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Había pasado un año desde que Paco se encontró a Marta borracha en la escalera y su vida había cambiado sustancialmente, e indudablemente el de ella también. La brutalidad del primer par de meses había desaparecido y Paco había empezado a desarrollar un cariño especial hacia Marta. Se negaba a llamarlo amor, pero en realidad era eso. Aun así, la seguía torturando porque sabía que ella lo necesitaba, pero jamás la marcaba porque si algo le gustaba a Paco era exhibirla, que todos vieran el pedazo de mujer en que la había convertido, cómo la perfecta mariposa que sale de la crisálida del gusano.
Marta ya no era la sumisa muda de los primeros meses, ahora conversaba con ella, y los fines de semana salían al teatro o al cine, y a cenar. También se habían apuntado a una escuela de bailes de salón cuando Marta le dijo que era un anhelo que siempre había tenido.
El despertador del móvil sonaba muy temprano porque Paco necesitaba tiempo para follar a Marta concienzudamente: como Dios manda. La rutina de por las mañanas era siempre igual. Primero la sujetaba las manos a la espalda con unas esposas. A continuación, estaba varios minutos besándola. La comía la boca como si fuera a ser el último día y acto seguido la ofrecía la polla mientras él degustaba su vagina en un sesenta y nueve bestial. Finalizaba sobre ella penetrándola, mientras la abrazaba y la comía la boca. Durante todo ese proceso Marta encadenaba orgasmos sin parar. Después, se iba a trabajar dejándola bien follada durmiendo en la cama.
Cuando regresaba a casa, rápidamente la volvía a follar con una violencia inusitada: tirones de pelo y azotes en el trasero, y siempre por el culo. Después, si no tenía trabajo pendiente se dedicaba a ella, y finalmente, por la noche, se iban pronto a la cama y la follaba con mucha creatividad.
Durante este último año, en algún momento tuvo un conflicto moral propiciado por el cariño (amor) que había desarrollado hacia ella. Era plenamente consciente de que Marta tenía un problema psiquiátrico grave. Un problema que tal vez deberían tratar profesionales, pero su egoísmo pudo más que sus diatribas morales. ¿Y si la curan y la pierde? Sólo pensar en eso le ponía malo. Se había convertido en un adicto a su sumisa.
Decidió solucionarla la vida por sí a largo plazo el desaparecía. Abrió en su financiera una cuenta a su nombre (él, al ser empleado lo tenía prohibido) con una cantidad importante y empezó a gestionarla como si fuera un cliente normal, pero claro, no lo era. En pocos años Marta sería millonaria sin saberlo. También hizo testamento y la dejó todo: Paco no tenía familia.
Se aficionó a viajar con ella, principalmente fuera de España. El primer viaje fue a Praga a final de invierno. No fue una buena elección. Durante toda la semana estuvo nevando y el frío era intenso, acrecentado por la fuerza del viento. Marta iba a todas partes metida en su plumas largo, gorro y guantes de lana y botas de invierno.
Por las mañanas, después de follar, salían a hacer las visitas turísticas de rigor, a mediodía comían en algo restaurante del centro y luego al hotel hasta la hora de la cena.
Se había aficionado a atarla sobre la mesa, bocarriba, bien abierta de piernas. Se sentaba en una silla delante de su fantástico chocho y empezaba a chupar: podía estar horas así. Marta gemía constantemente como una loca, hasta que les llamaron la atención. Decidió amordazarla y la intensidad bajo ostensiblemente, pero solo de sonido. La vagina de Marta segregaba fluidos como una fuente y Paco, cada cierto tiempo se levantaba y poniéndose a la altura de la cabeza la penetra la boca y la follaba hasta que la llenaba la boca de esperma. Después vuelta a empezar.
Una de esas mañanas, salieron para visitar la zona del castillo. Paco la dijo que sólo se pusiera las botas. Después la hizo arrodillarse, inclinarse hacia adelante y la introdujo en el ano un gran plug decorado con un cristal tallado de color morado. Era tan grande que a Marta la dificultaba el andar. La puso el plumas largo y así salieron a la calle. Iba enormemente excitada y eso que el juego no había empezado. Mientras andaban por el complejo de El Castillo con cierto disimulo la iba sobeteando. Le excitaba meter la mano fría dentro del plumas y encontrar el cálido cuerpo de Marta. Llegaron a uno de los callejones cercanos al Pasaje de Oro y aprovechando que no había nadie, sin previo aviso la levanto el plumas, la inclino y sacándose la polla la penetró. El vaho salía cómo un chorro por la boca de Marta con el impulso de los gemidos y la llegó un orgasmo tremendo cuándo empezó a oír las voces de un grupo de turistas que se aproximaba. Terminaron justo a tiempo de que no les sorprendieran.
