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Encuentros con Sofía (Cap. 7 - Un día de la madre diferente)

Ahora que se acerca el día de la madre, recuerdo algunas situaciones de mi juventud, en las cuales con mi madre, mucho más joven, y yo tan inocente, que no supe aprovechar muchas situaciones, en las cuales si hubiese tenido la mitad de experiencia actual, las cosas hubieran sido muy diferentes.



Es así que, estaba por terminar mis estudios en la universidad y Sofía todavía trabajaba en esa institución del estado, pero a mí ya me hacía falta dinero para complacerme mis gustos y cubrir ciertas necesidades, así que empecé a buscar trabajo, y se presentó la oportunidad de entrar a trabajar en una institución financiera, en la parte de promoción de tarjetas de crédito. Al ser mi primer trabajo, obviamente estaba sumamente ilusionado y tenía todas las ganas de echarle mucho empeño, ya solo faltaba un semestre para terminar mis estudios y pronto llegarían las vacaciones intersemestrales. Razón por la cual aprovecharía para hacer un poco de deporte e ir al gym, ya que desde los primeros niveles de la Universidad por lo fuerte mi carrera, había dejado a un lado toda actividad deportiva.



Por motivos del trabajo ahora vestía casi todo el tiempo de traje y corbata, y en la tarde de forma deportiva para ir al gym. Una tarde de esas, regresaba cansado de hacer deporte y Sofía no se encontraba en casa por causa de una reunión que tenía con sus amigas en la tarde, o al menos eso pensaba, así que decidí darme una ducha, me quité la camisa y me dirigí al baño de la casa, solo puesto el pantalón de deportes y toalla en mano, con el torso desnudo, voy a abrir la puerta del baño, cuando justo en ese instante Sofía sale del baño, ahí estaba, y no me había percatado. Yo me sorprendí, e incluso le dije “me asustaste!!, pensé que no estabas en casa”, pero ella no dijo palabra, y solo me contemplaba casi podría decir con los ojos muy abiertos. Tardó un tiempo y luego me respondió “no te oi llegar”.



Yo la miraba al rostro, tratando de mantener la mirada hacia sus ojos, pero no podía dejar de contemplar como estaba vestida, por lo general ella no se vestía provocativa, pero le encantaban las faldas de todo tipo, apretadas, sueltas, largas y cortas, a veces por encima de la rodilla y otras casi hasta los tobillos, conjunto que hacía con una serie de blusas de tipo seda que tenía en muchos colores a escoger. Ahora llevaba puesta una falda un poco suelta, un poco más debajo de la rodilla, de color blanco y con unos puntitos de color negro, contorneaba sus caderas de una forma deliciosa y resaltaba su estrecha cintura, llevaba también una blusa de color negro que dejaba al descubierto su cuello y hombros, de corte español, casi ceñida al cuerpo y con unos vuelos o pliegos muy coquetos, la llevaba por dentro de su falda, permitía ver con mucha delicadeza el inicio de sus pechos, seguramente llevaba puesto un sujetador sin tiras, también vi un cinturón negro de hebilla dorada que le daba el toque especial al conjunto, también tenía unos zapatos formales de punta y taco, que hacían que su trasero se levantara provocativamente, pude detectar que llevaba un collar muy fino de oro en el cuello y a su vez, sus piernas enfundadas en las medias de nylon que tanto le gustaba usar. Su rostro todavía maquillado, y cabellera recogida, la hacían ver muy, pero muy hermosa.



Creo que fue una situación un tanto “especial” para los dos, pues yo me sentía desnudo frente a ella y a su vez, sentía que ella no podía dejar de mirarme, ninguno de los dos reaccionaba, hasta que por fin me dijo “veo que el gimnasio te sienta bien…” mientras se dirigía a su cuarto. Yo no sé qué me pasó ese momento, pero casi de forma automática, regresándole a ver como se alejaba, contemplando el bamboleo de ese hermoso trasero que tanto me encantaba y su larga falda resaltar el movimiento de cada uno de sus pasos al caminar, sobre todo por la estrecha cintura que tenía, contesté casi suspirando y mordiéndome los labios “pues tú no estás nada mal…”.



En eso me di cuenta que no era un pensamiento en mi mente, sino que eran palabras que habían salido de mi boca. Pude observar como Sofía casi se detuvo a raya en su caminar al escuchar mis palabras, y como que regresó a verme girando solo su cabeza, yo esperaba me reclamara de alguna manera lo que acababa de decir, pero al contrario, recibí una sonrisa, que para mí hasta el día de hoy me ha parecido la sonrisa más pícara y sensual que veré en la vida, y siguió su camino al cuarto.



Yo sin saber qué hacer, decidí entrar al baño, y hacerme una de las pajas más monumentales en su honor, repitiendo a saciar su nombre en voz baja y cerrando los ojos mientras recordaba su caminar, sus curvas, su forma de vestir y sobretodo esa sonrisa que me había regalado hace tan solo un momento.



Al recordar este momento exacto, me pregunto, si hubiera actuado diferente, la relación entre nosotros también hubieran sido diferente?, me permitiré fantasear un momento…



Yo sin saber que hacer, decidí entrar al baño para hacerme una de las pajas mas monumentales en su honor, pero al tomar el picaporte de la puerta del baño, algo dentro de mí me detuvo. Y regresé a ver hacia la habitación de Sofía, hacia donde ella se había dirigido hace un momento, ella acababa de entrar a su habitación pero había dejado la puerta entre abierta. Decidí jugarme todo por el todo, y solté el picaporte de la puerta del baño, y caminé hacia su habitación, me parecía que el pasillo hasta su puerta era muy, pero muy largo, me daba tiempo para dar mil vueltas en mi cabeza lo que pretendía hacer.



