato, Braulio, hizo que Estefanía se pusiese mirando a los pies de la cama, luego se echó boca arriba y la invitó a que subiese, Blas hizo lo mismo con Rita. Las jóvenes comenzaron a meter aquellas vergas. Les entraron apretadísimas. Al rato, Rita miraba como la verga de Braulio entraba y salía mojada del coño de Estefanía y Estefanía miraba como la verga de Blas entraba y salía mojada del coño de Rita. Ver el mete y saca de la otra las excitó aún más. Se volvieron amazonas cabalgando al trote, movieron cada vez más y más rápido sus culos hasta que, Estefanía, desplomándose sobre Braulio, exclamó:



-¡¡¡Diooos!!



A la corrida de Estefanía le siguió la de Rita.



-¡¡¡Me voooy!!



Matilda, que se estuviera tocando viendo como follaban, ya estaba otra vez caliente como una perra. Cuando Estefanía descabalgó a Braulio y vio salir de su coño el jugo de la corrida, ya no aguantó más, subió ella encima de Braulio y lo cabalgó a lo bestia, buscando su orgasmo. Sintió una mano que la empujaba hacia delante, era la de Blas, lo siguiente que sintió fue una lengua lamiendo su culo, y después entrando y saliendo de él. No tardó la cabeza de la verga de Blas en acariciar el ojete del culo de Matilda. Hizo círculos sobre él. El ojete comenzó a abrirse y cerrarse pidiendo verga, Blas se la dio. Se la dio muy despacito. Estefanía, por un lado, y Rita por el otro, le magreaban las tetas, Blas le lamía la espalda mientras se la metía. A Matilda, que no paraba de gemir, le encantaba.



-¡Es una sensación maravillosa!



Estefanía, le dijo:



-Lo sé, y ya verás cuando te corras.



Un rato más tarde, dijo Matilda:



-¡Ay qué me muero, ay que me muero! ¡¡Ay qué me muero!!



El culo y el coño de Matilda, al correrse, apretaron las vergas de Blas y de Braulio. Era como si les estuvieran pidiendo leche, y le dieron lo que pedían. Matilda, con el coño y el culo lleno de leche, sintió tanto placer que se babeaba. Acabó de correrse y le dio al culo a toda mecha para volverse a correr, en pocos segundos se corrió. Siguió y se volvió a correr, y no siguió porque en su sexto orgasmo de la noche sintió tanto gusto que se quedó sin fuerzas ni para mover el culo.



Era hora de tomarse un descanso. En la cubitera les esperaban dos botellas de Dom Pérignon del 2016, y en la nevera 250 gramos de caviar.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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