“Cuanta dulzura diluyéndose en el tiempo, millones de hojas cayendo en tu cuerpo, otoños de llanto goteando en tu piel… ooooo iluminada y eterna, enfurecida y tranquila… un imposible silencio enmudeciendo mi vida, con una lágrima tuya y una lágrima mía…” Ricardo Montaner

Es increíble. Estás ahí, riéndote a carcajadas del destino. Burlándote de las distancias y de las costumbres. Recostada en mi cama, sin ropa, mirándome.
Y yo estoy acá, a medio metro, atado psicológicamente a una silla, con papel y lápiz en mano. Te lo prometí. Un cuento que plasmara la antesala de nuestra primera vez. Ese instante culmine en que mi deseo de poseerte supera todo lo demás. El momento en que quisiera estar recorriendo cada parte de tu cuerpo y mi cabeza explota por sentirte. El segundo exacto en que muero por besarte y desangro por escuchar tus suspiros en mi oído. La sensación ardiente de convertirte en el más anhelado placer de mi vida.
Levanto la vista del papel y la elevo a tu rostro. Sos tan hermosa. Y esos ojos azules reflejados en los míos me invaden de soberbia. Te deseo tanto. Bajo la vista.
No creo poder contenerme mucho tiempo más. Sin embargo me falta todavía un final para este cuento. Un desenlace sorpresivo que desoriente al lector. Una trama que cierre por completo el círculo. Pero mi cabeza gira y gira y solo puedo pensar en tu cuerpo desnudo en mi cama y en la mucha ropa que tengo puesta. Entonces, una idea me ilumina la incertidumbre… el final puede esperar!!! Vuelvo enseguida.