Por un lado mi cuerpo me pedía entrar en su habitación y abrir esa puerta de un solo golpe, buscar a Sofía, lanzarla sobre la cama, allí mismo hacerla mía, una y otra vez. Pero a la vez mi mente me decía que esto estaba mal, que eso era una violación y encima era mi madre.



Por otro lado, buscaba las palabras que le diría, para animarla a conversar de lo sucedido y ver hacia donde nos llevaría esta conversación, y de ser posible, que nos diéramos una oportunidad para ser amantes.



Finalmente una tercera opción era dar media vuelta y dirigirme al baño, y dejar las cosas ahí. La lucha era terrible ante estas tres opciones en mi mente, pero había llegado a su puerta, y sin saber cómo, toqué a su puerta y le dije, no sé como pero automáticamente salió de mi boca: “Disculpa, ¿puedo entrar?”.



Esperé por un momento, me pareció eterno. Hasta que escuché un “Adelante, la puerta está abierta…”, mi corazón latía a mil, y sentía que se quería salir de mi pecho.



Abro la puerta y la veo de espaldas, parada frente a su armario, pero por Dios, que hembra era Sofía, que figura tenía, esas caderas definitivamente me volvían loco, haciendo un ademán de quitarse el cinturón que llevaba puesto y colgarlo en su lugar, mientras sutilmente regresaba a verme y me decía:



- Que pasó, ¿te ayudo en algo?, dijo



- Este… sí, Mmmm como te digo… las palabras no salían de mi boca, no sabía por dónde empezar.



- A ver, dime que sucede, me dijo, con ese tono amoroso y maternal que ella tenía, mientras cerraba la puerta de su armario y se sentaba en el filo de su cama, cruzaba sus piernas, de esa manera tan sensual que solo ella podía hacerlo, se acomodaba la falda y hacía un gesto como para que me sentara a su lado



¿Y ahora????, que le decía, si le confesaba que me gustaba como mujer, seguro me tildaría como un loco o degenerado, seguro se pondría a llorar, yo quedaría como la peor persona del mundo. Pero las cartas estaban echadas, ya no había como hacerse para atrás.



- Verás, no sé cómo decírtelo… Ni por dónde empezar… le dije, mientras me sentaba junto a ella, y bajaba la mirada en forma sumisa, como para fomentar su amor maternal, claro a la vez, podía contemplar el inicio de su pecho en esa blusa, y sobre todo sus piernas cruzadas, tan cerca mío. Pude percibir el aroma de su perfume, muy dulce, embriagante.



- Dime, con confianza, empieza por donde tú quieras, ¿es algo malo?, me preguntó preocupada.



- Pues verás, insistía yo, sin decir nada concreto, pues en verdad no sabía cómo empezar, es más ya me estaba arrepintiendo, y quería salir corriendo, puse mis manos entrelazadas entre mis piernas y seguía con la cabeza baja.



- Vamos, dímelo, me dijo, mientras que, con su brazo, me tomó por los hombros y me apegó a ella, de tal manera que puso mi cabeza a la altura de su pecho, y luego con su otra mano acariciaba mi cabello amorosamente.



Esto no me lo esperaba, ella trataba de ser tan maternal, y yo solo pensaba en sexo, a parte yo seguía sin camisa y con el torso desnudo, el sentir el roce de su piel con el mío, además, ese aroma suyo, que pude percibir al estar tan cerca de ella, me volvía más loco, el sentir sus pechos con mi barbilla me excitaba tanto que sentía que mi miembro rápidamente se ponía en su máxima expresión dentro de mis pantalones. Estuvimos por un momento así, no sé cuánto tiempo, pero yo disfrutaba cada instante que duró, y ese plan de víctima que me había puesto, parecía que la hacía quebrarse y bajar la guardia.



- Creo que se trata de una chica, ¿Verdad?, me dijo casi susurrándome y con voz temblorosa.



- La verdad, si, se trata de una chica. Le contesté, mientras daba vueltas en mi cabeza de cómo llevar la situación.



- ¿Es alguien que conozco? ¿Compañera tuya o hija de alguna conocida mía?, me dijo



- Pues… compañera no es, y si la conoces, le dije, mientras me separaba de ella y ponía mi mano sobre su rodilla, la de su pierna derecha que estaba cruzada por sobre la izquierda, sentirla así, me excitó muchísimo, por un momento, me pareció sentir un pequeño temblor de su cuerpo cuando la toqué.



- Y… ¿quién es ella?, ¿quién se atreve a tenerte así?, me pregunto, mientras ponía su mano sobre la mía, que no se había apartado de su rodilla, seguía mirándome a los ojos.



- Es una mujer muy especial, yo estoy enamorado perdidamente de ella, y creo que ella no se da cuenta de eso, cada día que pasa y la veo me pone peor, porque no puedo gritarle cuanto la amo, lo que daría por ella. Me encanta toda, es toda una mujer, le dije.



- ¿Y por qué no se lo has dicho?, me dijo



- Tengo miedo que se aleje de mí, que no lo entienda y termine odiándome, le dije.



- Pero, ¿por qué te odiaría?, amar no es malo, si no quiere o no puede corresponderte, al menos debería saberlo, y al conversar con ella, sabrías realmente que es lo que sucede. Pero dime, ¿la amas, o la deseas solamente?



- La amo, con todas mis fuerzas, es el amor de mi vida, no hay mujer como ella en el mundo, e un poco mayor que yo, le dije mientras mis ojos se llenaban de lágrimas y empezaban a caer por mis mejillas. Y s, la deseo, como a nadie, su cuerpo me fascina, su cara me enloquece, sus curvas, su figura son mi perdición.



- Mi vida…., me dijo, mientras secaba mis lágrimas con sus manos, se nota que realmente la amas, pero dime quién es, para poder ayudarte.



Esperé por un momento, mientras la miraba con mis ojos llorosos, y ella con su corazón de madre destrozado por que “alguna mujer” le hiciera daño a su “bebé”, la tenía con las defensas bajas.



