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Erotismo textual

~~He leído
 en varias ocasiones vuestros relatos de Marqueze.net y quiero decir
 que, aunque siempre me resultaron tremendamente erotizantes, nunca
 se me ocurrió escribir uno, ya que no creía que tuviese
 nada que contar del calibre de lo que aquí narráis.
 Pero las últimas semanas he tenido un pequeño
 cambio en mis costumbres sexuales que me gustaría que conocierais,
 sobre todo por a quien le pueda ayudar Hace
 doce años que estoy casada con mi marido Jorge. Él es
 una bestia en la cama; no es una estrella del porno, pero está
 bien dotado. Aunque lo realmente importante de él son sus otros
 atributos: le gusta todo, se lo come todo. Su lengua en mi clítoris
 me ha hecho estallar en orgasmos continuos infinidad de veces, sus
 dedos son mágicos, no hay rincón de mi cuerpo que no
 le guste besar y lamer, y se recupera con bastante facilidad para
 una segunda vez, aunque suele estar más pendiente del placer
 ajeno que del propio, y cuando llega al final, yo he estallado varias
 veces por el camino Por
 circunstancias que no vienen al caso, nuestra relación se fue
 enfriando, sobre todo por los esfuerzos y cansancios que provocan
 dos hijos pequeños. Eso deterioró nuestros asaltos de
 cama haciéndolos cada vez menos frecuentes, y la falta de sexo
 ayudó a repercutir de forma negativa en las continuas discusiones
 y todo lo demás Una
 noche, después de una pelea más fuerte de lo habitual,
 me dijo que se iba, que no lo soportaba más. El pánico
 se apoderó de mí, puede que algunas de las peleas las
 hubiera originado yo pero nunca pensé que llegase a ese punto.
 Después de tres horas de charla y discusión, conseguí
 que se quedara, convinimos que era lo mejor para los niños
 que siguiésemos viviendo bajo el mismo techo, mientras decidíamos
 sin prisa pero sin pausa si comenzaríamos vidas por separado.
 Y él se fue a dormir al salón Durante
 una semana mis noches fueron turbulentas. Me despertaba con el sexo
 húmedo y los pezones como piedras, viendo que no estaba allí,
 pero imaginando su cuerpo fibroso en el sofá. Algunos días
 me desperté oyendo el suave crujir de los muelles del sofá,
 y sólo imaginarlo masturbándose desnudo en el salón
 hacía que me estallase un orgasmo detrás de otro cuando
 mis manos aleteaban por mi cuerpo. Yo sabía que él también
 acumulaba tensión sexual, en los buenos tiempos cuando no había
 peleas podíamos hacer el amor dos y tres veces a diario, y
 aquella distancia forzada incrementaba la sensación de fruta
 prohibida Fruta
 prohibida. había una idea que iba tomando poco a poco fuerza
 en mi cabeza. Un último límite que no habíamos
 realizado en doce años: nunca me había dado por culo.
 Habíamos tenido juegos anales, eso sí, le encantaba
 acariciar con su lengua mi estrecha abertura, y solía meterme
 un dedo cuando devoraba mi sexo a lametones y me encantaba. pero
 los dos únicos intentos de hacerlo en todo aquel tiempo se
 habían saldado con fracaso; y es que en cuanto intentaba introducirme
 su glande, por mucho que me lubricara antes, la sensación de
 que me partía en dos era tan dolorosa que desistimos. Y era
 algo que nos quedaba pendiente, ya que él lo había practicado
 con una novia que tuvo antes de casarnos, y él algunas veces
 se refería a aquellos escarceos anales como el último
 tabú, algo que hizo una vez pero que nunca repetiría,
 o al menos nunca lo haría conmigo Aquel
 día la situación se había distendido. Habíamos
 incluso llegado a bromear y a reír, dentro de la sensación
 mutua de ir con pies de plomo para no molestar al contrario. Puede
 que fuera por volver a tener sus sonrisas, sus guiños, que
 esa noche me desperté con el camisón pegado a la piel,
 el corazón desbocado y el clítoris lanzando señales
 de alarma. Con pasos de gata me deslicé al salón para
 verle dormir. En la semipenumbra de la luz que entraba por la ventana
 abierta descubrí que se había quitado el pijama en el
 calor de la noche veraniega. Y al verlo así, desnudo, su pene
 semierecto, todas las barreras se desbordaron. Cerré la puerta
 del salón para evitar que nada llegase a oídos de nuestros
 hijos, mi camisón voló desmadejado hasta una silla,
 y Jorge despertó de repente con su miembro creciente en mi
 boca, que lo chupaba de arriba abajo como una quinceañera,
 recorriendo su gruesa piel hasta el glande, donde mi lengua se deshacía
 en caricias y pequeños frotes. Él no había articulado
 aún palabra, pero su pétrea respuesta y los jadeos que
 comenzaban a brotar de sus labios eran buena señal. Yo, mientras,
 tenía mi mano trabajando frenética en mi pubis, excitadísima
 de notar su polla tensa en mi boca. Cuando él se incorporó,
 con la sana intención de tomar posición para penetrarme,
 le empujé al sofá, y agarrando su verga y apretándola
 ligeramente, le susurré al oído:
 Quiero que me folles por el culo Él se quedó congelado,
 imagino que era lo último que esperaba escuchar en su vida
 de mis labios, y menos dadas las últimas circunstancias
 ¿Estás segura? A ti te duele cuando lo hemos intentado.

