Lera es la "bebita" de todos mis sueños eróticos. Siempre me sueño con esa ricura de 18 añitos cumplidos no se por qué. Ya llevo años pensando en esa misma criatura angelical de cuerpo delgado, piel blanquita, cabello corto castaño, peinado sesentero, ojos color miel y tetitas pequeñas que me hace babear al despertarme.
Esa chica de figura menuda y esbelta me tiene más que condenado a su figura. Soy el esclavo de sus deseos más malvados cada noche y para ser franco, nunca quisiera dejar de serlo. Su chochito pequeño y apretado, en el que a duras penas cabe mi pija cuando la cojo cada vez que me lo pide susurrando a mi oido, es mi deleite. ¡Y no paro jamás de penetrarla más al fondo, más y más hasta que me diga que me detenga!
Anteayer precisamente soñé con esa chiquilla. Yo caminaba completamente desnudo. bueno, creo que con mi truza, no lo recuerdo exactamente y con una toalla sobre mi cuello rumbo a unos camerinos. Eran como una especie de duchas públicas en las que no había puertas y en las que se veía claramente quién se duchaba al lado o detrás de tí.
Eran duchas mixtas, por lo que al principio, cuando llegué para bañarme en una ducha me ponía bastante molesto ver que todasestaban ocupadas por hombres solamente y que había tipos (me refiero a varones igual que yo) que se bañaban ahí. Tuve que esperar sentado en una banqueta fría de madera durante media hora, calculo.
Aburrido, con un calor increíble, semidesnudo y con un genio que le arrancaría la cabeza a un perro pitbull de un puñetazo, estaba a punto de retirarme de los camerinos, cuando se comenzaron a desocupar las duchas. Caminé un poco y busqué entonces una que estaba vacía. Un tipo enorme con pinta de atleta la había dejado libre y me dijo: ¡Pasa chochera!(amigo) ¡Está libre!
Así que sin esperar más fuí a esa ducha y me desvestí. Colgué mi toalla y mi truza primero en la pared, más o menos baja para mi estatura, que separaba de la ducha de la izquierda. Yo era más alto que los muros divisorios que tenía a mis costados y mi cabeza claramente podía ver quién estaba a mi izquierda o derecha si me estiraba un poco.
Cuando estaba a punto de bañarme sentí pasos y era porque el tipo de la izquierda se había retirado. Al poco rato sentí pasos delicados y las risas de una chiquilla muy jovencita. Levanté los ojos y ví que mi truza había desaparecido de donde la había dejado. No despegué los ojos del muro y a los 5 minutos observé una mano pequeña y delicada de mujer que rápidamente me robó mi toalla mientras una voz traviesa se reía.
Entre avergonzado y molesto, pero sobre todo muy curioso salí de mi ducha y caminé despacio, descalzo y sin hacer ruido sobre las mayólicas hacia la ducha de la izquierda y antes de que pudiera decirle a la ladrona una palabra de reproche. ¡Oh que maravilla! ¡Era una preciosidad lo que mis ojos contemplaban! La traviesa era una deliciosa jovencita de 18 tal y como describí, pequeña, blanca, dócil, con cara de pícara que me invitaba a ducharme con ella.
Me hacía poses, me excitaba más y más. Se acariciaba sus delicados senos, sus pezones los tocaba y chupaba. Luego jugaba con su afeitado coñito. Lo abría ante mi vista y luego se lo tocaba, estando de pie apoyada contra la pared de la ducha. Bajé mi vista y vi cómo mi pija había aumentado de tamaño. estaba dura, gigante y mis huevos a punto de estallar.
Sin resistirme más fui hacia ella. Me susurró su nombre: Lera. Me dijo en voz bajita locuras como que era inglesa y que le encantaban los Beatles. pero sobre todo con voz dulce y aliento cálido me besó suavemente en la boca y me exigió que le hiciera el amor pues estaba cachonda. Quería que la hiciera suya, así que no me detuve. La tomé con una mano por la cintura y con la otra le acariciaba su clítoris.
Ella gemía suavemente. Casi susurraba. Su voz dulce y melosa me ponía arrecho. Yo le lamía y chupaba sus pequeños pezones, redonditos como botones, que al poco tiempo se irguieron con tantas caricias. Acaricié sus pies, piernas, su culito delicioso y suave y comencé a untar su cuerpo con un delicado jabón líquido verde y champú. Sobre todo sus pechos, sus nalguitas y su chochito ardiente y húmedo que me quemaba de solo tocarlo.
Y entonces la comencé a coger. Lera abrió la llave caliente de la ducha. Yo levanté una de sus piernas y le clavé mi verga en su pqueño coñito. Poco a poco le entró, pero solamente una parte, pues era muy estrecho y pequeño. Toqué sus senos, la besé apasionadamente mientras se lo hacía de pie. Luego de espaldas contra la pared la penetraba desde atrás, tocando su ombligo y su vientre. Finalmente me tendí en el suelo. Ella cerró la llave de la ducha y se sentó encima mío.
Hicimos tantas poses que encantaba darle en pose perrito, pero más en la de misionero. En esa pose podía besarla fácilmente y acariciar su suave cabello. Ella me decía a cada rato: ¡Ah! ¡Sí! ¡Ah! ¡Te amo! ¡Dame! ¡Qué rico! Hasta que sin poderme contener me vine todo dentro de su coñito que al poco tiempo de retirarle mi pija de allí, comenzó a chorrear semen. Le lamí cada gota de mi propia corrida con deseo y le di un beso.
Esta historia es la de cada noche. Consultaré a mi almohada nuevamente para ver si me hace soñar otra vez con mi adorable chiquilla Lera.