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Entre-acto. La gorda

Reconocí mi falta de interés, ella había conseguido darle la vuelta a la cuestión, aunque mi temor no se había alejado, seguía encima en forma de losa, esa tensión se reflejaba en mis hombros, molestias debido a mi estado.

Ese montaje era absurdo, fue lo primero que me vino a la cabeza y no me gustó nada, debía de ser diferente, un fondo adecuado a su, no sé cómo llamarle, a su exigencia, por qué esa era la realidad, un polvo obligado, jamás se me hubiera ocurrido pensar que me iba a encontrar en una situación parecida y lo peor, domingo, a estas horas estoy mirando la agenda del lunes y anoto cosas que olvidé, cada asunto estaba lleno de cabos sueltos, y poco a poco voy quitándoles, y por otro lado el sueño, dormir es lo más importante, y veía muy cerca la hora de levantarme el lunes 05:30:00.

Puse el cronometro del móvil en marcha, tiempo de tránsito 01:37:45, por tanto mi pensamiento fue totalmente dirigido al montaje, mínimo, y la idea llegó de inmediato, mi otro yo me dijo que me centrara en ella, quizá un baño, el entorno lleno de velas, sé que no es novedoso, sin embargo el cuerpo mojado de una mujer me gusta, y si antes le pones una crema reponedora mejor, se te escurre y es una forma de ponerme en marcha, y con ambiente de países lejanos, incluso le puedo contar un cuento de navidad, un personaje que se mueve dentro de una caravana de mercaderes, en esa caravana se nace y muere.

El camino recorrido estaba jalonado de tumbas y porquería, ese personaje es un perseguidor de mujeres, y aunque parezca extraño, en esa caravana no todos se conocían ya que ocurría algo sorprendente, algunos carromatos se quedaban en los lugares por donde pasaban y otros desconocidos se unían, pagaban el censo con monedas, caballerías o mujeres, y eran admitidos, por esa causa ese perverso personaje no era encontrado.

Había otra causa por la que los vigilantes no ponían mucho interés en su captura, solo secuestraba a mujeres feas, deformes, grandullonas, marimachos, y guerreras, lo que los hombres de la caravana despreciaban, otros pensaban que esos grupos de mujeres no follaban jamás por tanto había vírgenes y ahí radicaba la ganancia de ese sujeto, su estrategia era normalita y sencilla, en cada ciudad, pueblo, aldea u oasis, el dejaba que se alejara la caravana y días después vendía el botín, no le costaba alcanzar a la caravana, marchan al paso de bueyes y el disponía de un carro tirado por mulas y por supuesto tenía algo más rápido por si las cosas se torcían, dos caballos. Volví a la realidad, esto era producto del cansancio, necesitaba dormir y…

Mi mente me llevó a la tienda de un extraño hombre, pienso que es de Bombay, tiene muchas fotografías de esa ciudad y en su bazar hay de todo, es diferente comparado con chinos, todo son cosas extrañas.

Preparé la ropa del lunes, y pedí suerte a mi talismán, un carcaj lleno de flechas que escondo detrás de las cortinas en la entrada, su adorno es un octograma, ocho puntas. Dicen que da suerte, de cosmos no quebrado. Aparece Isthar, ya me gustaría conocerla. Arcano 17. Hermes, el encargado de conducir a los muertos a un mundo superior. Y signo del orden. Con el equipo en la mochila, salí contando segundos, tránsito entre la realidad y lo absurdo. Así será el título de este lío.

La buena madrugada no fue respondido, tan solo el extraño hombre levantó la cabeza,  sentado frente a la pantalla de un portátil, y dejando mis cosas junto a él, dije que iba a mirar algo para una gorda mujer desconocida que me obligaba a follarla.

No movió un solo músculo de su rostro y me señaló un grupo de perchas con de largos vestidos, vi extraña lencería. No me pareció nada adecuado, estaba en blanco, miré el crono, volaba.

Me señaló una toalla enorme, podía cubrir un colchón, si me pareció adecuado, así no mancharíamos nada. Todo de color negro menos el centro, un sol rojo estrellado. 90€ y de nuevo me señaló Incienso y Jazmín, y habló por primera vez.

