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"En busca de presa la noche del 31 de octubre. HMH."
Aquella calurosa tarde atípica para ser 31 de octubre tenía un color sombrío, pronto anochecería y comenzaría la caza.
Era sábado, el fin de semana siempre estuvo hecho para descansar, pero este era especial.
Tras estos meses en cuarentena, guardando distancias, con mascarilla y gel hidroalcohólico siempre a mano, era momento de desatarse de todo, desinhibirse y dejarse llevar por la luna llena.
El toque de queda limitaba bastante la situación, pero sabemos de un sitio dónde dar rienda suelta a nuestra imaginación.
Me preparé para la ocasión, no quería ser reconocida ya que en unas semanas comenzaría a trabajar cara el público. Para hacer maldades siempre es mejor el anonimato, un aquí te pillo y aquí te mato, sin nombres, sin números de teléfono, sin complicaciones, sólo placer por placer. Pura fantasía.
Esa noche tenía todos los pretextos, con lo que me gusta a mí caracterizarme... Era la excusa perfecta para ponerme ese picardías que tanto tiempo llevaba guardado en su cajita perfumada, junto con la lencería fina, esa que no deja pasar desapercibidas mis curvas, mi sensualidad, mi atractivo, mi potencial.
Comencé por el maquillaje, un poco de sombra negra y morada, eye-liner para una mirada felina, máscara de pestañas para potenciar la expresión y media luna dibujada en el centro de la frente rodeada de estrellas brillantes para hipnotizar a mi presa.
Pasé al vestidor, medias finas y negras con blonda, son mis favoritas ya que por la pantorrilla y muslos tienen un dibujo encorsetado con lazos iridiscentes. Estaba decidido, no llevaría bragas. Así que me puse el body de seda negra que tan buen pecho me resalta, bien ceñido a la cintura, con sus transparencias y cerré los corchetes con cuidado, no quisiera pillarme los labios. Estaban suaves y recién rasurados, de color rosado y carnoso, jugosos como un melocotón bien maduro que cuando muerdes se te escurre de la boca y cae por un reguero toda su agua, empapándote en cuello hasta llegar a tu pecho.
Me coloqué el liguero y pedí a mi pareja que cerrase los broches. Una propuesta más que tentadora para rozar suavemente, acariciar y lamer mis nalgas mientras obedecía mis órdenes. Una petición más, subir la cremallera de mi faldita plisada de satén negra de volantes. Botines de ante de tacón abrigo a ras de culo y comenzaba la caza.
Cogí un par de preservativos, no sabíamos a dónde nos llevaría la situación que íbamos a provocar, pero saldríamos preparados para todo.
Nos subimos en el coche y bajamos las ventanillas, cuánto se agradece el aire fresco en la cara y dejar la melena el viento embriagando la atmósfera del coche con el olor dulce de mi perfume de fiesta.
Nos miramos a los ojos mientras el semáforo estaba cerrado, yo ya me estaba lamiendo y mordiendo sutilmente el labio inferior, sabía que él estaba pensando lo mismo. Todavía no hemos llegado y ya estamos ansiosos y cachondos. Quiso corroborarlo y con su mano derecha acarició mi entrepierna lentamente, sentía mi humedad, mi calor, mi palpitar.
El ruido del claxon del vehículo de detrás nos devolvió a la realidad pero no hizo falta que retirarse su mano de mí para cambiar de marcha ya que el coche era automático, aprovechó el acelerón para retirar a un lado el body y meterme el dedo en vagina, deslizándolo por las paredes.
Mi cuerpo se estremeció y puse mi mano sobre su paquete, aquello se estaba poniendo duro…
Aparcamos en el lugar indicado, en el fondo de la cuesta y esperamos a que se apagasen las luces de cruce.
Allí ya había tres coches más, con ocupantes expectantes y ganas de jugar.
Rocé los labios de mi pareja con los míos y un escalofrío nos recorrió el cuerpo. Sentía cómo su respiración se adueñaba de mi aliento, nuestras miradas se deseaban y pronto nos acaloramos. Nos comimos hasta deshacernos los labios. Nos quitamos las chaquetas.
