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Categoría: Incestos

Encuentro en la primera fase 2

PRIMERA FASE SEGUNDO ENCUENTRO 2

Las causas por las que tardamos tres años en volver a vernos son estrictamente familiares. Como no afectan para nada al relato, no es necesario explicarlas. Lo que sí es cierto es que durante aquellos tres años y, sobre todo, durante los primeros meses me acordaba muy frecuentemente de los buenos ratos que ella y yo habíamos pasado y del mucho placer que nos habíamos dado.

Por lo tanto, era natural que le echara de menos, pero como con estos pensamientos sólo conseguía enardecerme, tener erecciones de caballo que finalizaban con un dolor de testículos terrible, hasta mi profesor, Don Ignacio, llegó a darse cuenta de que algo extraño me ocurría.

Era natural, yo no estaba en lo que hacía pues tenía el pensamiento muy lejos de los estudios. Ni siquiera sabía que hubiera podido aliviarme masturbándome. Hasta ahí llegaba mi ignorancia debido a mi retiro casero sin contacto con muchachos de mi edad y mayores que me hubieran espabilado un poco.

Afortunadamente el tiempo no pasa en vano y así, poco a poco, y a fuerza de voluntad, conseguí aprobar el curso de ingreso al bachillerato con nota media de notable.

Cuando llegó el fin de curso y muy ilusionado creí llegado el momento de reunirme con Mireya para volver a follar a destajo, recibimos una noticia que lo desbarató todo.

Mi madre, funcionaria pública, fue destinada a una ciudad de otra región por lo cual yo debía permanecer con los abuelos, por lo menos hasta que ella se situara en su nuevo destino y en la nueva población. Mi gozo en un poco.

Para el primer curso del bachillerato me matricularon en el Instituto de Segunda Enseñanza. Aquello fue otro jarro de agua fría sobre mi cabeza. No me apetecía nada contactar con nuevos muchachos. Hasta entonces había vivido una vida familiar lejos de cualquier contacto con la vida cotidiana.

El primer día, con mi mochila de libros a la espalda, cabizbajo, pensativo y atemorizado, después de caminar kilómetro y medio, llegué al imponente edificio, ubicado en una de las plazas más céntricas de la ciudad, completamente abarrotada de estudiantes que esperaban a que los ujieres abrieran las puertas, me llevé una sorpresa bastante agradable: Había tantas chicas como chicos y de todas las edades. Bueno – pensé – no hay mal que por bien no venga. Quizá alguna de aquellas chicas tuviera tantas ganas de follar como yo. Lo peor era que tendría que averiguarlo y no sabía cómo.

Cuando por fin se abrieron las puertas una avalancha de chicos y chicas me llevó casi en volandas dentro del edificio. Todos se apretujaban intentando ser los primeros de las colas. A mí me tocó detrás de una muchacha cuyo trasero me rozaba constantemente la entrepierna pues no dejaba de moverse. Tuve una erección de caballo en unos segundos.

No parecía darse cuenta, pese al fenomenal bulto que se apretujaba contra sus nalgas. Sin embargo, se detuvo en sus meneos y charla con la amiga que la precedía y movió el culo lentamente de un lado al otro, como si estuviera calibrando si aquello que le oprimía las nalgas era la trompa de un elefante que se había escapado del circo.

Giró la cabeza y levantó la mirada hacia mí. Tenía los ojos verdes como mi hermana, pero no era tan guapa, aunque sí más alta y más delgada. Por la pinta y las incipientes tetas supuse que tendría algún año más que yo. Hice un movimiento con los hombros y las cejas, como si dijera: ¿Qué quieres que haga? Sonrió levemente, movió la cabeza y de nuevo se giró para seguir la cháchara con su compañera, pero no despegó el culo de la trompa del elefante. Al contrario, lo movía lentamente como regodeándose de que su precioso culo me estuviera haciendo pasar las de Caín.

Mirando hacia delante y hacia atrás comprendí que estábamos más o menos a mitad de la fila que avanzaba muy lentamente. El culo no dejaba de moverse dulce y lánguidamente y la fricción me resultaba inaguantable, pero no desistí ni me aparté, si me corría antes de que me indicaran el aula que me correspondía, pues mejor.

En determinado momento en que su amiga comenzó a parlotear con el muchacho que tenía delante, ella se giró de medio lado con lo cual la trompa del elefante le rozaba la cadera. Sus ojos verdes me miraron sonrientes y comprendí que estaba disfrutando con el apuro de mi erección.

 ¿Cómo te llamas?
 Toni, ¿Y tú?
 Luisa. ¿Qué aula te toca? – preguntó sin dejar de mirarme ni de restregarse lentamente.
 No lo sé. Supongo que la de primero.
 Sí, pero ¿cuál? Porque hay cuatro.
 Pues no lo sé. Por eso estamos esperando ¿No?
 No, hombre, el aula la tienes en la tarjeta que te han entregado cuando te has matriculado.
 Me matriculó mi abuelo.
 ¿Y no te dio la tarjeta?
 Que yo sepa, no.
 Seguramente te la habrá metido en algún libro de texto ¿Los has mirado?
 No.
 Pues míralo ahora. Yo te ayudaré.


Y sin más preámbulos se giró completamente para ayudarme a quitar las correas de la mochila, justo en el momento en que los de atrás avanzaron empujándome con lo que ella perdió el equilibrio y se sujetó con la mano derecha a la correa mientras la izquierda se agarraba a mi erección con todas sus fuerzas.
Avanzamos de prisa entre los insultos de los que venían detrás. Ella no les hizo caso y yo la imité.

