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Categoría: Maduras

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Con un gesto de la mirada lo hizo tumbar en el suelo, necesitaba ser penetrada y complacida por aquel largo instrumento que Dani ponía a su disposición. Una vez lo tuvo boca arriba se situó en cuclillas sobre él buscando el tan deseado nexo entre ambos. Ni a la primera ni a la segunda acertaron, al parecer el chico no daba con el empapado agujero de la hembra. Mariví le ayudó en la tarea agarrando el sexo masculino entre los dedos para llevarlo a la entrada de su coño el cual engulló la barra de carne tragándola de una sola vez.



¡Ummm, mi niño… qué buena polla… qué larga y gorda, me llena entera! –casi gritó apretando los labios con fuerza mientras sentía su sexo abierto por el enorme mango de aquel jovenzuelo al que pensaba entregarse por entero.



Así estuvieron un largo minuto gozando la feliz copula, respirando de forma agitada y acomodándose el uno al cuerpo del otro buscando la mejor posición. El pene se hundía en ella abriéndola con extrema facilidad, tan excitada estaba que las paredes de su vagina se acoplaban al sexo del hombre haciéndose a su considerable tamaño.



Mariví quedó sentada sobre su amigo, mirándole los ojos brillantes por el deseo y con las manos apoyadas sobre el pecho, jugando los dedos con los abundantes pelillos. Echándose hacia delante buscó la boca dándole la lengua para que la tomara con la suya. Se besaron con desesperación, llevados por la pasión y la lujuria mientras juntaban las lenguas enredándolas en el interior de la boca de Dani. El joven semental la rodeó por la espalda estrujándola entre sus manos como si quisiera perpetuar el mágico momento que vivían. La mujer gemía gozosa al verse amada de aquel modo tan exquisito y delicado.



Elevándose sobre él, echó las piernas hacia atrás para quedar completamente sentada. De ese modo, empezó a moverse de forma lenta sintiendo el calor del miembro masculino correrle por todo el cuerpo. Gimió débilmente al notar todo el poderío del joven macho entregado a su servicio. Él atrapó las caderas de su amante entre los dedos, apretándolas, moviéndolos sobre ellas para bajar a los rollizos muslos recorriéndolos de abajo arriba. De ahí pasó a las nalgas manoseándolas con locura, gozando la ternura y el cuidado de aquella carne.



El pene se movía dentro de ella bajo el empuje que el hombre le daba, follándola del mismo modo lento que ella imprimía. Ambos se acoplaron al movimiento pausado del otro, elevándose la una y clavándose el otro sin prisa alguna, alargando el encuentro todo lo posible.



La veterana se retorcía excitada, respirando de forma entrecortada, removiéndose sin acordarse para nada del cabrón de su marido mientras gozaba con aquel poderoso macho que tan bien sabía follarla.



Dámela, dámela toda muchacho… dios, qué bien lo haces… fóllame despacio, así.



Muévete, vamos gatita muévete… eres preciosa… una gatita perversa y malvada –respondió él volviendo a empujar con fuerza contra la mujer.



Poco a poco fueron acentuando el ritmo de la follada, jadeando Mariví cada vez que el largo instrumento la penetraba haciéndola sentir los huevos pegados a ella. Apoyada en el pecho del chico y sin dejar de cabalgar como una posesa, se arqueó entera tirando la cabeza hacia atrás mientras notaba su placer crecerle por momentos. Dani aguantaba bien el ritmo de la mujer, dejándola removerse sobre su sexo mientras él la tenía bien cogida del culo o de la cintura. En una de esas cayó abrazada al chico, suspirando y jadeando. La polla seguía allí, dentro de ella, manteniéndose erguida e impertérrita y sin mostrar signo alguno de cansancio, hundiéndose en la mujer sin darle descanso alguno.



Haciéndola levantar levemente consiguió que cambiaran de posición quedando ella ahora boca arriba y con las piernas bien abiertas mientras el chico continuaba en su interior sin sacarla en ningún momento. Era ahora Mariví quien lo abrazaba de forma angustiosa y lo tenía cogido del bonito trasero con la otra mano. Juntas las cabezas, se decían palabras tiernas y soeces para así estimular su creciente perversión. El joven veinteañero gemía y le pasaba la lengua besándola y lamiéndole el cuello para luego hacerse con la pequeña orejilla lamiéndola y llenándola de babas. Ella vibraba con cada palabra que el chico le dedicaba, excitándola convenientemente mientras el pene punzante la follaba entrando y saliendo una y otra vez.