Él comenzó a comerme el cuello bajando a lametones y mordiscos hasta mis pechos. Me bajó la tira del body, acarició mi areola con sus labios, sacó su lengua y dibujó círculos con ella, acto seguido me succionó el pezón con tal intensidad que se me pusieron duros como piedras.
Mis manos comenzaron a buscar su pene, se desabrochó el pantalón y bajó los bóxer azul marino. Comencé a hacerle una paja pero pronto quise lamerle asique me dispuse a mamar su erección. Reclinamos un poco el asiento del piloto puse mi culo en pompa hacia a ventana del copiloto y pude llegar mejor hasta su pene. Primero lento y suave, dando rodeos con mi lengua alrededor de su prepucio. La boca se me hacía agua y mi saliva se deslizaba recorriendo el cuerpo cavernoso de su miembro hasta llegar a sus testículos. Los lamí y besé, succionando suavemente mientras se le erizaba la piel. Volví de nuevo a su prepucio y jugué con mi lengua en su glande de delante a atrás repetidas veces, hasta que salió el líquido preseminal, lo lamí más fuerte todavía y sin previo aviso me lo comí hasta llegar al fondo de mi garganta.
Cómo me gusta llegar hasta el final, pero el gemido que salió de sí, hizo que se me endurecieran aún más los pezones. Le comí con muchas ganas, esa noche estaba muy cerda, pero sólo estábamos empezando, así que volví a mi asiento y comencé a tocarme y acariciarme mientras me miraba y se pajeaba.
Desabroché mi body, mojé mis dedos con saliva y masajeé en círculos mi clítoris. Pronto asomó y comenzó a endurecerse, a dilatarse y mojarse mi vagina… Así que aproveché esa humedad para seguir lubricando mi clítoris. Con mi mano izquierda estiraba los labios mayores hacia arriba para dejarlo más al descubierto y seguir rozándo con más fuerza de arriba a abajo mi botón. Notaba calor, cada vez más intenso así que necesitaba salir del coche para que me diera el aire ya que esa atmósfera jadeante comenzaba a ahogarme y dejarme sin aliento.
Nos colocamos en la parte trasera del coche así tendríamos una visión de lo que ocurría a nuestro alrededor con mayor perspectiva. Divisamos un chico joven apoyado en el capó de su coche a unos 10 metros de nosotros así que comenzamos a jugar para que nos viese y ver su reacción. Nos besamos y tocábamos los genitales mutuamente y pudimos presentir como se acercaba a nosotros tímidamente.
Me puse de cuclillas, me dispuse a lamerle el pene a mi pareja y seguir esa mamada pendiente. Eso provocó en el chico vergüenza y comenzó a alejarse de nuevo, pero mi novio le dijo “ven, no seas tímido”.
Yo seguía comiéndole la polla a mi chico y noté como se le ponía mucho más dura de lo que ya la tenía. Miré a mi derecha y el chico estaba justo ahí, a un metro de mí, quieto, en silencio, observando y expectante. Cuando quise incorporarme me subí la mascarilla y le hice un gesto con mi índice indicándole que se acercase más a mí. Me apoyé en el maletero del coche, me subí la falda y empecé a masturbarme, mi novio me miraba mientras se pajeaba observando mi comportamiento así que el chico comenzó a tocarse suavemente.
Esos dos hombres estaban ahí quietos, gozando, simplemente mirando cómo yo me daba placer, así que agarré la mano de aquel extraño y la acerqué a mi pecho. Quería que me amasase bien y con fuerza mis turgentes senos. Sus manos eran suaves y delicadas, sus dedos largos cuidadosamente me estrujaban. Agarré la cabeza de mi novio y le indiqué que su cena estaba servida, estaba a punto de correme y quería hacerlo en su boca. Comenzó a mover su lengua en movimientos rítmicos mientras aquel extraño sobaba mis pechos cada vez con más intensidad. Quería más. Comencé a pajear aquel chico que pronto se dejó llevar por la situación. Sin mirar atrás, sabíamos que nos estaban observando a lo lejos pero nos daba igual. El momento se convirtió de los tres.
