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Encontré lo que buscaba

~~Mi nombre es. Bueno, mi nombre no importa y prefiero no decirlo. Sólo diré, porque es importante, que soy una chica de veintidós años que estudia en la Universidad Complutense de Madrid. Nunca he salido en serio con ningún chico y mis relaciones sexuales hasta hace unos meses eran muy esporádicas y bastante tradicionales.. Nunca he sentido nada especial al acostarme con un chico. Siempre he tenido la luz apagada y nunca he visto el cuerpo desnudo de mis amantes.
 Yo vivo sola, en un piso del centro. No soy de Madrid. Mis padres me envían dinero para que me concentre en mis estudios y no me preocupe de nada.
 En principio parece un buen trato. Pero la vida en Madrid para alguien de fuera puede ser un poco difícil cuando sólo te limitas a ir a clase, coger apuntes. Ir a comprar, hacerte la comida, recoger la casa y estudiar para luego cenar y marchar a la cama. De vez en cuando quedo a tomar algo con unas amigas de clase y sólo un par de veces me han ligado y he acabado en lecho ajeno. Pero nada espectacular.
 Por error hace unos meses llegó a casa un libro de una tienda por correo. Iba a nombre del antiguo inquilino y lo encontré en mi buzón. Durante dos semanas estuvo envuelto. Pero me picó la curiosidad y lo abrí. Era una colección de cuentos del marqués de Sade.
 Lo metí en un cajón y me olvidé de él. No me interesaba.
 Estaba de exámenes y no paraba de estudiar. Odio ver la tele, de hecho ni siquiera la tengo. Por eso, en un descanso de los estudios cogí el libro. Me resultó turbador, extraño. Las situaciones que planteaba me producían gran curiosidad. Mencionaba prácticas sexuales que me parecían como mínimo extravagantes. Las protagonistas de las historias hacían cosas que yo ni me había planteado. Me parecían un poco manipuladas por la mente del autor. Al fin y al cabo, un hombre. Y es un hombre quien las sometía .
 Terminaron los exámenes y yo quería ir a casa a ver a mis padres unos días. Pero empecé a darle vueltas a una de las historias. Es difícil de explicar. Notaba un vacío. Una gran duda y un oculto deseo. Una idea me sobrevino. Empecé a temblar y me tuve que dar una ducha para despejarme.
 Al salir de la ducha me tumbé en el sillón y quedé dormida. Tuve sueños revueltos y turbadores. Me desperté de repente y estaba mojada entre mis muslos. Me tuve que duchar de nuevo.
 Me di cuenta de que lo prohibido me llamaba. Era un deseo oscuro, un poco sucio. Pero enormemente excitante. Tenía que hacerlo.
 La mañana siguiente fui a una facultad que no era la mía (no diré ninguna de las dos) y puse un anuncio que ha dado lugar a lo que la gente llama una leyenda urbana . Cuando lo escucho me río porque realmente sucedió y yo fui la protagonista. Me aseguré que no había nadie mirándome y lo puse dentro de un servicio de alumnos. El anuncio decía lo siguiente: chica busca chico discreto para que la inicie en la sodomía. Y debajo mi número de teléfono. Salí corriendo.
 Temblaba pensando en lo que acababa de hacer. Esa misma tarde recibí siete llamadas pero no me atreví a responder a ninguna. Y apagué el móvil un poco avergonzada. Cené y me fui a la cama. No podía dormir. Estaba muy nerviosa. El móvil estaba en mi mesilla y no dejaba de mirarlo. Me decidí a conectarlo. Sólo quince segundos después me llegó un mensaje sms. Lo habían enviado media hora antes. Decía lo siguiente: He visto tu anuncio. Un amigo mío y yo queremos conocerte. Somos de fiar. Si estás interesada házmelo saber y te daré mi dirección. Te prometo discreción.
 Empecé a notar mis latidos en las sienes. Eran muy muy veloces. Tampoco respiraba fácilmente. Mordí mi labio inferior y me decidí a responderlo. Me temblaban los dedos. Sólo pude escribir lo estoy y lo envié. Me respondió con su dirección y una hora. Le hice una llamada perdida para confirmarlo.
