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Espiando a Silvia (2)

Me desperté con una agradable sensación. Silvia se afanaba en una cuidadosa limpieza de sable en mi entrepierna, lo que creaba un magnífico despertar. Le dije se acercara a mi y ella dejó lo que tenía entre manos y se puso a mi lado. La abracé y le besé sus pechos algo caidos por los años, pero todavía consistentes. Mis manos acariciaban su espalda y jugaban con su melena. Ella me trataba como un niño pequeño: me cogía en su regazo y acercaba sus pechos a mi boca, concretamente dirigiendo sus pezones a mis labios para que los chupara y exprimiera. Cuando estos estaban tan duros que parecía que iban a estallar, Silvia se levantó y se puso de pie enfrente de la cama luciendo su bello cuerpo.



Llevaba puesto un tanga de lycra color negro y unas medias negras con unos zapatos de tacon de aguja de charol negro. Se recogió su rubia melena agilmente en una coleta. Tenía un aspecto muy juvenil pero a la vez muy sensual.



-Tengo una sorpresa para tí, Jorgito



-Pues damela, ¿a que esperas?



-Bueno en realidad tengo dos. La primera es que mi marido y Alvaro se han ido a jugar a futbol con unos amigos y no volverán hasta la tarde porque comerán fuera. Y la otra sorpresa es que me he depilado el pubis, para que te sea más comodo hacerme gozar con esa lengua inexperta que tanto me pone.



Sin pensarmelo dos veces me acerqué a ella, la cogí de la cintura y la volví a tumbar en la cama, pero esta vez me coloqué sobre ella para tener el dominio. Me centré en el tanga que cubría su intimidad y lo acaricié suavemente con dos dedos sintiendo la piel de Silvia bajo la tela. A cada pasada por su monte de venus iba ejerciendo más presión sobre los labios, frotando toda su superficie, cada vez más rapido, cada vez más fuerte. Ella se arqueaba y se mordía los labios mirandome con cara de lujuria. Se apretaba los pechos y los aplastaba entre sus manos. Con la mano que me quedaba libre levanté su cadera y busqué su ano, apartando el pequeño trozo de tela de entre sus nalgas. Rapidamente encontré su orificio e introduje mi dedo indicé en su cavidad anal comenzando un suave movimiento de vaivén. Con la otra mano aparté el tanga de la parte delantera y metí el otro dedo índice en su vagina y sincronicé el movimiento de ambas manos. Pedí a Silvia que se pusiese de rodillas. Notaba su interior muy caliente. Ella se colocó de rodillas en la cama. La tenía dominada, la controlaba a mi antojo. Fui incrementando la velocidad poco a poco y ella gemía y pedía más. Cuando creí que iba a alcanzar su orgasmo me detuve y saqué los dedos de sus entrañas. Ella, ansiosa, me pidió que no parara, me suplicó que no parara, pero yo tenía una idea mucho mejor. Le pedí que me acompañara a la bañera del cuarto de baño grande. Esta bañera era más o menos redonda, con jacuzzi, climatizador e hidromasaje y en ella podían caber tres o cuatro personas. La tumbé en el fondo de la bañera con las piernas hacia arriba y junto a una de las paredes donde se encontraba uno de los chorros de hidromasaje apuntando hacia sus genitales. Seleccioné treinta y dos grados en el panel de mandos y activé el hidromasaje que impactó de pleno en la vulba de Silvia. Ella dio un respingo e inmediatamente después se puso a gemir y a resoplar. Sus labios vaginales se movían alocadamente por el impacto del agua, y los jugos de ella se disolvian en el agua que se metía hasta su útero.



Fue entonces cuando llegó mi turno. Me metí en la bañera arrodillándome sobre su cara y dirigiendo mi pene bien duro hacia su boca. Ella lo empezó a lamer. Podía ver su dulce cara toda de color rojo entre mis piernas comiendose mi miembro. Mientras notaba sus duros pezones clavandose en mis nalgas. Al correrme yo, ella llegó al orgasmo nada más sentir mi oleada de semen en su boca, y tuvo que ahogar un profundo grito para no atragantarse con mi leche. Su boca rebosaba y su vagina seguía recibiendo el potente chorro de agua. Me levanté y ella se tragó todo lo que pudo, dejando resbalar gran parte por sus mejillas. Ella jadeaba pero todavía no había acabado el juego; ahora me tocaba a mi mi golosina.



Apagúe el grifo y le ayudé a limpiarse la boca y la cara. Le hice sentarse en el borde de la bañera apoyada contra la pared del baño. Me metí en la bañera y abrí sus piernas. Su raja todavía chorreaba todo el agua que se le había metido.



Su coño estaba muy dilatado, de color rosado con el interior de un color rojo muy intenso. Los labios colgaban un poco y el clitoris se distinguía perfectamente entre estos.



Lamí, primero el espacio de piel que separa el ano de su raja, y muy poco a poco fui subiendo por su entrepierna hasta encontrarme lamiendo sus labios, chupandolos y mordisqueandolos como si fueran una gominola con un delicioso sabor. Chupaba y sorbía el orificio de su vagina vaciandolo de todo el agua que había entrado y entretanto metía la lengua dentro de este sintiendo el calor que de él emanaba.



Según pasaba el tiempo el agua que empapaba el coño de Silvia se fue sustituyendo por sus espesos flujos que me llenaban la lengua a cada pasada. Ella me pedía que le diera más, y yo sintiendo que no podía dar abasto, centré mi atención un poco más arriba: en su clítoris. En cuanto lo toqué con la lengua, Silvia se estiró por completo y dio un rebufo. Así que seguí con su botoncito, moviendolo con el dedo, rodeandolo con mis labios y acariciandolo con la lengua, hasta que Silvia estalló en un grito que no pudo contener. Yo sabiendo lo que se venía, abrí la boca pegandola a su raja e inmediatamente después recibí en ella una desbordante cantidad de flujos que saboreé y tragué, derramando gran parte por sus muslos que quedaron barnizados con la cálida sustancia.



Aprovechando mi excitación y la inmejorable lubricación de Silvia, la puse a cuatro patas en la bañera y me dispuse a montarla como un perro en celo.



-¡Vamos Jorge! quiero sentirte dentro de mí. ¡Dejame preñada! Haz que tu leche inhunde mis bajos.



Sin pensarlo dos veces coloqué la punta de mi pene frente a sus labios que se apretaban entre las piernas y empujé. Al sentir como entraba dentro de su apretado coño, y sentir el calor que proporcionaba el interior de su vagina, mi polla se endureció aun más dandome la sensación de ue iba a estallar. Comencé un rapido movimiento golpeando con mi estomago su culo. Y sintiendo el orgasmo cada vez más cerca. Hasta que en unos pocos minutos me llegó, descargando el poco semen que me quedaba dentro de la madre de mi amigo. Ella se levantó muy contenta y con el coño chorreando mi semen y escurriendole este por las piernas. Y me abrazó, luego me besó en la boca. Un beso largo y apasionado. Un beso que me desgastó las pocas energias que me quedaban. Un beso que me chupó el alma. Un beso que me dejó sin aliento.


Datos del Relato
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1 comentarios. Página 1 de 1
HERNAN
invitado-HERNAN 15-02-2017 16:52:54

Precioso relato, que espectacular hacerla disfrutar a Silvia, hubiera estado espectacular haber acompañado una foto de Silvia, con su vestido negro, algo escotado. Saludos

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