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Encuentro con mi lado salvaje

Revisé por última vez la mochila, verificando si no había olvidado algo. Satisfecha partí rumbo a la excursión planeada para ese fin de semana.
El ómnibus recorrió los 60 km. con una lentitud exasperante. Triplicaba la cantidad de pasajeros que la lógica y la cantidad de asientos indicaban. Apretujada y sofocada logré abrirme paso y descendí en la terminal de un pequeño pueblito. Esperé una eternidad hasta que apareció un destartalado taxi. Lo detuve y cuando le dije al chofer hacia dónde quería ir me miró exasperado, alegando que los caminos hacia el parque provincial estaban en muy mal estado y que el viaje me costaría bastante.
-No importa, lléveme igual -respondí molesta.
El traqueteo del viejo vehículo hizo que mi ansiedad fuera en aumento, hasta que por fin llegamos. Pagué por esos 7 km. cuatro veces el valor del boleto del ómnibus, pero no importaba nada, ya estaba en ese paradisíaco lugar que tantas veces soñé conocer.
Habían varias personas recorriendo los miradores que daban al río, aunque no vi ninguna carpa. Me pareció extraño, no obstante ello me dispuse a armar la mía. De pronto una voz grave a mis espaldas me sobresaltó:
-Piensa acampar aquí?
-Sí, -respondí- ¿por qué?
-No le recomiendo este lugar, -dijo el hombre, vestido de verde y con cara de saberlo todo- es un lugar peligroso, si desea, puede hacerlo en inmediaciones de la casa del guardaparques, allí estará más segura. A propósito, soy Ángel, el guardaparques encargado de este lugar.
-Mucho gusto, me llamo Beatriz, y Ud. debe ser el Ángel de la guarda, muchas gracias por el consejo. ¿Podría indicarme el camino?
Recorrimos casi un kilómetro por el sendero en medio de la selva hasta llegar a la casa. En el trayecto charlamos animadamente. No pude dejar de observar su cuerpo, atlético y bien cuidado. Sin darme cuenta comencé a excitarme con la idea de descubrir lo que escondía tras el gastado uniforme y los borceguíes…
Armé mi carpa algo alejada de la casa y me apresté a iniciar el recorrido por el parque. Ángel me dio varias indicaciones y partí llevando en la mochila lo necesario para pasar todo el día en la selva.
El contacto con la naturaleza provocó que surgiera mi lado más salvaje. Me sentía Jane -aunque sin Tarzán…- y no pude dejar de imaginar a ese hermoso ejemplar de hombre que acababa de conocer recorriéndola conmigo… Mis fantasías tomaron un rumbo alocado, provocando una excitación sin precedentes en todo mi cuerpo. Sentía que la humedad de mis partes íntimas amenazaba con aflorar a través de la ropa. Detuve la marcha en medio de ése paraíso y me masturbé como nunca lo había hecho, logrando varios orgasmos en pocos minutos.
Más aliviada y un poco turbada aún, proseguí la marcha hasta finalizar la primera parte del recorrido, volviendo al punto de partida realmente extenuada.
Lo encontré sentado en la galería de la casa, tomando algo fresco que inmediatamente me ofreció y acepté sin preguntar qué era.
-Es limonada -aclaró- ¿Qué tal el recorrido? ¿No te perdiste?
-Muy bueno, realmente maravilloso. Con las explicaciones que me diste no podría perderme. Gracias.
Me ofreció el baño de la casa, lo que acepté encantada y tras una larga ducha sentí que recuperaba las fuerzas lentamente. Me vestí cuidando cada detalle. Un pescador negro, musculosa amarilla -que destacaban mi bronceado torso y mis pechos- y sandalias al tono. Me había lavado el pelo así que lo dejé suelto, cayendo húmedo sobre mis hombros.
Percibí el impacto que le produjo verme así y seguí el juego con que había fantaseado durante todo el día.
La noche llegó lentamente, acompañada del último canto de los pájaros y recibida alegremente por cientos de insectos. El aire se tornó fresco y la luna asomó por entre los árboles. La magia de estar en un lugar aislado, rodeado de un paisaje salvaje y solitario, invadió todos mis sentidos. Quedé sentada largo rato, disfrutando cada minuto de esa maravillosa imagen, hasta que su voz interrumpió mis meditaciones.
-Te gustaría cenar conmigo?
-Claro -acepté, aún ensimismada en mis pensamientos-
La charla se mezcló con una exquisita cena -preparada por sus hábiles manos- y las miradas comenzaron a cruzarse cada vez más seguido, diciendo mucho más de lo que las bocas lograban balbucear. De pronto nos quedamos callados, como si se hubieran agotado todos los temas de conversación, cosa que me puso algo nerviosa. Decidí retirarme a descansar antes que la cosa se me fuera de las manos. Como fantasía estaba todo bien, pero ante una inminente realidad mis nervios me jugaron una mala pasada, por lo que era mejor retirarse a tiempo.