—Relaja la tensión, armonía, debes satisfacer sus deseos. Recorre su cuerpo despacio, y encuentra lo que ella demanda.

—No hay tiempo, se trata de una apuesta que termina a las doce.

—Entonces pregunta cuál es su más íntimo deseo, y lo cumples.

—Me repele y es gorda – Solté.

—Mejor, puede ocurrir que tenga sed, puede saber del rechazo de los hombres, y quizá tu no hayas sido el primero, por tanto arrastra una fuerte frustración y recurre a la fuerza, aunque puede haber más, y la humillación hace mucho daño, si es mala, no se deberá a origen natural, ha sido provocado de una forma sutil, los hombres somos ciegos, no sabemos mirarlas y las hacemos malas.

Le miré sorprendido mientras pagaba. Me miró a los ojos sin coger los billetes y dijo.

—Recorre su cuerpo, acaríciala despacio, que ella guíe tus manos. Debes conquistar su cuerpo despacio y no muestres que eres un invasor, tampoco debes dominarla, no muestres signos de fuerza, que no pierda su libertad ni dominio, piensa que eres su esclavo, y en ningún momento deteriores su poder.

—No sé si podré estar al tanto de tantos detalles.

—Es sencillo, si llora es que estás en el buen camino, si opone resistencia, es que te has equivocado y sobre todo escucha lo que sale de su boca, cuando recorras su cuerpo, observa las posturas que adopte, es una guía infalible, se dará cuenta de lo que piensas y allanará el camino, y si te ves perdido, pregúntala, pero eso es la última alternativa, y sabrás que has fracasado.

—Debo hacerla una fotografía, las condiciones de la apuesta lo exige.

—Pide su opinión y la cumples, tú eres su esclavo, no opinas, solo cumples deseos, esa mujer está en una terrible encrucijada, y tú puedes cambiar su destino.

—No le comprendo – Estaba fuera de juego.

—Tengo la seguridad de que puede ser algo terrible, está inmersa en la angustia de la soledad, no tiene con quien hablar, es rechazada y ella se defiende con hostilidad, no tiene otro camino y tú ahora le has proporcionado otro, esa encrucijada le ofrece dos alternativas, seguir como siempre o tomar tu dirección. Y ha tomado ese camino, tu.

—No me gusta – Respondí con obstinación.

—Piensa en una que te guste, utiliza tu mente, viste a esa mujer con el cuerpo de la otra.

—Complicado.

—No, no lo es. Tan solo te pido una cosa, y si no funciona no me pagues, coge tu dinero y cuando puedas vuelve, piensa en el destino, los elementos que se mueven en su entorno, debes tenerlo en cuenta.

—No, dejo el dinero y cuando vuelva decidimos, su consejo no será olvidado, se me termina el tiempo.

—Cuando te abra la puerta, muestra tu signo en el puente, ahora os encontráis en orillas contrapuestas y ella requiere una muestra, una señal de tu actitud, se delicado y ella se abrirá, hablo de su mente, el asunto de las piernas será más tarde, cubre su cuerpo con terciopelo.

—¿Cómo se hace eso?

—Si conquistas su cuerpo, lo sabrás.

Salí desorientado del todo, ella se ofrecía, no tenía que hacer nada, esto me parece surrealismo, y que no ha ocurrido, pero no, me ha señalado el norte, aunque no sabe que le he dado la vuelta a la conversación, y puede que se sienta amenazada debido a la réplica del miedo que me produjo.

En su portal miré el móvil, 01:05:51. Pulsé la tecla, chasquido en la cerradura. ¡Sorpresa!, eso me dijo que estaba junto a la puerta, sin tiempo, sentí como pesaban las palabras del hindú. Ya tenía una respuesta, esperaba junto a puerta llena de temor, a que la dejara tirada y no quiso perder segundo alguno.

El ascensor llegaba en esos momentos a la planta baja, otro detalle, escarbaba en el tiempo, entro en el ascensor y sorpresa, en el suelo unas bragas negras dobladas una vez, parecía de ganchillo, no cubriría nada de nada, lo recogí desdoblándola, en su interior un trozo de papel negro, servilleta para más detalle y un mensaje escrito con letras blancas.

