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Categoría: Confesiones

Esta es mi historia 2

Repaso detallado de mi vida sexual.

Les recuerdo que esto es realidad, no fantasía y que no deseo escandalizar a nadie pero así es como recuerdo las experiencias que he vivido.

En mi relato anterior quede en el momento que Anita y yo quedamos desnudos.

Yo no sabía qué hacer, abrí bien los ojos para poder apreciar lo que tenía frente a mí, desnuda Anita era maravillosa, su piel tenía un tono rosado, como en un tono fresa ligero, a mi mente venían colores de comida, y ella fue lo que me pidió, yo solo obedecí sus instrucciones.

Me acostó en el centro de la cama, paso sus piernas a mis costados, se sentó casi sobre mis rodillas, tomo entre sus manos mi pene que apuntaba al techo, comenzó a acariciarlo con movimientos suaves de arriba abajo, no movía la piel más allá que para  la cabeza se insinuara y se mostrara la pequeña hendidura, utilizaba ambas manos y en algunos movimientos apretaba mis bolas casi con ternura, avanzo hacia mi pecho después de haberme acariciado por más de quince minutos, empecé a sentir humedad en mis rodillas, al momento empezó a tallar mi pene con la parte más alta de su hendidura, hacia movimientos firmes tallándose a lo largo de todo mi miembro, la humedad comenzó a mojar mi pene que brillaba de tanta humedad. -¿No te duele? Pregunto entre dientes, yo conteste moviendo mi cabeza negativamente, estaba entretenido viendo el fabuloso espectáculo del balanceo de sus senos que tenían los pezones sobresaliendo más de un centímetro,  -¡Tócalos si quieres! Dijo echándose un poco hacia el frente, con mis manos atrape los dos a la vez, apreté con suavidad y me extasíe por su firmeza y suave textura, lleve mis dedos a los pezones y los apreté a tres dedos.

Cuando veía a mi madre amamantar a mi hermano pequeño, apreciaba que el pezón salía a la presión que los dedos de mi madre, cuando presione vi crecer los pezones de Anita y pregunte: -¿Tienes leche? Ella sonrió y me dijo que no porque no había tenido niños pero que si quería probar, que chupara.

Levante mi cabeza apoyándome en mis codos, empecé a chupar y besar sus senos, iba de uno al otro y a cada movimiento se endurecían más los pezones pero también sus senos que empezaron a hincharse, por lo que se veían más tersos y más blancos, sus aureolas se iban llenando de bolitas, como si fueran a surgir nuevos pezones, algo debía haber hecho bien porque en un momento se sacudió por un estremecimiento que iba de su cintura a la cabeza, se inclinó sobre mí y recargo su frente en la mía y me beso suavemente en los labios.

Nunca nadie más allá de la familia me había besado, sentí esa caricia como algo íntimo y que solo nos pertenecía a Anita y a mí, en el segundo intento, su lengua penetro entre mis labios dejando su humedad y su sabor, que maravilla de sensación, la locura.

Después hubiera querido muchos más besos, pero Anita tenía otros planes y otras necesidades, mantenía en todo momento las caricias a mi pene y a deslizarse por encima de este, se retiró brevemente y dijo: -¡Voy a meterlo!, ¡Quédate quieto! A ver si lo aguanto.

Se irguió sobre sus rodillas para colocar mi pene en el centro de su hendidura, lentamente lo froto a lo largo y ancho de ella y se fue sentando sobre de él, yo me entretuve viendo como su rostro se transfiguraba, empezó sonriendo y luego ese rictus cambio a la cara de sorpresa, luego cerro sus ojos mientras su lengua relamió sus propios labios, pujo y termino de clavarse, sus nalgas chocaron con mis piernas y dio un largo suspiro Ahhhhh, ¡Que sensación tan rica! Dijo, me siento totalmente llena, ¡Nunca nadie había estado tan dentro de mí! ¡Hay chiquito!, eres una delicia.

Se movía lentamente de atrás para adelante, sentía los huesos de su pelvis tallarse contra mi pene, sentía las paredes interiores de su vagina como guantes de seda sobre la piel de mi pene, su humedad corría hasta empapar mis bolas y las sabanas de la cama.

Anita se estuvo moviendo arriba de mi por más de media hora, todo su cuerpo transpiraba abundantemente, su rostro mostraba su sonrisa pero se empezaban a marcar grandes ojeras, el sudor corría por su frente y su cabello estaba nuevamente humedecido como cuando salió del baño, dejo de moverse y se recostó sobre de mí, sus senos se aplastaron contra mi pecho, me solace acariciándolos por su costado, el sudor también cubría su superficie desde las axilas hasta la cintura, se desmonto de mí y al hacerlo un sonido como al destapar una botella se escuchó entre nuestros sexos, mi pene seguía tieso, apuntando al cielo, la humedad era excesiva, lleve mis manos a acariciarlo, moje ambas manos en esa viscosa humedad, no sé porque lo hice pero lleve una de mis manos a mi boca y probé lamiendo con mi lengua. Un sabor dulzón llego a mis papilas gustativas acompañado de un aroma que después reconocería como el olor de una hembra deseosa y satisfecha.