Me despedí y fui hasta la carpa, sintiendo su mirada seguir atentamente mis pasos hasta perderme en la oscuridad. Ya acostada no logré conciliar el sueño. Se mezclaban las imágenes salvajes del lugar con el cuerpo de ese hombre, su caminar felino, su voz grave, sus manos grandes y su boca sensual.
Cuando estaba quedándome dormida escuché unos pasos cerca de la carpa. Antes que pudiera reaccionar ya había abierto el cierre y su cuerpo se desplomó sobre el mío, impidiéndome cualquier movimiento. Quise resistirme, eso no era lo que había imaginado, pero ya era demasiado tarde. Tapó mi boca con su boca mientras sus manos ataban las mías con un pañuelo de seda. Luego se incorporó lentamente, diciéndome:
-Podés gritar todo lo que quieras, los árboles o los animales no vendrán a defenderte.
Quedé helada, todas las fantasías que me había hecho con él se desvanecieron ante una realidad absolutamente opuesta.
Intentar escapar era inútil, gritar también, luchar contra ese cuerpo de casi un metro noventa… imposible. No tenía escapatoria.
Comenzó a recorrer mi cuerpo con las manos, sacándome la ropa suavemente hasta dejarme completamente desnuda. Luego su boca hizo una exhaustiva inspección de cada centímetro de piel, lamiendo y besándome hasta lograr que me relajara. Tomó otro pañuelo de seda y recorrió mi geografía, que a estas alturas comenzaba a temblar, presintiendo un terremoto grado 10 en la escala de Richter…
Intercalaba los roces del pañuelo con sus besos húmedos y se detenía a veces, como provocándome a pedirle que continuara.
Ya mi excitación había hecho que olvidara las circunstancias, deseando solamente ser penetrada por ese miembro esquivo que sentía rozar levemente mi cuerpo. Lo intuía grande y erecto, a punto de estallar. Lo quería dentro mío en ese momento, acometiéndome, haciéndome volar hasta las dimensiones más lejanas…
Pero no, él iba lento, seguro de cada movimiento, tomándose todo el tiempo del mundo, enloqueciéndome.
Sus dedos llegaron hasta mi sexo -inundado ya a estas alturas- acariciándome el clítoris suavemente, lo que provocó un orgasmo inmediato. Luego otro, y otro más.
Ante cada convulsión se detenía y me observaba. La luz de la luna hacía que pudiera ver la satisfacción en su rostro, dándole un marco plateado y mágico.
Me dio vuelta y repitió el juego del pañuelo y los besos en mi espalda, hasta que creí no poder contener el arrebato que se estaba apoderado de mí. Nuevamente sus dedos llegaron a mi sexo, y ante el primer contacto, un nuevo orgasmo me precipitó al abismo. Nunca había deseado tanto ser penetrada, nunca tuve orgasmos de semejante dimensión. Nada volvería a ser igual a partir de ese momento, lo presentía…
Por fin sentí que llegaba el momento. Su cuerpo se posó lentamente sobre mi espalda y me penetró, avanzando milímetro a milímetro. Su enorme pene iba abriéndose paso hasta colmar por completo mi cueva, haciéndome estallar en otro orgasmo. Y siguió, y siguió, y siguieron los orgasmos, hasta que perdí la cuenta y la noción del tiempo.
Me dio vuelta y acometió nuevamente como un huracán. Sentí que me atravesaba. Sentí que estallábamos los dos. La noche se llenó de colores, como un arco iris destrozado, lloviéndose sobre nosotros, hasta dejarnos exhaustos y flotando en un mar de sensaciones…
Mi marido, el guardaparques, luego de recuperar el aire, me susurró al oído
-Amor mío, esta fue la fantasía más sensual que tuvimos en años…
-Cierto -respondí, y me dormí en sus brazos.
Datos del Relato
  • Autor: Geni
  • Código: 12704
  • Fecha: 05-01-2005
  • Categoría: Juegos
  • Media: 5.08
  • Votos: 62
  • Envios: 4
  • Lecturas: 1888
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Eduardo
invitado-Eduardo 06-01-2005 00:00:00

Me gusto Tu relato que picaramente fueron tu juegos fantasiosos con tu pareja. No me esperaba el final.

Rubén
invitado-Rubén 06-01-2005 00:00:00

Te felicito por llevar a cabo fantasías con tu pareja. La rutina es una enemiga fatal, y si no ponemos mucho de nosotros, terminamos indefectiblemente cayendo en ella... de ahí la cantidad de divorcios hoy día. Sigan así!!

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