- Eres tú, finalmente le dije, mientras seguía mirándola a los ojos.



No dijo palabra alguna, y tampoco retiró sus manos de mi rostro, no podía saber que pasaba por su mente ese instante, qué pensaría de saber que su hijo amado, la amaba y no como hijo, sino como hombre, y que a la vez la deseaba para hacerla suya. ¿Tanto era el amor que le sentía por ella que ya no pudo resistir más y explotó de una vez?



- Pero… Fue lo único que logró salir de sus labios, sus ojos se habían llenado de lágrimas también, y empezaban a caer por sus mejillas y se quedaban por la comisura de sus labios, en este instante, seguro la tenía quebrada internamente, pues seguro se sentía culpable de lo que me pasaba, seguro se daba vueltas en la cabeza de cuando y como empezó todo esto, en que había fallado ella para llegar a esta situación, seguramente se preguntaba.



- Y no es de ahora, ya son varios años que siento lo mismo, le dije, pero ya no puedo más con este dolor y esta angustia. He tratado de sacarte de mi mente, pero es imposible, he intentado olvidarte con otras mujeres y lo único que consigo es amarte más. Las mujeres que busco, inconscientemente se parecen a ti, ya sea físicamente o en su forma de actuar.



- Pero… Está mal… no debemos… Me dijo entrecortadamente y llorando, yo había puesto también mis manos en su rostro y secaba sus lágrimas, mientras ella seguía secándome las mías.



- Lo sé, le dije, pero al escuchar esa frase suya “no debemos”, en ningún momento dijo “no debes”, me dio la pauta para dar un paso más.



Sin preguntárselo siquiera y aprovechando lo cerca que estábamos el uno del otro y que tenía mis manos en su rostro, me acerqué a su rostro y la besé, al principio con temor, un beso tembloroso y tímido, que al principio no fue correspondido, pero que al separarme de ella pude notar que tenía cerrados los ojos, como entregándose a este pecado prohibido que estaba por empezar. Noté que sus labios se quedaron entre abiertos, como si me pidieran que continuara besándolos, estaban pintados de un color rojo muy bonito, que incitaba seguirlos besando.



Y así lo hice, mientras ella había dejado caer sus manos de mi rostro y ahora las tenía en mi pecho como tratando de alejarme de ella, pero que a ningún momento hicieron el menor esfuerzo por hacerlo, la besé nuevamente, pero esta vez fue distinto, rosar sus labios on los míos, y poco a poco me fue correspondiendo, de tal manera que pronto nuestros labios se fundían en el más apasionado de los besos que jamás podría haber imaginado, si nos separábamos era para respirar, y volver a besarnos, los dos lo hacíamos con los ojos cerrados, entregándonos completamente el uno al otro. Decidí ir un poco más allá, y empecé a tratar de introducir mi lengua en su boca, seguramente fue un error.



Al principio como que le sorprendió esto, intentó separarse, pero tomándola de su rostro, la apegaba más a mí, creo que pronto le encontró el gusto y nuestras lenguas jugaban una con otro, entre cada beso, cuando ella introducía su lengua en mi boca, yo la absorbía como para no dejarla salir, ella hacía lo mismo con la mía en las mismas condiciones. De rato en rato le mordía los labios, y ella hacía lo mismo conmigo. En un momento de esos puso sus brazos por sobre mi nuca, y me acariciaba el cabello apasionadamente, yo la tomaba de su cabeza y la apegaba a mí, mientras acariciaba sus brazos desnudos, no me atrevía a bajar más ni ser más obvio en que quería hacerla mía, en ese momento exacto ninguno de los dos se acordaba que ella la madre y que él era su hijo.



Durante todo el tiempo que nos besamos, no cruzamos una sola palabra, solo nos entregamos a la pasión del momento, a besarnos, y devorarnos uno al otro. No hubo toqueteos sexuales ni atrevidos. Al final, exhaustos de besarnos, nos quedamos frente contra frente, nariz contra nariz, y con una satisfacción inigualable.



- Te amo tanto, le dije



- Yo también te amo, me contestó, pero esto está mal, insistía, sin apartarse de mí, seguro tenía una lucha interna entre sus principios religiosos, morales y la pasión que desbordaba su cuerpo al sentirse deseado y amado. Seguía con sus ojos cerrados, seguramente le daba mucha vergüenza lo que estaba pasando.



- Sé que está mal, le decía, mientras le daba besitos en su boca que eran plenamente correspondidos, pero reconoce que tú también me amas y me deseas tanto como yo a ti.



- Lo reconozco, te amo mucho, eres mi vida, me dijo, poco a poco he visto cómo te has ido convirtiendo en un hombre muy atractivo, y físicamente innegablemente me atraes y me gustas, pero… soy tu madre, me dijo abriendo los ojos, pero sin separarse de mí. Esos ojos me decían que me amaba con todo su ser, que le había encantado lo que acaba de suceder, pero también me mostraban la duda y el rencor con ella mismo por no saber poner las limitantes necesarias.



- Eres y siempre serás mi madre, eso no lo podemos cambiar, yo siempre seré tu hijo, pero también puedo ser tu hombre, tu amante, y tu puedes ser mi mujer. Le decía mientras le seguía dando besitos por su boca, cuello, mejillas, por donde podía le besaba.



- No juegues conmigo, no te aproveches de mi debilidad, esto no está bien… me decía mientras seguía en su lucha interna, no sabía si dejarse llevar o definitivamente poner un alto a todo esto. Su cuerpo temblaba, y había bajado sus manos a sus piernas, las cuales ya no estaban cruzadas, sino estaban juntas, como que quería salir corriendo.



- Te amo, siempre te amaré, y jamás jugaría contigo, de hoy en adelante no habrá nadie más que tú en mi vida, serás la única mujer a la que amaré.



