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Pero no habían terminado las sorpresas, ya en casa encendí el PC, la causa la ignoro, ante todo quería dormir, sabiendo que conciliar el sueño, frase que tampoco comprendo, iba a ser complicado por la gorda y su mala leche concentrada en mi persona.
Abrí el correo y el cansancio fue ampliado debido al último e-mail recibido del director g ejecutivo, esa g significa general, nosotros hemos cambiando el significado, es un cabronazo. Viaje relámpago a la capital de La Rioja, Logroño, alarma comercial, faltaban clientes importantes y mirando a quien iba dirigido a parte de mí, una valenciana, un andaluz, por cierto este vestía e imitaba a uno de los personajes de “Granujas a todo ritmo”, era igual de delgado y siempre con gafas de sol aunque fuera una noche oscura y un catalán, siempre durmió con una tía diferente y estaba casado, creo que tenía dos hijos de corta edad, y el martes que estaba por llegar me creó un problema grave, aunque haciendo honor la verdad, la tía tenía clase, tanto en su tono como en la actitud que tuvo conmigo, lo merecía, a pesar que cobraba por sexo sabiendo que estaba prohibido llevar furcias, eso me dijo con cierto pesar, deduje que no le gustaba ese calificativo, yo me mostré comprensivo y la traté mejor que a las demás, aunque tuve cierto conflicto de intereses en mi mente. ¿Son normales en el sexo?, esa era la cuestión. .
El sueño escapó ante la aventura, yo soy así de memo, un calentón sin solución y encima un viaje, pensé en el vino de rioja, es mi preferido y desde luego no acerté una.
Hice la maleta despacio, y en mis oídos "Unreqvited - Disquiet (Full Album)”41:52. Quise armonía y apartar el domingo de mi mente.
Y a pesar de la hora, hice trabajar al destino que escribimos nosotros mismos, yo no dormía pues el tampoco, en la primera gasolinera llené el depósito y salí por la A-3, pensaba ir por carreteras solitarias. Llegué a Soria y en la entraba había una gasolinera donde rellené, pregunté por el puerto, dijo que no había nieve, aunque me recomendó que no fuera por allí, le ignoré y pasé por el puerto de Pajares, había pasado mucho tiempo, esas correrías de fin de semana, siempre en bosques laderas de montañas, bajé el cristal de la ventanilla y saludé al bosque, les mostré la mano abierta juntando los dedos y luego sujeté el viento cerrando las manos, la nostalgia apareció envuelto en una fina niebla debido a la humedad, sentí emoción muy difícil de describir.
Entré en Logroño cerca de las diez de la mañana, esa emoción me hizo parar, no estaba cansado y tampoco tenía sueño, mantuve esa emoción que me envolvía, como si volviera a aquellos tiempos en que viví su magia, me miré en el espejo retrovisor, mi rostro tenía muchas señales, arrugas y reflejos de daños, ya no era ese muchacho soñador que miraba sin ver.
Bastante deprimido seguí la larga bajada del puerto, muchas rectas y mi tristeza hizo que la moral descendiera a la misma velocidad, entré en la capital riojana deprimido.
El hotel tenía la entrada en una rotonda, aparqué junto a la cafetería, poca gente, y sorpresa, el catalán estaba sentado en una mesa leyendo un periódico y dos tazas de café vacías, desde dentro me hizo un gesto con la mano.
Después de dejar todo en la habitación fuimos a la delegación, el pájaro se sorprendió y reprendió, dijo que la reunión era el martes, que si no sabíamos comprender las órdenes, el catalán me miró, yo hice un gesto de negación, supe que habría problemas.
Aquel viaje de trabajo tuvo su importancia, no en el aspecto comercial ya que el delegado de zona, se comportó como es, un cretino integral, estuve dos semanas en Logroño y el muy, bueno, aunque en el fondo me daba lo mismo, después del choque del lunes, como resultado me envío a la capital alavesa, él no sabía que yo conocía Vitoria, guardo muchos buenos recuerdos y sobre todo de una mujer, como no, pero no, no me voy a dejar que su terrible recuerdo me haga salirme de la autopista, la que va de Logroño a Vitoria, que en aquel tiempo no estaba totalmente terminada, y en media hora más o menos llegaba al polígono Jundiz, allí tuvo su domicilio la empresa para la que trabajé durante tres años, como muchas cerró.
Ese pobre hombre nos vigilaba, éramos cuatro comerciales trasladados de otras delegaciones, el pobrecillo a las ocho de la mañana se emboscaba en la cafetería para controlar a qué hora empezábamos a trabajar, le ignoré de una forma que le jodía y ese primer día de mi llegada, ya no volvió a dirigirme la palabra, los otros dijeron que buena estrategia, ellos tuvieron que aguantar sus tonterías y con este fondo, que por cierto si fue la causa de preocupación cuando el lunes, llegara a mi delegación de Madrid, el jefe de zona me tiraría de las orejas, no por mi mal comportamiento…, humano, sino por no haber echado mano de la inteligencia, algo que me falta.