 Me dan lo mismo las otras veces. Encúlame ahora Así
 que me giré presentándole mis hermosas posaderas, que
 le encantaban y que adoraba apretar mientras me follaba a cuatro patas,
 pero para darle lo que siempre había deseado hacer conmigo.
 Incliné mi cuerpo sobre el sofá, y descansando la mitad
 del cuerpo sobre los almohadones me dispuse a recibirle. Jorge se
 levantó y en unos segundos volvió con un bote de aceite,
 que destapó y dejó caer unas gotas en mi rabadilla,
 que se deslizaron lentamente hasta mi ano poniéndome los vellos
 como escarpias. Después, sus dedos acariciaron toda mi abertura,
 deslizándose uno suavemente, primero una falange, luego otra,
 hasta entrar hasta el fondo, luego más aceite y vuelta a entrar.
 cuando me quise dar cuenta, estaba más aceitada que un bistec
 listo para cocinar, y con su índice y medio entrando y saliendo
 de mi culo, mientras su anular y meñique lo hacían de
 mi coño, me retorcía como una loba en celo y le susurraba:
 Follame, follame ahora mismo por el culo . A todo esto,
 a mi excitación se unía el pánico de que en unos
 segundos me iba a partir de nuevo en dos, pero estaba tan caliente
 que ni quería pensar en ello. Y entonces Jorge colocó
 su verga enhiesta entre mis dos nalgas, y acariciando el ano suavemente
 con el capullo, comenzó a empujar
 Si te hago daño me lo dices y me salgo. Me dijo Yo no podía
 responder. Estaba conteniendo el aire mientras su glande enorme se
 deslizaba despacio por mi ano, abriéndose paso como si fuera
 un cuchillo entrando en mantequilla, taladrándome el dolor
 las entrañas, pero sin proferir un susurro. Él se retiró,
 volvió a engrasarse la polla y volvió a penetrarme,
 esta vez unos centímetros más, aumentando el dolor (yo
 mordía la tela del sofá para no hacer un ruido de queja).
 Retrocedió de nuevo, entró unos centímetros,
 retrocedió, entró,. y de repente, no sé si
 porque comencé a relajar mi esfínter una vez que ya
 tenía dentro todo su diámetro, el dolor se esfumó,
 se evaporó, y ahí me encontré yo, con la fenomenal
 verga de mi marido entrando y saliendo de mi culo con una lentitud
 untuosa, sintiéndome sucia, morbosa, como una puta en celo,
 y comencé a disfrutar de una forma tan intensa, con unos jadeos
 tan estremecedores que Jorge se detuvo
 ¿Te hago daño?
 No, sigue. Me. me gusta
 ¿Te gusta? ¿No te está doliendo?. mi marido
 alucinaba.
 No, ya no. sigue, por favor. fóllame más Claro,
 después de recuperarse del impacto, Jorge continuó sus
 embestidas con renovado brío. Yo gozaba ya como una desesperada,
 jadeándole: ME GUSTA, ME GUSTA, FÓLLAME MÁS,
 ME SIENTO TAN PERVERSA, ME ENCANTA SENTIR TU POLLA DENTRO DE MI CULO ;
 y entonces él se inclinó hasta que su pecho se apoyó
 totalmente en mi espalda, y así doblado su mano derecha llegó
 fácilmente hasta mi sexo y comenzó a acariciar mi clítoris.
 Y ENTONCES SÍ QUE ME SENTÍ MORIR, las sensaciones en
 mi sexo se veían multiplicadas por la presión de su
 pene en las paredes de mi ano, yo cabalgaba, gemía, sollozaba,
 pequeños orgasmos me iban estallando uno detrás de otro,
 y cuando él aceleró su bombeo y comencé a sentir
 sus espasmos y su semen caliente dentro de mi culo, exploté
 en un clímax salvaje, destructivo, arrebatador, por primera
 vez en mi vida puedo decir que vi fuegos artificiales, y luego otro,
 y otro, y otro. hasta que quedamos los dos pegados, sudorosos, él
 sobre mi espalda y con su miembro aún duro dentro de mí,
 con cada roce mínimo en mi piel provocando todavía terremotos
 de placer.
 Sólo puedo
 decir que no nos hemos separado; que aunque las diferencias siguen
 persistiendo, esta compatibilidad recién descubierta en la
 cama después de doce años ha dado un giro de 180 grados
 a la situación. Que estamos follando de dos a tres veces diarias,
 y que al menos una de ellas (algunas veces, las tres), yo le susurro
 con mi voz más rastrera: Métemela por detrás .
 Y que me encanta que lo haga. Que me siento más caliente y
 viciosa que en toda mi vida, y que ha habido días que he estado
 hora tras hora con las terminaciones nerviosas a flor de piel, esperando
 y deseando el momento en que sus manos agarren con fuerza mis nalgas
 y muy despacito, muy duro, muy bestia, me dé por el culo
 Autor: María

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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