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Encierro lascivo el fin de semana II

Encierro lascivo el fin de semana II

Entonces yo había ido a aquel apartamento de playa con el Mandingo y Alfonzo, con la idea de tener sexo los tres. Una vez allí me hicieron saber que también debía entregarme a Asdrúbal, otro amigo del Mandingo. En principio me negué pero el Mandingo me amenazó con forzarme entre los tres. Sin alternativa alguna accedí a lo que se me pedía. Me encontraba en el cuarto con una bata corta de mujer, en satén negro, sin nada de ropa bajo ella. Estuve en el cuarto un ratito hasta que decidí salir.

Llegue a la sala descalzo, sólo con la bata, los tres me miraron con deseo. El Mandingo y Asdrúbal estaban sentados en un sofá dejando el espacio en medio de ambos libre para mí. Cuando pasé frente a Asdrúbal me pidió que me quedara de pie, su mano entonces fue subiendo por mi muslo hasta llegar a mis nalgas, las acarició y masajeo con gusto.

No me permitió sentarme en el sofá, me hizo sentar en sus piernas, luego, pasaba su dedo anular exactamente por mi ano. Sentí en mi pierna como su verga se hinchaba.

Asdrúbal no me gustaba para nada, no es que el Mandingo fuera un hombre agraciado, porque era bastante feo, bueno, a decir verdad, el único hombre digamos normal, ni bello ni feo, con quien había estado era Alfonzo, porque el Mandingo, el Negro y mi primo eran bastante feos de cara los tres, pero de contextura digamos atlética o delgados. Pero este tipo era bastante gordo, tenía pinta como motociclista que aparece en las películas, con barba, pelirrojo y muy blanco, me intimidaba mucho.

Si bien ya había tenido relaciones con los otros dos, no sé porque me sentía tan avergonzado aquella noche, pienso el hecho de tener que entregarme así, a quien apenas había conocido un par de horas atrás, sumado al hecho que los otros dos machos observaban cómo este otro me manoseaba, me hacía sentirme muy presionado, nervioso y humillado.

Entonces se puso de pie y fue a buscar algo. Yo quedé también de pie, el Mandingo y Alfonzo se pararon a mi lado. Asdrúbal regresó entonces con la botella de whiskey, le sirvió a todos y me dio un vaso a mí. Ofreció un brindis por una noche de placer y lujuria. Preguntó, sigues nervioso? Alfonzo dijo, quien no va a estar nervioso en su situación. Entonces Asdrúbal dijo, no tengas miedo, no te vamos a hacer daño, te vamos a dar una buena cogida, pero nada más.

Yo me encontraba rodeado por los tres machos. Cada quien sostenía el trago con una mano, con la otra me acariciaban simultáneamente, pellizcaban suavemente mis tetillas, acariciaban mi espalda, mis nalgas, mi culo, también toquetearon mi pene. Aquella situación comenzó a excitarme, mi preocupación comenzó a alejarse. Pronto tenía el miembro totalmente erecto, señal inequívoca de que me gustaba aquello. El Mandingo comentó, no sé porque te niegas si te gusta, mira cómo estás.

Luego, mientras se aflojaba el cinturón, me ordenó ponerme de rodillas. Sin protestar así lo hice. De pronto salió aquella verga, larga, negra y gruesa. Comencé a chupar, lamer y besar ese trozo estupendo de carne. El Mandingo tenía algo particular, un escroto con bastante piel y un par de bolas también grandes, me gustaba mucho lamerle las bolas y él me las pasaba por la cara.

Un momento después el Mandingo me retiro su polla, me indicó acuérdate que no estamos solos, empujó suavemente mi cabeza en dirección de Alfonzo, quien también tenía su palo a reventar, una verga muy venosa, también le di una rica mamada a Alfonzo tal como se esperaba de mi. El Mandingo estaba al frente, Alfonzo a la derecha y Asdrúbal a la izquierda. Mientras mamaba la verga de Alfonzo y masajeaba sus bolas con mi mano derecha, con la izquierda pajeaba torpemente al Mandingo.

Luego tocó el turno de Asdrúbal, era una pinga nueva para mí. El era bastante blanco, pensé por fin me cojera un hombre blanco, porque hasta ese momento, había estado con dos negros, mi primo que era muy moreno (su madre era negra) y Alfonzo, que era más bien tipo mestizo, moreno claro. Por decirlo de alguna manera, tuve mucha “suerte” con los negros, no sé si es que yo les atraía en especial o por haberme relacionado con aquella familia (la del Mandingo) pero tuve experiencias con varios negros.

Bueno, permaneciendo de rodillas giré hacia Asdrúbal, su pene estaba medio erecto, un par de generosas bolas colgaban y estaba totalmente rasurado, aquello me gusto, tanto que lo primero que hice fue chupar y lamer sus bolas, eran una delicia.