 Apenas puede dormir esa noche. El día siguiente no tenía clase y quedé en la cama hasta las doce. Me levanté a las doce del mediodía. Comí, me duché y volví a echarme sobre el sillón esperando que pasara el tiempo. Dios, estaba histérica. Lo deseaba. Lo deseaba mucho, pero iba a encontrarme no con un extraño, sino con dos. Tenía dudas no voy, no voy. ¡Ni que estuviera loca! .
 Pero lo estaba deseando. Lo único que hacía era justificarme a mí misma. El encuentro no era muy lejos de mi casa. Veinte minutos. Media hora antes salí de casa. Llevaba puesto un jersey y unos vaqueros azul oscuros. Era marzo y en Madrid el tiempo era un poco frío aún. Llegué al sitio con el corazón en la boca. Me planté frente a la puerta. Creí que me desmayaría. En un impulso apreté el timbre. A los cinco segundos me abrieron. Era un chico de dieciocho años. De físico vulgar. Mediana estatura. Ni gordo ni flaco, moreno ojos marrones. Muy español, muy del centro. Me dijo hola y entré. Era una casa antigua. Allí estaba su amigo, que era casi igual que él pero bastante feo. Tenían puesta música chill out y estaban bebiendo bailey's. Para calmarse, claro. El menos feo se dirigió a mí: Entramos en el salón donde había unos sillones. Nos sentamos
 Me llamo.
 ¡No! Nada de nombres. Por favor.
 Le dejé un poco asustado.
 Sí. Como quieras. ¿Quieres beber algo?
 sí, un poco de lo que tomáis. Eso estará bien.
 El feo me preparó un vaso con torpeza. Lo bebí con la misma torpeza. Evitábamos mirarnos fijamente. Todo era muy violento. Ridículo. Estaba arrepintiéndome. Me hablaron de los discos que tenían, del tiempo en Madrid. Todo lo alejado del asunto que allí nos reunía. Yo no paraba de beber Bailey's y ya estaba por el segundo vaso. Pensaba cuando termine este vaso pongo una excusa y me voy, me voy. Esto es una estupidez. Les digo que era una broma y en paz. No paraban de hablar y yo bebía. El Bailey's hacía su efecto. Me relajé. Pero seguía decidida a irme. Ya llevaba diez minutos en ese piso. Había durado demasiado. Me levanté y dije:
 Bueno.
 Empecé a caminar hacia la puerta ante el asombro de los dos chavales. Me iba. Pero vi la puerta del dormitorio abierta y me asomé dentro. Había una cama muy grande y una lámpara cubierta con un pañuelo azul oscuro que dejaba el cuarto en una curiosa penumbra azul.
 Lo habéis preparado muy bien Dije.
 Era el momento.
 ¿Empezamos? Dijo el menos feo.
 Noté una gran excitación. Iba a hacerlo. Asentí con la cabeza. El whisky hablaba por mí. Los dos se dirigieron hacia la puerta del dormitorio. Yo les dejé clavados porque me dirigí al ventanal del comedor y con violencia bajé las persianas. Dejé el salón a oscuras.
 Prefiero aquí. Dije.
 Ambos estaban asustados. El salón a oscuras y sólo se veían perfiles azules debido a la escasa luz del dormitorio. El feo quiso besarme. Me negué.
 Nada de besos. Ni de meterme mano. No me excita ahora. Sólo quiero. Bueno, ya sabéis.
 Me miraron asombrados. Empecé a desabotornarme los jeans. Me daba apuro. Me giré y los bajé hasta las rodillas. Dejé mis bragas y mi jersey puesto y me puse de rodillas encima del sofá. Me incliné. Oía sus respiraciones agitadas. La mía también lo estaba. Me bajé las bragas.
 Te pondré crema ¿vale? dijo la voz del menos feo.
 Bien respondía pero caliéntala con las manos antes.
 Oí cómo se echaba la crema en las palmas y las frotaba. Me estaba poniendo muy tensa.
 Allá voy. Abre un poco las piernas.
