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Escuela de Maduras (María - 1)

Según un estudio, la edad del apogeo sexual es diferente en ambos sexos, si en el hombre se sitúa en la veintena, en las mujeres este punto álgido llega mediada la treintena, incluso la cuarentena. Estas situaciones enfrentadas suelen ser una fuente de morbo. Mientras ellos, jóvenes de cuerpos fuertes son inexpertos, ellas ya han vivido todas las experiencias posibles, y sus cuerpos empiezan a perder el esplendor, dureza y firmeza de otras épocas. Quizás por ello, estas mujeres descubren en los jóvenes el vigor que su cuerpo pide, disfrutando de ese vigor con más intensidad debido a su experiencia.



Como cada día María se encontraba en su despacho de la facultad, preparando las clases del día siguiente. A sus 41 años llevaba 15 años en su cátedra universitaria, durante la cual había conseguido asentarse socialmente. Casada desde hacía 10 años, con un antiguo profesor que ahora era compañero de trabajo, del cual le separaban 20 años. Después de muchos esfuerzos, por fin había conseguido alcanzar la posición por la que tanto había luchado. Felizmente casada, y con un buen empleo, se sentía en la cúspide de su vida. Tenía su vida bajo un completo control, o eso creía ella.



Era una calurosa tarde de Julio, el curso tocaba a su fin y las zonas verdes que rodeaban estaban llenas de estudiantes celebrando el final de las clases, las botellas de alcohol pasaban de mano en mano, a medida que pasaba el tiempo su estado era cada vez más lamentable, el número de borrachos era mayor y estos perdían la vergüenza diciendo toda clase de improperios y burradas a la gente que pasaba, sin respetar la edad ni quien fuese la persona. Podía oír desde su despacho perfectamente, el bullicio exterior. El calor era insoportable, notaba su cuerpo sudoroso, el ruido le impedía concentrarse.



En su despacho, como en el de todos los catedráticos, había como parte del mobiliario un dispensador de agua. Se levantó hacia él, necesitaba beber para matar la sed que aquel bochorno le provocaba, secando su boca. Con el primer sorbo, sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. El agua estaba mucho más fría de lo que pensaba y el contraste era brutal. Notaba como el vello de su piel se erizaba, con el segundo sorbo la intensidad del frio fue menor, pero reafirmo la sensación eléctrica en su cuerpo. Notaba como el sudor caliente resbalaba por su escote. Sus pezones se habían contraído endureciéndose, marcándose y permitiendo ver su forma a través de la ropa.



El vocerío silencio en los pasillos de la facultad, contrastaba con el bullicio exterior. Notaba el bochorno que invadía el ambiente mientras avanzaba en dirección a los baños. A solo unos pasos la puerta del despacho, un alumno, cuya cara conocía una clase de primer curso, se encontraba sentado. María se acerco para comprobar su estado, tuvo que ayudarle finalmente a levantarse, mientras agarrándolo por un brazo logro llevarlo hasta su despacho. Como pudo le hizo entrar, y lo sentó en una de las sillas y le acerco un vaso de agua. Al agacharse para ofrecerle el agua, la caída de su camisa hizo más amplio su escote dejando a la vista el sujetador de encaje blanco, que había escogido para ese día. Los ojos de Miguel, que así se llamaba aquel muchacho, se quedaron clavados en el cuerpo de su profesora…María se incorporó, para evitar que su cuerpo continuará a la vista de aquellos ojos indiscretos.



Se sentó frente al muchacho, mientras este poco a poco se reponía. Se sentía desnudada por la mirada de Miguel que tenía los ojos clavados en el cuerpo de su profesora, mientras lo recorría con la mirada. Mientras Miguel su recuperaba, María ojeo su agenda.



Veo en Miguel que has pedido tutoría conmigo. ¿Algún problema con la asignatura?



Tengo dudas y problemas con algunos conceptos.- Respondió Miguel.



Su voz sonaba por momentos más fuerte y firme.