Todo empezó ese sábado que volvía a casa, madrugué mucho, a las ocho estaba en Vitoria, el día anterior seleccioné las visitas, todas muy cercanas pero en diferentes calles y en diferentes polígonos, y como ese no sabe de la misa ni media, tragó, se lo tragó atravesado.
Ese viaje además tuvo algo que nunca más pude ver, un B-52H Norteamericano en vuelo, no iba muy alto, me dije que era buena señal y seguí tranquilo, no pasé de 110, no tenía prisa, pensaba comer en Soria y después a casa, hora estimada de llegada las 18 horas más o menos, sin embargo, las hilanderas no estaban de acuerdo, tejían mi destino sin yo saberlo.
Hablo de hilanderas debido a mis ancestros, esa tribu vivía en las orillas del Báltico, y terminaron en el noroeste de la península, el pueblo Suevo, el origen de mi apellido es de esas lejanas tierras heladas, y ellos hablan de las hilanderas, yo pienso que somos nosotros mismos con nuestros actos, nada más.
El día era soleado con nubes de evolución, pero si vi algunos cúmulos, y todo se iba cumpliendo sin problemas, hice es alto para comer y volver a llenar el depósito y de nuevo volví a la carretera, esa carretera me llevará a la A-3 pero el calor, mucho calor, y esos cúmulos me dijeron que habría tormenta, algunos empezaban a oscurecerse, y me detuve en una gran sombra cerca de una fuente con tres caños, el agua que llevaba en la botella podía servir de primer plato, un caldo.
El agua increíblemente estaba bastante fría, y me quedé en la sombra para enfriarnos, el coche y yo, pero, detrás de mi escuché voces, mujeres hablando entre ellas, había un desvío un poco más lejos, algún pueblo pensé, vendrían a por agua y en efecto, tres mujeres, monjas para más detalle, vestían de gris y con la cabeza cubierta y la tela era de un tono más oscura, cada una llevaba un depósito de plástico, pensé que lleno le iba a pesar más que sus ocultos pecados.
Tras el saludo educado de buenas tardes, llenaron los depósitos y una a una con la ayuda de las otras dos, se cargaron los depósitos al hombro, encorvaron sus cuerpos y pasaron por delante de mí y de mi coche, una de ellas se detuvo, miró el coche y luego se volvió mirándome a mí, con mucha dificultad dejó el depósito en tierra y me habló.
-Señor, podría llevarnos en su coche, vamos muy cerca, pesa mucho, pero lo peor es ests sol y calor, el señor se lo pagará.
Jugaba con ventaja, sabía que no podía negarme y asentí, las otras dos esperaron a que yo cargara con sus bidones. Mi equipaje era una pequeña maleta, la mochila del equipo y el maletín de trabajo. Dos bidones en el maletero y otro en el asiento delantero, ellas tres detrás, su pusieron el cinturón y me sonrieron, ignoraban mis pensamientos, evite la sonrisa, me dije de ponerlas a trabajar en un camino poco transitado y con menos ropa.
Y no me engañaron del todo, me dije que eran empleadas como burras de carga, la distancia era de 1.300 metros según el contador, aunque el camino era a través de un bosque de pinos, casi siempre sombra.
Era un convento junto a una ermita, una de ellas se bajó y las otras dos se quedaron dentro, nuestra conversación en ese corto espacio de tiempo fue lo de siempre, que esperaba en la fuente, hablaba de los caminos del señor, su dios. Yo evitaba respuestas arriesgadas y dije que llevaba muchas horas conduciendo, mentí por decir algo. Una de ellas no abrió la boca para nada, miraba el paisaje.
Entramos en una plazoleta y me indicaron la zona de pequeño muelle, allí estaba la cocina. Vi a un tipo con mono azul trabajando en una tubería de entrada, una rotura y el charco con arena era una evidencia.
No dejé que cargaran y yo las deposité en el muelle, pero al otro lado, es decir en el muelle no había nadie, pregunté y me dijeron que debía llevarlas a la cocina, esa agua era necesario para la cena.
Y cargué con bidones hasta la cocina, hice tres viajes, era absurdo romperse las manos y la espalda, y cuando me despedía de las tres burras de carga, entró andando muy deprisa una mandona, era la jefa de todas ellas, la madre abadesa que no lo era, esto no era una abadía, pero recordé un fragmento de una canción infantil, solo recuerdo esto “...Menos la madre abadesa que vestía terciopelo”, aunque esta vestía una tela normal y era mayor, más de sesenta.
Hizo algo sorprendente, me dio las gracias y me abrazó, las otras tres sonrientes y en hilera, lo mismo las pasaba revista, es decir, que yo no había cobrado de forma anticipada, lo cierto es que su ropa no me dio detalle alguno de sus cuerpos, ni el trasero.
Tan solo los tobillos, tiene cierto equilibrio con sus pechos, un día escuché una frase y que es verdad. “Mujer de tobillos finos, pechos sorprendentes”.
Me dijo que me quedara a cenar, yo no salía de mi asombro, las otras tres asintieron con la cabeza, yo desconfiaba y pensé que se aprovecharían de mi bondad y me mandarían a por más agua, y lo dejé caer de forma inocente, la abadesa dijo que no, que la avería está reparada y en un par de horas el suministro de agua será restablecido.