Le decía esto, mientras empezaba a besarla nuevamente de una forma apasionada, Sofía prácticamente ya no tenía defensas ante mí, se dejaba llevar toda y respondía de la misma manera como una hembra que era. Pude percibir que entre los dos apareció un aroma a pasión que a ambos nos excitaba demasiado. Juntos nos recostamos en su cama, y seguíamos besándonos, se estaba entregando a la pasión del momento.



Yo me recosté junto a ella, me puse de lado y verla ahí con su cabello suelto, sus ojos brillando, los cachetes colorados y sus labios libres de labial luego de tanto besarnos, de un color rosado muy sensual, me tenían como loco. Con mi mano aparté unos cabellos que cubrían parte de su frente y sus ojos, lo hice sutilmente, Sofía solo me miraba, no decía ya nada.



Bajé mi mano a su desnudo hombro y acariciando su brazo bajé hasta su cintura, le hice un gesto de cariño en su vientre, y posé mi mano en su cadera, mientras me acercaba a su rostro para darle un beso apasionado que ahora inmediatamente era correspondido, la suavidad de la tela de su falda entre mis dedos y sentir su cadera con mi mano, hacían que el momento fuera único y divino.



Me separé de ella por un momento, me quité los zapatos y medias que traía puesto, ahora solo estaba puesto mi pantalón de deporte, y una creciente carpa en mi entrepierna. Sofía se quiso incorporar para retirarse sus zapatos, pero no la dejé, haciendo un ademán de que no se moviera, tomé sus pies y suavemente le quité esos zapatos de taco que estaba puesta, acariciando cada uno de sus pies luego de quitárselos, estaba puesta medias nylon, esa sensación siempre me ha fascinado y excitado.



Acariciaba sus pies y llegué a sus pantorrillas, no podía llegar a sus rodillas, pues para eso tendría que meter mi mano por debajo de su falda. Por un momento dudé, pero finalmente mis caricias llegaron a sus rodillas, sentí que sus piernas y todo su cuerpo se estremecía entre mis manos.



- No sabes las veces que he soñado con acariciarte así, le dije



- Mmmm, amor, me encanta lo que haces, tus manos son tan grandes y acaricias con tanta dulzura, como si te encantara lo que sientes, me dijo



- Por supuesto que me encanta, le contesté



- Mmmmm mmmm, gemía de placer, y se dio modos para decirme, vamos con calma, mmm mmmm ahh, ven abrázame, solo abrázame.



- Claro, le dije



Le dije esto, dejando de acariciar sus piernas y recostándome junto a ella, frente a frente, luego pasé mi brazo por debajo de su cuello y con el otro acariciaba su rostro, mientras de vez en cuando le daba besos en la boca, ahora con más confianza. Me quedé acariciando su barbilla y delineando sus labios con mis dedos.



- No sabes la lucha interna que tengo en este momento, me confesó.



- Me imagino, pero ahora solo déjate llevar por lo que sientes, por tus deseos, por lo que tu cuerpo necesita y pide a gritos, le dije, olvídate de todo, solo entrégate al momento.



- Es que… te confieso que también te deseo desde hace tiempo atrás, hace mucho que he dejado de verte como un hijo, y ahora te veo como el hombre que eres, por un lado, me siento muy alagada que un hombre como tú me vea así, y sobretodo me desee. Pero…



- Te deseo tanto, no tienes idea de cuánto, le dije, tú ¿cuánto me deseas? Le pregunté.



- Uffff… demasiado me contestó entre suspiros, yo la acariciaba y ahora jugaba con su cabello. Pero sé que está mal y por eso muchas ocasiones he estado tan molesta conmigo mismo, porque en muchas veces me he quedado viéndote o en otras me descubro pensando en ti.



- Yo también pienso continuamente en ti, y no puedo creer que estemos así, en tu cama, hablando de esto, y tú entre mis brazos, mientras decía esto, bajaba mi mano hasta su cintura, y acariciaba su cadera, mientras intentaba apegarla hacia mí.



- Por favor… no… detente… no tan rápido… no quiero ser solo un objeto sexual para ti… al menos déjame pensarlo esta noche… no quiero dejarme llevar por mi sexualidad y caer en algo de lo que podamos arrepentirnos, por ahora sólo abrázame… me dijo



- Yo no quiero forzarte a nada, quiero que las cosas se den por que los dos lo decidimos así, le dije.



Diciendo esto, ella se viró y me dio la espalda, se acurrucó entre mis brazos, yo la abracé por un lado mi brazo seguía debajo de su cuello y el otro lo puse en su cintura, pero Sofía tomó mi mano y entrelazando mis dedos la puso sobre su vientre. Apegó su cadera hacia mi cuerpo, y en eso sintió entre sus nalgas el bulto que luchaba por salir de mi pantalón, por un momento separó sus caderas de mí y se quedó quieta, como asustada de sentir un miembro en sus nalgas, pero luego se apegó nuevamente a mí, con mucho cuidado.



Sentir sus amplias y redondas caderas apegadas a mi miembro, hacían que este me doliera de lo excitado que estaba, tenía toda la intención de restregarme entre sus caderas y bajarme el pantalón para ponerle mi miembro entre sus piernas, pero ya habíamos quedado que la dejaría pensar por esta noche. No quería forzarla.



- Te amo tanto, le dije al oído



- Yo te amo más Andrew, me contestó.



- Eres mi vida Sofía, le dije. Esta era la primera vez que la llamaba por su nombre, siempre le había dicho mamá, solo la había llamado por su nombre en mis fantasías y en mis innumerables sesiones pajeras en su honor, pero esta vez me salió su nombre, quizá de una forma natural. Y a ella le encantó, pues en ese momento solo me respondió con un largo suspiro.