…Las he llevado todo el día, es una muestra de mi deseo y vagabundeo sin rumbo, esperando, desnuda…

Cerré la mente, mis hombros me enviaron otro mensaje, tenso, estaba muy tenso. El ascensor se detuvo, no salí y miré el entorno, cuatro puertas, dos a cada lado del ascensor y en medio la escalera que las separaba, y una de ellas apenas abierta, y en el suelo vi su faro, una temblorosa llama, supuse de vela, la puerta la ocultaba pero dejando paso a una tenue claridad. ¿Otra señal?

Empujé la puerta despacio, más velas, un camino, el resto oscuridad total, cerré con cuidado de no hacer ruido. Dejé todo en el mueble de la entrada, era largo y en el extremo opuesto una vela mostraba otro mensaje, esta vez la servilleta era blanca y las palabras de color rojo.

Con la vela que había junto a la puerta encendí una de cada, incienso y jazmín. Esperaba que le llegara, le tranquilizaría.

…Siento haberte mostrado mi lado maligno, y he meditado mucho mientras grababa tus palabras, estas se han clavado en forma de cristales helados en mi alma, haciéndome sentir mucho frío y daño…

Sentí presión en el pecho, mi pesar se hizo patente en mi mente, y eso hizo que mi visión de la realidad se nublara.

Con esa vela encendí otras dos. Las tenues y finas nubes se estiraron en el corto pasillo, y eran empujadas hacia la oscuridad, y reflejadas por la velas que mostraban el camino hacia ella. Llegué a la última vela, repetí la acción, las finas nubes iban desapareciendo en la oscuridad, entré en otra habitación, por los muebles parecía el salón, era en ángulo recto y el otro extremo un candelabro de ocho, con una sola vela y otro mensaje.

…Estás muy cerca de mí, el dormitorio es la siguiente puerta, pero antes te pido algo importante. Quiero que olvides el dinero de la apuesta, no me importa, no te veas “OBLIGADO” y “FORZADO” a follarme deprisa, el tiempo se termina y no quiero que sea fríamente y con motivos personales.

Mientras pensaba encendí otros dos, si le llegaban ya que las finas nubes entraban en por esa puerta. Miré el móvil, antes la foto y luego…???

Fui a por la cámara, allí mismo me desnudé y entré el dormitorio, despacio ya que no había luz alguna, tan solo el lejano resplandor de la solitaria vela, y un destello que me deslumbró, ella en ese momento encendió una gigantesca cerilla y fue pegando la llama a las velas de un candelabro de seis enormes velas de color rojo.

Quedé sobrecogido, su rostro estaba ennegrecido, la vela que encendía me permitió ver su rostro. Parecía que su rostro era cubierto por antifaz.

—No quiero saber de mi aspecto – Dijo con suavidad.

—¿Qué ocurre?

—Extendí mis lágrimas, buscaba una máscara donde ocultarme, de ti.

Hice la primera fotografía.

—Vamos a tu ordenador, y envía la fotografía.

—¿Puedo verla?, por favor, sé que decides, la foto es de tu propiedad.

El hindú volvió a mi mente.

—No, tú decides y esta fotografía es tuya, te pasaré los datos y será de tu propiedad.

—¿Qué piensas de mi aspecto?

—Sobrecogedor, una representación del miedo, soledad y temor de ti misma. Eso veo y leo.

No dijo nada, iba a copiar la imagen, pero rectifiqué su mano, cortar y pegar. Me miró desde su posición, su cabeza quedaba a la altura de mi estómago.

—¿La foto debe ser de sexo explícito? – Insistí.

—No lo deja claro…

—¿Responderán si sirve o no?

—Supongo.

—No pierdas tiempo.

Y la gorda envió el e-mail, esperamos, miré el móvil, 0:49:03.

—¿Tu nombre? – Pregunté situándome detrás de ella y mis manos se posaron en sus hombros, ella ocultó un leve jadeo.

