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Una mujer madura descubre los placeres de ser observada en los probadores improvisados de un mercadillo. A cambio experimenta nuevas sensaciones con un jovencito miron y un hombre con una gran verga.
Para empezar quiero deciros que quiero mucho a mi marido. Lo que me sucedió fue algo totalmente imprevisto, algo que nunca hasta ahora me había decidido a contar y espero que algún día me perdone. Le fui infiel y no me arrepiento.
Como habréis deducido soy una mujer felizmente casada desde hace más de veinte años Ahora tengo 46 años y la edad no perdona (aunque he observado que hay muchos seguidores de las mujeres maduras en este invento de internet). Mis pechos, bastante abundantes, hace tiempo que dejaron de mirar al frente, igual que mi trasero bastante ancho, pero aun firme. Soy muy morena de piel y tengo unos bonitos ojos marrones y el pelo corto. Estoy algo rellenita y tengo una frondosa mata de pelo que arropa mi conejito. A mis 37 y nunca le había puesto los cuernos a mi Gerardo, pero todo se fue al traste, como todos los viernes acudí a la feria que hacen en la capital de la provincia donde vivo. Un mercadillo de ropa y alimentación donde suelo comprar lo de la semana y conseguir algún vestido a muy bajo precio.
En uno de los puestos elegí varios vestidos y un bikini que estaban bastante bien de precio los necesitaba porque me había citado con un amigo a culiar en una playa, sería la primer vez que le pondría los cuernos a mi marido y a mi me iban a poner una buena verga en mi vagina, pese a ser tallas menores a la mía. Dudaba entre comprarlos o dejarlos para otra ocasión cuando el vendedor, un gitano de unos cuarenta años que regentaba el puesto junto a su mujer y sus hijos, me sugirió que podía pasar a la furgoneta y probármelos tranquilamente en su parte posterior.
Como necesitaba el bikini para ese verano y era una autentica ganga, entré por la puerta de atrás y pase a una especie de probador que tenían colocado en la furgoneta, bastante amplia y con una cortina que separaba la cabina de la parte trasera.
A mi lado había un espejo, y comencé a desvestirme no sin antes asegurarme de que la puerta estaba bien cerrada y que nadie podía espiarme desde fuera.
Cuando me quité el vestido que llevaba, noté que había una pequeña abertura en la cortina y un ojo observaba nervioso a través de ella. Era el hijo menor de los dueños, que al parecer había decidido darse una buena razón de vista esa mañana. Pensé en marcharme y formar un escándalo, pero algo en mi interior me freno y seguí como si nada.
Mientras me probaba el primer vestido una sensación extraña me invadió, y note como se me humedecía el coñito con la idea de pensar que alguien me estaba mirando y que estaba gozando con mi cuerpo.
Decidí ofrecerle un espectáculo que no iba a olvidar fácilmente.
Tras quitarme el vestido preparé el bikini para ponérmelo. A simple vista, una mujer como yo, en un bikini tres tallas menor no era fácil de introducir.
En ese momento yo estaba en bragas y sujetador, y fui quitándome el sujetador, dejándolo caer hacía adelante mientras mis grandes tetas eran liberadas de su prisión. Lo dejé a un lado y me sopese los pechos hacía arriba, como había visto en alguna película porno que mi Gerardo solía ver los sábados por la noche, antes del polvo semanal.
Después, me coloque de espaldas a donde estaba mi joven voyeur y me fui bajando las braguitas dejándole ver una fantástica panorámica de mi culazo. Incluso me abrí un poco de piernas para que pudiera apreciar parte de mi prominente vulva peluda. Mmm, estaba muy mojada, y deje que un dedo recorriera mi rajita en un movimiento imperceptible para mi espía. Me abrí un poco más y deje que el agujero de mi culito asomara entre la carne de mis glúteos.
Me sentía como una perra, os lo aseguro, pero no podía contenerme. Me puse las dos prendas y me miré al espejo. El sujetador del bikini apenas podía retener mi masa pectoral, y mis pezones se salían de la tela, mostrando su dureza. En la parte de abajo, los pelillos de mi pubis marcaban escandalosamente el triángulo de la tanga blanca del bikini.
De repente oí un gemido a mis espaldas. Descorrí (nunca mejor dicho) la cortina y me encontré con mi admirador.