Así que así abrazados, en posición de cucharita, ella vestida, y yo con mi torso desnudo, nos quedamos dormidos, abrazados, yo feliz de tener mi miembro en sus nalgas, así sea separado por su falda y mi pantalón. Como era noche de verano y sobre todo al sentir su cuerpo ardiente entre mis brazos, hizo que me no muriera del frio durante toda la noche.



Amaneció, y me desperté en la misma posición en la que nos habíamos quedado dormidos. Sofía todavía seguía apegada a mí, me desperté al sentir que ella acariciaba mi mano muy dulcemente, al despertarme y sentirla así, tan apegada a mí, mi miembro empezó a crecer nuevamente.



- Ohhhh, siento que te has despertado. Me dijo, mientras movía su trasero de una forma que casi se restregaba en mí, como para sentir mi miembro en todo su esplendor.



- Si, y me encanta estar así contigo, le dije, mientras yo también la apretaba hacia mí, movía mi miembro por todo el largo de su trasero, de arriba hacia abajo, pronto me di cuenta que durante la noche había sacado mi brazo derecho por debajo de su cabeza y ahora sin soltarla de la cintura con mi otra mano acariciaba su cabello.



- Dime algo, me preguntó



- Por supuesto, pregúntame lo que quieras, le contesté.



- ¿En verdad me amas? Me dijo, y terminó ¿estarías dispuesto a todo por mí?



- ¡Pero claro que te amo!!, y si, pídeme cualquier cosa, le contesté.



- Primero, déjame decirte gracias por respetar mi decisión de calmarnos anoche y no continuar con nuestra locura, que de seguro hubiese terminado en una noche de sexo desenfrenado. Pero yo no quiero que las cosas sean así, concluyó.



- Te amo, y por eso respeto tus decisiones, que has pensado, y dime ¿qué quieres que haga, que has pensado?, le dije



- Mira, no quiero que esto sea solo sexo entre los dos, yo necesito sentirme amada y deseada, te aseguro que si lo hacemos así, nuestra relación se fortalecerá mucho más, y no seremos como dos animales que solo desean acostarse el uno con el otro y saciar sus más bajos instintos, me dijo.



- Eso quiere decir que… un momento, dijiste “nuestra relación?” … entonces… Me quedé a medias.



- Sí, eso quiere decir que, si quiero estar contigo, me dijo, mientras se soltaba de mis brazos y se ponía frente a mí. Me miraba a los ojos, y se acercaba a besarme dulcemente en la boca.



- Te amo… Le dije mientras empezábamos a besarnos, al inicio dulcemente, y luego hasta de una forma un tanto salvaje.



Y así estuvimos un largo rato hasta que nos detuvimos por un momento, ya que nos faltaba la respiración y nuestros cuerpos respiraban altamente excitados, nos quedamos viendo y acariciando el rostro, nuestras caricias no bajaban más allá de nuestras cinturas.



- Antes de ser tuya, y entregarme completamente a ti, para desde ese momento ser tu mujer para siempre, necesito sentir que en realidad me amas, que me respetarás, que me serás fiel, y serás solo mío, así como yo lo seré para ti.



- Te amo, y haré lo que tú quieras, le dije, te demostraré de lo que soy capaz por ti, y poco a poco te enamoraré y solo cuando te sientas segura, sin hacerlo a la fuerza, nos entregaremos uno al otro.



- Me encanta que hables en plural, ya que no soy yo, ni eres tú, de ahora en adelante somos “nosotros”, recalcó. Pero con calma y cuidado, así seremos mientras nadie nos vea, en la calle seremos madre e hijo como siempre, el mundo no entenderá lo que sentimos.



- Si, somos “nosotros”, le dije, no te preocupes, sabré contenerme, mientras sellábamos nuestro compromiso con un largo y sabroso beso.



Luego de eso, me pidió que me fuera a mi cuarto, pues ella quería darse una ducha y cambiarse de ropa. Yo haría lo mismo. Al inicio me costó mucho mantener mi palabra y respetarla, no llevar las caricias más allá de lo permitido, y sobretodo controlar mis deseos de abalanzarme sobre ella y hacerla mi mujer, mucho más cuando parecía que a propósito Sofía se vestía más sensual que antes, al caminar movía más sus caderas, o me dejaba ver un poco más que el inicio de sus senos, y que decir de los besos que nos dábamos o los abrazos en el sofá de la sala, mientras veíamos una película.



No habíamos vuelto a dormir juntos desde aquella noche cuando empezó todo. Nuestra relación se limitaba a besos, abrazos estar tomados de la mano, por las noches la acompañaba a su cuarto, en ocasiones la acompañaba hasta que se duerma y luego regresaba a mi habitación, en cuanto intentaba empezar las caricias atrevidas, ella me ponía un alto de una forma sutil, al inicio me costaba, ya luego se me hizo normal. Cada día que pasaba en verdad era un martirio para mí, pues la deseaba cada vez más y este juego de cero sexo por parte de ella, sin darme cuenta me obligaba a tener una relación de “novios”, de tal manera que nuestro centro no era el sexo, sino el compartir juntos uno del otro. Ya en la calle y al frente de otros ojos, seguíamos en una relación madre-hijo, que se llevaban muy bien, tal y como habíamos quedado.



Así pasamos unas dos semanas, que fueron eternas para mí, aunque Sofía con su experiencia lograba enamorarme hasta los huesos, obviamente me tenía a su merced, ella disfrutaba verme desesperado por ella, que ni bien llegara a la casa, la buscara por toda la casa para abrazarla, levantarla de un abrazo y besarla hasta cansarnos. En la calle en algunas ocasiones la esperaba fuera de su oficina, para ir a la casa juntos, tomados del brazo, sonriendo y haciendo bromas como dos chiquillos enamorados. En ocasiones tampoco Sofía se podía controlar y su forma de actuar y reír me decían cuanto me amaba, luego se daba cuenta y trataba de mantener la compostura.