Mi instinto me avisaba de algo, aunque yo pensaba que las horas de coche pesaban más que el agua, y como siempre hago, utilicé la visión periférica, desenfocar la mirada al frente y emplearlo en los laterales, es sencillo pero hay que practicar mucho, y sorprendí la mirada de la muda, me miraba pensando, aunque no tenía ni idea de su físico, mientras que fuera mujer, servía para soñar.
La cena fue en una mesa comunal, larga y me hizo pensar los huecos, y como tenía a la muda enfrente, moví ficha.
-¿Por qué esas sillas vacías? – Pregunté mirándola a los ojos.
Ella los bajó, mientras intentaba pinchar con el tenedor guisantes huidizos, la cena fue una sopa de estrellas, muy rica, caldo de cocido y carne con guisante, zanahorias, alcachofas y puerro.
-Son de las hermanas que están con el señor.
Respondió sin mirarme, pensaba si detectaba al depredador.
-¿Han muerto? – Dije haciéndome el tonto.
-Si, el señor las reclamó.
Esta vez me miró, en esa mirada vi una mezcla de curiosidad y duda. No supe que responder, la que tenía a mi lado y otra dos sillas alejada de la muda nos observaban, la cena era silenciosa.
-Y el señor nos ha enviado a un hombre bueno.
Habló por primera vez la madre abadesa, como me inventé. Aseveró mirándome.
No comprendo – Respondí como antes, como un imbécil.
-Tenemos un grave problema, y esta mañana cuando llegó el hombre que ha reparado la rotura de la cañería, le estuve observando, pero no, se limitó a ir a su aire ¿Cómo dicen los jóvenes?
-Madre superiora, a su bola – Respondió la muda.
Mi sistema de alerta se activó, había respondido mirando a la abadesa y luego me miró a mí.
-Es verdad.
Pregunté para entablar una conversación, pero sus respuestas fueron cerradas, no quería conversación.
El silencio fue roto por sonido del agua, la que estaba a mi derecha llenó su vaso y rellenó el mío, la miré dándole unas gracias mudas, ella hizo un ensayo de sonrisa y se puso muy colorada, sin querer había rozado con mi codo derecho su costado, vamos donde empieza ese musculo que va en dirección a tu pecho izquierdo.
La madre abadesa rompió mis pensamientos.
-Pero tú no, me han dicho que ni siquiera mostraste reacción alguna en tu rostro. Algunas vemos que les hemos molestado, tu no, y les evitaste el trabajo pesado. Es decir, el castigo. Y tú sufriste el castigo por ellas.
Tragué saliva, vaya interpretación de los hechos. Me hice el ocupado, perseguí a un trozo de exquisita carne, me iba a poner colorado si seguía por ese camino. La muda aunque tenía inclinada la cabeza hacia su plato, descubrí su mirada, hice que no me daba cuenta, me escrutaba impunemente, bueno, eso pensaba ella.
La madre abadesa había girado la cabeza en mi dirección, esperaba respuesta por mi parte.
-Madre superiora – Dije ladeando la cabeza en su dirección, había desenfocado la mirada, mi ojo derecho no perdía de vista a la muda – Nunca me gustaron los castigos, no creo que fuera tan grave su culpa.
La madre abadesa se puso seria, había perdido ese gesto de bondad con que hablaba.
-Comprendo tus palabras, ignoras cuáles son sus faltas.
-¿Puede apartar mi ignorancia? – Respondí sin mover mi cabeza en su dirección.
-Son faltas leves, pero estas llevan el camino de convertirse en graves. Sor Mable quiera abandonar el convento, alega que se ha perdido. Que ha perdido su fe. Y Sor Pilar y Sor Eulalia le aconsejaron que colgara los hábitos, cuando ellas no disponen de autoridad para dar consejos. Sor Mabel está frente a ti.
Casi se me cae el tenedor, giré la cabeza y la miré, esta vez sostuvo mi mirada a la vez que asentía con la cabeza, gesto impasible.
-Madre superiora, lleva razón, no sé nada y no tengo suficientes elementos juicio y tampoco los suficientes conocimientos para poder opinar, y desde luego juzgar, menos aún.
-¿Os dais cuenta de que llevo razón? – Dijo haciendo una pausa y mirando una a una – El señor nos ha enviado a un hombre bueno, para ayudarnos en nuestra penosa carga.
Tenía la certeza que me iba a sacar los colores. Los postres fueron dulces, parece que en navidad los venden. Incluso me pusieron una taza de café, ellas no, pobreza ante todo y ayuno, no comprendía a las religiones.
Pensaba que era un buen momento para escaparme, pero la madre abadesa me esperaba en el pasillo de entrada al comedor, yo había cogido la chaqueta, no pensaba ponérmela, hacía calor. Y cogiéndome del codo, me habló al oído.
-Tengo otro problema, una enferma terminal, el médico ayer me dijo que no le daba dos días, terrible enfermedad la suya, fue perdiendo los sentidos, aunque puede hablar, lo hace muy despacio, se cansa.
