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Categoría: Confesiones

EN LA PISCINA DE VALLECAS

Es agosto y el calor en Madrid insoportable. Por la mañana había decidido ir directamente a la piscina del barrio al salir del curro, así que me llevé en el coche la bolsa con la toalla, el biquini, las zapatillas y la crema.

A las tres de la tarde salí del trabajo, ventajas de la jornada intensiva, y enfilé directamente a la piscina. Aparqué donde pude, un poco retirada, porque estaba difícil encontrar un sitio y me tocó andar. Cuando llegué a las instalaciones bajo un sol de justicia, estaba sudando y deseando quitarme la ropa.

Como llevaba puesto el biquini busqué directamente un sitio en el césped en una zona con sombra. La piscina estaba hasta arriba de gente y le pregunté a una señora que estaba con dos niños, si le importaba que me acomodara demasiado cerca de ellos. Muy amablemente me dijo podía ponerme a su lado e hizo un comentario de que con el calor que hacía, había demasiada gente.

Puse la toalla y me quité el vestido, me di un poco de crema protectora y le pregunté a la señora si me podía vigilar la bolsa. Me fui directamente al bar a comer algo, estaba sin probar bocado desde las diez de la mañana y eran casi las cuatro de la tarde.

Estaba imposible, dos filas de gente en la barra a tope, todos intentando pedir sus consumiciones. Me armé de paciencia y me dispuse a esperar mi turno mirando los carteles con la carta de lo que se podía comer. Casi todo eran bocadillos ya preparados y me decidí por uno de tortilla.

Estaba de pie detrás de un chico bastante cachas de gimnasio con el cuerpo lleno de tatuajes, yo también llevo varios y no discretos precisamente. Me entretuve observando los que tenía en la espalda. Dos chavales que estaban detrás de mí, me empujaron y choqué contra el de los tatuajes, mis manos fueron a parar directamente a su culo y los pechos a su espalda.

Se giró y me disculpé un poco cortada, aunque conseguí sacar una sonrisa. Me miró sonriendo y me dijo que no me preocupara, que él estaba encantado. Se giró de nuevo, se puso una mano en los glúteos y empezó a mover los dedos como si estuviera tocando un tambor.

Estaba segura de que su intención era llamar mi atención sobre aquel perfecto culo lleno de músculos que movía presionado las nalgas, consciente de que se notaba perfectamente a través del bañador tipo competición. Me hizo gracia su descaro.

Los chicos volvieron a empujarme y esta vez fue mi pubis el que choco directamente con su mano. Se giró de nuevo y me dijo que esa vez le había gustado más. Dude entre si me estaba provocando o es que era un gilipollas encantado de exhibir sus musculitos.

No hizo falta que los chicos me empujaran de nuevo, directamente pegué el pubis a la mano que tenía en el culo y me froté un poco con la intención de ponérsela dura, a ver que hacía estando tan solo con un bañador ajustado.

Giró la mano y me encontré con sus dedos tocándome el coño. Me quedé quieta a ver que hacía y noté que metía la mano por dentro del biquini y me buscaba la parte superior del sexo. El muy cabrón me excitó y me mojé, al final me iba a ir de allí con las bragas mojadas. Cada vez había más gente aglomerada y cada vez estábamos todos más juntos, como si así, nos fueran a atender antes.

Me cogió una mano y se la puso sobre el miembro, estaba duro y presionado por el bañador. Tiré del lazo de la cuerda para poder hacer hueco y le metí la mano yo también. Me acarició el coño masturbándome suavemente y yo le bajé la piel para dejar el capullo al aire y poder pasarle los dedos por encima.

En ese momento le atendieron a él y me preguntó que iba a pedir. Se lo dije y pidió lo mío y lo suyo. Le dieron una bolsa con los bocadillos y dos latas de cerveza y pagó. Las manos de ambos habían parado los toqueteos y nos retiramos de la barra como pudimos.

Me cogió de la mano y me arrastró hacia los servicios sin mediar palabra. Entramos en el de caballeros y había dos niños de unos diez años jugando con el agua de los lavabos. Les dijo que se fueran que teníamos que cerrar los servicios por avería y ellos sintiéndose sorprendidos tirando agua al suelo se marcharon inmediatamente. Preguntó en voz alta si había alguien más y como no hubo respuesta cerró la puerta y echo el pestillo.

Dejó la bolsa de la comida en la encimera de los lavabos y me quitó la braga. Me aupó y me sentó en la encimera abriéndome las piernas. Metió dos dedos en mi sexo y empezó a follarme con ellos mientras me chupaba los pechos después de retirar la tela del biquini. Cuando comprobó que estaba preparada me la metió entera y empezó a embestirme.

Agarrada a un grifo con una mano y la otra sobre la encimera, aguante sus embestidas, no eran precisamente suaves. Cuando empecé a notar que estaba ascendiendo al orgasmo le dije que no se corriera dentro. Me la sacó, metió la cara entre mis piernas y me chupó hasta que me corrí.

Sin darme tregua me metió tres dedos y empezó a agitar la mano mientras con la otra me masturbaba el clítoris. No pude aguantarme y grité con el segundo orgasmo. Él ni se inmutó y siguió a lo suyo hasta que tuve que retirarle la mano porque no aguantaba más la fricción.

Me bajó al suelo y señalándose la polla me dijo que chupara. No me lo pensé, después de los dos orgasmos que me había dado era lo menos que podía hacer por él. Me agaché y me metí la polla en la boca hasta la garganta consiguiendo una arcada. Sin sacármela seguí chupando y moviendo la cabeza hasta que noté que se tensaba y cerré la glotis para recibir su corrida sin miedo a tragármela.

Quise retirarme nada más correrse, pero sujetándome del pelo no me lo permitió. Empezó a follarme la boca hasta que la fricción del capullo con mi paladar le hizo parar. Escupí su leche en el lavabo y abrí el grifo para que se colara por el desagüe.

Nos colocamos la ropa, cogió la bolsa de la comida y salimos del servicio. Me condujo de la mano hacia una mesa. Una vez sentados y mientras me daba mi bocadillo y una lata de cerveza, me preguntó cómo me llamaba y me dijo que él era Pedro.
Datos del Relato
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