Justamente a las dos semanas de nuestra nueva “relación”, yo regresaba a casa luego de terminar unos trabajos de asesoría que había tocado hacer en el trabajo, y al entrar en la casa no escuchaba nada, al llamar a Sofía, no recibí contestación, supuse que no estaba en casa.



Así que decidí tomar algo de comer en la cocina y me senté en el sillón de la sala, y encendí la televisión, puse algún programa cualquiera. En eso, escucho unos pasos en el piso de arriba, y al ser este de madera, se escuchaba perfectamente el caminar de unos tacos femeninos, era el sonido inconfundible del caminar de Sofía, ya me conocía a la perfección ese sonido, y el solo escucharlo, me hacía pensar en su deliciosas piernas y bamboleo de sus hermosas caderas.



En eso escucho que sus pasos se acercaban a la escalera, y el sonido de sus pasos bajar las mismas, con un paso muy pero muy despacio. En eso llega al primer piso y juro por Dios que fue la visión más hermosa que recuerdo tener de ella, estaba hermosa, más hermosa que de costumbre, al verla llegar al filo de las gradas, verla acercarse a mí, era como si el tiempo se hiciera más despacio, podía admirar y contemplar cada uno de sus movimientos, el bamboleo de su cabello, sus hombros, sus caderas de izquierda a derecha, sus piernas irse poniendo una delante de la otra, el sonido de sus tacos en el piso de madera de la sala, su figura, su deliciosa figura, su cabello arreglado y ese rostro hermosamente maquillado, yo como un bobo, grabándome cada detalle de ella.



Traía puesto un vestido de una sola pieza de algodón azul, que le llegaba justo hasta media rodilla, muy suave y delicioso al taco, lo cual comprobaría más tarde, con un cinturón muy delgado del mismo material, que amarrado en su cintura, la hacía ver muy delgada y resaltaba las formas de sus redondas caderas. En la parte superior tenía un cuello redondo y una especie de pechera de tela cuadriculada fondo blanco y líneas azules, mismo color que el vestido, las mangas solo cubrían sus hombros y llegaban a la mitad de sus brazos, a unos 10 cm de los codos. Llevaba puestas unas medias de nylon color piel, que hacían ver sus bien torneadas pantorrillas más firmes de lo que realmente eran, y sus zapatos de taco color negro brillante.



- Pero, cierra la boca Andrew!!, me dijo, ¡estás babeando!!



Yo no podía decir ni una palabra, mientras la contemplaba de arriba hasta abajo, primero con admiración y luego con ojos de lujuria.



- ¿Estoy mal? ¿O en verdad te gusto? Me dijo, girando sobre ella mismo y dándose una vuelta para que la contemplara toda.



- ¡Pero que vas a estar mal, al contrario estas muy bien!!!... le dije, mientras que mis ojos se posaban en esas caderas hermosas.



- Pero dime, ¿En serio te gusto? Me preguntó



- ¡Me encantas!!, le dije, mientras me ponía de pie y la tomaba de la mano para hacerla girar nuevamente sobre ella y contemplar nuevamente ese hermoso trasero.



- Me vestí para ti, espero te guste, me dijo, al detenerse frente a mi y colocar sus manos en mi pecho y acercarse un poco más hacia mi cuerpo.



Yo puse mis manos a sus costados a la altura de su cintura, casi en sus caderas, que suave tela de su vestido, pude detectar que llevaba puesta una enagua por debajo de el, mientras ella se estiraba un poco y casi se ponía en puntillas para darme un delicioso beso en la boca, el cual me supo al más delicioso manjar que jamás hubiese probado. Ese sabor a su labial es otra cosa que me encantaba saborear de ella.



- Y ¿cuál es el motivo de que te arregles para mí?, le pregunté



- Quiero invitarte a cenar amor, ¿Aceptas?, me dijo



- Pero por supuesto, le dije, mientras le daba un beso en su boca que está vez duró un poco más. Me encantaba que me diga amor, ya que ahora tenía un significado mas profundo, no como el amor de una madre a un hijo, sino de una mujer a un hombre, su hombre.



Pedimos un taxi y me llevó a un lugar elegante, un poco alejado de la ciudad, allí nos comportamos como un par de enamorados, que disfrutaban del auge de su relación, y aunque evitamos el besarnos en público, al menos íbamos tomados de la mano o del brazo, riendo y molestándonos como dos jovenzuelos enamorados.



La cena estuvo deliciosa, al terminar nos quedamos un momento conversando de todo y de nada, me propuso ir a la discoteca que había en el mismo lugar, junto a donde estábamos cenando.



Por supuesto accedí y entramos en ese lugar en el que prácticamente se estaba a oscuras y nadie veía a nadie, la música que tocaban era por sets variados, algunos muy movidos, otros más relajados y alguno romántico, en los movidos Sofía se movía como una verdadera diosa, en verdad sabía como mover sus caderas y parecía sentir el ritmo de la música en las venas, giraba sobe si misma, y movía sus brazos en una forma hipnotizante y sensual, en los otros sets era más relajada y especialmente en las románticas bailábamos muy juntos, e incluso abrazados, ahí colocaba su cabeza en mis hombros, me susurraba cuánto me amaba, yo hacía lo mismo, y me mordía los labios por no devorarla a besos.



Aunque no bebimos demasiado, si tomamos algunas cervezas y uno que otro cóctel con vodka. Fuimos casi los últimos en salir, la noche fue estupenda, pero ya debíamos regresar, pedimos un taxi, y llegamos a nuestra casa.



Ya en casa, en la sala, le agradecí por la noche especial, y la acompañé a su habitación, contemplando de forma hipnotizante y a la vez babeando por el bamboleo de sus caderas mientras subía las escaleras por delante de mí, mientras yo la seguía.