Me dejó sorprendido y aterrado. Me defendí.
-¿Qué puedo hacer por ella?, no hago milagros.
-No se trata de eso, Sor Mabel me dijo que le habla de un pretendiente que tuvo, al cual maltrató, le hizo mucho daño, y quiere su perdón. Sor Mabel asegura que no quiere morirse con ese peso, lo hará cuando consiga el perdón, y durante la cena el señor te señaló de nuevo.
Me quedé en blanco, y su mirada implorante hizo no pudiera negarme.
-Madre superiora ¿Sabe algo de ese hombre?
-Antes hable con Sor. Mabel, ella es la que lleva la carga de la enferma terminal.
Convento del terror, me dije. Y me llevó en busca de Sor. Mabel, esta fregaba el suelo junto fogón de rodillas, en el duro suelo, y fue cuando me hice una idea.
De nuevo en el coche, el hospital estaba cerca del borde de la provincia entre Guadalajara y Madrid, en su lado este. Un viejo edificio de piedra gris, planta baja como no, cerca del depósito de cadáveres.
La habitación olía a cerrado, y me fue familiar reconociendo el hálito de muerte que escapaba de su boca. Me estremecí sin poder evitarlo, Sor Mabel puso su mano extendida en mi espalda y me dijo al oído.
-Tenga valor, sus palabras harán que encuentre la paz y es cuando se dejará morir, está fuera de su término y lo sabe. No olvide que usted que la ama por encima de todo, es la mujer de su vida, nuestro señor le recompensará.
Estaba muy nervioso y Sor Mabel me llevó hasta la silla que había junto a la cabecera, me ayudó a sentarme, era una autómata y llevó mi mano junto a la de la mujer, esta reaccionó de una forma extraña, su cuerpo se estremeció de la cabeza a los pies, al oído me dijo que la llamara amor mío. Yo sudaba a mares.
-Amor mío, he llegado.
No se me ocurrió decir otra cosa. Temblaba. Y sorprendentemente Sor Mabel puso sus manos en mis hombros.
-Quien, como, como lo han conseguido.
Había girado su cabeza en mi dirección. Miraba pero no veía.
-Internet – Respondió Sor Mabel escuetamente.
Cómo si no, esto era un juego demencial.
-No me queda mucho tiempo, quiero pedirte perdón por mis malas artes, el sufrimiento que te produje, desprecié tu amor por otro, y aquella noche me reí de ti y de tus sentimientos, Jesús me daba caña, era brutal algunas veces, y aquella noche en casa de los abuelos de Julio, me empujó a la cama, me arrancó la ropa, y casi me violó, pero consentí porque me gustó.
Hizo una pausa, su voz era ronca. Le dije a Sor Mabel que no soltaba mis hombros, más calor, que trajera agua, esa mujer necesitaba agua, me señaló el gota a gota, pero dije que no, que mantenía la boca abierta, necesitaba agua y me obedeció, tenía una idea, y aún no sé por dónde cogerlo.
Me entregó una botella de agua fría y un vaso de cristal, pero rechacé el vaso.
-No hables, voy a darte agua – Le dije.
-Sí, tengo la boca muy seca.
Y bebí de la botella un pequeño sorbo, y llevé mis labios a su boca entreabierta y despacio fui dejando agua en su boca. Lágrimas brotaron de sus ojos, cerró los labios besando los míos, pero yo procuré que sintiera el agua y separó los labios de nuevo, el agua entró en su boca y resbaló por su barbilla que sequé con la sábana. Repetí la acción otra vez, Sor Mabel tenía desencajada la mirada, vi horror y una lágrima escapó de uno de sus ojos, la ignoré.
-Recuerdo tu mirada en la cena, faltaba una silla, no era la tuya, era de la Jesús, fue cuando te diste cuenta que el que sobraba eras tú y yo fui cruel contigo, pensaba que tu amor por mí era enfermizo y por eso te maltrataba, me hacía sentir una extraña excitación y que estoicamente soportabas.
Tus reacciones eran infantiles, pensé que aun jugabas y me sentó mal que te marcharas, eso produjo mal rollo en la cena, los padres de Julio me miraron mal, y más tarde me enteré que les había sentado mal lo que hice.
Olvidé donde estaba, a Jesús le importó una mierda, como él dijo. Y que tú eras un mequetrefe, sin darse cuenta de que yo había preparado la traición fríamente. Yo le había manejado y no se daba cuenta.
-Cuando queréis sexo, pasáis por el aro cuantas veces queramos las mujeres, sois así de bajos, de viles.
-Mientras que te bañabas en la charca, el me manoseaba los pechos, y de las fotos que hiciste del grupo, recuerdo que me apartaste y me hiciste esa fotografía que nunca me diste, fue junto a las Jaras y de fondo la charca del cura.
Su voz se hizo más débil, ronca, nuevamente le di agua. Volvió a besar mis labios y lágrimas silenciosas seguían escapando de sus ojos abiertos, ciegos, es el título en mi diario.
-Antes de nada, llévate a Mabel contigo, no quiere estar en el convento, y ayúdala.
