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Entre sábanas lujuriosas

~~He puesto las sábanas a lavar, que ya les tocaba. Cierto que el que conservaran tu olor era motivo para mantenerlas cual icono, en su altar y sólo encenderles velas petitorias. pero al final ha podido la cotidianeidad, me he dejado convencer por la realidad de que ya no olían a ti , como mi piel no huele a ti, como mis labios no saben a ti, como mi mirada no tiene la tuya prendida de sus pestañas. ah,no. las miradas no se pierden. Ni el tacto de los abrazos.Ni el recuerdo de las manos. Mientras veo las sábanas girar y girar dentro de la lavadora que borra tu rastro de ellas para siempre, el recuerdo de tus manos me inunda con la misma facilidad con que entra el agua en el primer prelavado. Y mientras escucho el ruido familiar del agua que entra a chorros, sin pasar por el cajetín del jabón, recuerdo cuando tus manos se deslizaron por mi vestido, a chorro también, sin pasar previamente por taquilla, o sabiendo tal vez que les había vendido, regalado en realidad, desde las horas anteriores, frente a frente, lejanas sobre la mesa, paseando sin tocarse. Me aprendí tus manos durante la cena. Empieza el primer ciclo de lavado largo, y mientras el gel líquido se funde con el agua templada que entra para mezclarse ambos y proporcionarles a las sábanas malvas un masaje constante durante unas cuantas vueltas de tambor, yo recuerdo que me insistí a mí misma en aprenderme tus manos sobre la mesa. Mientras hablabas, veía tus manos en segundo plano, y las seguía en sus evoluciones, como ahora sigo mirando el girar de las sábanas en la lavadora, pensando en ti. Aprendía cómo son tus manos mientras hablábamos, sin saber aún si su tacto iba a gustarme, o gustarnos, si iba a existir ese contacto. o no, no recuerdo haberme planteado ese punto. En ningún momento. ¿te lo planteaste tú acaso? No hemos tenido tiempo de hablar sobre ello. La cena nos llevó a la ¿sobremesa?, bajo la mesa en realidad, de la copa que no nos tomamos, con la faciliadad con que el aclarado sigue al enjabonado en el temporizador de mi lavadora. Sentada en el suelo ante ella, me concentro en el color ahora morado que han tomado las sábanas, empapadas. La humedad sí la recuerdo como compañía en esa noche tan cálida. Pero no podría describir el momento en concreto en que tu trato y tu verbo me hizo humedecer, como no recuerdo el instante en que pasé de aprenderme esas manos que no sabía si iba a volver a ver, o si iba a sentir en mí, a sólo desearlas, anticipando en la seguridad de tenerlas sobre mí. enseguida. El contador avanza y vuelve a tomar agua y jabón para iniciar el ataque final del ciclo de lavado, cuando las sábanas serán frotadas una y otra vez con las burbujas, para volver a sentirse frescas y renovadas. Renacida, sí. así me sentí después, mucho después, en la habitación. Fresca y satisfecha, recuerdo la sensación, pero tampoco el paso a ese estado, porque me quedé dormida tan a gusto como deben encontrarse mis sábanas después de la ducha con que las regala el ciclo doble de aclarado. Claro que el centrifugado lo habíamos disfrutado algunos minutos antes, cuando te recuerdo llenándome a carga completa, sintiéndote más y más, en círculos de placer en el centro de mi propio tambor. Y como se desconecta de pronto el motor cuando ha llegado al límite de sus revoluciones y lo ha echado todo fuera y sólo queda rendirse y disfrutar del trabajo bien hecho, así nos abrazamos en silencio, como enmudece la vibración de la lavadora al llegar al número siete. Y la pereza de levantarse a colocar la ropa en su lugar es la misma. No apetece vestirse,sino continuar así, humedecidos y arrugados, juntos en ese momento de después del ciclo completo,donde el suavizante lo pone mi piel que no quiere tenderse en otras sábanas que no sean tu pecho y tus brazos. Ays. voy a poner al sol mis sábanas y mis deseos,a ver si en el tendedero todas encontramos en ese cielo que compartimos la misma causa para secarnos ambas, empapadas por tu recuerdo. Aún me queda sin lavar el camisón. creo que lo frotaré a mano. Mano contra mano, con mimo y poco jabón. Sólo la fricción suficiente en los puntos conflictivos, mano intentando suplir la tuya, en un centrifugado en solitario.

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