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"Un chico viaja al sur del país para trabajar en un barco, y acaba manteniendo relaciones sexuales con la dueña de la casa donde vive, una mujer de 40 años, iniciándola en las relaciones anales."
Esta historia sucedió el otoño pasado en una ciudad del sur del país, donde yo llegué a vivir, para trabajar en un buque. La dueña de la casa era ya una señora, como de unos 40 años, pero estaba muy bien conservada. Tenía buenas piernas y buen culo, redondo y al parecer durito, porque practicaba deporte. Era separada y no tenía novio, por lo tanto yo pensé que tenia unas ganas acumuladas de culear.
A veces yo le pedía prestado el baño y encontraba sus tangas recién quitados, tenían rastros de jugos vaginales todavía frescos, como si se hubiera masturbado o como si hubiera tenido un sueño erótico en la noche.
Solía ponerse una lycra apretada, con lo que se notaba que tenía una chochita grande y peluda, que con disimulo yo miraba, y me apetecía mamarle y meterle la lengua hasta lo más recóndito. Hasta hacerla gemir de placer.
En cierta ocasión me pidió el favor de que la llevara en mi coche al centro de la ciudad. Cuando nos subimos le dije que se colocara el cinturón de seguridad, parece que estaba trabado, entonces intenté ayudarle y, sin intención, rocé sus senos con mis manos, lo cual enseguida me excitó; continué acomodando el cinturón fingiendo cierta dificultad, de esa forma le apreté otra vez las tetas. Noté que ella aparentó no sentir nada, pensé que me había excedido un poco y fui más recatado. No volví a acosarla en esta ocasión.
Un día llegué y ella estaba sola. Había estado lavando y tenia la camiseta mojada, como no llevaba sostén se le notaban dos tetas caídas, pero con dos grandes pezones, lo cual me ponía muy excitado, y con ganas de mandarle la mano al chocho.
Yo la quise saludar de beso en la mejilla, ella me dio la oportunidad y alcance a rozar sus labios con los míos. Parece que esto le produjo cierto placer, me miró, pero no me dijo nada. Empezamos a hablar de cosas triviales. Yo estaba buscando la forma de acercarme a ella, o tocarla de algún modo, de pronto se me ocurrió hablarle del tema de los masajes y lo buenos que eran para relajarse, entonces le propuse que si quería le podía hacer un masaje. Me dijo que sí. La llevé a la cama y la recosté boca abajo, podía apreciar su gran culo sin disimular, ya que ella no me veía.
Empecé a masajear su espalda, suavemente, lo cual a ella le parecía muy placentero, entonces, atrevidamente le pasé las manos por las raíces de las tetas. Pude notar sus pezones erectos, lo cual me dio confianza para continuar con el manoseo. Como no me dijo nada, le cogí las tetas descaradamente y se las empecé a apretar.
Acto seguido, con una mano le acariciaba el culo y le iba pasando los dedos por la chocha, a lo cual ella encogía y contraía el culo, en señal de placer, mientras, con la otra mano, le seguía acariciando las teticas. Sin más preámbulos, le quité la camiseta y empecé a besarle la espalda y la base de los senos. Al mismo tiempo, le acariciaba el culo entero, separando sus nalgas y metiendo allí mi nariz, ese olor a sudor me ponía más caliente.
La volteé hacia mí y, suavemente, empecé a besarle el estómago, el ombligo, subiendo hasta darle piquitos en los pezones, su excitación era mayor y la mía también. Me dijo: ¡no me haga esto por favor! Yo, simplemente, le tapé la boca con una mano, ella empezó a chuparme los dedos, mientras yo le besaba el pecho y con la otra mano le cogía el chocho por encima de la lycra. Me pegué a sus tetas y se las mamaba ambas, a intervalos, sus pezones estaban bien erectos.
¡Qué gran chocho! No me alcanzaba la mano para cubrirlo. Ella a su vez, comenzó a quitarme la camiseta que yo llevaba, no opuse resistencia. Yo ya estaba que estallaba. Así que procedí a quitarle la lycra muy ajustada que tenía. Pronto quedó frente a mí ese gran animal, con unos labios muy grandes en los bordes, abultados, esa cosa era más grande que mi cara. A pesar de su edad usaba una braguita blanca muy pequeña que le resaltaba más ese morro, y se veía señas de que estaba mojadita por encima del calzón. Yo no podía aguantarme las ganas de lanzarme a ese chochito y empezar a besarlo.