Estaba sentado sobre sus rodillas y aferraba su polla semierecta entre sus manos manchadas de semen. El chaval se había corrido a gusto mirándome e incluso alguna gota de su leche descendía por la cortina. Vaya potencia.
¡Serás pervertido!, le grité haciéndome la escandalizada.
Lo siento, gimoteaba el chico, nunca me había pasado.
Aquello me hizo sentir halagada, lo había puesto tan caliente que no había podido contenerse y se había hecho una paja a mi salud, pero decidí seguir con el juego.
Por supuesto, cuando se enteren tus padres te vas a enterar. Incluso puede que te denuncie a la policía.
El chico comenzó a ponerse pálido y a gimotear suplicando perdón, clemencia, que sus padres no se enteraran o le darían una paliza. El chico era jovencito pero muy atractivo y su timidez me proporcionaba una perfecta coartada para mis planes.
Bueno – dije cambiando el tono – quizá halla un modo de reparar tu falta.
Mientras decía esto me fui tumbado frente a él en el suelo de la furgoneta.
Ya que tu te lo has pasado bien a mi costa, ahora es justo que sea yo la que disfrute, ¿no?.
Y diciendo esto me fui bajando la tanga dejando mi peludo felpudo libre de toda presión. Con dos dedos me abrí mi húmeda rajita y esperé que el chico reaccionará. No tardó en reponerse de la sorpresa, y gateando se fue acercando hasta mi entrepierna, que estaba ardiendo, os lo juro, y pareció olisquear el material que le ofrecía. Me abrí aun más al notar su aliento en mi gruta.
A que esperas para comerme el coño, mi niño. Quiero que me lo dejes limpio.
El chico pasó la punta de la lengua por mis labios vaginales y un espasmo de placer me traspasó la piel. Luego bajaba y subía su lengua, recorriendo la raja desde el ano hasta el clítoris.
Parecía querer meterse entre mi almeja.
Yo le cogía de la cabeza y lo atraía hacía mí mientras gritaba más y más y me sentía en el cielo. Mmmmm, solo de recordarlo me pongo húmeda otra vez.
Tras un rato de lameteo sentí que necesitaba algo más entre mis piernas y haciéndole parar me acerqué a su polla para calibrar el material. Al menos 18 cms. de carne semiflácida oscilaban entre sus testículos.
Estas muy bien dotado para tu edad, cariño., le dije mientras sopesaba aquella maravilla que estaba deseando tener en la boca.
Dicho y hecho, me la introduje unos centímetros, solo el glande y pude notar como aun quedaban restos de su anterior corrida. Un semen dulce y poco espeso, muy diferente al que solía darme de beber mi marido. Me relamí y me la tragué hasta que noté sus testículos rozando mis labios. Luego comencé el sube y baja muy, muy lento, notando como su picha iba creciendo en mi boca y como cada vez me costaba más respirar y tragar aquella tranca de ensueño.
Cuando note que el chico estaba a punto de correrse por segunda vez, paré bruscamente.
Todavía no he terminado yo – le reclamé – no te correrás hasta que yo te lo diga. Asintió con la cabeza, mientras yo volvía a colocarme abierta de piernas frente a él, notando como el frío suelo de la furgoneta erizaba el vello de mis piernas y como mi esplendoroso culo se amoldaba a los huecos que había en la superficie.
Luego me abrí todo lo que pude de piernas y le indiqué que se acercará. Agarré su verga, la más dura que nunca había tenido en las manos y la conduje a la entrada de mi cueva, rezumante de flujos que daban la impresión de que me había orinado encima. El chico fue introduciéndomela lentamente en mi interior y su cara reflejaba una mezcla de éxtasis y sufrimiento por tener que aguantar para correrse.
Fóllame, cabrón. Quiero correrme en tus cojones. Rómpeme el coño.
El chico no se hizo de rogar y comenzó a bombear con fuerza y el sonido de los caldos de mi coño entre su polla ( un chop, chop escandaloso) me ponía aun más excitada si cabe. Cada clavada me hacía ver las estrellas y le clavaba las uñas en la espalda mientras él se aferraba a mis tetas como un bebe. Mordía y chupaba al ritmo de la cabalgada que me estaba dando. Nuestras piernas enlazadas, enredadas en sexo.
