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Categoría: Incestos

Encuentro en la primera fase

PRIMERA FASE, PRIMER ENCUENTRO.

Será difícil, por no decir imposible, que alguien pueda llegar a creer que lo que voy a explicar es un hecho real. Por supuesto, yo no tengo duda alguna, al fin y al cabo me sucedió a mí.

Podría hacer un relato muy corto; explicar la situación en la que me encontré y ya está, pero no entenderían nada.

Por lo tanto, aunque el relato se alargue más de lo que deseo (tengo muy pocas ganas de escribir), será mejor que comience por el principio. Si no lo acabo hoy lo acabaré mañana… y si no, otro día cualquiera, cuando tenga más apetencia en juntar letras.

Todo comenzó cuando yo tenía nueve años y ella siete. Ocurrió un domingo de verano después del baño y de que mi madre se marchara a visitar al abuelo que se encontraba indispuesto. Cuando se fue eran las nueve de la mañana. Tardaría en regresar porque, después de la visita, era su costumbre ir a misa de 12 y ésta, al ser misa mayor, duraba una hora larga.

Observarán que en todo este relato no escribo nada sobre mi padre. Puñetera falta que hace. Siempre andaba de pendoneo con una pendeja u otra. A estas fechas aún no sé por dónde anda. Tampoco me interesa. Sigamos… ¿para qué perder el tiempo?

Mireya, mi hermanita, se había quedado a mi cuidado; yo era el mayor y era lo lógico. Ustedes son muy listos y ya están suponiendo que lo que seguirá es la historia de un incesto entre hermano y hermana. Por supuesto, es en el seno de la familia donde más incestos ocurren, bien entre el padre y la hija, la madre y el hijo que me parecen abominables, o entre hermanos y hermanas que ya no me lo parecen tanto, quizá porque me ocurrió a mí.

Pero pueden creerme que, por aquel entonces, no tenía ni pajolera idea de lo que era un incesto. Ni siquiera sabía que mi pito servía para otra cosa que no fuera orinar.

Mi hermana era una niña muy atractiva con una carita de camafeo de marfil que a nadie dejaba indiferente. Era bajita, pero tenía un cuerpo tan perfectamente dibujado y tan rellenito que no se le veía ni un hueso, ni siquiera en las rodillas sitio en el que a casi todas las mujeres se les pueden contar hasta los tendones.

Creo que mis gustos posteriores sobre las mujeres, surgió a partir de aquel domingo.

Aunque yo no soy ningún gigante, al fin y al cabo no paso de metro ochenta, ella ni siquiera alcanza el metro sesenta y ya por aquel entonces no me llegaba al hombro.

Recuerdo que, mientras ella se bañaba, yo me acosté desnudo sobre las sábanas. Mientras la oía chapotear en el agua, poco a poco, me fui quedando dormido. No desperté por casualidad, sino porque alguien estaba jugando con mi pene y, la verdad sea dicha, no me molestaba en absoluto, al contrario, me había provocado una erección muy respetable; ya por entonces tenía un miembro más grande de lo normal en un chico de nueve años, aunque yo aún no lo sabía.

Tenía su rubia cabeza sobre mi pecho y manoseaba mi verga, cada vez más erecta, con dos dedos y a veces con toda la mano. Cuando estiró del prepucio que cubría el glande y siguió estirando me hizo daño y se lo dije.

Sujetándola con toda la mano levantó su cara hacia mí tan sorprendida como si no pudiera creérselo

 ¿De verdad? – preguntó
 Pues claro que es de verdad.
 ¿Y por qué?
 ¡Y yo que sé! Pero me haces daño.
 Perdona – dijo, recostándose con medio cuerpo sobre el mío.

En esa posición se mantuvo unos minutos en completo silencio pero sin soltar la erección. Cuando lo hizo fue para pasar uno de sus muslos sobre los míos de forma tal que los labios de su vulva quedaron encima de mi erección. No me desagradaba el contacto y no dije nada.

Tampoco ella decía nada pero me miraba fijamente. Me di cuenta de que subía su cuerpo hasta quedar con su cabeza sobre la almohada a la altura de la mía. Entonces me besó. Fue un beso de niña con los labios cerrados. No existía televisión y todo lo que hicimos aquella mañana, lo hicimos guiados por el instinto que todo animal desarrolla tarde o temprano. Por lo menos eso creía, pero pronto me caí del guindo.