—Repulsa u obesa, el que prefieras.

—El que tú decidas.

—No, no tengo la cabeza para eso, ahora todo está centrado en ti ¿Has traído las condiciones de cómo me vas a usar?, no me importará, si tu deseo es que me usen otros en tu presencia.

—Borra todo lo que te dije, piensa por un momento que esa llamada no ha existido.

La pantalla cambió, y el mensaje decía que la foto precisa sexo explícito, y un desnudo tampoco sirve.

—No hay tiempo – Dijo volviéndose hacia mí —¿Qué ordenas?

Había algo que no me gustaba, su tono y además ella se comportaba como un autómata, parecía mentalizada que solo servía para mi placer, ella no contaba para nada. Me miraba fijamente.

—¿Dilo?, no eres mi esclava.

—Mejor en la cama, estoy mojada con solo verte, me la puedes meter deprisa, quiero mandar esa rozadura de la parte interior de los muslos.

Obedecí. Se echó sobre la cama rodando una vez, y mirando al techo y separando las piernas dijo.

—Amo, soy tuya, trátame como mujer que soy, no me importa si me haces daño, pero date prisa.

Todo lo que había pensado se había deshecho con sus palabras. Por un lado decía que no le importaba y ahora había que darse prisa debido a la hora que era.

—¡No lo pienses más!, queda poco tiempo.

Y dejé que ella le guiara en su interior, con sus dos manos le situó en la entrada de la vagina, y ella fue variando su posición acercando su cuerpo al mío, por tanto ella fue la que inició la penetración, se penetró despacio, se mordía los labios cerrando los ojos, parecía gustarle, levemente gimió, intentó ocultarlo, eso no me gustó nada, se reprimía, luego sus manos fueron a mis costados. Sentí como sus muslos se apretaron, y quedamos pegados.

—¡Ahora irrumpe en mi con fuerza!, quiero algo muy rápido, no te preocupe el daño, así lo quiero.

Había cerrado los ojos, y seguí sus órdenes, empecé despacio y poco a poco fui aumentando el ritmo de la embestida, ella se movía a la vez y nuestros cuerpos chocaban, no era el movimiento normal, fue cuando cerró sus ojos, lloraba de forma desconsolada, le dije de parar, pero negó con la cabeza, era la primera vez que veía eso y sollozando dijo que deprisa. Sus muslos se apretaron un poco más, empecé a emplear más fuerza ya que sus muslos ya eran un obstáculo.

Tuve que centrarme en lo absurdo, creí que no podría terminar lo absurdo que había montado, pero lo que sentí fue lo contrario de lo normal, asco de mí mismo, su comportamiento me dejaba fuera de juego. Ella siguió moviéndose despacio y yo retrocedí lentamente, yo tenía molestias por el rozamiento de sus muslos. Se dio cuenta que yo no quería terminar en su interior y su voz era ronca.

—Salte despacio, y haz la fotografía.

Tuve que emplear fuerza ya que sus muslos ahora me impedían salir de su vagina. Ya afuera de su tenaza observé las señales, debía escocerle, pero ese es su deseo, hice once fotografías, por cierto, su vulva era fea, desagradable. Se trataba de una fina abertura cerrada, no eso es finolis, un corte vertical lleno de pelo, la zona peluda empezaba en el monte de venus y hacía que ese triángulo tuviera un lado más largo que se perdía debajo de la vulva.

Quise ver el clítoris, hasta ahora todos se podían ver debido a la excitación, los labios siempre los he visto separados, podía verles sin tener que separarlos con los dedos, esta tía estaba cerrada en todos los aspectos, también estaba oculto y de nuevo habló con esa extraño tono.

—Por cierto, me has dejado una agradable molestia en el fondo de la vagina, por tanto nuestras medidas se ajustan.

Quité la memoria de la cámara sin querer escucharla y, y abrió la carpeta, de las once fotografías ella selecciono tres fotografías. La primera que hice, su cuerpo desnudo junto a la entrada de su dormitorio, su máscara y la rozadura de sus muslos.