 Obedecí y separé mis rodillas. Me sentía como una mujer de los relatos de Sade. Sumisa, expectante. Mi trasero en pompa expuesto, dispuesto a recibir una iniciación. De pronto noté su dedo embadurnado de crema sobre el borde de mi ano. Estaba tibio. Así que mi ano se contrajo un poco. Debido a la impresión. Lancé un quejido. Pero no quería parar. Empezó a embadurnar las rugosidades de mi ano. Era una sensación dulce muy muy agradable. Creo que empecé a mojarme. Poco a poco avanzaba su dedo hacia el centro. Todavía con mimo. Trataba mi ano con mucho mimo. Por eso mi esfínter empezó a relajarse. Él se dio cuenta y comenzó a presionar ligeramente. Por fin, por fin mi culo empezaba a ser perforado. Estaba mereciendo la pena. Dios, ya lo creo. Metió hasta la segunda falange. Musité algo.
 ¿Qué? preguntó él
 Que lo muevas en círculos. Así hizo. Yo me relajé y notaba cómo el borde de mi ano rozaba con la suave piel de su dedo. Era dulce, muy dulce.. Entonces apretó más. Firme aunque lentamente. Por fin metió entero su dedo en mi culo. Dios, no podía creerlo. Nunca me lo había ni tocado para excitarme. Y ahora tenía metido el dedo de un desconocido mientras otro me miraba. Lo movió más rápidamente y nuestras respiraciones se lanzaron a la carrera. Qué rico, que rico.
 mmmmm dije
 ¿Te gusta?
 Mucho.
 Noté entonces que su voz cambiaba. Se excitaba muy violentamente.
 Quiero hacértelo ya Acepté remisa. Yo no tenía tanta prisa. Pero di por hecho que él sabía más que yo de aquello. Porque antes de esa tarde sólo sabía lo que había leído en un libro de un señor que había muerto hacía unos siglos.
 Oí cómo se desabrochaba el pantalón y buscaba su polla de entre sus calzoncillos. Se la sacó. Pronto oí el sonido de su polla mientras se la meneaba. Siempre me ha repugnado ese sonido. De hecho he tenido un poco de reticencia a tocarlas. Ya no digamos chuparlas. Aquel sonido me resultaba sencillamente asqueroso. Por fortuna estaba muy excitado y tardó poco en conseguir una erección aceptable para ponerse la goma. De buenas a primeras noté algo plano y duro sobre mi ano. Era su glande. Mi ano era muy sensible y distinguí perfectamente el depósito de la punta del condón. Me asusté. No creía que eso fuera a entrarme. Empezó a empujar. Dolor. Era algo así como cuando coges mucho aire y no puedes soltarlo. Me sentí presionada. Me dolía.
 Alto, no va bien. Dije asustada.
 Tranquila, siempre es así al principio decía entre jadeos ya te acostumbrarás.
 Lo di por bueno dando debido a mi ignorancia. Pero me dolía. Hundí mi cara en el reposabrazos del sillón. Lo mordí. El sabor del sillón era seco, de polvo. En esa casa no limpiaban a menudo o ese era un sillón muy viejo.
 Notaba cómo su polla entraba en mi recto. La metió hasta la mitad. Me acordé de la primera vez que me folló un chico en el pueblo. En su coche. Creí morir hasta que la entró toda. Pero entrar, entró. Esta vez era igual pero la presión era mayor. Le pedí un respiro y aceptó. Los músculos de mi ano estaban tensos y necesitaban relajarse. Él pareció darse cuenta y aplicó más crema. Se lo agradecí desde lo más profundo de mi alma. Un respiro para mi culito que ardía. Era la gloria. Empezó a sacarla y meterla hasta donde estaba. Hasta la mitad. Aquello estaba bien, era rico. Me estaba culeando, me sodomizaba. Como dicen algunos tíos, me estaba dando por culo y me gustaba. Comencé a jadear. Todo estaba bajo control. Así seguimos unos cinco minutos. Yo noté que su polla crecía dentro. Le iba a explotar. Entonces pasó lo inevitable. El chico cogió aire y empujó su polla dentro de mí. Muy muy dentro. Tanto que tocó mi vagina con sus testículos. Eso me dolió mucho, muchísimo. Yo ahogué un grito y empecé a llorar. Pero él no paraba. El problema era que yo no era capaz de decir nada. Sólo lloraba. Él me estaba metiendo su polla en mi culo. No la tenía muy grande pero aún así me dolía. Él no oía mis llantos. Agarré con las manos el sillón y las cerré con fuerza. Mis piernas temblaban. Mitad dolor y mitad terror. Me sentía violada. Pero no era verdad. Simplemente mi amante estaba siendo demasiado efusivo. De pronto paró. Se había corrido. La sacó despacio muy muy despacio. Entonces me oyó llorar.