Por los agujeritos de la braga salían los vellitos negros. A los lados también salían vellitos, aunque parecía recién depilada. Comencé a besarla desde las rodillas hacia arriba, muy lentamente, subiendo por esos grandes muslos que estaban hirviendo, como diciendo cómeme ya, cuando llegaba a su chochito, me detenía para husmear con mi nariz, el olor de su cosita mojada me llenaba de placer.
La besé por los lados, levantando su braguita y metiendo la lengua. Yo saboreaba sus jugos vaginales, ella se retorcía de placer. No esperé más y le quité la braga. Se veía esa rajita húmeda y bien depilada.
Le pase la lengua por la superficie, a lo cual se estremeció, y me apretó la cabeza contra su cuquita. Sin mas preámbulos, le abrí los labios vaginales con mi lengua y comencé a lamer, metiéndole la lengua aun más adentro, esos labios rosados y húmedos estaban sedientos de sexo, la puta estaba chorreando y se estremecía de placer, ni que se diga cuando llegué a su clítoris, arqueó su cuerpo sin poder aguantar la excitación, le agarré el culo con mis manos y la apreté más hacia mi boca. Con mis labios le apretaba el clítoris y se lo succionaba, al mismo tiempo, comencé a rozarle el culito con mis dedos, al principio, ella me apartaba los dedos de su culo pero por fin cedió. Lo lubriqué con su lechita caliente, hasta que le metí todo el dedo del corazón, la perra no sabía qué hacer, gemía, se retorcía y apretaba, con sus manos, mi cabeza contra su chocho, yo metía y sacaba el dedo en un movimiento, al principio lento, y luego muy rápido, no aguantó mucho y se vino en un orgasmo largo y lleno de jadeos y contracciones. Cuando terminó, me tuvo largo rato en esa misma posición, acariciándome el pelo, con mi cabeza metida en su concha.
Me limpié la boca con una sábana y me puse de pié, ella, inmediatamente, me agarró de las caderas, me quitó los pantalones y empezó a besarme la verga por encima de la tanga que llevaba, no esperó mucho, y me la quitó con un movimiento brusco y desesperado.
Quedó frente a ella, mi verga, de la que ya botaba los primeros chorritos. De una vez, la agarró con las dos manos y se la llevó a su boca; primero, le besó la puntica con sus labios, luego, se metió toda la cabeza en su boca y la apretó fuertemente. Su boca estaba caliente, la chupó varias veces y luego empezó a restregársela por toda la cara, la nariz, los oídos; luego empezó a succionar la punta otra vez, yo sentía hervir mi sangre, y sentía como mi pene crecía en su boca y se lo introducía mucho más adentro. Ella comenzó a recorrer mi pene, de la raíz hasta la punta, y me mamaba también los huevos. Noté que, en esto, yo no aguantaría mucho tiempo, entonces, saqué mi verga de su boca y la tendí a ella en la cama, le abrí las piernas y la intenté penetrar sin más consideraciones.
Me llevé una sorpresa cuando me dijo que no le hiciera eso, que ya habíamos ido demasiado lejos, porque ella, por su edad, podría ser mi madre. En medio de mi excitación yo no sabía qué hacer, entonces decidí tomarla por la fuerza, así que le agarré sus dos manos y se las puse detrás de su cabeza; así la sostuve con una mano, y con la otra agarré mi pene para metérselo en su vagina, ella forcejeó unos momentos, cerró sus piernas pero yo se las abrí de nuevo, luego, después de unos minutos, cedió y me dijo: ¡me gusta que me tomen así, métemela toda por favor, quiero sentirla dentro de mí, húndemela sin compasión!. A lo cual, yo procedí inmediatamente, pero pensando dentro de mí: ahora me las vas a pagar, puta de mierda, esta broma te va a doler mucho.
Pero parecía que ella tenía la vagina bastante estrecha, porque me costaba dificultad metérsela. Me decía que se la metiera despacio porque le dolía. Ella misma guiaba mi pene con sus manos, a cada centímetro que yo avanzaba, ella gemía y casi gritaba en un gesto mezclado de dolor y placer.