Después de ese viaje decidió ponerla piercing en la lengua para que le chupara la polla mejor, si eso fuera posible, porque cómo ya ha quedado claro, Marta se entregaba totalmente en esa labor. Pero la verdad es que lo que más le atraía a Paco, lo que más morbo le daba, era que la gente la viera con ese adorno en la lengua. La llevó a un conocido establecimiento del centro de Madrid y allí la pusieron dos: uno cerca de la punta de la lengua y otro un poco más atrás. Fue una decisión de última hora después de verlo en el catálogo. Cuando la vio con ellos puestos tuvo una erección tan fuerte que casi no les dio tiempo a llegar a casa y eso que estaban cerca. Una vez solos la folló la boca con una violencia inusitada. Con el tiempo descubrió que le encantaba que le hurgara el ano con los piercing y cómo pasaba cuándo le chupaba la polla, en esa nueva función Marta se entregaba a conciencia.
Así las cosas decidió hacer una prueba. Quería verla con otros hombres y analizar sus sensaciones, las de Paco, al verla comer pollas distintas a la suya entre otras cosas. Lo preparó todo concienzudamente. Estuvo investigando por Internet y al final encontró lo que buscaba. Contrató a seis caribeños, de piel negra, muy altos y grandes cómo armarios y con grandes pollas que se dedicaban a eso: a follarse mujeres insatisfechas con maridos más o menos complacientes, impotentes, o vaya usted a saber. Para tal fin alquiló una casita discreta y apartada en las cercanías de Huesca y les pagó los billetes de AVE hasta allí. Sus planes eran que la dieran caña durante 48 horas consecutivas: sin descanso. Al principio los planes eran otros: que un negro se la follara, pero después empezó a añadir más elementos, más negros, y decidió ponerla al límite aunque sabía perfectamente que nunca se iba a negar. Aun así, los días previos la estuvo aleccionando para que no hubiese ningún problema. El día que se lo dijo, se sentó en el sillón y la hizo arrodillarse entre sus piernas. La puso la mano en el chocho y la obligo a correrse en su mano mientras se frotaba con ella. Le encantaba ver, y notar, cómo se mojaba la mano con la corrida de Marta además de sus gestos y gemidos.
—El próximo finde quiero hacer un experimento contigo, —la dijo mientras se recuperaba—. Vamos a ir a una casa en Huesca, y allí vas a estar follando durante todo el fin de semana con unos hombres que no conoces. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?
—Si amo.
—Repítemelo.
—Vamos a ir a Huesca y voy a estar con unos hombres que no conozco…
—Vas a follar.
—Voy a follar con unos hombres que no conozco, amo.
—Muy bien: buena chica, —dijo acariciándola la mejilla—. Quiero que te entregues totalmente a todos sus deseos y que seas cariñosa y servicial. Me sentiré muy defraudado contigo si hay algún problema. ¿Lo entiendes?
—Si amo: lo entiendo.
—Saldremos el jueves por la mañana y al día siguiente llegaran ellos, y te lo repito: desde ese momento harán contigo lo que quieran. ¿Alguna duda?
—Ninguna amo.
—Buena chica, —la hizo inclinarse y la metió la polla en la boca. La obligo a chupar muy despacio, más de lo habitual. Un largo rato después, se corrió y la llenó la boca de semen que Marta se tragó cómo era habitual.
El día del viaje, jueves, casi no la tocó. La tuvo todo el día sin provocarla ningún orgasmo. Cuándo Paco necesitaba correrse, Marta se la chupaba y nada más. Cuándo al día siguiente llegaron los seis negros, Marta estaba más que receptiva y preparada: esta salida cómo una perra en celo.
Les había puesto varias condiciones que se resumían en principalmente en dos: podían hacer con ella lo que quisieran salvo golpearla en la cara o hacerla sangrar, y siempre estaría con las manos atadas por la espalda. Demostraron ser de una profesionalidad total y cuándo llegaron a la casa Paco comprobó que ya se había organizado. Traían un guion preparado. Dormirían de dos en dos y siempre habría dos cómo mínimo dándola caña.
Desde una habitación contigua, Paco controlaba la grabación de todo lo que pasaba con las cuatro cámaras de alta resolución que no perdían detalle. Cada cierto tiempo salida con una cámara portátil y tomaba primeros planos.
