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Estaba buscando a quien arreglara el jardín, encontré un dominicano

Estaba buscando a un joven que arreglara el jardín, encontré un dominicano que me hizo despejar la mente y me voló la cabeza.



Cuando mi esposo y yo estuvimos viviendo en Estados unidos, nos mudamos en varias ocasiones. Vivimos en Houston Texas, Nueva york y por último Los Ángeles, donde permanecimos la mayor parte en nuestra estadía en Norte América. Me gustaba ese lugar porque había muchos paisanos y gente latina que, (la mayoría) eran muy amables. En la ciudad había gente de todas las naciones habla hispanas tratando de ganarse el pan de cada día de alguna manera. La casa a la que nos habíamos mudado tenía un precio muy bajo de renta porque necesitaba muchas reparaciones. Honestamente a mí no me gustaba para nada, pero mi esposo no tenía para más, por lo que tuvimos que conformarnos con eso. Él tenía algunos ahorros en su cuenta, como íbamos a quedarnos más de un año tuvimos que emplearlos para reparar la casa. Yo también tuve que cooperar con él aunque no me fascinaba la idea para que no nos viéramos tan apretados con los gastos de la casa. Mi esposo me dijo que fuera a un lugar donde gente que hablaba español buscaba empleos y yo tuve que ir a buscar a alguien que empezara por lo más básico, el jardín. Estaba hecho un desastre pero tenía potencial para quedar muy lindo con una buena mano, por lo que fue lo primero que decidí encontrar, un buen jardinero.



El lugar estaba en una parada de autobuses. Varios hombres se reunían ahí con cartelones que decían lo que hacían en un pobre ingles con muchas faltas de ortografía y español. Yo disminuí la velocidad de mi auto y me acerque para ver si había alguien con un letrero de jardinero. Los letreros que más se repetían era el de mecánico, plomero y albañil o constructor. Avancé a donde estaba otro montón de gente y encontré a un muchacho joven que por fin llevaba un letrero de jardinero. Era un chico de panamá. Era muy alto y llevaba unos jeans deslavados y muy sucios. Tenía una camisa de tirantes blanca y una mochila color azul con negro algo rota y desgastada también. Me baje del auto y le pregunté – ¿disculpa, tu puedes ayudarme con un trabajo de jardinería? –. El me vio algo sorprendido y no dijo nada, solo se quedó mirándome de pies a cabeza. ¿Acaso no hablas español? –pregunté nuevamente–. Perdón es que me perdí por un momento en tu belleza mami, si hablo español, me llamo William Castillo, soy de Republica Dominicana –dijo mientras me escaneaba con la mirada–. Bueno mucho gusto, mi nombres es Julia García, ando buscando quien me arregle el jardín –dije mientras miraba admiraba su cuerpo tan atlético–. Él se sonrió y me dijo  –yo soy su hombre señora, yo puedo ayudarla con ese trabajito, claro está por una buena plata–. ¿Cuánto es lo que usted cobra por su trabajo? –Pregunté con curiosidad–. Bueno yo cobro ocho dólares la hora –dijo–. ¿No le parece demasiado solo por arreglar un jardín? –pregunté algo indignada por el precio, y por qué no tenía mucho dinero, la verdad estaba tratando un poco de negociar–.  Bueno siempre puede ir con un profesional, o alguien que tenga una empresa, pero esos le van a cobrar muchísimo más mamita –dijo con una sonrisa altanera en su rostro, pude ver como sus dientes eran blancos como la leche–. No se preocupe, esa cantidad está bien, suba conmigo a mi camioneta y poder llevarlo a mi casa, así se podrá poner a trabajar de inmediato –dije–. El acepto y nos fuimos los dos en la camioneta para mi hogar.



En el camino podía ver como su mirada no dejaba de ver mi escote y mis piernas. La mirada tan penetrante de aquel hombre parecía perforar mi ropa, y destrozarla solo con sus ojos. Yo me sentí algo incomoda pero después de unos minutos me acostumbre a él. Era un hombre bastante intimidante. Era muy alto y fuerte y con un color de piel oscuro como la noche. Tenía muy poco cabello rizado y llevaba algunos tatuajes en los brazos y el cuello. Temía que en el camino me fuera a hacer algo, pero no pasó nada más que unas cuantas miradas atrevidas. Parecía ser un hombre de trabajo y realmente nunca se quiso propasar conmigo. Pero tenía que entenderlo, era hombre y los hombres nunca desaprovechan la oportunidad para deleitar su vista de todas las maneras posibles.



Cuando llegamos a la casa mi marido ya se había ido para el trabajo. Yo abrí las puertas de la casa y le dije a aquel hombre que entrara. Desde que estaba casada era la primera vez que me quedaba a solas con un hombre en mi casa. El vio admirado nuestra casa y dijo –pues está muy grande su casa señora, algo descuidada, pero muy grande–. Yo le dije –bueno, no es nuestra, solo la estamos rentando, mi marido y yo no nos quedaremos por mucho tiempo, por lo que queremos que quede bien en el poco tiempo que estaremos aquí–. Si, ya veo –dijo–. Bueno, déjeme ver por dónde voy a empezar con mi trabajo –añadió–. Fuimos a la puerta de la parte de atrás de la casa y salimos al jardín. Cuando el hombre lo vio dijo –esto es demasiado trabajo señora, yo no voy a poder cobrarle tan poco por arreglar este desastre–. Yo no sabía qué hacer y trate de presionarlo para que lo hiciera. Usted me dijo que esa era su tarifa normal, ahora resulta que me va a  querer cobrar más –dije–. Mire, yo no tengo muchos trabajos muy seguido, necesito realmente trabajar señora, pero ese dinero es muy poco por mi trabajo y no tengo que comer desde hace más de tres días –dijo–. La verdad yo estaba pensando en ayudarlo cumpliendo su tarifa con mi dinero pero se me ocurrió hacer un trato con él. MI marido se acostaba con mujeres de su trabajo y yo ya lo había descubierto varias veces pero no dije nada. La verdad no me importaba mucho así que yo siempre le pagaba con la misma moneda, ese momento quise hacerlo con ese hombre para vengarme de él. Yo te pago cinco dólares más por hora si tú me ayudas a mí con algo sencillo –dije mientras ponía mi dedo en mi boca para chuparlo y provocarlo disimuladamente–. Usted dígame mami rica que es lo que debo hacer y yo lo hago –contesto desesperado–. Necesito que me des lo que mi marido no puede, una buena cogida –dije mientras le mostraba mi escote abierto–.