Yo la continué metiendo, y ella gritaba aun más, y me enterraba sus uñas en mi espalda, lo cual me excitaba mucho más. Pronto la penetré todita, y puse sus piernas en mis hombros, y comencé un movimiento rítmico, a lo cual ella empezó a moverse rápidamente, y yo también. Apoyé mis piernas en uno de los extremos de la cama y con mis manos la abracé fuerte, de tal forma que ella casi no podía moverse ni oponer resistencia, entonces, le imprimí más fuerza a mis movimientos y mucha más rapidez, ella gritaba de desesperación, y sentí cómo su vagina se contraía y apretaba contra mi pene, la penetración era máxima, comenzó a moverse como loca de placer, a lo cual tuve que golpearla con una mano en su cara, pero esto sólo logró acelerarla mucho más. Esto me produjo más excitación, de tal forma que sentí venirme y no aguanté más. Le bajé las piernas rápidamente y la abracé fuerte con mis manos, en estos momentos, eyaculé sin pensarlo más, y sentí como sus músculos internos se contraían otra vez apretando mi verga. Este momento para mí fue infinito. Duramos abrazados un largo rato y me dijo que nunca le habían hecho algo semejante. Le pregunté que por qué era tan estrecha y me dijo que no sabía pero que siempre le dolía mucho.
Nos quedamos recostados unos 15 a 20 minutos.
Al estar los dos acostados, desnudos, me puse a mirarle la cuca, ¡qué grande era¡, entonces empecé a juguetear con ella, y a acariciarla con mis manos. Nuevamente sentí excitación y mi verga se puso dura.
Le pregunté, que si alguna vez la habían clavado por detrás, y me dijo que no, que sí lo habían intentado, pero que ella no lo había permitido. Yo le prometí que lo haríamos suavemente, sin prisas, y que no le dolería mucho. Ella me dijo que no rotundamente.
Mientras, yo seguía acariciándole la chocha y excitándola, ella comenzó a jadear de nuevo y a gemir. Aproveché para tocarle suavemente el culito, e introducirle un dedo lentamente, ella vio mis intenciones, y trató de apartarme de esa zona; le sacaba el dedo del culo, y me concentraba en su chocha, pero de nuevo regresaba a su culito, con disimulo, y, de esta forma, logré meterle todo el dedo. Ella me decía que por favor no le hiciera eso, pero, a la vez, ya no permitía que se lo sacase, y comenzó a hacer un movimiento rítmico con el culo. Entonces, la giré hacia abajo y ,sin sacarle el dedo del ano, le comencé a meter la lengua en la cuca, y también entre las nalgas. Ella gemía aún más de placer. Entonces, decidí sacarle el dedo del culo y metérselo en la vagina. Mientras, con la otra mano, le abrí lentamente las nalgas y empecé a rozarle la punta de mi verga en el culito. Al principio, contraía el culo y no permitía nada, pero nuevamente yo iba al ataque; con los dedos lubricados por la mezcla de semen y leche, que había en su chocha, iba abriéndole otra vez el ano, hasta que, en un descuido suyo, le metí la puntica del pene. En ese momento, ella como que se paralizó para asimilar el pequeño dolor, pero yo le acaricié las tetas, y le dije que se relajara, que iba a ser muy placentero. Entonces, comencé a penetrarla más y más por el ano, ella, enseguida, puso sus dos manos en las nalgas, abriéndolas poco a poco, se la metí lentamente, ella gemía aún más, hasta que le introduje todos los 18 centímetros, quedando fuera sólo mis bolas. Ella casi ni podía moverse. Entonces, comencé a sacarla y meterla muy suavemente.
Pronto, ella se acopló a este nuevo movimiento, y me siguió el ritmo. Fuimos acelerando más y más, y ella gemía, y me pedía que le hiciera más duro todavía. Yo la cogí por las caderas, con mis dos manos, y fuertemente la apreté contra mí, su placer era infinito. Después, con una mano, empecé a acariciarle la chocha, y a introducirle los dedos, le encontré el clítoris y se lo empecé a frotar. La muy puta no podía resistir tanto placer, pero, a la vez, sentía dolor, ya que se agarraba fuertemente a la sábana, se quejaba y mordía la almohada, hasta me pareció ver dos lágrimas en sus ojos. Le continué dando con más fuerza por ese culo, entonces, noté que ya la puta estaba viniéndose, porque su culo se contraía, y me apretaba la verga, lo cual me excitó mucho más, aceleré el ritmo, parecía que la fuera a reventar, y, en ese momento, le eyaculé todo mi semen hirviente, una parte quedó en su culo, y la otra ella rápidamente logró sacarse mi pene, se giró, y se lo metió en la boca, succionando de mí hasta la última gota, luego quedamos rendidos en la cama.