Tosió levemente. Las manos de Sor. Mabel se apartaron de mis hombros, ya no me empujaba hacia la moribunda.
-Muchas veces he recordado la primera vez que cogiste mi mano, fue en el cine pero no recuerdo la película. Como pasaste tus dedos por los pinchazos de las agujas, por la noche cosía con mi madre, y tampoco no supe valorar lo que me hacías, como aquella noche que acepté que fueras a buscarme al instituto en la calle fomento.
Aquella noche de lluvia….
De nuevo tosió. Respondí pensando que hubiera hecho, yo.
-Muchas veces hago esa peregrinación, sobre todo las noches de lluvia en invierno.
-Si, últimamente lo he recordado, como me cedías la parte interior, para que no me mojara y también recuerdo la plaza, ese lugar debajo de la farola, donde sorprendí tu mirada en mis pechos, en el jersey negro había finas gotas de lluvia. Y ¿Panguar?, ¿Recuerdas las putadas que te hacía?, y que yo bailaba con otros, para ti no dejaba ni las migajas, veía con cierto placer como te marchabas a media tarde, amargado.
-Déjalo ya, es pasado.
-Necesito tu perdón, no quiero morir sin él, pesa más de lo que piensas.
-Tienes mi perdón, siempre te perdoné todo, y cuando recorría ese camino, del instituto a tu casa, pensaba en ti y en nuestra proximidad, llenas páginas de mis diarios y muchas veces vuelvo al pasado y miro las fotos de aquel lugar, puedes seguir tu camino, siempre te amaré, no lo olvides.
Y besé sus labios, los mantuve unos segundos, no podía respirar por la nariz, tenía oxigeno puesto. De nuevo lágrimas escaparon de sus ojos. Su mano se posó en mi rostro, le recorrió despacio, rozó mi incipiente barba, hoy no me había afeitado.
-Estás más delgado, dudo, ha pasado mucho tiempo. Ahora puedo morir en paz, no por tus palabras, me has dado de beber de tu boca, recuerdo que me dejabas seca, me quitabas la saliva, sin duda eres tú, mi verdadero amor despreciado por mi mala cabeza, gracias amor, muero pensando en ti, junto a las jaras.
Solté su mano, vi furtivas lágrimas sueltas, y en su boca se pudo apreciar un atisbo de sonrisa, ladeó la cabeza mirando a la ventana.
-Vámonos, ha sido mucho tiempo.
-Espera.
Di la vuelta a la cama y acerqué mi boca a su oído, quise saber si podía ver mi sombra, ya que tapé la luz de la ventana.
-Cuando muera, te buscaré en la eternidad, y volveremos a recorrer ese camino juntos, de la mano y la lluvia nos cubrirá con su brillante y húmedo manto.
No pareció haberme escuchado, como tampoco el taparle la luz de la ventana, y despacio me alejé de ella. Sor Mabel en la puerta lloraba, tenía la cabeza inclinada mirando al suelo.
-¿Y ahora, que? – Pregunté sumamente trastornado.
-Morirá esta noche, la superiora ha visto muchos casos como este y tú te has pasado de vueltas, hasta yo me he creído que eras su amor verdadero.
No me marché, en el coche mal dormí, y no había amanecido aun cuando una mano movió mi hombro, abrí los ojos, el añil de amanecer en el horizonte, Sor Mabel.
-Murió a las 23:09 según el informe médico, el entierro será esta tarde a última hora. Y toma mis cosas, me voy contigo.
Tiró por delante mi una bolsa de plástico blanca, pocas cosas tenía. Y se alejó corriendo confundiéndose con las sombras.
El día amaneció brumoso, y empezó a llover, lluvia tranquila y pertinaz, y cuando entramos en el cementerio las nubes se hicieron más oscuras, la noche llegaba deprisa.
Su féretro estaba en el interior de la sepultura, solo tenía en el coche de gran valor para mí, una piña de pino albar, donde dicen que se esconde el mal, pero eso es mentira, una leyenda sin fundamento, con la primera palada de tierra oscura eché la piña, estaba sumamente desconcertado y deprimido, mi puesta en escena me había dañado, lloré mirando al suelo, sentí vergüenza de mi actuación, todo falso, falso, me desprecié en lo más íntimo de mi ser.
Me despedí de las monjas levantando el brazo, casi sonrió y descubro a la prófuga. En la hilera de monjas se había producido un hueco, ex sor Mabel se había escapado. Ellas respondieron de la misma forma y corrí al coche, no lo hice por la lluvia, era poner más distancia entre el coche y el convento.
Mabel vestía un gastado pantalón vaquero y una camisa anticuada, solo tenía los zapatos varoniles de monja, en su bolsa un par de bragas blancas deshiladas de tanto lavarlas, dos pañuelos y una pequeña cartera con su documentación, no disponía de dinero alguno. Ya bordeando el aeropuerto de barajas, habló.
-¿Qué vas hacer conmigo? – Dijo poniendo los zapatos en el salpicadero.
-No sé, el lunes te comprarás ropa y zapatos, y todo eso que necesitáis las mujeres. Prepararé una buena cena, continúas la vida que dejaste ¿Y tu familia?