Cuando me dispuse ya a mamarle propiamente la pinga, ya estaba bien parada, hinchada y dura. Esta le hacía justicia al apodo de Asdrúbal, “ceburro” un cerdo con la verga de un burro. Me detuve un momento a mirarla, quería apreciar lo que me tendría que comer, tanto por la boca como por el culo. Si bien la tenía larga y gruesa, no llegaba a ser tanto como la del Mandingo. Cuando la metí a la boca, Asdrúbal apoyo su mano en mi nuca y empujo para llegar hasta el fondo, sentí la cabezota de su verga en mis amígdalas.

Yo hacía cuanto estaba a mi alcance para satisfacer a los tres, no dejando pasar mucho rato chupando a uno solo, tratando de acariciar con la mano que me quedaba libre. Incluso en un par de oportunidades llegué a tener una verga en mi boca y las otras dos en cada mano. Confieso sin embargo que me era muy difícil coordinar para compartir mis caricias.

Estando allí de rodillas me olvide de mis prejuicios y entregué totalmente a aquella situación, verlos disputarse por mi boca y mis caricias, me hizo sentir tontamente poderoso. Digo poderoso porque su deseo hacía mí era muy intenso, debían aguardar pacientemente su turno, pero tonto porque era yo quien estaba a su servicio.

Mis 5 sentidos estaban siendo sobre estimulados como nunca antes. Por un lado, la vista, cada vez que abría los ojos veía esas esplendidas vergas, de distintos colores, hinchadas a reventar, brillantes y jugosas bañadas en mi saliva.

El olfato, el fuerte olor que despide la pinga parada de un macho, no importa que esté muy limpia, es un olor inconfundible que invita al sexo.

El gusto, sentir en mi lengua el sabor de tres vergas distintas, el líquido pre seminal, era como estar en un buffet.

El oído, escuchar los aquellos sonidos que revelan el inmenso placer que estaban experimentando esos machos que me sometían; suaves gemidos, ese sh o arrg que se les escapa de forma incontrolable, ese sonido que produce el chupeteo, acompañado de aquellos insultos halagadores, como yo les llamo, pues escuchar, “que rico mama este marico”, “mira como se lo traga la puta” y cosas así, son expresiones que combinan ofensa y halago a la vez.

Por último, pero no menos importante, el tacto, sentir aquellas pingas palpitando en mi mano, su calor en mi boca o cara, la rica sensación de la piel del escroto, las manos acariciando cabello y cabeza, al tiempo que obligan a atragantarse.

Estaba inmerso en aquel mar de sensaciones cuando sentí a Asdrúbal agacharse, abrir mis nalgas y explorar mi culo, un minuto después, el lamía mi culito, pasaba diestramente su lengua por mi ano. Sentí tanto placer que casi tuve una eyaculación.

Había estado sometido a tal cantidad de sensaciones y emociones aquella noche que mi pene parecía que iba a explotar, sin que yo ni alguien más lo estuviera acariciando. Yo ya no aguantaba más, entonces, aún sin sacar la pinga de Alfonzo de mi boca, me agarré el pene con la intensión de masturbarme, pensé masturbarme y luego continuar mi papel de puta.

Asdrúbal se percató de mis intensiones. Me quitó la mano del pene y me reprendió, dijo, no lo hagas, después te vas a achantar, te vas a desinflar y no vas a poder con lo que sigue. Le dije, si voy a poder, pero es que no aguanto. El siendo más experimentado tenía razón, claro que sería muy difícil para mí seguir adelante después de eyacular, en especial en aquellas circunstancias.

El volvió, bueno, ven acá. Pensé me haría la paja, incluso por un instante pensé que me daría una mamada. Entonces este hombre, golpeó fuertemente la cabeza de mi pene con su dedo medio, es decir, sosteniendo su dedo medio con el pulgar para luego dejarlo salir disparado, como cuando se juegan canicas. Lo hizo una tres veces muy rápido y fuerte, me dolió bastante, gire mi cuerpo para evitar los golpes, sin embargo el me busco y repitió el tratamiento. Luego agarró mi pene y presionó fuerte la cabeza con el pulgar. Aquello terminó por bajar mi nivel de excitación, perdiendo parcialmente la erección y el deseo irrefrenable de pajearme.

El dijo, problema resuelto. Yo aún estaba un poco distraído por aquello cuando el Mandingo apuntó nuevamente su verga a mi boca y continuamos la faena.

Bueno, hasta aquí lo dejo en este momento, dime si te gusta mi relato y si quieres que siga adelante relatando cuanto sucedió.

JP
Datos del Relato
  • Categoría: Gays
  • Media: 5
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
paulo
invitado-paulo 26-03-2009 00:00:00

es decir como es el lavado que s eutiliza me puedes decir x favor, tus historias son muy exitantes

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