 ¿Estás bien? dijo con voz de preocupación sincera.
 Sí. sí. Sólo que has ido muy deprisa y ahora me duele.
 Con lágrimas corriendo por mis mejillas me subí los pantalones. Mi ano ardía. Me sentí sucia. Estaba mareada.
 Le dije al feo que lo sentía pero que no podía ser. No puso reparos. Fueron muy amables. Realmente eran buenos chicos. Estaban asustados. Les tranquilicé y me fui.
 En el camino a casa no paraba de darle vueltas. Mientras caminaba notaba cómo mi ano se retorcía. Me costaba caminar a buen ritmo. Tenía un gran escozor. Me dolía. Entonces me lo dije a mí misma.
 Es cierto, es real. Te han dado por el culo. Te la han metido por detrás. Has satisfecho tu fantasía Sabía que no volvería nunca a ser la misma. Ya en casa tomé un nescafé y me metí en la bañera. Seguía dolorida, escocida. El agua caliente me hacía daño en el esfínter. Pero aproveché para enjabonarlo, lo limpié a conciencia y luego me puse crema. Después de secarme. Como estaba segura de que esa noche me rozaría al dormir cogí una compresa y la puse entre mis nalgas cubriendo mi desvirgado ano. Era bastante agradable. Y así pude dormir esa noche. Las dudas me corroían. ¿Habré hecho bien? ¿Soy una puta? . Pese a todo había gozado mientras aquel chico, desconocido, más pequeño que yo me sodomizaba. Y luego pensé: aún tengo su número por si . Continuará.
 Promlab@terra.es
 Yo puse un anuncio (II)
 A la mañana siguiente desperté pronto. Enseguida vino a mi mente la experiencia tórrida y extraña de la tarde anterior. Y eso me condujo a pensar en mi ano, aunque no hacía falta porque lo notaba dolorido. Me desvestí y me quité las bragas. La compresa que puse entre mis nalgas se había quedado pegada porque un poco de sangre había salido del borde de mi culito y se había secado. Por eso decidí que en vez de tirar de ella me daría otro baño para humedecer la compresa. Cuando la bañera se había llenado a la mitad me senté dentro. Aquello funcionaba porque la compresa se deslizó sola, pero el contacto del agua caliente hizo que es escozor de mi culo me hiciera saltar. Estaba furiosa: aquel cabrón me había hecho daño por su impaciencia. En el fondo estaba más enfadada conmigo misma. Cogí un bote de crema y me tumbé boca abajo sobre la cama. Puse un cojín bajo mi vientre y así se separaron mis nalgas. Eché crema en mis dedos y los llevé a mi ano. Estaba fría pero me calmó el picor. Mi mente iba a mil: Serás estúpida ¿Cómo se te ocurre hacer algo así? . Mientras masajeaba el culo con mis dedos llenos de crema. Y eso me relajó. No sólo eso sino que me hizo recordar el modo en el que aquel chico hacía lo mismo la noche anterior. Esa sola idea me excitó, lo sé porque notaba mi humedad y de hecho una gota de flujo se deslizó fuera de mis labios vaginales. Ni corta ni perezosa presioné mi dedo dentro de mi culo. Para mi sorpresa entró de un tirón y suavemente. Pensé entonces en el dedo que ayer mismo me metía mi iniciador anal. Estaba muy cachonda ya y comencé a follármelo. Era muy rico notar mi dedito perforando cruel pero suavemente mi hasta ayer virgen culito. Dentro, fuera, dentro, fuera. Así estuve un buen rato. Luego probé a meter otro dedo. Empezó a doler porque seguía escocida y al tensarlo me resentí. Pero estaba decidida y a los pocos segundos tenía los dos dedos metidos hasta el fondo de mi culo. Así que me lo follé durante tres minutos y los saqué. Me llevé los dedos a la cara, próximos a mi boca. Aspiré su aroma y me excitó porque nunca había olido algo así. A punto estuve de lamerlos pero en el último instante no me atreví. Volví a quedarme dormida y estuve así, desnuda boca abajo, sobre mi cama. Hasta que sonó el teléfono. Era mi madre: mi padre y ella venían en coche a Madrid a verme y llegarían en dos horas. Me entró el pánico y me vestí para ir a comprar algo porque no tenía nada en casa. Salí a la calle y fui al supermercado. Durante todo el trayecto y allí dentro me pareció que todo el mundo me observaba y me juzgaba por lo que había hecho ayer. Como si pudiesen saberlo. En el fondo estaba deseando contárselo a alguien. Estaba en la cola de la caja y me imaginé a mí misma diciéndole: ¿Sabe usted? Ayer me dieron por culo por primera vez. Me gustó mucho pero ahora me duele un poco ¿A usted le gusta que le sodomicen? ¿Se lo pidió usted a su marido o fui ideal de él? . La mente te puede jugar malas pasadas. Me sentí estúpida por pensar en esas cosas. Pobre mujer, qué habría pensado de mí.
