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Categoría: Incestos

En manos de mi tío

No sé cómo podía haber llegado a aquella situación. Todo empezó hace 2 meses cuando Carlos, mi novio llegó un día muy preocupado. Había estado apostando y como siempre perdiendo y ahora debía a un mafioso casi 200 mil euros. Tenía 6 meses para pagar la suma completa pero a la semana debería haber abonado por lo menos 10 mil.



Buscamos todo tipo de soluciones pero cuando llegó el día solo habíamos conseguido 3500 euros. Por la tarde me llamaron del hospital, a Carlos le habían dado una paliza. La versión oficial era que un grupo de adolescentes tipo skins le habían pegado por defender Carlos a unos pobres vagabundos.



Yo no sabía que hacer hasta que una conocida mía me ofreció la solución. Me dijo que cuando ella necesitaba dinero acudía a una sala de citas donde ofrecía su cuerpo por una muy buena cantidad de dinero. Carlos y yo lo estuvimos hablando y al final decidimos que esa era la única salida.



Por las tardes que era cuando yo podía trabajar, para mantener las apariencias en mi casa (mi familia se moriría si se enterase en qué ocupaba las tardes su querida Marieta) y cabe decir que desde el primer día tuve mucho éxito, y siempre tenía 6 o 7 clientes. No era de extrañar porque realmente tengo muy buen cuerpo a mis 21 años, y soy bastante guapa. Mido 1’68cm, mi melena es larga y rubia con el pelo muy sedoso. Mis ojos son verdes, rasgados y mi boca sensual, de las que con solo verlas te entran ganas de darle un bocado. Tengo la piel muy clara, abundantes pechos, uso una 100 de sujetador pero a la vez muy firmes y redondos y un culito prieto y respingón, vamos que los hombres se vuelven locos por mí.



El primer día lo pasé fatal, aquellos tipos sudorosos y gordos que se me ponían encima e iban siempre a lo suyo, aunque con el tiempo me fui acostumbrando y había veces que hasta disfrutaba, pero no se lo digáis a nadie.



Me pagaban bien y en mes y medio trabajando habíamos podido reunir casi 40 mil euros entre lo mío y trabajos que le iban surgiendo a Carlos. Hasta que llegó ese día.



La tarde había empezado como siempre y ya había tenido a mi primer cliente, un muchacho joven que venía a verme todas las semanas porque era muy tímido y que tenía problemas para establecer relaciones con el sexo opuesto. El problema lo iba a tener con mi 2º cliente pero eso yo aún no lo sabía. Salí al salón donde nos poníamos las chicas para que los clientes nos pudiesen ver y así elegirnos, cuando de repente me quedé helada al verlo. Era un hombre de casi 60 años, delgado, muy fuerte, con el pelo cano, bigote y muy bien vestido, era inconfundible: mi tío Eduardo. No me lo podía creer. Intenté pasar desapercibida entre las demás chicas pero al ver la reacción de su cara me di cuenta de que ya era tarde. Entonces la madame me llamó. Mi tío me había elegido. Se pasaron mil cosas por mi cabeza, ¿qué le iba a decir, ¿cómo le iba a explicar mi estancia allí? Cuando me acerqué empecé a hablar: “Tío…”. Él puso un dedo sobre mis labios y me hizo callar. Me pasó la mano por el hombro y entonces me sentí segura, de algún modo pensaba que mi tío seguramente sabía porque estaba yo allí, me comprendía y venía a ayudarme, ingenua de mí. Mientras atravesábamos el largo pasillo que conducía a mi habitación su mano se fue deslizando lenta y suavemente por mi espalda hasta llegar a mi culo, el cual empezó a acariciarme y apretarme, bajó más su mano hasta llegar a mi raja y allí empezó a rozármela, lo hacía delicadamente, hasta que de pronto empezó a meter uno de sus dedos en mi vagina. Llegamos a la habitación y entonces sacó su mano de donde la tenía.



Al cerrar la puerta comencé a hablar.



"Tío no es lo que parece, bueno sí pero tiene su explicación. Carlos se ha metido en un lio y necesita mucho dinero. No sabíamos que hacer y solo quedaba esto. Por favor no se lo digas a mis padres ni a nadie, va a ser solo un tiempo, hasta que Carlos pueda pagar".



Mi tío puso una cara muy seria: "!Ay Marietita, no te conviene andar con ese muchacho, no es bueno para ti y tú te has puesto tan linda y has crecido tanto!" -me dijo mientras se acercaba y me pellizcaba uno de los pezones y me estrujaba el otro pecho.



"¡Tío! ¿pero qué haces?" -le pregunté enojada.



El me respondió tranquilamente: “todo en esta vida tiene un precio Marieta y si no quieres que tus padres se enteren de lo puta que es su hija tú, tendrás que pagar”.



“¿Cómo?” -pregunté airada.



"Pues lo que has oído, así que ya sabes, tú eliges" -dijo mientras se quitaba la chaqueta y se acomodaba en uno de los sillones bajándose la bragueta del pantalón.



Me puse enfrente de él arrodillándome, cogí su pene, el cual para su edad era bastante grande y fui introduciéndomelo en la boca mientras las lágrimas empezaron a bajar por mis mejillas.