No tardó en deslizar su cuerpo hacia abajo hasta que mi erección tocó su sexo. Su pecho, naturalmente, no tenía ni trazas de tetas, era tan liso como el mío. La presión de su sexo sobre el glande le abrió la vulva y sentí su húmedo calor de forma tan agradable que permanecí inmóvil. Levantó las nalgas sin perder el contacto con mi verga y poco después, volvió a presionar hacia abajo hasta que sentí el calor de su estrecha vagina rodeando por completo el amoratado capullo.

Sentía la presión de la vagina, que el prepucio se deslizaba hacia abajo dejando el glande al descubierto a causa de esa presión, pero no sentía ningún dolor. Era tan delicioso tener el capullo encerrado dentro de su húmedo estuche que todo lo demás dejó de existir.

Se mordía los labios cada vez que se metía un trozo de verga y arrugaba la nariz y se detenía cuando el dolor se le hacía insoportable. Esto lo deduzco ahora, pero entonces no me di cuenta de nada; sólo del placer desmesurado que estaba experimentando por primera vez en mi vida.

Cuando tenía casi toda la verga dentro de su vagina intentó seguir metiéndosela hasta el final, pero tuvo que desistir y gruñó de dolor.

 ¿Qué te pasa? – le pregunté
 Que no entra más – respondió con los ojos cerrados – Me hago daño.
 Yo no he notado nada.
 Pues yo sí.
 ¿Es que hay que meterla más?
 No lo sé, supongo que sí.
 Es que eres muy pequeña. ¿no estás bien así?
 Yo sí, ¿Y tú?
 Estoy de maravilla, estaría así todo el día.
 Yo también.
 Pero vendrá mamá y se acabó la fiesta, supongo – dije apenado -- ¿Crees que se enfadaría si nos encontrara de ésta forma?
 Tu eres tonto, Toni. Claro que se enfadaría.
 Pero ¿por qué?
 Porque está prohibido y, además, somos hermanos.
 Si, eso es verdad, pero es tan bueno ¿A ti te da tanto gusto como a mí?
 Claro que me da gusto y casi… uy.uy.uy.

Sé hoy que comenzó a gozar mucho antes que yo, se estremecía de placer y gemía cada vez más fuerte. Noté las contracciones de su vagina, el aleteo de sus mariposas sobre mi verga, su respiración sofocada, y la fuerte succión de su boca sobre mi pecho que dejó una marca morada que duró varios días sobre mi tetilla izquierda.

Cuando se calmó exclamó todavía sofocada:

 ¡¡Jesús!! Qué gusto más intenso he sentido. Creí que me moría de gusto…uffff. ¡Qué bueno! Ya me lo decían y era verdad.
 ¿Quién te lo decía? – pregunté extrañado.
 Pues quien va a ser, las chicas mayores del colegio.
 Pero, ¿en las Josefinas habláis de éstas cosas?
 Pues claro. Si hasta hay chicas tan mayores que hasta tienen la regla
 ¿Qué regla?
 Desde luego estás pez y no me extraña porque eso de vivir con los abuelos y tener un profesor particular tan viejo como él no te espabilará nada.

Quien me espabiló fue ella durante las cuatro horas que permanecí dentro de su coñito y durante las cuales se “corrió” cuatro veces y yo dos. Tenía razón, porque cuando me llegó el primer orgasmo creí que se me licuaba la médula espinal y que mis huesos eran de mantequilla. Fue un placer inaudito, inconcebible e inolvidable y ella, al sentir como me estremecía y como palpitaba de placer mi verga dentro de su estrecha vagina se corrió de forma tan desmesurada como yo.

Si nos separamos fue porque sentimos a mi madre abrir la puerta del piso; escapó hacia su habitación a toda pastilla con los muslos manchados de sangre.

Suerte que mi madre era de una ingenuidad a prueba de bomba, sobre todo con sus dos hijos.

Durante todo aquel verano follábamos a todas horas a poco que pudiéramos despistar a nuestra madre, cosa nada difícil.

El último día antes de despedirnos estuvimos jodiendo en la montaña todo el día pues llevábamos los bocadillos que mi madre nos preparó para la excursión. Nos corrimos tantas veces que me temblaban las piernas al bajar entre los pinos. Pese a todo, le fui amasando el coñito hasta que abandonamos los pinares.

Pensando que tardaría nueve meses en volver a verla se me hacía un nudo en la garganta difícil de tragar. Lo que no sabíamos ni ella ni yo es que tardaríamos tres largos años en volver a vernos.
Datos del Relato
  • Autor: Aretino
  • Código: 18815
  • Fecha: 07-07-2007
  • Categoría: Incestos
  • Media: 4.21
  • Votos: 61
  • Envios: 2
  • Lecturas: 4587
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