Yo le decía obscenidades en la oreja a fin de provocarlo aun más.
Lindezas del tipo de "te voy a enseñar lo que es una puta de verdad", "te voy a dejar la polla tan seca que no te vas a poder correr en una semana", "clávale bien a tu mamaita esa polla tan hermosa que tienes".
Mientras profería esas barbaridades le amasaba los huevos o le llevaba a la boca los liquidos que chorreaban entre los pelos de mi coño, a lo que él correspondía limpiandomelos sin demora.
Sentí que me iba a correr como nunca antes y le apreté el culo contra mí y le ordene que se corriera ya, que llenara a su puta con toda la leche que tenía en los huevos, tenía más de diez minutos de bombearme ricamente la vagina.
Entre las fuertes contracciones del orgasmo, noté como un chorro de semen ardiente me quemaba las entrañas y me dejaba sin respiración, parecía el chorro de una manguera a presión. Parecía no acabar nunca de soltar leche y tuve que introducirle mis bragas en la boca para evitar ser descubiertos por sus alaridos de placer.
Los dos nos quedamos unos instantes uno dentro del otro, mirándonos a la cara como dos chiquillos y le llevé mis tetazas a sus labios para que calmara su ansiedad. Mis pezones, duros como granito, recibieron su lengua que poco a poco fue regodeándose entre el semen y los flujos con los que mis manos untaban mis senos. Nos quedamos medio adormilados y al rato me saqué la polla, ahora flácida, del coño y me vestí, no sin antes pasarme las bragas por entre las piernas, limpiando el sexo de leche y demás fluidos y se las dejé al lado de mi amante, saliendo sin despertarlo.
Al salir le entregué los vestidos al padre del chico y le dije que ninguno me convencía, pero que volvería otro día a ver si había más suerte.
El hombre sonrió y mirándome descaradamente, me saludo y me guiñó un ojo, haciéndome un gesto de que tenía algo en la mejilla.
Me llevé la mano a la cara y recogí una gota de semen que se escurría cerca del labio. Sonreí y recogiendo la gotita me la llevé a la boca, el gitano me dijo que yo estaba muy guapa y había visto la cogida que me acababa de dar y por eso me iba a regalar un baby doll pero se lo tenía que modelar dentro de la furgoneta, me hice rogar pero al fin acepté para ver la cara que pondría cuando me viera con esa prenda puesta, abrí la puerta y entramos, lo hice que se pasara al otro lado de las cortinas, ya el muchacho se había marchado para la casa muy contento con la cogida que me había dado, me puse el baby doll de color morado tanga hilo dental que solo tenía un pequeño triángulo adelante que tapaba poco la mata de pelos y detrás la tira se perdía en la hendidura de mis nalgas, el brassier dejaba ver bastante de mis grandes tetas y solo tapaba la zona de mis pezones, le dije que pasara para que me observara pero que no tocara, se quedó admirado de ver mi hermoso cuerpo a pesar de mi edad, 37 en ese momento, me dijo que tenía muy lindas piernas y unas ricas nalgas, que mis tetas eran muy hermosas y desearía estar mamándomelas en ese momento, se quedó observando la tanga por enfrente y me dijo que se me veía muy rica mi abultada vagina para meterle su verga, me di vuelta y de espaldas quedaban mis nalgas al aire completamente ya que solo era una tira delgada la que las separaba, me pase las manos sobre ellas y le hice unos movimientos como si tuviera una verga bien metida en mi vagina y le hice unos paso de modelo para que observara el vaivén de mis hermosas tetas, me paré frente a el y le sopese mis tetas hacia delante, le di la espalda y le hice movimientos circulares con mis nalgas y movimientos hacia delante como si estuviera otra vez culiando, eso lo puso a mil y se me acercó por la espalda apretándome contra el y pude sentir su grueso fierro apretado a mis nalgas, yo sentía las ganas de tener metida esa verga en mi vagina, pero todavía no lo podía dejar que me culiara, quería sentir más placer de ser deseada, le rogué que me soltara que yo no quería culiar más, que yo solo lo iba a dejar verme sino pediría ayuda a su mujer para que lo sacara del probador, el me rogó que no, que quería también disfrutarme, y más me restregaba su verga en mis nalgas y comenzó a acariciar mis tetas lo cual me puso más excitada, yo siempre me estuve haciendo la rogada que no quería pero no era así, deseaba tener esa verga bombeándome mi vagina, el logra darme vuelta y quedo frente a el y me estruja las tetas contra su pecho y con una mano me recorre mi espalda y llega hasta mis nalgas y me las comienza a acariciar y apretarme contra el para que sienta su verga, me libera un poco y se inclina a mamarme las tetas lo cual hace que yo comienze a gemir y tener un orgasmo que me pone toda mojada, ya no le opongo resistencia y se inclina y me da una buena mamada de vagina y de clítoris que me hace estremecer, se levanta y yo le tomo con mis manos su verga sobre el pantalón y siento que esta está casi reventando por salirse, le meto la mano y se la saco y noto que la tiene más gruesa que la del muchacho y la de mi marido, me quedo pensando en que no la voy a resistir, pero ya no me puedo echar para atrás, el animal ya está alborotado y si le digo que no me toma por la fuerza y me va a hacer más daño.