“¡No llores coño, que me mojas los huevos!” -gritó mientras dejaba escapar los primeros suspiros. Su pene se iba haciendo cada vez más grande y a duras penas podía engullirlo entero. Eduardo me cogió la cabeza y empezó a movérmela de arriba abajo, ¡me estaba follando la boca! así pasaron varios minutos. De pronto se sacó la polla de mi boca e hizo que me levantase. “¡Túmbate boca arriba en la cama! -me ordenó- ahora verás lo que es disfrutar”.



Me tendí sin rechistar, había dejado de llorar, las lágrimas no iban a servirme de nada. Eduardo se desnudó por completo y se tumbó de lado, empezó a besarme. Iba bajando sus labios por mi cuello hasta llegar a mis tetas. Las acarició, de pronto se metió una en la boca y comenzó a chuparla, ¡ay Dios!, no quería, pero mi cuerpo empezaba a reaccionar y los pezones a ponérseme duros. Los lamía y los mordisqueaba, siguió pasando su lengua por todo mi cuerpo, hasta que llegó al coño. Allí paró un momento y me preguntó: “¿estás preparada?”. Yo no respondí, quería mantener mi dignidad. Mi tío sonrió y empezó a besar y lamer mis partes. Abrió los labios mayores con los dedos de su mano y pasó a los menores. Los mordía suavemente y tiraba de ellos, los chupaba. Sin parar pasó a mi clítoris que por aquel entonces estaba hinchadísimo, yo no pude reprimir un suspiro. ¡Estaba disfrutando!, era la mejor comida de coño que me estaban haciendo en mi vida. Se lo metió entero en la boca y empezó a hacer círculos con la lengua, después me lamía toda la raja hasta llegar al agujero del culo, de arriba abajo. Una y otra vez, yo trataba de reprimirme pero no podía, apretaba la almohada intentando contenerme. De pronto me metió la lengua en la vagina, era como una pequeña polla que me follaba, mete saca, mete saca y sin poder aguantar más me corrí.



Eduardo no paraba y se bebía todos mis jugos. Mi cuerpo se convulsionaba una y otra vez. Cuando ya pude tranquilizarme paró. "Ahora prepárate para el mejor polvo de tu vida" -dijo. Se puso de pie y pude ver la polla en todo su esplendor. Era enorme, mediría cerca de los 25 centímetros, y bastante gruesa. "No me va a caber" -protesté. "Verás que sí" -replicó. Cogió su polla y empezó a rozarme el clítoris con ella. Mmmmn! -salía de mis labios y sin avisar me la metió hasta la mitad. Cuando mis paredes se hubieron acostumbrado me embistió de nuevo hasta metérmela hasta el fondo. Al principio comenzó con un lento mete y saca, sentía como su polla me llegaba hasta el fondo y sus huevos chocaban con mi culo. Al rato cambiamos de posición. Él se sentó en un sillón y yo me coloqué encima. Me movía cada vez más deprisa, nuestras respiraciones se aceleraban. Disminuí el ritmo moviéndome en círculos. Su polla me llenaba toda la vagina y casi sin darme cuenta me vine de nuevo. Que aguante tenía mi tío. Se levantó cogiéndome y se puso de pie, apoyando mi espalda en la pared. Que músculos, no me había dado cuenta de lo fuerte que era. Volvió a acelerar el ritmo y cuando casi nos veníamos los dos a la vez paró.



“¿Te han dado alguna vez por el culo Marieta?” –preguntó.



“No tío” -respondí yo.



“Pues hoy te voy a desvirgar ese culito meneón que tiene”. -rio.



Me tumbó de nuevo en la cama pero esta vez boca abajo, poniéndome de rodillas y con el culo levantado. Me apretaba las nalgas mientras me lamía mi agujero. Me acariciaba el clítoris con la otra mano y yo iba excitándome de nuevo. Metió un dedo en el culo mientras iba haciendo círculos dentro de él y yo empecé a moverme. Quería que me follase el culo, quería sentir ese enorme pene dentro de mí hasta que me partiera en dos.



Acercaba el culo a su cara, y el aprovechaba para mordérmelo, lo que me excitaba aún más. Metió otro dedo. Yo no podía esperar. "Métemela" -le grité, "fóllame, no me hagas esperar más" y sin pensarlo sacó los dedos y me la metió sin compasión hasta el fondo. Las lágrimas caían por mi cara. Eduardo no se movió durante un rato, hasta que mi culo se adaptó a su polla. Cuando sentí que ya no me dolía empecé a moverme yo, dándole a entender que ya estaba lista. Sentía su polla en lo más hondo, como si fuésemos solo uno. Me agarró por los pechos, los amasaba, los estrujaba, el ritmo se fue acelerando. Nuestros gritos debían escucharse en toda la casa pero no nos importaba. ¡Si, si! -gritaba yo, estaba como poseída, poseída por esa polla que entraba y salía de mi culo y que no quería que parase. Oleadas de placer me recorrían el cuerpo, hasta que llegué a mi tercer orgasmo. Eduardo sacó la polla de mi culo y empecé a mamársela, ahora era su turno. Volvió a cogerme de la cabeza y a follarme por la boca hasta que no pudo más y –"¡Ahhhh” -descargó toda su leche en mi boca, la cual me tragué toda, sin dejar escapar una gota.



Después de descansar un poco se vistió. Yo continuaba en silencio. Abrió la puerta para marcharse y entonces le pregunté ¿Se lo dirás a alguien tío?".



El solo me respondió: "hasta la próxima Marieta".


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