 Volví a casa y preparé la comida. Un ratito después llegaron mis padres. Charlamos y pusimos la mesa. Al sentarme me dolió el ano y pegué un pequeño brinco. Así que volví a sentarme pero despacito. Mi padre me miró alucinado. Yo estaba roja, no sabía donde meterme.
 ¿Qué te ha pasado hija?
 Nada, nada. busqué una salida airosa Es que ayer me caí en la escalera y me golpeé la rabadilla.
 ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Pues más parece que te hubieran azotado! ¡Ja, ja, ja! Pensé para mi misma: Hombre, azotar, azotar no, pero. Seguimos comiendo y charlando de todo un poco, nada especial. De pronto miré a mi madre. ¿Qué pensaría ella de mí? ¿Qué diría de su hija que queda con unos extraños y les entrega su cuerpo por puro vicio? . Estaba avergonzada. Luego miré a los dos y me pregunté ¿Le habrá follado papá el culo a mamá? Seguro que sí, ¿por qué no? Tantos años casados tienen que ponerle imaginación. Entonces pensé en mi padre haciéndoselo a mi madre por detrás y empecé a estar enfermizamente cachonda. De modo y manera que fui corriendo al servicio y eché el pestillo ante el asombro de mis padres. Allí dentro me bajé los vaqueros y las bragas, puse crema en mis dedos y los metí furibunda en mi culo. No voy a negarlo: aquello me dolió. Pero casi entendí el ansia de mi amante de la noche anterior. Me follé el culo a toda velocidad, ansiosa, como loca. Para que no me oyeran mordí una toalla. De pronto alguien pico la puerta por el otro lado. Era mi madre.
 ¿Estás bien hija? De nuevo improvisé.
 Sí. Es que me ha bajado la regla de repente.
 Estaba avergonzadísima. Acabé con aquello, me lavé las manos y volví al salón. Seguimos charlando toda la tarde hasta que a eso de las ocho se marcharon. Estaba agotada. Demasiadas cosas para sólo cuarentiocho horas. Había tenido el móvil desconectado todo el día. Así que lo encendí y apareció un mensaje sms. Era de los dos chicos de la noche anterior. Se preocupaban por mí y por si estaba bien. Me quedé un rato pensando en eso. Aquel chico, el guapo quiero decir, me había hecho daño. No tuvo mala intención pero la mujercita perversa que todas llevamos dentro quería una revancha. De modo que fijé una cita para la tarde siguiente. Esta vez tomaría yo las riendas del todo. Ya no iba como una ignorante respecto a este tema. Tampoco era una experta pero parecía que había vivido por toda una vida en sólo dos días.
 La tarde siguiente me presenté en su piso de nuevo. Ya se había roto el hielo un poco más y nos sentamos en el sofá a charlar. Estuvimos bebiendo de nuevo. El que más hablaba era el feo. Estaba nervioso porque sabía que hoy era su turno para follarme y la ansiedad hacía mella en él. De modo y manera que sólo prestaba atención al guapo que me miraba con una mezcla de vergüenza y deseo. En el fondo me daba pena pero estaba decidida. Me puse al lado del feo y le toqué la pierna. Esa mera señal le sirvió para que se lanzara sobre mí. Empezó a besarme el cuello pero yo le paré.
 Nada de besos. Eso no me excita ahora.