En la puerta de su habitación nuevamente le agradecí por todo, la tomé de la mano y sin preguntarle nada, la llevé a mi habitación, ella se dejó llevar sin decir nada, junto a la cama y de pie, la tomé de la cintura y besé apasionadamente, a pesar del sudor y el tiempo que pasamos fuera, todavía estaba vivo el aroma de su perfume que tanto me gustaba, la besé en el cuello, sentí el roce de su cadenilla de oro en su cuello, lo toqué con la lengua, y al hacerlo la sentí retorcerse de placer en mis brazos, y juro haber escuchado incluso algún gemido. La tenía por la cintura y de la espalda mientras la besaba, mis besos llegaron al inicio de su pecho.



Sus manos estaban en mi cintura y mi espalda, la sentía por momentos desfallecerse en mis brazos. Mis manos acariciaban su cuerpo, mientras nos besábamos de todas las maneras posibles, sus manos recorrían desde mi pecho hasta mi espalda, mis caricias, bajaron un poco de su cintura y se posaron a los costados de sus caderas, y apretando su cuerpo las subía hasta un poco mas arriba de su cintura, sentía que su vestido se levantaba un poco, tal vez porque resbalaba por la enagua que llevaba por debajo, zafé el cinturón de su vestido, y ahora, ante mis caricias, el vestido se subía más fácil, en momentos ponía sus manos en mi pecho, como intentando separarme, pero su mismo cuerpo se lo impedía.



En eso Sofía empezó a desabrocharme la camisa, y a acariciar mi torso desnudo, yo zafé el botón de su vestido con mucha dificultad, mientras nos seguíamos besando. Por momentos Sofía intentaba controlarse, e impedir lo que estaba ocurriendo, pero luego fácilmente su cuerpo la devolvía a la pasión. Coloqué mis manos en su trasero, y las apreté a manos llenas, la apegué hacia mi cuerpo, mi miembro duro, se podía sentir por debajo de mi pantalón, Sofía se estremeció al sentirlo en su vientre. Literalmente nos devorábamos a besos uno al otro.



Mi camisa cayó al suelo, eso me decidió a levantar su vestido y sacárselo por la cabeza, Sofía me ayudó a hacerlo. Pude observar que efectivamente llevaba su enagua color beige, de seda, que era muy excitante al tacto, su torso semidesnudo, solo cubierto por ese sujetador color negro de encajes, muy, pero muy sensual, me permitía ver sus no muy grandes pero redondos y deliciosos pechos, los cuales por encima del sujetador, besé y mordí con pasión. Sofía entre besos y retorcijones, zafaba la correa de mi pantalón y luchaba por arrancar el botón del mismo.



Le hice girar sobre si misma, y la puse de espaldas a mí, la abracé por detrás, mientras apretaba sus pechos y rodeaba su cintura, puse su cola a la altura de mi miembro, que ahora solo estaba cubierto por mi interior, lo restregué por su trasero a todo su largo, Sofía gemía de placer, la solté solo un momento, para arrancarle literalmente su enagua y lanzarla por algún lado de la habitación. Que visión mas deliciosa era verla semidesnuda, con su sujetador negro de encaje, y por debajo pude ver unos interiores negros muy bonitos, no eran calzones de abuela ni tampoco tangas, sus piernas seguían enfundadas en esas medias nylon color carne, que hacían que su roce me excitara muchísimo, todavía estaba con sus zapatos de taco, le besaba su cuello y espalda, mientras ella se estremecía y sentía sus piernas desfallecer.



Se quitó sus zapatos, mientras yo hacía lo mismo, sin soltarla ni dejar de besarla. Yo solo llevaba mis interiores puestos, la hice girar nuevamente y mientras la besaba y abrazaba, nos fuimos sentando en la mi cama y luego recostando en mi cama, nuestras caricias ahora recorrían la mayor parte de nuestros cuerpos, nuestras piernas se entrecruzaban y nuestras caricias ya eran descaradamente atrevidas, me puse a un costado de ella y comencé a quitarle sus medias nylon, mientras lo hacía hiba sintiendo el delicioso roce de su piel en mis manos, no me dejó quitarle su interior, y entre besos me decía:



- Mmmm, ahhh, no me lo quites… por favor… Mmm



- Ok mi amor, le contestaba yo



Así semidesnudos los dos, solo cubiertos por nuestros interiores, recorríamos nuestros cuerpos con caricias y besos, si bien es cierto Sofía tenía unos rollitos en la cintura, sus piernas y caderas ya presentaban el aparecimiento de celulitis y una que otra varice, su figura era deliciosa. Luché un rato por quitarle el sujetador, ya que este no tenía su broche en la parte posterior, cosa que me di cuenta luego, el broche estaba al frente, entre sus senos. Al soltarlo este saltó a los costados como un resorte y dejó libres ese par de pechos que en su momento me dieron de lactar cuando bebé, y ahora serían míos nuevamente, pero como su macho. Por la gravedad se caían un poco a los costados, mostraban su café y gran aureola en punta, demostrando lo altamente excitada que estaba.



No me detuve mucho tiempo en contemplarlos, y empecé a acariciarlos, dulcemente, y rodeada las aureolas con mis dedos, y veía como ellas se ponían mas duras todavía, mientras Sofía retorcía su cuerpo y gemía de placer. Empecé besándolos de a uno, luego pasaba del derecho al izquierdo y masajeaba los dos a la vez.



- Ohhhhh, ahhhh, mmm gemía, mientras se mordía los labios con placer, a la vez qlograba decir, guauuuu… Es delicioso… Como necesitaba esto…



- Te amo, te amo… Le decía entre tanto y tanto



Mis manos recorrían su cuerpo entero, yo bajaba besando desde sus pechos, pasando por su vientre, Sofía me detenía para que no baje más. Y así lo intentaba varias veces, pero nunca me dejaba bajar más. En ocasiones se estremecía y temblaba demasiado, estoy seguro que llegaba al orgasmo, y fue en varias ocasiones. En eso intentó quitarme los interiores y soltar mi miembro, que por ella estaba lo mas duro y parado que podía estar.