Buscaré mis apuntes y si quieres, lo hablamos ahora. Puedes sentarte en la mesa redonda mientras busco mis apuntes.



El pantalón del muchacho, no podía ocultar el bulto de su erección y María no podía dejar de mirarlo, a pesar de que su pudor. Notaba sus pezones duros, rozándose contra el encaje de su sujetador, clavándose y marcándose exageradamente. Nunca antes había sentido algo así. Se sentía desbocada y podía notar como sus más bajos instintos la dominaban. Sentía sus bragas húmedas, pegadas a sus labios. Se aproximó a la mesa y se sentó al lado de Miguel, extendiendo los apuntes en la mesa, y comenzando la explicación. Su mente consiguió relajarse y olvidar su estado, por un instante, mientras miraba los papeles y explicaba todos los conceptos a Miguel. Mientras tanto Miguel tenía los ojos clavados en su escote, mientras la excitación de su pene se hacía más visible. Continuaba la explicación, al tiempo que notaba como sus coño estaba completamente empapado. Se acomodaba en la silla nerviosamente, mientras que sus movimientos, provocaban el roce de su tela contra su clítoris, mientras su respiración aumentaba de ritmo. Sintió deslizarse la mano de Miguel bajo su falda, subiendo entre sus muslos. Abrió las piernas para facilitarle el camino, sintió como aquel muchacho apartaba sus bragas, llegando sus dedos hasta sus labios. Deslizaba las yemas entre ellos subiendo desde la entrada de su coño hasta su clítoris, lo pellizcaba y volvía a bajar, estirado levemente su vello, completamente empapado por el flujo viscoso que cubría su coño y empapaba su ropa interior. Miguel soltó los botones de la blusa de su profesora sacando uno de los pechos del sujetador, estaba duro y contraído haciendo que la aureola fuera completamente rugosa. Pasó su lengua por él, apretándolo contra su paladar. María, a pesar de haber entrado en la cuarentena, aun tenía unos pechos aun firmes, pequeños, coronados por unos pezones oscuros y pequeños. Sentía como aquel adolescente succionaba su pezón con fuerza, al mismo tiempo que le ponía sus dedos, llenos de flujo en su boca.



Nunca antes había sentido su propio sabor y jamás había experimentado el placer que el producía saborearse a sí misma. Cerró sus ojos abandonándose al placer, deseaba sentirse apoyada contra la mesa, de pies, con las bragas en los tobillos, la falda subida hasta la cintura, y la blusa suelta, sintiendo que la follaba desde atrás, empujando con fuerza, penetrándola hasta el fondo, mientras golpeaba en cada embestida contra sus nalgas, agarrándola por las caderas. Mientras dejaba su polla dentro y sus manos pellizcaban sus pezones con fuerza, agarrándolos dentro de la copa de su sujetador y estirándolos hasta sacarlos de él y dejarlos libres.



Deseaba correrse, gemir, sentirse inundada por el semen de su alumno. Abrió los ojos y podía ver como Miguel hundía su cabeza entre sus pechos.



Había perdido la noción del tiempo. Si darse cuenta eran ya mediodía y llamaban a la puerta de su despacho. Tan rápido como pudo, se compuso la ropa y recuperaron la normalidad.



Adelante. Respondió María.



Hola ¿Vamos a comer?- Respondió un hombre alto, con el pelo canoso que entró en el despacho.



Era Carlos, su marido.



Perdona, no sabía que tenías tutoría.



Mañana nos vemos en clase Miguel.



Salieron los 3 del despacho. María notaba la humedad de sus bragas. Al salir de la facultad, tomaron caminos opuestos, pero ella no pudo evitar la tentación de echar una mirada atrás y contemplar como se alejaba. ¿Cómo sería la próxima clase? Deseaba que llegara la próxima clase para ver a Miguel, y la próxima clase en que pudiera aprender todo lo que un joven puede enseñar a una mujer madura.


Datos del Relato
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