Se dejaba caer sudando y gruñendo, traspasándola con su ardiente daga hasta quedar totalmente dentro de ella. Nuevamente empezó a moverse follándola con golpes lentos y secos que provocaban en su pareja continuos gemidos y lamentos de placer. Con el rostro congestionado por el deseo, la mujer le animó a seguir con el movimiento de sus caderas y pelvis buscando el roce continuo de aquella perturbadora presencia contra su sexo.



Fóllame nene, fóllame… no te pares –pidió tomándole de la nuca para atraerlo a su lado.



La veterana se dejaba follar, tragando y expulsando de su empapado coñito el enorme miembro del muchacho. Rodeándolo con las piernas para apretarlo más a ella, notó el clímax llegarle de nuevo explotando en su cerebro en forma de miles de agradables sensaciones que la experta cuarentona tan bien conocía. Estremecida de gusto trató de gritar pero el chico no la dejó tapándole la boca con un beso cálido y jugoso, mezclando los jadeos con los de ella. Abandonando los labios, se dirigió a uno de los pechos chupándole el pezón y haciéndola arquear con los últimos espasmos del orgasmo.



Respirando entrecortadamente, recuperando el aliento de aquel polvo tan intensamente vivido, Mariví se agarró con fuerza a él buscando el contacto con aquel joven y varonil cuerpo. Cogida a sus brazos, el muchacho le tomó la cabeza entre sus manos para sacar nuevamente la lengua obligándola a callar al tiempo que tanteaba los labios femeninos haciéndolos abrir, para caer esta vez en un beso tan tierno como apasionado, juntando tímidamente las bocas y rozándose apenas los labios.



Dani, ¿Dónde aprendiste a hacerlo así? Eres realmente bueno… un amante perfecto o casi perfecto…



Calla –respondió él de forma autoritaria acallando sus palabras mientras volvía a ofrecerle su tentadora boca.



Con las piernas en su cintura y los brazos rodeándole el cuerpo, le costaba relajarse y normalizar el ritmo de su respiración. Un profundo suspiro escapó de su boca al notar los blancos dientes del muchacho mordiéndole la fina piel de su pecho. Separándose de ella extrajo el dardo de su vagina lo cual la hizo quejarse gruñendo por el indeseado alejamiento.



Vamos vuélvete –le dijo haciéndola poner de espaldas y a cuatro patas consiguiendo con ello que cesara en sus protestas.



Mariví giró la cabeza hacia él mientras removía su culillo de forma provocativa. Ninguno de los dos quería dejar aquello así, había que poner el broche de oro a tan maravillosa reunión. Pegándose a ella, el apuesto muchacho le hizo sentir la altiva herramienta rozándose por encima de su tembloroso trasero. La mujer gimió sonoramente elevando el cuerpo hasta apoyar la espalda sobre el pecho sudoroso del chico. La polla seguía junto a ella, amenazante, dura y palpitante y sin dejar de apretarla para hacerle saber que allí estaba.



Llevando la mano a la húmeda rajilla, Dani la acarició pasándole lentamente los dedos por el clítoris femenino. Abriéndole los abultados labios le metió dos dedos entre las paredes de su vagina masturbándola y excitándola una vez más. Se sintió en la gloria, dejando reposar la cabeza en el hombro del chico mientras cerraba los ojos gimoteando lastimosamente. Su joven amante se apoderó del cuello haciéndola sentir su emoción en forma de cálido y entrecortado aliento. Por debajo, continuó acariciándola buscándole el sensible botoncillo sin esperar a más.



Pidiéndole que siguiera, Mariví se retorció como una culebra con los ojos brillantes de deseo. Inconscientemente se mordió el labio inferior dejándose llevar por las caricias que tanto la atormentaban. La mujer creyó escaparle el placer por la boca de tanto gusto como aquellos dedos le daban, rastreando su intimidad una y otra vez sin ofrecerle el más mínimo respiro. Cada vez a mayor velocidad, recorrían traviesos las paredes húmedas de su vagina para después atrapar el pequeño botón de su clítoris acariciándolo amablemente hasta conseguir endurecerlo.



¡Qué gusto me estás dando, maldito! ¡Qué bueno es esto! –jadeó notándose cada vez más excitada.



Sacándole los dedos del coño se los dio a oler para enseguida llevarlos a la boca para que los probara y succionara. La veterana los chupó con desenfreno, degustando el calor de sus propios fluidos como si fuera lo último que hiciera en su vida.



¿Te gusta su sabor? Saboréalos cariño, saben a hembra ardiente y cachonda –le dijo él al oído excitándola todavía más con ello.



Él sonreía divertido, seduciéndola con la mirada y sus palabras mientras disfrutaba viéndola enganchar sus dedos entre los labios. Cogiéndole las tetas se las sobó abiertamente escuchándola gemir agradecida por el roce de aquellas manos maravillosas. La otra mano la trabajaba metiéndole y moviendo el dedo con determinación dentro de la vagina, follándola hasta el final y deslizándolo por encima de las paredes mojadas.