Al verlo, Sofía abrió los ojos con asombro y se mordía los labios de excitación, yo intenté quitarle sus interiores, pero nuevamente me lo impidió. Y me pidió me recostara boca arriba, se subió encima mío, sentí por primera vez su peso sobre mi cuerpo, y a pesar que no era gorda, ni muy grande, sentir el peso de sus amplias caderas sobre mí, era sabroso sin más.



Abrió sus piernas y se puso sobre mí, puso si ingle sobre mi duro miembro, empezó a restregarse sobre mí, movía sus caderas de forma deliciosa, se masturbaba con mi miembro mientras me acariciaba y besaba desesperadamente, yo trataba de seguirle el ritmo, podía sentir que su interior estaba completamente mojado de sus líquidos vaginales, estaba sumamente excitada. En eso, en un momento, empezó a aumentar el ritmo de sus movimientos, mientras yo ponía mis manos en sus caderas y de rato en rato masajeaba sus pechos, iba aumentando el volumen de sus gemidos, mientras me mordía en el pecho y se retorcía, hasta gritaba



- ¿AAAHHhhhhhh, mmMMMahhhh, te amoooo, eres deliciosooo!!! Me decía una y otra vez



- ¿Te amooooo!!! Le gritaba yo también, mientras trataba de abrazarla contra mí. ¡Ya no puedo aguantar más!!!



- ¡Explota amor, explota!! Me gritaba



- Pero estoy fuera, ¡te mancharé toda!, le dije ya sin aguantar más



- ¡Hazlo, hazloooo! Me gritó por última vez.



Y ahí, fue cuando ella se sentó sobre mí, puso una de sus manos sobre mi pecho y arqueando el cuerpo hacia atrás, mientras cogía con otra mano mi miembro, como si se tratase de una manguera descontrolada, recibía en su vientre y hasta sus senos un chorro descomunal de semen, proveniente de su engendro, que desde ahora era su amante, el líquido seminal la manchó toda, y lo que no estaba en ella cayó sobre mí pecho, mi líquido hervía y jamás me había visto expulsar tanto. Era el espectáculo sexual mas morboso que podría haber visto, su torso completamente desnudo y lleno de mi líquido seminal, a la vez que se retorcía toda ella.



Luego de eyacular mi miembro, empezó a ponerse flácido, yo seguía con mis manos en sus caderas, y Sofía no soltaba mi miembro, mas bien lo acariciaba dulcemente, no le importaba que estuviese totalmente manchado de semen, ni tampoco que su cuerpo estuviera igual que el mío completamente manchados, se recostó sobre mí, mientras su respiración completamente acelerada me decía que también estaba exhausta de placer.



- Te amo mi vida, me decía, de una forma entrecortada



- Yo te amo más, le contestaba, mientras la abrazaba por la espalda, y la mantenía apegada a mí



Nuestros cuerpos sudaban como si hubiésemos estado en un sauna, y pronto sentimos que nuestra piel se estaba pegando la suya con la mía, por el semen que nos juntaba.



- Eres hermoso, me decía, mientras me besaba nuevamente.



- Tu eres deliciosa, le contestaba, mientras correspondía sus besos.



- Sería mejor que nos duchemos, me dijo



- Claro, le contesté, pensando que nos bañaríamos juntos, pero me equivoqué



- Yo voy primero, me dijo, dándome un delicioso beso, se desprendió de mí con mucho cuidado y se dirigió a bañarse.



Yo me quedé sin palabras, al verla sobreponerse de mí, bajarse de mi cama, y dirigirse hacia la puerta del cuarto para irse a la ducha, mientras la contemplaba toda, veía su cuerpo desnudo, que iba chorreando el semen de su cuerpo al suelo, su caminar y el bamboleo de esas caderas desnudas era una visión incomparable, mejor de lo que jamás hubiese pensado. Al llegar al marco de la puerta, regresó a verme, y dijo



- Pronto nos bañaremos juntos, no te preocupes, por hoy será así, me dijo, mientras me regalaba un guiño de sus preciosos ojos café, y me lanzaba un beso volado.



No supe contestarle nada, las palabras no salían de mi boca, mi cabeza daba miles de vueltas y no podía dar crédito a lo que acababa de pasar entre los dos. Era nuestro primer encuentro sexual, y me había dejado agotado, como sería estar finalmente con ella en todo su esplendor, me preguntaba. Luego que ella terminó, yo me bañé enseguida, mientras me cambiaba de ropa, Sofía entró a mi cuarto, ya vestía su ropa de dormir, era un vestido de seda de un color rojo pasión, que llegaba más abajo de las rodillas, se acercó a mí y yo no pude excitarme tanto, que mi miembro nuevamente se puso a mil al verla así, Sofía se dio cuenta de la carpa que se hacía en mi pantalón, y dijo.



- Tranquilo amor, suficiente por hoy, me dijo, mientras me daba un beso en la mejilla y acariciaba mi paquete por fuera del pantalón.



- Yo quiero más de ti, le dije, tomándola de la cintura y apegándola a mi cuerpo para que sienta mi miembro chocar contra el suyo, aunque sea por encima de la ropa.



- Pronto amor, pronto, me dijo, mientras me daba un beso de buenas noches, se deba la vuelta, recogía su ropa que estaba tirada por todo lado y salía por la puerta de mi cuarto, caminando sensualmente, moviendo sus caderas como solo ella sabía moverlas.



Me dejó como un bobo, viéndola caminar, recordando su cuerpo desnudo, el cual ya no solo me imaginaría, sino ya recordaría por siempre. Definitivamente esa mujer me había embrujado y me tenía a su completa merced.



Esto no terminaría aquí, pronto sería el día de la madre y ya tenía pensado cual sería el regalo que le daría.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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