Y de nuevo me sorprendió, de título puso “Pistón dentro de mi cilindro. Fricción sexual externo, efecto secundario por penetración ineludible”. Y las envió, el tiempo estaba en 00:04:21 horas, me sentí mal. Esperó mirando la pantalla, la respuesta fue rápida, solo aceptaron la de los muslos, de entrada le dieron un 4 y un 7 por innovación, se refería a la señal de los muslos. Apagó el portátil y me miró con una arruga en la frente.

—Debo hacer algo con esa erección que se está perdiendo. ¿Y ese montaje debajo de la cama?

Su tono tenía cierto fondo de decepción.

—Olvídale, tengo algo mejor, vamos al baño. Coge una vela y no enciendas la luz del baño.

Tiró de mi mano y con la otra cogió una del candelabro. El baño era espacioso, la bañera era antigua, algo que agradecí y miré la ducha, podía modificarse el goteo, de nuevo tuve suerte. Abrí el agua caliente y fui probando una por una, escogí una fina pero sin aspersión, puse la más perecida a la lluvia y cuando tuvo la temperatura adecuada le miré, ella seguía con la vela en la mano.

—¿Puedes sostenerte de cuclillas?

—Si me apoyo, sí.

—Entra en la bañera y busca esa posición e intenta adoptar esa postura.

Dije cogiendo la vela y ayudándola a entrar en la bañera. Y se fue agachando sujetándose con los dos brazos en los bordes de la bañera, uno era interior y pegado a la pared. Me miró sorprendida. Puse la vela en el borde del lavabo que estaba cerca de la bañera y me metí frente a ella, cerré la mampara y fui aumentando la fuerza del agua.

—¿Qué pretendes con esto?

Su tono era impersonal, estaba fuera de juego. Yo seguí mi camino olvidándome del hindú, esta tía estaba refugiada dentro de sus defensas y todo lo aliñaba con impertinencia.

—Cuando tengo problemas, me refugio en la falsa lluvia que la ducha me proporciona, como observarás empieza a haber charco, el agua nos irá cubriendo y es la que mide el tiempo. Luego el tiempo restante es el que tarda en marcharse, y procuro encontrar respuestas.

Esto es una falsa lluvia, sin embargo en el verano, si es que llegamos a él, me refiero que nuestro contacto no se haya roto o difuminado en el tiempo. Entonces te llevaré a un lugar en la montaña, un bosque, y allí esperaremos a la tormenta.

Cuando llegue, ya que hay que estar pendiente de cuándo se va a producir, incluso cambiando de lugar, ponernos en su recorrido. Entonces recibirás a la tormenta desnuda completamente y tus pies en contacto con la tierra, y eso posiblemente te haga despertar, y será cuando podrás sentir plenitud femenina, algo a lo que tú te opones, piensa en el título de la fotografía.

Reconoces tu persecución, así como tus palabras que al quedar solos, éramos pareja, y además reconoces que a la fuerza. Tu error es tan grande como tu equivocación conmigo.

Nos miramos a través del chorro del agua, seguía con la arruga en la frente.

—¿Me vas a follar llegando hasta el final, o te aguantarás el calentón?

—No tía, ese calentón está en tus muslos, ya que me impedías moverme en tu vagina, esa es la realidad.

—¿Moverte? ¿Entrar y salir es moverte?

Su tono fue ofensivo, había entrecerrado los ojos y adelantado la cabeza quedando muy cerca de mi rostro, yo retrocedí mi cabeza sacándola del chorro del agua, pensaba que me iba a pegar con la frente un cabezazo.

—No, eso está en tu cabeza, es lo que conoces, yo le clasifico como un frío polvo sin efectos, yo no hablo de eso. No solo es entrar y salir, para ti nosotros somos pistones, lo has dejado muy claro y tu sujetas esas envestidas, no te entregas, tu controlas sus movimientos, por tanto no seas tan listilla y…

Su reacción jamás se me hubiera ocurrido pensar. Me escupió a la cara. Sentí su saliva en mi frente y ojos.

—¡Maldito cabrón! Eres muy cruel, no sabes… de nada, de...