-¡Chiquito! Mira como me tienes, temblando de deseo por ti, pero ya no puedo moverme, quiero más de ti pero ya no aguanto mis piernas, dijo al tiempo que se estiraba a mi lado sobre la cama. Se abrazó a mí y me beso nuevamente en los labios con su lengua penetrando mi boca dejando unas finas líneas de saliva al hacerlo, a mí me supieron a gloria y busque renovar el beso, nos besamos por más de diez minutos y sentí por primera vez la unión completa de dos personas mediante el beso y el intercambio de salivas.

Anita me abrazaba y recorría sus manos por todo mi cuerpo parando siempre sobre mi pene erecto, abrió las piernas y me dijo: -¡Ponte en medio chiquito!, por su postura pude apreciar a plenitud como era la hermosa flor de su sexo, su hendidura era de un rosado brillante por la humedad, se abría y cerraba al ritmo de su respiración, dejaba entrever un tono más rojo en el interior, pequeñas gotas como de roció matinal, se desprendían de la unión de su hendidura, parecía una boca vertical que se abría invitando a ser besada, muchas noches después, le daría su primer beso, al menos contra mi boca, acerque con cuidado mis dedos y titubeante me atreví a deslizarlos a todo lo largo y ancho de su vagina, como si quisiera pintar al detalle cada pliegue de ella.

Anita temblaba a mis acciones que para ella eran una suave caricia, seguí con el recorrido y descubrí debajo de la unión de sus labios un pequeño bulto que lucía como un pequeño pene, empuje suavemente y ante mis ojos, descubrí como crecía, lo presione y lo moví de izquierda a derecha, se endureció y se levantó más llegando a sobresalir más de un centímetro por sobre sus labios, -¡Métemela despacio! Me dijo al tiempo que tiraba de mi cintura, mi pene permanentemente erecto entro por completo sin encontrar ningún obstáculo, me recargue por completo en ella, nuestras pelvis chocaron, Anita me abrazo con sus piernas, como si me quisiera meter completo en su hendidura, yo me talle contra ella y busque llegar a su boca para besarla, ella abrió su boca y dejo paso a mi lengua y empezó a chuparla con desesperación, sus gemidos se ahogaban entre nuestras bocas, se separó de mi para decirme: -¡Que rico chiquito!, tállate, muévete, haz de cuenta que soy tu mano, muévete hasta que te vengas, ¡riégame con tu leche!

No supe que contestar, solo empecé a moverme de adentro hacia afuera, lento y después más rápido, lo hice hasta que no pude más.

Anita solo dejaba escapar gemidos y suspiros, estuve moviéndome por lo menos treinta minutos y el cansancio en todo mi cuerpo me impedía seguir, me levante y saque mi pene de esa deliciosa funda, brillaba de tanta humedad que arrastro al salir, de su hendidura, salían tantos líquidos como si se hubiera orinado, aunque el olor de su humedad dejo un ligero toque a pescado fresco.

-¡Hay mi chiquito!, me vas a matar de gozadas, déjame acariciarte mi niño, dijo al tiempo que me abrazaba y deslizaba sus manos por todo mi cuerpo y encontrando como punto final mi endurecido pene que se mantenía apuntando al techo.

Nos volvimos a acostar juntos, volvimos a besarnos hasta que Anita se sintió con fuerzas de volver a montarme, estaba como enloquecida, después de otros quince minutos moviéndose arriba de mi con mi pene totalmente enterrado, se sacudió en espasmos hasta que me dio la impresión que había caído en un desmayo. Alarmado, trate de moverla pero me era imposible, su peso era mayor que el mío, al fin, se movió para dejarse caer a mi costado, se estiro sobre la cama y empezó a dormir. Estaba agotada y su cuerpo transpiraba profusamente, aun con mi pene erecto, cogí la sabana y la cobija y cubrí nuestros cuerpos desnudos; me abrace a ella y lentamente fui quedando dormido.

La luz de la recamara se mantuvo encendida, abrí los ojos cuando sentí sus manos acariciar mi pene en reposo que de inmediato recobro su dureza, su cabeza estaba en mi estómago y se entretenía en pasar mi herramienta por toda su cara, tocaba su frente, sus mejillas y pasaba por sus mandíbulas y cuello, para finalizar el recorrido daba un beso en la punta para de nuevo volver a jugar con él.

 

Eran las cinco de la mañana cuando me quede nuevamente dormido con mi pene entre sus manos y las mías acariciando su espalda, deje de ser virgen pero aún no había eyaculado.

Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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