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El agua se deslizaba caliente por mi piel dándole un tono rojizo. El vapor envolvía la ducha y junto a la luz de las velas hacia que mi cuerpo se relajase poco a poco. La espuma del jabón se escurría empujada por el agua.
En mi mente se repetían las escenas que horas antes habían surgido sin esperarlo, recordaba como las manos de mi marido acariciaban mis piernas, haciendo círculos con el dedo detrás de las rodillas, la manta suave rozaba la piel de mi espalda mientras las manos de él presionaban los muslos y subían ardientes y resbaladizas por el aceite de aloe vera. Sin darme cuenta empecé a notar como mi sexo se iba humedeciendo, podía imaginar sus manos en mis glúteos apretando. Por un momento pensé que hacía tiempo que no sentía un orgasmo descontrolado, que desde que habíamos tenido a nuestro pequeño el sexo ya no era salvaje como antes.
De repente sus manos empezaron a presionar mis glúteos como me lo estaba imaginando y mi vulva comenzó a inflamarse entre mis piernas, sus manos se deslizaron entre ellas como si hubiese notado mi deseo silencioso y comenzaron a acariciar los labios depilados y suaves. Fueron adentrándose ávidos de provocar esos espasmos que tanto le gustaba observar, empecé a apretar las piernas hundiendo su mano más si podía en mi vagina. Mientras estaba absorta en saborear el gusto que me provocaba sus dedos dibujando espirales dentro de mi noté como sus dientes se hundían en una de mis nalgas.
Sacó los dedos de mi interior, me tomó por las caderas y me obligó a levantarlas quedando de rodillas delante de él, expuesta como estaba, abierta a él empecé a mojarme más si podía. La situación me podía, me sentía sumisa ante él. Yo, la mujer de haz esto y lo otro. Yo, la que mandaba a todo el mundo, la que no soportaba un no. Oí el ruido de la bragueta del vaquero y la hebilla del pantalón golpeando el suelo, intente girarme pero él ya se había colocado detrás de mí y apretaba con una mano mi espalda para aprisionarme el pecho contra el sofá. Noté como su pene me penetraba poco a poco. Quería gritar, moverme, estremecerme, pero estaba totalmente a su merced, a la marea de sus embestidas que salían de mí entraban de una sola vez. De repente note un líquido frío en mi ano y su dedo moviéndolo en círculos y penetrándome poco a poco. Los movimientos se iban haciendo más rápidos y fuertes, tanto con su pene como su dedo, en un momento sentía me penetrada por los dos orificios a la vez haciendo que me estremeciera como hacía tiempo que no lo hacía.
Cuando ya pensaba que no podía aguantar más salió de mí y puso su pene en mi boca. Me sentía tan sucia, tan viva… absorbí mi sabor mezclado con el suyo, deslicé mi lengua por sus testículos y acaricié sus glúteos mientras me hundía su pene en mi boca lo más hondo posible, parecía que él lo disfrutaba porque echaba las cadera hacía delante como queriendo adentrarse más así que abrí más los labios y gire un poco la cabeza hasta que su glande rozaba mi garganta y mi nariz se golpeaba con su vientre.
Al sentir que estaba a punto de correrse me agarro del pelo y saco su pene de mi boca. Se sentó en el sofá y me obligo a sentarme a horcajadas, me acarició las caderas y las forzó para que se movieran en círculos. De repente se rompió el silencio que había reinado hasta ese momento, salvando el de gemido y susurros que podían haber hecho sonrojar a cualquiera, me miró a los ojos, me besó en los labios y al oído susurro:
-Necesito irme dentro de ti ya.
No necesité más incentivos, esas palabras hicieron arder mis oídos y mi sexo al máximo. Empecé a moverme rápido de arriba abajo mientras él pasaba de un pezón a otro besándolos y mordiéndolos. Y entre esa furia nos fuimos en un órganos que yo al menos había intentado controlar, al sentir su deseo desesperado me dejé llevar y al notar el calor de su semen abriéndose paso por las paredes de mi vagina y chorreando metí la mano entre su cuerpo y el mío y empecé a acariciar en círculos mi clítoris y entre las pequeñas descargas de espasmos que me llegaban a través de su pene, el liquido caliente que invadía todo mi sexo, los dientes de él que hacían retorcer mis pezones y mis dedos que sabían perfectamente lo que mi cuerpo buscaba y quería, los espasmos empezaron a sobrevenir, tantos y tan rápidos que me quedé recta y quieta, él apartó mi mamo y comenzó a apretar mi clítoris lo justo para terminar el trabajo. Eché la espalda hacía detrás, mis ojos se cerraron y mi boca se abrió casi desencajada.
-Te queiro, no te puedes imaginar lo que me gusta verte disfrutar y corriéndote en mi mamo. Te quiero, te necesito, eres mi todo.- mientras me reponía del orgasmo mi marido no hacía más que repetir esas palabras. Y abrazados una encima del otro nos dormimos unos minutos.
No sé el rato que estuve debajo del agua de la ducha recordando cada detalle, pero lo suficiente como volver a sentirme húmeda así que dirigí el chorro de agua caliente al rincón de mis excitaciones y ahí, sola, rodeada de vapor y velas, volví a correrme, pero esta vez solo para mí.
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