Con la razón medio perdida, pasó la mano por detrás de la cabeza del muchacho besándolo de manera obscena, morreándose ambos sin poder aguantar tanta impaciencia. El dedo siguió penetrándola, intensificando el placer y la locura que la mujer sentía. Los amantes boqueaban enterrando Dani los labios en el terso cuello de su compañera, mordiéndolo y comiéndoselo afanosamente. La mano de ella se unió a la del chico rozándose los dedos y pudiendo notar lo húmeda que estaba. Mariví pensó no poder estarlo más, resbalando los dedos sobre aquel mar de jugos en que se había convertido su lindo conejito.



Tirando la mano hacia atrás la acercó a la entrepierna masculina buscándola con impaciencia. Una vez lo encontró, acarició unos instantes el pene erecto, rodeándolo con los dedos para empezar a mover la mano adelante y atrás masturbándolo a través de la goma del preservativo. Mariví estiró los dedos por encima del vello varonil del muslo del chico, clavándole las uñas al notar como Dani le introducía un segundo dedo en su sexo.



Echándose hacia delante, dobló una de las piernas quedando con el culo en pompa y las manos apoyadas en el frío suelo de terrazo. En esa postura y sin necesidad de palabra alguna, estaba claro lo que la mujer reclamaba. De espaldas a él, quedaba a la altura perfecta para facilitar la follada. Además la bella Mariví se echó aún más hacia delante manteniendo la pierna doblada en espera del joven macho. Él se situó arrodillado tras ella tratando de encontrar la mejor posición. Por fin –pensó ella removiendo nuevamente las nalgas como si con ello fuera a conseguir que aquel maldito veinteañero acabara haciéndola suya. La espera resultaba de todo punto interminable, provocando hipidos en ella al desear con ansia la feliz unión.



La penetró poco a poco, haciéndola sentir envuelta por el mejor de los placeres mientras el palpitante músculo iba entrando centímetro a centímetro hasta acabar completamente alojado dentro de ella. Gruñó inquieta, apretando los dientes al notar la entrada de aquella polla tan robusta y deseada. Las embestidas empezaron a hacerse cortas y lentas cuando dijo:



            Dámela, anda… dámela toda muchachito… me muero de ganas –le pidió con la cabeza vuelta hacia él.



La mujer se movía buscando la entrada del pene, buscando que la llenara hasta el final.



            Vamos, métela despacio… quiero sentirla poco a poco hasta que me llenes           entera. ¡Oh dios, qué buena polla tienes, muchacho!



           



            Toma nena, toma… qué coñito más tragón tienes.



           



            Sí fóllame, fóllame mi amor… dame fuerte.



           



            Me gusta ese culo tan apetitoso que tienes… -le soltó susurrándole al oído.



Eso la hizo sentir bien, que te digan esas cosas siempre gusta y más si te lo dice un jovencito al que llevas tiempo deseando. Con las manos en sus caderas y bien aposentado tras ella la fue dando lentamente, resbalando la barra en su interior haciéndola aguantar el aliento como pudo. Dani la fue follando, entrando y saliendo, acelerando las embestidas para pasar de un ritmo lento y pausado a otro mucho más duro y rápido una vez los amantes hubieron tomado la necesaria confianza. Mariví gemía de placer, retorciéndose como una perra con cada golpe que él le daba.



            No… te pares… no te pares, nene –gritó disfrutando el empuje de aquel joven     macho.



Bombeaba su sexo con muchas ganas, dándole con fuerza aprovechando la perfecta comunión que entre ambos habían formado. Mordía su cuello al tiempo que le sobaba las tetas clavando los dedos con saña. Parando en su ataque se la introdujo lentamente, notando ella un nuevo calor invadirla.



            Uff, qué loca me tienes… qué polvo más bueno –gritó removiendo el culo de      forma circular.



           



            Muévete… vamos muévete… tienes el coñito chorreando…



Paso a paso fue cogiendo velocidad, haciéndola gritar con los ojos cerrados mientras la presencia de aquel rabo la consumía por dentro. Su joven amante tan solo podía bufar como un toro herido, respirando con fuerza cada vez que la clavaba provocando en ella cientos de imágenes llenas del más depravado erotismo.



De pronto la polla salió de ella dando un respiro a la pareja, un respiro que los dos necesitaban para así poder alargar el enorme placer que sentían. Dani se cogió el miembro para pasarlo por encima de ella, golpeándola tímidamente al escucharla ronronear al verse apretada a su compañero.