Mi novio se levantó, estaba gozando como un perro así que siguió pajeando él al extraño y el extraño a él.
La situación era completamente nueva pero me estaba gustando más de lo que me hubiera imaginado. Mi chico agarró el cuello del desconocido y le indicó que le tocaba comer a él...
Le chupó con tantas ganas, con tal intensidad que hasta escuchaba como llegaba el pene al final de su garganta, como chocaba contra su paladar. En ningún momento paró ni para respirar y yo me estaba muriendo de envidia. Comencé a meterle la mano por detrás, dentro de su calzoncillo y pronto topé con su ano, húmedo y dilatado. Dibujé círculos a su alrededor y cada vez se le abría más y más...
Mi novio lo estaba disfrutando tanto que a los pocos segundos se corrió en la boca de aquel muchacho. Bufff me puse tan cachonda escuchando cómo dejó caer la corrida de su boca al asfalto directamente… Mi mirada conectó a los ojos del orgasmo de mi pareja. Sentimos complicidad, aquella noche de luna llena no había restricciones.
El chico se limpió los labios y se incorporó. Yo aproveché ese momento para sacar un condón y le indiqué que se lo pusiera. Me agaché frente a él y comencé a comerle la polla. Estaba hambrienta, yo también quería comerle con esa intensidad para devolverle el favor, quería comérsela tan bien como lo hizo él.
Yo estaba tan húmeda en aquel momento que cuando mi novio me tocó el coño, hizo que subiera mi cadera y sin yo esperarlo, él ya estaba de nuevo erecto y dentro de mí, para darme bien duro desde detrás. Con el impulso de sus embestidas yo tragaba la polla del chico hasta el final. Mis ojos sollozaban, pero no quería parar, lo estaba disfrutando y cachorra perdida. Pum pum pum pum duro y sin cesar.
Busqué la mirada de aquel jovencito moreno, pude ver como no podía dejar de mirar hipnóticamente como me la metían bruscamente, penetrándome sin descanso. Sentí que aquel desconocido deseaba a mi hombre y me sentí poderosa porque seguramente le hubiese gustado a él estar en mi posición mientras le someten a tal placer. Sólo compartiría hasta dónde y cómo quisiera.
Esa noche era mía, yo era la luna y ellos mis estrellas.
Me corrí, no aguanté más y no logré contener los gemidos a pesar de tener un pene dentro de mi boca. Me temblaban las piernas mientras se contraían mis músculos vaginales así que me recosté encima del maletero y me apreté fuerte los pechos saboreando aquel clímax.
Mi novio se quedó mirándo ya que él todavía no había llegado al final así que le indiqué a aquel chico que de nuevo comiera la polla de mi novio. Quería verlo otra vez, ver el pene dentro de su boca, fijarme en cómo jugaba con su lengua, hacía gárgaras aguantando hasta el final, hasta la última gota, hasta la última propulsión de semen.
Así fue, aquel chico hacía maravillas.
Escuché la palabra: ROJO.
Y de nuevo ROJO, ROJO.
En ese momento fui consciente de mi alrededor.
Un grupo de 9 hombres a escasos metros de nosotros se acercaban con dudosas intenciones. Estábamos tan ensimismados en nuestro placer que no nos dimos cuenta de que había comenzado a llegar y llegar más gente a aquel lugar.
Sin despedida ni final feliz para aquel chaval.
Me baje la falda y me metí en el coche. Nos fuimos de allí antes de no poder controlar la situación, con las pulsaciones a mil y una mezcla de sentimientos y emociones inexplicables. Me había desatado como nunca, de tal manera que no fui capaz de ver el peligro de ser mujer, de estar en mitad de aquel oscuro lugar rodeada de tantos hombres en busca de saciar su sed.
K.
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