Agachó la cabeza debajo del chorro de la ducha, el movimiento de sus hombros mostraba que lloraba afligida, vi atisbo de pesar, quizá no sabía refrenar sus impulsos.

Tenía reacciones contradictorias y desde esa postura, levantó la cabeza mirándome, pude quitarme su escupitajo pero no lo hice, con tan solo avanzar un poco la cabeza el agua lo quitaría. Apagué la vela y la oscuridad nos envolvió.

Lo hacía desde dentro de chorro, supuse que evaluaba mi reacción, casi sonrío, un falso bofetón, es decir, lanzas la mano extendida con fuerza y cuando llegas a su mejilla la apoyas, no hay golpe, solo mueves su rostro a un lado.

—No tengo palabras… —La corté.

—Tu ignorancia es tan grande como tu mala leche. Al principio de la penetración si te mueves de adentro a fuera, pero solo dos o tres veces, pruebas la humedad, es una forma de saber que pasa tu cabeza, y se supone que debajo de tus nalgas hay una almohada, de esa forma está en línea con quien tienes entre las piernas.

Su penetrador modifica su movimiento, sale y cuando entra lo hace de forma diferente, se apoya en el ángulo inferior de los labios, y el glande recorre la parte superior interior de la vagina, desde ese anillo de la entrada vaginal hasta medio recorrido, de esa forma la parte del penetrador que está fuera hace de palanca y el glande solo roza la parte superior de la vagina.

Como es lógico, tú no puedes meterte los dedos y explorar, pero nosotros sí, mi maestra me fue guiando en su interior y había puntos donde ella sentía una especie hormigueo aunque no supo explicarse, simplemente le gustaba y era suficiente.

Me sorprendió ese duro tendón o músculo que va de una pierna a la otra, y mis dedos encontraron algo, pero no supe que era, algo así como una ondulación, o hendidura en la piel si eras capaz de presionarla, y esa hendidura se encuentra debajo del monte de venus, cierto es que me faltó ordenar mis pensamientos, pensé en que se diera la vuelta y explorar ese lugar con ella boca abajo, pero no dije nada y esa sensación en mis dedos persiste, no la he perdido.

Y ella colaboraba, arqueaba su cuerpo o eleva la pelvis de forma de indicarme si voy en el buen camino y cuando le gusta, empuja ella suavemente, y veo como su boca se abre. Esto es cosa de dos, supongo que tú te pones y que te hagan, no eres capaz de experimentar contigo misma.

Cerró el paso del agua. El silencio parecía aumentar la negrura que habíamos formado.

—Merecí un par de hostias, lo sé, lo reconozco. ¿Entonces sigue adelante el polvo?

—Sí, pero me acojo a tu propuesta de atarte, no me fío nada de ti.

—Entiendo, una vez atada te vengarás ¿Eres así de cobarde?

No hice caso de su puya.

—No estarás desarmada, tendrás el móvil a tu alcance.

—No comprendo tu actitud, me desconciertas y me da rabia.

—¿Y por esa causa me haces daño?

Silencio. Habló empleando tono ambiguo.

—Todos los hombres que me han follado, lo hacían deprisa, algunos hasta me pegaban, a ellos les ponían y me llamaban gorda asquerosa, y que tragaba con todo debido a que no tenía con quien follar, cualquiera servía, llegué a pagar para que el tipo al menos fuera educado. Pero era un maniquí, no disponía de recursos propios, muy diferente a ti, reconozco que no salgo de mi asombro, y si me di cuenta que mi puesta en escena te gustó, ya me apuntabas con tu penetrador sin haberte rozado, pero lo olvidé debido a la fotografía y me cabrearon tus palabras sobre el freno que dices que opongo.

—Te apuesto lo que quieras, a que frenas las envestidas… sin querer, supongo que lo haces por alguna causa y tengo la seguridad de que lo sabes.

Y de nuevo atacó. Me cogió del pelo con una mano y con la otra pasó sus dedos por mi frente buscando los ojos.

—Tengo las uñas cortadas en punta, lo hice por si volvías a la carga y lo has hecho, puedo sacarte los ojos…

Sentía su respiración cerca de mí y… sorpresa.