Me levanté, y me lavé la verga, y me fui a tender de nuevo en la cama. Me dijo que había quedado completamente exhausta, y, a modo de broma, dijo que yo era un depravado, por todo lo que le había hecho, pero que era lo más maravilloso que le había pasado. Le respondí que aún faltaba más, y me dijo que era imposible, que ya no tenía fuerzas.
Sin pensarlo, me quedé dormido. De repente, me desperté al sentir una sensación de placer en mi pene, abrí los ojos, y vi que era ella, que estaba pegada como un ternero a mi verga, la estaba mamando, metiéndola y sacándola, la metía hasta lo más profundo de su garganta. Me chupaba la punta, y me la succionaba con tanta fuerza que a veces me dolía, y yo me encorvaba del placer. Pronto sentí como mi verga crecía aún más dentro de su boca. Entonces, la agarré de los cabellos, y empecé con un movimiento rítmico, como si la hubiera penetrado por la chocha o por el culo.
Luego, sin sacarle mi pene de su boca, di un giro sobre mi espalda y la acomodé a ella, de tal forma que mi boca quedó bajo sus genitales, formando así el famoso 69. Sus labios vaginales estaban chorreando. Empecé a besarlos suavemente, acomodando mi boca en su vagina, mientras con las manos le habría las dos nalgas, para observar el huequito de su culo, el cual trataba de abrirse y cerrarse. Con la lengua, busque su culo, y le metí la puntica, así mismo, también le succionaba el culito, a lo cual, ella dejaba de mamarme el pene. Yo creo que el placer que sentía la hacía parar y gemir inmediatamente. De nuevo, regresaba con mi lengua y le buscaba su chocha, le introducía también mi lengua entre su vagina, lo más que podía, al tiempo que con los dedos, también, se los metía en su culito, ya lubricado. Yo sentía su leche correr sobre mi cara, y mis labios y mi excitación aumentó aun más. Entonces, aceleré la chupada que le daba en sus labios vaginales, los cuales besaba uno por uno, recorriéndolos completamente, y, saboreándolos en mi boca, le encontré el clítoris, y se lo chupé sin compasión, mordiéndolo suavemente con mis dientes, o apretándolo con mis labios. Ella ya no podía resistir, me dejó de mamar, y se vino en un gran orgasmo que parecía no terminar.
Pero yo aún no había terminado, y de nuevo le introduje mi pene en su boca, agarrándola de los cabellos la obligué a mamar aún con más fuerza, y más rápido, yo sentía que ya iba a eyacular. Cuando empezaron a botar los primeros chorros de semen, ella sintió que yo ya iba a derramarme, e intentó sacarla de la boca, pero yo no se lo permití, la agarré con más fuerza contra mí. Le dije: ¡bueno perra!, ¿Antes querías y ahora ya no?. Tienes que terminar lo que empezaste, y le eyaculé todo mi semen en su boca; no encontró otro camino que tragárselo todo, como que le gustó, porque me succionó de nuevo hasta la última gota. De esta forma ya los dos quedamos satisfechos, y nos dormimos un largo rato. Después, me vestí y le prometí volver a comérmela más a menudo.
Aprovechábamos cualquier ocasión para culear, incluso hasta en la cocina. Por las mañanas, cuando yo me levantaba, la encontraba preparando el desayuno, aún sin bañarse, y sólo cubierta por una delgada bata. Entonces, yo me acercaba por detrás, me agachaba, y le alzaba la bata, le metía mi lengua entre las nalgas, y, como no llevaba calzón, inmediatamente encontraba su rajita y su culito, y empezaba a mamárselos; con la otra mano, le agarraba el chocho y le frotaba el clítoris. La muy puta, empezaba casi a saltar de la emoción, se volvía hacia mí, me tiraba al piso, me desvestía, y de nuevo hacíamos el 69. Esto sucedía casi a diario.
Esta fue la historia con esta hembra, la cual quedó como enamorada de mi verga, porque, a cada rato, me lo mamaba sin mucho pensarlo. Y siempre me pedía que se lo metiera por el culito, ya que por ahí sentía un placer diferente decía ella. Yo le daba gusto y se la hundía hasta hacerla gritar.
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