 ¿Cuántos años tienes? – preguntó, cuando de nuevo se detuvo la fila.
 Diez.
 Venga va, no me cuentes trolas.
 Es la verdad, Luisa. Tengo diez años.
 ¡Jo!, menudo desarrollo llevas, pues.
 Y tú ¿cuántos tienes?
 Yo, doce – comentó dirigiéndome una mirada incendiaria y prometedora y continuó – Es que repito curso ¿Sabes?
 ¿Te catearon muchas?
 Mates, Latín y Física.
 Es natural, son las más difíciles.
 Pero tú me ayudarás este año ¿Verdad, Toni?
 En todo lo que pueda, ya lo sabes.
 ¿Y qué me pedirás a cambio?
 Ya te lo diré.
 Quiero saberlo ahora.
Me incliné sobre ella y se lo dije al oído
 ¡Me lo imaginaba! – exclamó sonriendo.
 ¿Por qué lo imaginabas?
 Porque se te nota que pasas más hambre que el perro de un gitano. No te preocupes, yo haré que te recuperes. Conozco un sitio en Mezonzo donde se está muy tranquilo para estudiar.
 ¿Y me pagarás después de la ayuda?
 Te pagaré antes, durante y después del parto – comentó riendo a carcajadas.

Y así fue como por primera vez, pude mamarle las tetas a una chica mientras la gozaba con la trompa de elefante encajada dentro de ella hasta las bolas oyendo como cantaban los pajaritos entre las ramas de los pinos. La verdad es que fue un año muy fructífero gracias a Luisa. Pero a partir del segundo curso desapareció y nunca más supe de ella.

Por eso, los dos años siguientes fueron de completa abstinencia y cuando de nuevo volví a encontrarme con Mireya me encontré a una muchacha verdaderamente preciosa, con un tipo que quitaba el hipo y unas incipientes tetitas que me resultaban una fruta más deliciosa aún que las de Luisa.
Sin embargo, las primeras semanas tuve la impresión de que me rehuía y procuraba no encontrarse a solas conmigo. Cuando le dije que deseaba tenerla de nuevo como la había tenido tres años antes y que podríamos disfrutarnos tanto o más de lo que habíamos disfrutado, su cara de asombro me dejó pasmado y sus palabras, atónito.

 Toni, tú eso lo has soñado, muchacho.
 Pero ¿qué dices?
 Lo que oyes, guapito de cara. Eso ha sido un sueño tuyo que has creído que fue realidad. Y no hay nada de eso. Así que déjate de payasadas.
 No es posible que sea cierto lo que oigo. Me estás tomando el pelo.
 Nada de eso – respondió muy altanera. Dio media vuelta y me dejó más plantado que a un nabo de Lugo.

No podía creérmelo y estuve varias horas dándole vueltas en el magín a lo que le podía haber pasado. Como no lo entendía le pregunté a mi madre si Mireya tenía novio. Que ella supiera no lo tenía y además, me dijo muy inocentemente, era demasiado joven para pensar en esas cosas.

Con lo ingenua que era mi madre comprendí que por ese lado no averiguaría nada. De modo que, al día siguiente, en cuanto mi madre se fue al despacho, entré en su habitación. Estaba dormida. Me senté en el sofá frente a su cama y me quité el pijama y el slip en completo silencio.

Sólo con mirarla dormir tapada con la sábana, que moldeaba su cuerpo de ánfora como un guante, tuve una erección que me pasaba del ombligo. Recosté la cabeza en el respaldo y me dispuse a esperar hasta que despertara. Cerraba los ojos cuando se giraba en la cama, esperando comprobar su reacción cuando me viera. La estratagema era buena, pero me falló la voluntad porque desperté sobresaltado al oír sus carcajadas. Se revolcaba de risa sobre la cama y al final me preguntó:

 ¿Pero qué haces ahí durmiendo desnudo? ¿Es que estás loco?
 Por tu culpa estoy loco.
 Déjate de pamplinas, Toni. Anda, ven – dijo apartando la sábana y mostrándome su precioso y satinado cuerpo desnudo.
 ¡Madre mía! – exclamó cuando comencé a penetrarla – Aún es más grande que antes. Claro, como has crecido tanto es natural. Procura ir despacio o me harás daño, cariño.

Estuve dentro de ella desde las diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde porque a las cinco llegaba mi madre y antes debíamos comer algo; los dos teníamos tanta hambre como un lobo estepario.

Así transcurrieron los tres meses de vacaciones, follando a destajo. En cuanto oía que mi madre cerraba la puerta me deslizaba en su cama, la subía encima de mi cuerpo a pulso y ella se metía mi verga en su precioso coñito y allí permanecía durante siete horas, sacándosela solamente cuando ella o yo teníamos ganas de orinar.

Cuando mi madre nos avisaba por teléfono que llegaría tarde por culpa del trabajo, entonces podían ser diez horas. Verla gozar, sentir sus gemidos de placer y notar sus orgasmos, me producía tanto placer como gozarla yo mismo, sino más.

Ninguno de los dos sabía que serían otros tres años los que tardaríamos en volver a vernos por causas familiares que no hacen al caso. Por entonces ella acababa de cumplir los once años; dos meses más tarde cumplí yo los trece.
Datos del Relato
  • Autor: Aretino
  • Código: 18816
  • Fecha: 07-07-2007
  • Categoría: Incestos
  • Media: 5.66
  • Votos: 53
  • Envios: 1
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Xx2144
invitado-Xx2144 29-07-2007 00:00:00

La verdad no se si realmente sea un relato o no... pero esta demasiado bien redactado a mi parecer, si llegara a leer esto el autor. sigue escribiendo we... la vdd.

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