—¿Cómo lo sabes?

Pegó su rostro al mío y sentí sus lágrimas. Yo tenía la cabeza ladeada y me asusté, era verdad que las uñas disponían de punta, se las había cortado en forma de ángulo. Seguí hablando.

—He sufrido y sufro con mis amigas, sobre todo con las que beben, me cuentan y me horrorizan, tú eres una de más.

—Pero no me metes en ese grupo, me apartas y me doy cuenta, siempre me hacen daño tus palabras.

—Debías soltarme, un ciego folla mal, sobre todo si gotea la sangre de los ojos colgando fuera de sus órbitas.

Me soltó, salimos del baño, el agua se había marchado.

—Vamos a la cama – Dije tirando de su mano.

—No, la mojaremos.

—No, lo tengo dispuesto, un regalito de lejanas tierras.

Y entre los dos extendimos la toalla-manta, se sentó pasando las manos por el tejido, hizo un gesto de aprobación.

—Ven, siéntate en el centro.

Dijo mirándome como una gata salvaje, había inclinado la cabeza ligeramente hacia adelante, yo vi un ojo al lado del otro, parecía un depredador que miraba a su víctima.

Ella me esperaba de rodillas, me senté rozando su vientre, sus manos recorrieron mis hombros, luego echo mi cabeza hacia atrás uniendo nuestros labios, su lengua se introdujo en mi boca y me secó la boca ¿Me probaba?

Salió de mi boca y me susurro al oído que le gustaba mi boca, y apoyándose en sus piernas, pasó su lengua por mi hombro derecho, sus brazos recorrieron mi pecho y costados, y quedaron rodeando mi cuerpo, sus labios recorrían mi hombro derecho y fue cuando sentí el dolor.

Sus dientes se habían clavado, cerca del cuello, apretaba con rabia, me quejé, ella mordió con más fuerza, sentí como escurría sangre por mi espalda, apretó más y ya me moví, pero su postura me sujetaba ya que en ese momento ofreció resistencia con su cuerpo, solo me quedaba una salida, empujar hacia atrás, mis piernas dobladas hicieron de muelle y soltó la presa, me volví hacia ella cabreado, muy cabreado.

Ella a gatas, me miraba con cierta sonrisa, tenía sangre en la boca, y con guasa se pasó la lengua por encima de sus labios, fue lamiendo la sangre hasta que se la quitó. Se sentó en la cama sonriente y me señaló con dos dedos, simulando una pistola.

—Yo quiero un vínculo contigo, algo que no puedas romper, la sangre es inmortal, y es la esencia que permite la vida en nuestro cuerpo, la he robado como quería, con daño físico.

La miré refrenando mi ira, me dolía el mordisco, y posiblemente se infectara.

—Tú beberás la mía muy pronto, mi sangre también me duele muy adentro. Tengo una fina copa para recogerla, aunque prefiero que lo hagas directamente de mi vulva.

Además ese día te permitiré que te corras dentro, para que se mezcle con mi sangre, y ese vínculo vivirá aunque nosotros hayamos muerto.

—Y déjame que cure tu herida.

No dije nada, de nuevo me había sorprendido y en efecto, llegó una caja de curas, me puso una gasa, linitul dijo, reponía el tejido afectado y además desinfectaba, luego lo cubrió con una gasa y desapareció de mi vista.

Volvió con un cordón negro que tiró en el borde de la cama.

—Átame y haz conmigo lo que quieras, soy una mujer mala, lo he asumido desde el instituto cuando no era gorda, di con chicos malos, pero me vengué de cada uno de ellos, tú has debido ser uno de ellos, sabes como ellos, nunca olvidé su sabor.

Hice como en las pelis de policías, le di la vuelta poniéndola boca abajo, até sus muñecas procurando que no le produjera daño alguno, luego el otro extremo lo llevé a su hombro seguí por cuello y volví hacia abajo, le pasé entre las piernas y até en sus muñecas, tenía cierta holgura no sentiría daño alguno aunque tirara.

