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En la despedida de soltero de mi futuro cuñado

Faltaban diez días para acabar de preparar las diversas cosas para realizar el matrimonio de Cecilia, mi hermana, que se casa con un amigo mío, Franco. La ceremonia se iba a realizar el domingo, 12 de agosto, a las 12, en la Iglesia del pueblo. La casaba un tío mío cura, primo de mi madre. Siempre estaba de bodas en el pueblo, porque era el único cura en muchos años del pueblo y estaba en un convento cerca de allí. El cura del pueblo no casaba a casi nadie.



Cecilia era la mayor de mis hermanas y la primera de ellas que se casaba. Yo era el segundo hijo de mis padres Alfonso Camila, luego veníamos, yo, Marga, Beto y Chelo que eran mellizos y por último Benjamín. Mis padres se habían dado prisa, Cecilia abrió la puerta y Benjamín las cerró destrozando los ovarios, el útero, las trompas de mi madre, casi envía a mi madre al cementerio y hoy sigue destrozando todo lo que tiene por delante. Somos todos de un año al otro aproximadamente. Cecilia tiene 25 años, Yo tengo 23 y voy para 24 sin ganas, Marga tiene 22, Beto y Chelo 20 años, y Benjamín 19. Si este último no lo hubiera estropeado todo, seguro que los nombres de mis hermanos no cabrían en esta página.



Cecilia se entiende muy bien conmigo y menos bien con Marga que es la más solitaria e independiente. Se entienden perfectamente Beto, Chelo y Benjamín, aunque mucho más los mellizos, por supuesto. Últimamente Benjamín se entiende mejor conmigo.



He dicho que Cecilia se casa con un amigo mío. No es extraño, la verdad es que en el pueblo todos somos conocidos o amigos, pero ocurre que los novios de mis hermanas son todos amigos, porque desde pequeños hemos salido juntos y han ido emparejándose; y la novia de Beto es una vecina mía que me preguntó qué me parecía si se insinuaba a Beto y le dije que no lo dude que yo apoyaría la jugada. Y así fue.



Benjamín es como yo, gay, solo que yo tengo medio novio y Benjamín aún no se ha decantado. Digo medio novio porque es muy singular, todavía está pedoleando con su ex. Benjamín pensaba que yo no sabía lo suyo hasta el día que fui a su cama, follamos y le dije que se le nota. Pero esta es otra historia. Ahora estamos en la boda.



Padrinos son mi padre y la mamá de Franco. Formarán el cortejo de testigos, todos los amigos y hermanos. Por ser el hijo mayor me han nombrado organizador de la fiesta. Entonces diez días antes, viernes, yo desalojé mi casa y me fui a vivir a la casa de Franco. Quise ir ese viernes 3 de agosto, porque llegaba mi abuela, la más mandona, y quise desaparecer. Con la excusa de realizar la cena de despedida de solteros, me invité a irme ya de mi casa hasta que se fueran todos. Franco era hijo único y sus padres se alegraron mucho. Querían prepararme habitación, pero como también iban a recibir algunos invitados en esos días, Franco y yo les dijimos que en la habitación de Franco nos arreglábamos los dos. A todo eso he de decir que Franco es de mi edad, tiene un año menos que la novia y hemos ido al colegio siempre juntos hasta que al acabar el se hizo cargo del súper que tiene su padre.



Yo organicé la despedida de solteros en un lugar muy coqueto de la playa que me prestaron unos amigos. Allí encargamos el catering y las diversiones. Todos machos, los amigos varones de Franco, y les ofrecí un par de sorpresas. Previamente a la cena, nos bañamos todos en el mar, la mayor parte en pelotas, muy pocos en calzoncillos, porque no habían pensado en el bañador, ni con el calor que hacía. La primera sorpresa fue a los postres, una despampanante bailarina, entrada en carnes, pero excitante. Era para los machos muy machos. Bailó sobre una mesa hasta desnudarse del todo. Luego, cada uno y solo quien tuvo suerte y pudo, se acostó con ella en una de las habitaciones preparadas para ello. Como ya estaban bebidos, querían que Franco se estrenara con ella delante de todos. Lo que no permití, y esa fue la razón de que yo estuviera bebiendo solo agua y moderaba el alcohol de Franco. La sorpresa final fueron dos espectaculares chicos guapos, guapos, guapos, también bailaron muy mal, para mi gusto fatal. Luego los eché a la carnaza los que preferían putos. El primero que se fue para la sala de arriba con uno de ellos fue Benjamín, mi hermano menor. Ya me contó un día que se lo pasó de puta madre y consiguió follar con los dos.