-No me quieren, les di muchos problemas.
-Procura ser buena conmigo, estoy fuera de juego, y muy cansado.
-¿Eres actor? – Tono de extrañeza.
-No, técnico comercial.
-Pues tío parecía todo de verdad. Debes saber que una de las tres aguadoras, una de ellas, que ha sido castigada de forma reiterada por ser muy cotilla, siempre está pendientes de las demás.
Cuando estaban enterrándola, nos dijo en un tono muy bajito, que tú no eras un hombre bueno enviado por el señor, que no, que tú eras un enviado de satanás, que habías tenido sexo con la difunta en las puertas de la muerte y que te alimentaste del último aliento, ese hálito corrompido, ya que se muere de adentro a afuera.
Casi me salgo de la carretera, la lluvia empezaba a caer con fuerza.
-No sé qué decir, pero tiene mucha imaginación, ¿les contaste todo?
-Sí, no pude evitarlo, en el convento nunca hay nada que comentar y aún sigo impresionada por lo que hiciste. Una tarde que hacía mucho calor, se bebió el vino blanco que hay para guisar, estaba frío y dijo que el agua no le quitaba la sed, el caso es que estaba un poco bebida y nos contó uno de sus castigos por cotilla.
La azotaron en la madrugada, ella dice que fue el ayudante del sacristán, un hombre muy serio, recto en su proceder y muy sagaz, decía que era el perro guardián del sacerdote que habitualmente daba las misas.
Este sacerdote fue el que nos impuso la penitencia de asistir a los enfermos y todos los días nos invitaba a socorrerles en la medida de nuestras posibilidades y virtudes, y de una vez a la semana deberíamos ir descalzas, al ir y al volver.
-No entiendo que pretendía.
-Que nuestro dolor físico sirviera para mitigar el sufrimiento de los enfermos. Y sigo con la chismosa, aquella tarde nos contó que era por la noche cuando iban a por ella y que la llevaban a un sótano, todo iluminado por enormes cirios blancos y en el centro había una cruz pequeña y en ella la ataron.
Mojaron su cuerpo con vinagre y luego uno de ellos, dijo que mientras pronunciaba palabras en latín que no entendía, la azotaba con una especie de plumero muy largo, varias tiras de tela muy finas, parecía plástico, y resultaba que al principio no le hacía daño, y empezó a sentir gustillo, esas finas tiras la estaban excitando, y tuvo varios orgasmos prematuros, si nos sorprendió eso de prematuros, dijo que se meaba sin querer, y que un líquido que bajaba por sus muslos algo muy caliente y que por último recordaba de forma muy difusa cuando la llevaron a su celda, otro de los que estuvieron presentes en el castigo, la limpió completamente y que después se puso encima de ella, veía su rostro muy cerca de su cara, y que mordía su boca, ya no recordó nada más.
-Supongo que se la estaba tirando, y eso la dijimos, pero ella dijo que no, en su interior no notaba nada extraño y dijo que cuando te la han metido sin tu consentimiento, algo sientes poco después, aunque pudo mentir.
Seguimos en silencio, en ese momento entramos en el túnel que pasa por debajo de la pista 15-33 del aeropuerto, es corto.
-Mentiste a una moribunda, puede si seas un malvado, enseguida te hiciste con ella.
-No la he engañado en ese sentido.
-No te comprendo.
-No nos conocemos lo suficiente y no es de tu incumbencia, ahora piensa en tu libertad.
-¿Me impondrás reglas?
-No, solo que no alteres lo que veas, tengo un orden relativo, no lo alteres, solo eso. Te daré una copia de las llaves, para que puedas entrar y salir, no hables con los vecinos, solo lo que precise la educación y nunca des pistas de nada, saben que entro y salgo a menudo.
Asintió con la cabeza mirando hacia la autopista, entrabamos en la A-3, y poco después en la M-30 dirección sur-suroeste. Seguimos dirección oeste y poco después salimos a la M-40 y en la primera salida a la vía de servicio y pasando por encima de la M-40, y entramos en la urbanización, como siempre aparcamos lejos.
Caminamos en silencio, ella miraba el entorno, deduje la intranquilidad de lo desconocido. Llegamos a las torres en diagonal, en la última tenía mi pequeño piso. En el ascensor siguió en silencio continuó callada cuando cerré la puerta con llave.
Había encendido la luz de la entrada, un pequeño hall con dos muebles, y una alfombra que no quitaba nunca, en un mueble se ponían los zapatos y del otro cogías las zapatilla, en casa siempre en zapatillas, se puso unas mías nuevas, le estaban algo grandes pero unos calcetines de invierno también míos casi equilibraron las zapatillas.
La entrada a la cocina daba a este pequeño hall y la otra puerta era la del salón, oscuro debido a que era de noche y que además tenía las cortinas cerradas, encendió la luz.
-Hace frío – Dijo frotándose los brazos.
-Sí, pero en breve la temperatura cambiará.