Él se quitó la mochila y la tiro al suelo y se acercó rápidamente hacia mí. Yo temblaba y el me tomo fuerte de la cintura. Sin esperar mucho me beso metiendo toda su lengua en mi boca a la fuerza. Sus besos eran muy apasionados pero descontrolados y violentos, me mordía en ocasiones succionaba fuerte mis labios hasta soltarlos cuando los estiraba mucho. Olía mucho a sudor y su boca le apestaba también. Parecía que con sus besos quería inundar mi boca con su saliva. Yo solo me dejaba dominar mientras el con sus manos iba ganando terreno. Las puso de inmediato en mis pechos y los aplasto con fuerza. Mis senos cambiaron de forma entre sus manos y el los veía maravillado. Están enormes estos melones mamita, que ricos se ven, son naturales  –dijo bufando de calentura–. Yo le dije –porque no me quitas la ropa y lo averiguas–. El tomo con sus fuertes manos mi blusa de la parte de en medio y de un fuerte jalón la rompió haciendo volar los botones por todos lados. Mi lencería roja quedo ante sus ojos. Mi sostén hacia que mis pechos se juntaran mucho porque eso le encantaba a mi marido y solía comprármelos el en la tienda. Aquel hombre de inmediato se agacho par asentir la piel de mi busto con su lengua. Los chupaba de la parte superior desesperadamente. Este sostén me lo compro mi esposo para que él lo disfrutara, y lo estas disfrutando tu primero –dije mientras me reía un poco–. Bueno pues habrá que darle un buen uso mamita –dijo el–. Con una mano desabrocho mi sostén y me lo quito rápidamente. De inmediato se dirigió a mis pezones para atacarlos con su boca despiadadamente. Yo tomaba su cabeza y lo acariciaba mientras yo gemía de placer. Sus pequeños mordiscos y desesperadas lamidas hacían crecer la corriente de mi vagina para convertirla en un rio de excitación. No quería parar de besar mis pechos, pero yo también quería darle placer. Quítate ya esos sucios pantalones –dije mientras empezaba desesperadamente a desabrochar el botón de aquel deslavado pantalón–. Yo me puse de rodillas para prepararme para comerme su pene y después de bajar su calzón lo pude ver. La sala parecía un buen lugar para coger así que no nos movimos de ahí. Yo le ayude a bajar por completo su bóxer y pude verlo. Un pene moreno, casi brillaba su piel. Era de muy buen tamaño pero no era muy grueso. La verdad me sorprendió un poco. Tenía mucho vello púbico, largo y espeso y aun así su pene se veía muy largo. Traes una pistola grande –dije riendo–. Bueno mamita es lo que hay –dijo–. Olía profundamente a orines pero la excitación y el poco sexo que tenía hicieron que no me importara. Comencé a mamárselo sin restricciones. Lo metía hasta más de la mitad de su tamaño. Había pasado mucho tiempo desde que había tenido un pene así de grande y ya había perdido práctica. Su pene se deslizaba hacia mi garganta por que el me forzaba con sus manos en mi cabeza. Como a todo hombre le gustaba agarrarme de la cabeza mientras lo hacía. Yo seguí masturbándolo y mamándolo con fuerza. Cada vez me presionaba más para ir más lejos, mientras el solo gemía y gozaba de placer. No pasaron más de diez minutos chupándolo cuando por fin llego lo que tanto esperaba. Abre la boca y di ah, mamita –dijo mientras masturbaba su gran polla y  me ponía la otra mano en mi cabeza para mantenerla cerca. Dame tu leche negro, dámela ya, la quiero –dije llena de lujuria–. El bufo muy fuerte y gruño mientras su leche de color amarillo salía de su pene a borbotones. Era espesa y muy caliente. Yo la recibí en mi cara y pude sentir su calidez. Algunos chorros fueron a para a mi boca haciéndome saborearla a la fuerza. Cómetela toda negra, no dejes ni una gota –dijo–. Yo me acerque de nuevo a él y le volví a mamar su polla para sacarle hasta la última gota. Cuando lo hice él se estremeció mucho y gimió de nuevo. Yo pude sentir como dejaba limpia por completo su uretra y me bebí aquella amarilla leche. Que gusto me acabas de dar mamita, tenía dos meses de que no me daban una chupada –dijo mientras se sentaba a recuperarse en el sillón–. Aun no acabamos, te toca a ti– dije mientras me comía el semen que aún quedaba en mi rostro con mis dedos–. Después de unos minutos que estuvimos sentados escuche la puerta. July mi amor, ya llegue –dijo mi esposo-. -Puta madre, vistete, es mi esposo. Continuara…



 



 


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