            ¡Qué polla tan fantástica… vamos, no me hagas esperar más… métemela que       tengo el coño ardiendo!



Él se la fue pasando sin prisa, pegándose a ella y haciéndola desearlo más. Evitando los golpes que ella daba para buscar la copula, el chico acercó la cabeza amoratada a la entrada oscura de su agujero posterior. Mariví pensó enloquecer con aquello.



            No cariño, por ahí no… todavía no, por favor –exclamó removiéndose inquieta    ante lo que el joven pretendía hacerle.



Aunque realmente lo deseaba tanto como él, creyó que era mejor retrasar aquello para que así lo desearan ambos mucho más. El chico así pareció entenderlo dejando de presionar para hacerle sentir el grueso mango pegado a las nalgas.



Mariví se relamió removiéndose como una perra en celo, al parecer por la mente del muchacho pasaba la idea de querer sodomizarla en cuanto tuviera ocasión; bien un punto más a su favor –pensó mientras le sonreía con mirada aviesa.



            Clavámela, mi niño… métemela toda y hazme correr…



El joven adonis volvió a entrar en su vagina traspasándola con fuerza. Mariví volvió a gritar cayendo completamente estirada sobre el suelo. Gemía como una perra, suspirando ahogadamente al notar las manos de su hombre amasándole el culillo. Mientras la penetraba, disfrutando al ver cómo le temblaba el trasero con cada golpe que le daba, su apuesto compañero la animó a tocarse cosa que hizo acariciándose el clítoris de forma desatada.



Los huevos la golpeaban con toda la fuerza de la juventud, saliendo la polla para volver a hundirse hasta el final. Apretando los dientes con fuerza y boqueando ansiosa por que siguiera, la mujer gritaba jadeando con cada estocada propinada, enterrándose dentro de ella hasta hacerla sentir completamente llena.



            ¡Oh, qué polla tan rica! Joder nene, menudo rabo gastas… es enorme. Despacio   cariño, métemela toda –dijo aguantando todo el peso de su amante.



Girándose hacia Dani le entregó la boca que el atrapó mordiéndole los labios con frenético deseo. Ella estaba a punto de correrse, todo aquello era demasiado para la jadeante veterana.



            ¡Fóllame, fóllame… me vas a hacer correr de nuevo!



Todo eran sollozos, palabras sin sentido y quejidos en el amplio salón. Desde atrás la cabalgaba tirándola del cabello, haciendo el ritmo del coito cada vez más y más insoportable. El chico dio un último golpe de riñones para salir de ella quitándose el preservativo con urgencia. La leche cayó sobre ella, escupida violentamente para quedar esparcida sobre sus nalgas y su espalda. Tanto había sido el aguante del joven que varios fueron los trallazos de cálido y espeso semen caídos encima del cansado cuerpo de la hermosa cuarentona. El último orgasmo resultó interminable para ella, quizá el más largo que nunca había vivido –pensó respirando con fuerza mientras pataleaba débilmente tratando de buscar alivio al final de aquel satisfactorio y brutal encuentro.



            ¡Tómala… tómala toda… toda para ti… ¿te gusta cariño?



           



            Me gusta sí… qué corrida más rica has tenido y qué caliente está, nene –  respondió agradecida al extender el viscoso semen que reposaba sobre sus           nalgas.



Mariví se dejó abrazar por el muchacho, notando junto a ella el pene flácido por el orgasmo obtenido, aquel maravilloso pene que momentos antes tanto la había hecho gozar. Sudados por el esfuerzo, no pudo evitar agarrarle el sexo una última vez dejando caer en el suelo la postrera gota de su placer.



            Mi marido estará fuera hasta el martes. ¿Qué tal si subes esta noche y nos damos             un segundo asalto? Es viernes y tu madre no creo que diga nada porque salgas             un rato por ahí –exclamó relamiéndose de gusto mientras recuperaba poco a    poco el control sobre sus miembros cansados.



           



            ¿Lo tenías todo preparado, eh?



           



            Bueno, digamos más bien que tenía que aprovechar mi oportunidad –respondió   antes de dejarse besar por su joven compañero.



Aquel muchacho sería su perdición, estaba bien segura… no iba a saber estar sin él deseándolo a todas horas, no poder disfrutar de su cuerpo y de ese miembro que tanto la había hecho gozar.



Ya sola en casa, Mariví continuaba salida pero muy agotada. Recordando lo vivido, llevó los dedos entre las piernas descubriendo desconcertada lo empapada que estaba. Dirigiéndose al baño se masturbó hasta correrse como una perra mientras el agua fría de la ducha caía sobre su cabeza y su cuerpo. No podía pensar en otra cosa que no fuera el momento en que la hombría de su joven vecino volviese a apoderarse de ella…


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