-Es un viejo sistema muy rápido, tengo una lata de 40 centímetros de diámetro con 20 de fondo, le medié con alcohol sanitario, poco después una larga llama iluminó el salón, tenía un lugar donde no podía haber un accidente y quemar el salón, la llama de esa lata no alcanzaba a nada, solo pared limpia y además cerca una manta de coche, en caso de peligro ahogaba el fuego, lo he probado varias veces.
Se había sentado en uno de los sofás que había dividiendo el salón en dos, en la otra parte estaba la mesa de comedor y ocho sillas en su entorno.
-Ambiente espartano – Dijo mirándome.
-¿Estás deprimida? – Pregunté por decir algo.
-Más bien fuera de lugar, hombre bueno.
Sorna en lo último, su mirada era extraña y lo vi normal, estaba a merced de un desconocido.
-¿Miedo?
-Algo parecido, no se explicarlo.
-Conozco un centro donde estudiantes viven, también es religioso, esta semana que entra, podemos preparar una maleta y te recibirán sin problemas, y no tienes que pagar nada, solo mantener la disciplina que ya conoces.
-Otra vez no, de ninguna manera, me arriesgaré hombre de satán, tú no eres bueno aunque dieras con la clave, me tiene aturdida como la diste de beber, y antes de marcharnos volví a mirar su rostro, seguía mirando a la ventana con ese gesto tranquilo, sosegado y ese atisbo de sonrisa -, la corté.
Esperaba a la muerte con tranquilidad, no fui falso, como tampoco el beso, ella lo anhelaba, era algo parecido a una asignatura pendiente, con el amor que había despreciado de ese hombre, que la amó sin ser correspondido y lo peor, torturado por ella.
-¿Qué es el amor verdadero? – Preguntó como si pensara las palabras – Yo nunca me enamoré, si había chicos que me gustaban, pero siempre querían meterme mano, sin conocerme de nada, chulos de mierda, eso son.
Medité la pregunta, yo no era el más indicado para responder. Mis no sé qué, tampoco sé de donde viene todo.
-Sostengo la teoría de que solo te puedes enamorar una sola vez, piensa que va unido al sexo, y piensa la primera vez, cuando te desfloraron, es una sola vez, no haya dos, por eso precisamente afirmo y aseguro que el amor, esa conjunción de las dos áureas es brillante una sola vez, la primera y si sigue a tu lado, se mantendrá pero irá perdiendo fuerza, le llamo cansancio de material, es decir, al amor hay que alimentarle, es como el fuego que te calienta, añades ramitas para mantener esa llama y, -
Ruido de llave en la puerta de entrada, me miró abriendo mucho los ojos y luego desviándola hacia la puerta de entrada del salón.
-¿Ya has regresado? – Se detuvo en la puerta del salón, sonrió y añadió - ¡Esta vez traes botín! ¿Dónde la has capturado?
Y me abrazó mirándola por encima de mi hombro. Rompí el abrazo y las presenté.
-Lidia, te presento a Mabel, ex Sor Mabel y Mabel te presento a Lidia, vecina de enfrente y amiga.
Se abrazaron con el clásico mua mua de las mujeres y me miraron.
-¿La has secuestrado de su convento? – Preguntó riendo.
-No, ella quiso marchase, es una corta historia.
-He pensado que cenareis en casa, voy a preparar el horno, por tanto en una hora os espero y ya me contareis, esto no ocurre todos los días.
Y de nuevo nos quedamos solos, su mirada había cambiado, era especulativa.
-Te la tiras, sin duda – Aseveró.
-No exactamente, es una buena tía, profesora de universidad, música es su especialidad, humanista donde las haya, su vasta cultura me sobrepasa y es muy comprensiva, y si, hay cama por en medio, pero no como piensas.
-Seguramente ahora, en estos momentos esté decepcionada, soy mucho más joven que ella, puede que piense que ha llegado el momento de sustituirla ¿Traes amigas?
-Casi nunca, solo en casos complicados y no me controla, nuestras vidas están separadas, tampoco hay reglas entre nosotros, cuando le apetece un polvo, me lo dice y nada de frustraciones, yo también la requiero.
Miró a la pantalla oscura de la tele, se veía reflejada.
-Debes ducharte, hueles a hospital, y luego iremos a cenar, es buena cocinera, he pensado ponerte en sus manos, necesitas ropa calzado y sobre todo consejos, es una buena tía y lo comprobarás por ti misma ¿Alguna objeción?
-¿Qué me pongo?
-Un albornoz que te daré ahora, y en su casa le pides ropa interior, seguro que en sus cajones habrá algo que no se pone, ha engordado un poco. Puedes fiarte, verás su casa, ésta comparada con la suya es una pocilga.
-No veo polvo en los muebles, no está mal.
-Todos los viernes viene una mujer, le dejo la lavadora puesta y cuando llega solo tiene que colgarla de la cuerda, barre, friega el suelo y se marcha.
-¿Mi presencia alterará tus costumbres?
-En parte si pero no mucho, no tendrás que limpiar, todo seguirá igual, si te pido que procures no ensuciar, es fácil, si haces papelitos, los recoges, no hay que esperar al jueves. Tendrás tu habitación, tiene armario empotrado y podrás decorarla como quieras, si fumas lo haces en la terraza.
