~Gélidas, livianas, sutiles... Percibía aquellas manos ascendiendo por sus piernas vagamente aun en medio de su sopor. Unos dedos acariciaron sus muslos y quizá un gemido brotó de sus labios.
Su cuerpo yacía cansado pero un ronroneo de placer escapó de él cuando aquellos fríos y ligeros dedos tantearon su entrepierna, acariciando su miembro con tortuosa y deliciosa parsimonia.
Se removió levemente. ¿Estaba soñando? Una pesada respiración rozó su oído y un cuerpo se cernió sobre él mientras sentía la sábana que le cubría deslizarse. Un sueño o lo que fuera, qué importaba. Quería más de eso.
Se arqueó contra aquella mano que ahora le masturbaba sin tanta lentitud, y sintió unos dedos rozar su entrada. Gimió y se removió en un estado semiinconsciente, abandonándose ante el reino de Morfeo y la realidad, permitiendo que aquellos dígitos profanaran su sensible carne.
Uno, dos..., aquellos largos dedos exploraban su interior, estimulando prontamente su próstata. Jadeó y entre sueños balbuceó suplicante. Los dígitos le abandonaron y un quejido inconforme brotó de él. No, no quería que aquel sueño terminara.
Su cuerpo vibró al sentir algo más grande y grueso adentrarse en su interior, amoldándose a él, empezando a embestir primero lentamente hasta penetrarle una y otra vez sin contemplaciones.
Sí, quería más. Lo necesitaba. Duro, profundo, salvaje.
El placer se construyó en él de una forma casi sobrenatural. Sí, así. Aquella longitud que profanaba su interior era la llave del Nirvana. Gimió corriéndose con fuerza, estallando de placer como ningún hombre le había logrado hacer.
Su cuerpo se tornó pesado y de forma vaga percibió aquello salir de él. No, aún no. Pero no pudo quejarse. El cansancio le inundó repentinamente y la oscuridad le arrastró.
El despertador sonó taladrándole el cerebro incesantemente. Gruñó y abrió los ojos golpeando el despertador ubicado en la mesita al lado de su cama.
Suspiró. Debía ir a trabajar pero estaba tan cansado. ¿Por qué se sentía así si había dormido toda la noche?
Se estiró y el aire acarició su desnudo cuerpo. ¿Y su sábana? Se miró a sí mismo inquiriendo en los rastros de esperma en su vientre y pubis. Enarcó una ceja extrañado, mas luego una sonrisa se formó en sus labios.
Aquello le había visitado otra vez. No sabía qué significaba. No sabía qué era. Pero, mientras aquello en medio de sus sueños le poseyera de esa manera, le hiciera vibrar con aquel intenso placer como ninguno de sus amantes lo había hecho; no importaba. Ni siquiera el cansancio que carcomía su ser al día siguiente. No, mientras aquello siguiera poseyéndole de esa manera, nada más tenía importancia.