 Entonces se limitó a sobarme el cuerpo, sobre todo las nalgas. Las pellizcaba y las mordía. Yo no dejaba de mirar al guapo que me miraba alucinado. Estaba disfrutando viéndole sufrir. Enseguida adquirí la postura del día anterior: me puse de rodillas y bajé mis pantalones y mis bragas. Miré al guapo y le dije:
 Tú aquí delante. Mirando.
 Así se puso. Yo sobre el sofá y el de pie enfrente de mí. El feo cogió la crema y empezó a embadurnarme el ano. Me encantaba notar la cremita y sus dedos en mi culo. Como ya iba siendo una experta empecé a contraerlo y dilatarlo por mí misma. Como si de una boca se tratase. Y de eso se trataba. Aquel chico que tenía delante había abierto una pequeña boca en mi trasero. Una boquita pequeña y viciosa que deseaba ser llenada a toda costa. De manera ansiosa. Entonces eché mis brazos alrededor de la cintura del guapo (estoy segura de que si lee esto ahora lo recordará muy bien. Espero que no lo lea) y me agarré fuerte. El feo comenzó a meneársela. El sonido, como ya he dicho, me repugna. Pero me excitaba saber qué poco quedaba para ser sodomizada por segunda vez en mi vida. Fijé mis ojos en los del guapo. Parecía triste. El feo seguía masturbándose. Le oía respirar torpemente y eso me excitaba bastante. Ya por fin puso su glande a la entrada de mi ano y empezó a empujar. Aún dolía. Pero esta vez la dejé entrar más fácilmente. Primero porque ya tenía el culo bastante más abierto que hacía dos días y segundo porque empezaba a tener control sobre mis músculos anales y podía abrir mi esfínter a voluntad. La metió hasta la mitad. Qué rico. Mordí el vientre del guapo que asistía a mi sodomización incrédulo. Distinguía perfectamente su sudor y supongo que su erección era notable pero no quería darle el gustazo de comprobarlo. Me encantaba mirarle a los ojos mientras su amigo me daba por culo. Me hizo sentir un poco sucia, un poco zorra. Pero le castigaba y eso sí me gustaba. Así estuvo follándome el feo unos cinco minutos. Entonces me preguntó:
 ¿Preparada? Me asusté. Me la iba a meter del todo y me dolería. Miré al guapo y ahora tenía una sonrisa un poco cruel. Entonces me giré y le dije al feo que tenía su polla metida en mi culo.
 ¿Tienes alguna enfermedad? Se quedó alucinado y miró de reojo a su amigo.
 No. Claro que no.
 Entonces quítate el condón y métemela otra vez. Quiero que te corras en mi culo.
 Tardó unos cinco segundos en reaccionar. Sacó su polla creando un extraño y desagradable vacío en mi culito. Entonces oí la goma cayendo al suelo y su polla entrando de nuevo. Miré al guapo. Estaba pasándolo muy mal. El feo la metió del todo en unos veinte segundos. Dolió, pero entró. Estaba gozando increíblemente. Notaba mis muslos empapados con mi propio jugo. Aquel chaval feo, desconocido, y menor que yo me estaba dando por culo con mucha más maña que su amigo. Me aferraba con fuerza al cuerpo del otro y a cada embestida jadeaba con fingido aire de derrota. Sabía que eso le dolía. El feo comenzó a acelerar. Estaba a punto de correrse. La fricción comenzó a dolerme pero me aguanté. Se corrió. Era muy agradable notar su leche calentita en mi culo. Cayó rendido sobre mi espalda. La sacó despacito y se marchó. De nuevo mi ano sentía ese desagradable vacío. Estaba deseando que aquel otro chico lo llenara enseguida. Pero la venganza era mi objetivo esa noche. Le miré con maldad y me incorporé sobre mis rodillas. Llevé mi mano a mi ano. Metí un dedo y lo saqué empapado de semen. Se lo enseñé al guapo con una sonrisa malvada. Vencí mi asco y las náuseas y me lo metí en la boca, tragándomelo mientras le miraba. Venganza cumplida. Me vestí, me despedí y me marché. Al salir a la calle me sentí como una auténtica zorra, una depravada y la idea empezaba a gustarme mucho. Quizá a la mañana siguiente no iba a pensar lo mismo.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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