-No fumo.
-Pondré a tu disposición dinero, cuando te quede poco me lo dices y te daré más, si te recomiendo que cuando pasen unos días y te hayas asentado, que empieces a mirar hacia adelante, que busques una ocupación, un día vete con Lidia, en la universidad hay tablones llenos de anuncios, puedes copiar tesis y demás trabajos, te prestaré un portátil que no utilizo, y eso te proporcionará un dinerillo, de esa forma evitarás pensar que eres una mantenida, por tanto no tienes obligación alguna conmigo, no me debes nada, se lo debes a la difunta.
-Me entristeces, y no me fío de ti.
-Ve a la ducha, nos ha dado una hora, mañana verás las cosas de otra forma y repito, puedes marcharte cuando quieras.
La cena fue exquisita, comió deprisa, como si fueran a quitarle el plato, y volvimos cargados, ella llevaba una caja con diferentes ropas y lencería, yo cargué con perchas con ropa de abrigo, dijo de pagarme por dejar espacio en sus tres armarios, además la habitación más pequeña, la había transformado en vestidor. No obstante había quedado para el martes por la tarde, irían de compras.
No dijo nada de la habitación, pusimos las sábanas, un forro de color gris de dimensiones superiores a la cama y un edredón, dijo que era friolera, y salí cerrando la puerta sin hacer ruido.
Me duché deprisa, pensé en el lunes, no había hecho los deberes y no tenía gana alguna de hacerlo, pensaba en dormir, y como todas las noches, revisé la cocina, el tendedero, y junto a la puerta de entrada conecté la alarma, un detector de movimiento, le hace activarse el paso de un ratón, luego las ventanas a pesar de ser un octavo piso y me metí en la cama, la puerta la dejé entornada, desde la cama podía ver una fina línea vertical del salón, si alguien abría la puerta, la vería.
Activé la alarma del móvil, de nuevo el horario semanal, y cerré los ojos, llamé al sueño y este llegó sin que me diera cuenta. Pero algo no iba, mi subconsciente me señaló en dirección a otra pesadilla, sentía frío, pensé en la ventana, y abrí los ojos con la respiración acelerada, algo frío pegado a mi cuerpo, casi grito, pensé en la difunta, con horror me dije que lo mismo la había sacado de su tumba, encendí la luz de la lamparita de noche, era Mabel, me miraba un tanto asustada, estaba desnuda.
-¿Qué haces aquí? – Pregunté muy molesto.
-Tengo mucho miedo, los lugares desconocidos me aterran, no puedo estar sola.
-No hay peligro alguno, tengo detector de movimiento puesto en el único lugar que puede llegar algo.
-No se trata de eso, hay algo que no sabes. La difunta me pidió un favor muy especial, dijo que hiciera lo que ella no hizo con su verdadero amor, dijo que te hiciera el amor.
Me dejó horrorizado, como era posible que nos utilizara de esa forma.
-Me dejas fuera de juego.
-Interpretaste el papel de forma magistral, pensaba que eras actor, ella tuvo la seguridad que habíamos encontrado a ese pobre desgraciado en la red y lo que hizo fue cerrar el círculo.
Junto a la fuente yo ya sabía todo esto, no sé si te diste cuenta de que te observaba, además había asumido que eras el escogido que follarme y lo evaluaba, en el fondo pensaba huir del convento, tú podías ser el raptor consentido.
La secuencia no la he contado como fue, en síntesis, ella quiso mitigar el daño que infligió a ese desgraciado, el paso de los años no fue suficiente para olvidarle, y tengo la sensación de que nunca le olvidó, a pesar de las putadas que le hizo.., oye que calentito estás.
-A esto le llamaría horror sexual.
- Es extraño, sí, pero reconoce que hiló muy fino, supongo como sería en vida y lo que debió de hacer con ese enamorado, tan desgraciado. Si hay algo que no deja de sorprenderme, te lo contaré por si se te ocurre alguna respuesta.
La tarde que me dijo todo esto, que te hiciera el amor, la corregí, dije que echar un polvo tal cual, dijo que no, que antes debería saber hacerte el amor, y desde luego no he encontrado nada, todo se limita a follar profundamente de acuerdo, solo eso, yo no veo el sentimiento que ella mencionaba mucho.
-¿Qué es el amor?, quizá ahí se encuentre la respuesta.
Lo que faltaba, a esta hora hacerme pensar. Seguir donde lo dejamos por llegada de Lidia.
-No es el momento, tengo que dormir, tengo apenas cinco horas y esto estoy cansado.
Se movió, pasando una pierna por encima de mí y quedando encima, apoyó su cuerpo en el mío. Sus pezones se endurecieron presionando mi piel.
-Debo ser comprensiva contigo hombre de satán, han ocurrido demasiadas cosas en poco tiempo y precisas descanso, pero permíteme dos cosas. Una es experimentar sensación de felación en mi boca y la otra dormir a tu lado, mañana con más tiempo y tranquilidad, suplantaré el cuerpo de la moribunda para hacerte el amor, ya me documentaré.
-Casi se me olvida ¿Tienes Metrobús para dejarme?
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