La gran verga está en su máxima erección, estamos de pié, me separa un poco el hilo dental y me la acomodo en la entrada de mi vagina, el me la hunde poco a poco, yo comienzo a gemir donde me va entrando, siento que mi vagina se me parte en dos y mis labios vaginales se ven como si le estuvieran dando un beso al animalote, me la logra meter toda y poco a poco comienza el vaivén suavemente y conforme se lubrica su verga agarra el paso más rápido haciéndome disfrutar de una buena verga, ya cansados me acuesta en el piso de la furgoneta, me abre bien las piernas y poco a poco me introduce su verga nuevamente y siento donde me inunda toda mi vagina, estoy gimiendo de placer, esta se resbala ricamente por la lubricación que le dan mis jugos vaginales, estamos así por diez minutos y logro sentir donde me va a disparar su semen dentro de mi vagina y lo aprieto con mis piernas para que su verga este toda dentro de mi, el quiere retirar su verga de mi vagina y yo le digo que no tenga miedo porque yo ya no puedo quedar embarazada, por eso lo dejé cogerme sin condón, porque culiar con eso es como comerse un banano con todo y cáscara, quiero sentir todo su semen dentro de mi y no se escape ninguna gota, me llena toda.
Cuando terminamos y retiro su verga de mi vagina le doy un gran beso y que pronto voy a regresar para que me den otras buenas culiadas, mientras me quito el baby doll el me esta dando una buena mamada de tetas lo cual me pone nuevamente excitada y me coloca en cuatro patas y nuevamente me deja ir su verga a lo más profundo de mi vagina, la cual siento enterita dentro de mi, me bombea cada vez más rápido jadeando de la excitación y a los pocos minutos de sus embestidas me dispara nuevamente su semen en lo más profundo de mi ser, son las mejores culiadas que me he podido dar, me desconecta su gran verga de mi vagina y me incorporo a ponerme mi ropa, me limpio mi sexo con el baby doll para dejarlo impregnado de olor a sexo, le digo que la próxima semana regresaré a medirme más ropa y me dice que ese día va a atender un amigo y que también me puede mostrar ropa interior y me la pruebe con el sin ningún problema, que también me deje culiar de él, tocan la puerta de la furgoneta, abrimos y es su mujer que le pide campo porque ahora ella le tiene que mostrar ropa interior a un hombre al cual yo lo observo de arriba abajo y está muy buen tipo y se le nota un buen bulto, el me dice que ahora le toca el turno a su mujer, esta cierra la puerta, mientras me despido y me pongo de acuerdo para la próxima cogida, se comienza a mover la furgoneta y al poco rato se escuchan los gemidos y quejidos de su esposa y el cliente, esta le pide que le de toda la verga que ella la aguanta, que le de toda la leche adentro y nada afuera, yo me marcho dándole un beso en la mejilla al esposo y el me toca mis tetas diciéndome que la próxima cogida será mejor y con más tiempo y serán tres hombre solo para mi vagina, mientras abandonaba el mercadillo contenta y pensando en el futuro tan excitante que la familia de gitanos me podía ofrecer y seguir culiando con mi marido durante los fines de semana para no perder la costumbre, después les contaré el regreso a la feria a seguir culiando con los gitanos.
Haydee.
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