Todo eso acabó. Todos se iban con taxi que se llamaban para que los recogieran. Beto, Franco y yo pusimos un poco de orden antes de cerrar porque el mismo sábado venían dos mujeres a limpiar. Recogí a Benjamín que estaba dormido, babeando, desnudo y borracho, lo vestí y nos fuimos en el mismo taxi los cuatro dejé a los chicos en casa y despedí al taxi con buena propina. Franco y yo necesitábamos un tiempo para pasear y relajarnos. Demasiada tensión. En plena calle me abrazó un par de veces agradeciéndome lo que hacía por él. Yo no daba importancia a casi nada de lo que hacía, pensé que como varón mayor tenía que ocuparme de algunas cosas.



Pero ya cerca de casa, Franco se paró y me dijo mirándome fijo los ojos:



— En breve ya somos hermanos, dejamos de ser solo amigos. Quiero besarte.



Nos besamos allí mismo y metí mi lengua y el la enroscó con la suya, entro a pasearse por el paladar hasta llegar casi a la garganta. Pensé que mi hermana Cecilia iba a ser feliz con estos besos. Pero nos rozamos nuestros cuerpos y le toqué por encima de sus jeans el paquete y le dije:



— Macho, tienes una erección de caballo…



— Es que no me has dejado hacer nada, cabrón, parecías mi ángel de la guarda.



— Lo he sido, lo he sido, que ya te veía yo detrás de aquella puta. Nadie podrá decirle a mi hermana que tú hiciste algo desagradable para ella.



— No sabes cuánto te lo agradezco, pero vamos adentro que tengo que arreglar esto.



— Vamos que yo estoy por el estilo.



Nos metimos en casa, sus padres ya estaban acostados y todavía pasamos a tomar una copa, buena copa de whisky para entonarnos. Ya ambos estábamos preparados para lo que podía pasarnos. Éramos amigos de siempre y habíamos hecho de las nuestras. De esa amistad uno salió hetero y el otro gay. Pero él supo siempre lo mío y yo supe siempre lo suyo con mi hermana. Un día que no estaban mis padres, Franco vino a mi habitación para pedirme condones, porque sabía que los tenía, le di dos y me dijo que le diera dos más. Así se las llevaban estos pájaros.



Con la copa de whisky nos metimos en la habitación, allí tenía su baño particular. Dejamos las copas en la mesa del estudio y nos desnudamos para ir a orinar. Los dos juntos pusimos de color ámbar la taza del baño, chorro de agua y a sentarnos en la cama apoyando la espalda en el cabezal y con las copas en la mano para seguir hablando.



Obviamente, nos entraron ganas, apuré mi copa, apuró Franco su copa y nos comenzamos a tocar, con lo que provocamos una erección que de inmediato nos invitó a un 69. Yo le mamaba su polla para hacerlo disfrutar, con los labios le bajaba el pellejo del prepucio y con ls lengua iba dando vueltas sobre corona del glande y el frenillo. Franco, sabedor de lo que quiero, se entretuvo metiendo lengua en mi ano y pasando un dedo, dos y hasta tres, lo suficiente para tumbarme en la cama levantar mis piernas y Franco me acercó su pene a la raja divisoria de mis nalgas, me apasioné y ayudado por él me puse con los hombros apoyados sobre la cama, las piernas abiertas en forma de T con el cuerpo y Franco entró totalmente sin hacerme daño. Dentro comenzó de inmediato el placer y él rehízo un tornillo dando vueltas a través de mi mientras bombeaba su polla. Notaba rodar su polla en mi interior y a poco de esto me descargué mi depósito de leche que cayó por todas partes. No tardó Franco en vaciarse dentro de mí. Desde siempre, Franco y yo habíamos hecho sexo a pelo entre nosotros y me invadió todo mi interior. Poco a poco sacó su polla para que yo descansara de mi postura que había disfrutado como un loco. Nos sentamos uno al lado del otro para seguir hablando, hasta que me exigió mi vientre evacuar la lefa que tenía dentro. Fui al baño y allí descargué todo. Franco entró conmigo porque quería ver cómo salía.



— Tenías ganas de follar, ¿eh?, ¿es que mi hermana te lleva la cuenta?



— No, no es eso, es que está muy nerviosa estos días y le cuesta, así que lo hemos dejado para nuestra luna de miel.



— Pues mira, aquí me vas a tener para satisfacerte y no tengas necesidad de irte de putas.



Con un beso muy prolongado, sobre la cama porque hacía calor, nos abrazamos hasta dormirnos. Nos despertó su madre para que la lleváramos a su propio súper a conseguirse cosas para comer.



—Es que hoy ha madrugado mi padre porque quedamos que yo no iría. Ya debe tener preparado todo y vamos a recogerlo y luego si quieres nos vamos a la playa y comemos por allí hasta la hora de sacar a mi niña de paseo. ¿Tú que piensas hacer?



— Llamar a Benjamín y nos vamos a la disco.



— ¿No podemos ir nosotros?



— Es de ambiente, pero hay algunas chicas?



Hecho, ya que no voy a tener sexo con Cecilia, pues me caliento allí y si tú quieres…



— Tú sabes que yo siempre quiero.


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