El lubricante se gastaba por litros y todos siempre que tenían ocasión y estaba libre la daban por el culo. La manejaban como si fuera una osita de peluche, una muñequita, y estaba más tiempo en el aire que tumbada. Para ellos no representaba la más mínima dificultad: Marta con sus cuarenta y cinco kilos de peso y ellos enormes y musculados. La postura que más les gustaba era que mientras uno de pie la tenía penetra mientras la sujetaba en el aire, otro la daba por el culo. A las pocas horas, Marta tenía el culo rojo como un tomate y es que todos los que la daban por detrás aprovechaban para azotarla el trasero.
Cuando llegó la noche la actividad siguió sin tregua y Marta estaba como ida, en trance. Paco, que dormitaba cómo podía en la silla del ordenador, de vez en cuando la daba una bebida energética rica en cafeína para ayudarla a permanecer despierta.
Al día siguiente la actividad siguió frenética y por la noche Paco dio por finalizado el experimento porque hacia un par de horas que Marta estaba adormecida y ni siquiera respondía a los estímulos sexuales o violentos. Les dio una generosa propina y les llamó un par de taxis para que les llevarán a la estación del AVE.
Cuando todos se fueron, y ya solos, regresó a la cama donde yacía Marta. Acercó un sillón a la cama, la cogió por los pies y con ellos se masturbó: Marta tenía tanto el culo cómo la vagina rebosantes de esperma. Fue poco tiempo: a los pocos segundos se corrió sin que ella hiciera el más mínimo gesto. Recordó que lo primero que hizo con ella, aparte de meterla los dedos en la boca para que vomitara, fue masturbarse con sus pies.
Cuando se tranquilizó la levanto en brazos y entró con ella en la bañera que previamente había llenado. La lavó detenidamente, la frotó concienzudamente con la esponja de baño, no quería dejar el más mínimo rastro de los seis hombres que durante 34 horas la habían estado follando. Después, la envolvió en una toalla y regresó con ella a la cama. Cuando estuvo bien seca, se dedicó a inspeccionarla detenidamente. Las tetas las tenía un poco tumefactas, y los pezones muy inflamados de las veces que se las habían estrujado y pellizcado. En estado similar tenía la vagina, porque a pesar de estar siempre muy untado de lubricante, el estar penetrada casi permanentemente por pollas largas y gordas pasaba factura. Aun así nada preocupante: nada que no solucionen los antinflatorio. Otra historia era su ano: ese maravilloso ano que tanto le gustaba. Estaba feo e inflamado, y además presentaba varias grietas y abrasiones.
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Terminada la inspección, se preparó una generosa copa de Ginebra y se sentó en el sillón con ella acurrucada en su regazo y el ordenador a mano. Mientras saboreaba la copa velaba el intranquilo sueño de Marta interrumpido por espasmos esporádicos fruto de los malos sueños y el agotamiento. Estuvo visualizando ligeramente las imágenes grabadas mientras sentía una enorme ternura hacia ella.
Decidió analizar el experimento como si se tratara de una transacción financiera: los pros y los contras. Empezó por estas últimas.
1º. No le gustó que otros hombres se follaran a Marta. Aunque al principio le excito mucho verla con seis caribeños enormes dándola caña, al poco tiempo se le paso.
2º. Marta tuvo un montón de orgasmos, sobre todo al principio, pero nada que ver con los que tiene con él.
3º. Le había costado cierto trabajo convertirla en el pibón que era ahora para poder exhibirla y para su disfrute personal, y el experimento le iba a obligar a tenerla en el dique seco un tiempo, sobre todo el culo: tendría que estar un tiempo sin entrar por ahí.
En definitiva, esto y algunos puntos más se podían resumir en algo muy simple: Marta es de su propiedad y sólo de él, única y exclusivamente, y después del experimento no quería volver a cruzarla con ningún otro macho, sea del color que sea, aunque con otra mujer sería cuestión de pensarlo.
La llevó a la cama y se quedaron dormidos. Paco se despertó, tarde, a media mañana, con la cabeza de Marta apoyada sobre su hombro. Estuvo un rato largo mirándola dormir. Si antes no tenía dudas, ahora menos: quería tenerla junto a él siempre. De improviso, abrió los ojos y estuvo unos instantes mirándole. Después, se fue hacia abajo, se metió la polla en la boca y empezó a chupar muy lentamente: como sabía que le gustaba.
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