Quité la sábana de encima y la pasé por encima de su espalda, luego por debajo de la cama y la até, de esa forma impedía que se diera la vuelta, puse las almohadas a ambos lados de su cabeza, no podrá verme aunque girara la cabeza.

Volví a la entrada, del chaquetón cogí el mp3, le puse los cascos poniéndole en marcha.  “Lustre – Phantom (Full EP)”, dura 28:07 minutos, le daría que pensar. Presioné bucle, nueva tortura.

—¿Quiénes son? – Preguntó.

No respondí, había decidido romper el contacto, empecé a pensar que a esta mujer los hombres la habían dañado o ella misma en exceso, su inercia y repuesta hostil tenía que tener un origen, no comprendía sus ataques.

—¿Cuándo me desatarás?

Silencio por mi parte.

—Tenemos que cenar, no lo olvides, puedo ofrecerte ahumados, hígado de bacalao, aunque no has gastado energía conmigo. Buenos vinos, frutas exóticas, se preparar el Mango, exquisito con Lima y mis secretos que encuentro cuando estoy depresiva, lloro mucho en la cocina y no hay cebollas por en medio.

—Di algo, empiezo a sentir miedo.

Silencio por mi parte, procuré no moverme para no hacer ruido alguno.

—Sabes torturarme, la soledad y tú silencio me aterra y parece saberlo.

Miré el tiempo transcurrido en la pantalla del mp3, es un pendrive, sirve para llevar datos y música. 14:04 minutos de silencio por mi parte.

—No me gusta esta música, me hace sentir frío.

Decidí ponerla en su sitio, le quité un casco y bajé el volumen para que me escuchara sin problemas, estaba en el momento adecuado, Lustre mostraba armonía y podías volar con su fantasma.

—Siempre estarás sola, yo, he soportado tus malas formas desde el principio, no somos pareja, aunque quedáramos solos en esa fiesta. Tu obstinación me aterra, desprendes horror e intentas convertirme y no, soy un caminante, nuestros caminos son y serán divergentes, pero no voy a dejarte tirada en el borde del camino, el próximo viernes tengo una fiesta para ti, será mi legado, y si eres lista no desaproveches esta bala, es la última, en el cargador no queda ninguna más.

Debes llevar vestido largo de color negro, aunque te aconsejo que tu lencería sea de otro color, que se pueda apreciar de forma difusa, una cadena en torno a tu cuello y busca algo que esté en su interior, algo que te defina.

Botas altas con remaches, que sean un arma, y lleva esa máscara en tu rostro y como idea, lleva medias, pero esas medias dejan que se arrastren detrás de ti, una vez que pasen el contrafuerte de la bota, las cortas en finas tiras y si quieres dejar a sus mujeres alejadas, no lleves bragas y que no lo ocultes, y sobre todo, que no se dé cuenta de que odias tu cuerpo, él sabrá descubrirlo como he hecho yo.

—Te voy a presentar a un tipo extraño, es el jefe de un clan difuso, entre el gótico, punki y moteros, pero no te confundas, es un astuto hombre de negocios, le hablaré de tu trabajo, te probará, y si consigues su capital, nunca, en el resto de tiempo de vida que te quedé tendrás problema alguno, además obtendrás su protección y nunca estarás sola y yo sigo mi camino tranquilo, sosegado y sin pesar, yo, jamás miro atrás.

Ella se removió inquieta.

Volví a ponerle el casco y sin hacer ruido me fui a la entrada, me vestí y salí al rellano, comprobé que no quedaba nada y cerré la puerta muy despacio, pero tuve tiempo de escuchar su profundo y aterrador alarido.

Lustre había finalizado, el siguiente era “Hermóör – Krigstid (Full Album)” 01:24:26. Es uno de mis preferidos.  La devolví la soledad en que vivía.

Podía soltarse sin problemas si pensaba un poco, el truco estaba en sus muñecas, esa presión era falsa, si hacía un pequeño esfuerzo de separarlas, se daría cuenta, envié un WhatsApp a los que había conocido en la fiesta, para que no la dieran información alguna sobre mi persona, amenacé con serios problemas, habría hostias y apagué el móvil. Volví a casa tranquilo, ya era lunes, tiempo presente.

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