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En la boda

~~Después
 de haber ido a regañadientes como acompañante de mi
 madre a la boda de una prima a la que casi no recordaba, resultaba
 que esa velada iba a suponer la puerta de entrada al sexo con el círculo
 de amigas de mi madre, todas ellas del tipo maduritas bien conservadas
 a base de gimnasio y rayos uva, en su mayoría separadas y dispuestas
 a exprimir al máximo los años de vitalidad que aún
 tenían por delante, viviendo con intensidad nuevas experiencias
 y sobre todo, sintiéndose todavía deseadas por el sexo
 masculino. Lo cierto es que las amigas de mi madre siempre me habían
 dado bastante morbo, si bien es verdad que a mis 19 años el
 deseo sexual formaba parte de mi vida cotidiana y aunque afortunadamente
 mi físico me ayudaba a encontrar forma de satisfacer dicho
 deseo, la idea de tener una experiencia con alguna de ellas había
 provocado más de una masturbación. Qué poco sospechaba
 yo de que estaba tan cerca de conseguir lo que tanto deseaba, pero
 para no adelantar acontecimientos; os voy a relatar los hechos desde
 el principio: Después de contemplar cómo un desconocido
 se trajinaba a mi madre sobre el capó de un coche (ver el relato
 a mi madre le gustan las bodas publicado en esta misma
 página); regresaba al salón de baile en un estado de
 excitación total. En mi cabeza iba la única idea de
 encerrarme en el baño y cascarme una enorme paja, a ver si
 así me bajaba la calentura, pero cuando franqueaba la puerta
 de entrada al chalé donde se celebraba el banquete nupcial,
 me encontré con Mónica, la única de las amigas
 de mi madre que por casualidad estaba también invitada a la
 boda. Por su andar tambaleante y su excesiva alegría, me di
 cuenta que iba un poco pasada de copas; según me explicó
 había sido invitada porque su empresa era proveedora de la
 empresa del padre del novio y no conocía a nadie en la celebración
 excepto a mi madre y ésta había desaparecido tras el
 banquete, en este punto volvió a mi mente la imagen de mi madre
 rodeando con sus piernas la espalda del tipo que se la estaba follando
 en el aparcamiento y mi calentura me recordó que mi primer
 objetivo era bajar esa tremenda erección que mi pantalón
 apenas lograba disimular. Intenté deshacerme de ella con una
 frase amable, aunque Mónica no estaba por la labor, así
 que agarrándome del brazo comentó que ahora que había
 encontrado a alguien conocido, le apetecía bailar, ya que la
 orquesta parecía buena y al no tener pareja no había
 podido todavía estrenar la pista de baile, aunque estaba claro
 que el bar sí que lo había disfrutado. Ofertas
 no te habrán faltado le dije yo cortésmente y
 es que Mónica estaba aquella noche realmente hermosa, tenía
 42 bien llevados años y unas redondeadas formas que se veían
 bastante trabajadas. Para esa noche se había puesto un vestido
 de tirantes que anudaban tras el cuello, con un escote que se perdía
 en las profundidades de su pecoso canalillo dejando claro el contorno
 de sus redondas y grandes tetas. La estrecha falda se ajustaba a sus
 caderas, adivinándose perfectamente por detrás la silueta
 de sus nalgas, algo grandes pero firmes, intentando reventar la fina
 tela. En ambos laterales de la falda, dos aberturas mostraban el inicio
 de unos muslos redonditos, dejando a la imaginación el resto.
 Ella rió la galantería y me dijo cierto, pero
 es que estaba esperando la oportunidad de bailar con el chico más
 guapo de la fiesta , comentario que me hizo ruborizar. Cuando
 llegamos a la pista de baile, la orquesta comenzó a tocar una
 canción lenta, así que Mónica y yo nos dispusimos
 a bailar agarrados, no sé si por el alcohol, o porque yo lo
 percibí así debido al estado en que me encontraba, el
 caso es que sentí que se agarraba a mí fuertemente,
 casi con necesidad, moviéndose al compás de la música
 y frotando su cuerpo contra el mío. Desde mi posición,
 al ser ligeramente más alto que ella, tenía una privilegiada
 visión de su escote y ésto unido a su cercanía
 y sus movimientos habían provocado una especie de rebelión
 en mi pene, el cual no sólo iba a reventar el boxer, sino que
 ya luchaba por asomar su cabeza por encima del pantalón. En
 este estado era imposible que ella no estuviera sintiendo mi erección,
 pronto me di cuenta de que no sólo estaba sintiéndola,
 sino que estaba disfrutándola, ya que en uno de los movimientos
 del baile, su entrepierna quedó pegada a mi verga, lugar de
 donde ya no se movió hasta terminar la pieza musical, lo que
 agradecí sobremanera, pues sus suaves movimientos arriba y
 abajo me habían puesto al borde mismo de la eyaculación,
 cosa que hubiera sido bastante vergonzosa en medio de una boda.
 Tras el baile, Mónica me comentó con una risita nerviosa
 que necesitaba ir al baño, así que me ofrecí
 a acompañarla, en parte para asegurarme de que llegaba bien
 a su destino y en parte para hacerme de una vez esa paja que ahora
 necesitaba de forma urgente.
 Cuando llegamos a los baños comprobamos que en el baño
 de mujeres había una cola enorme, como suele ser habitual.
 En realidad se trataban de esas casetas portátiles
 que mi tío había instalado en el jardín de su
 chalé contiguas a la carpa que había dispuesto para
 el banquete y el baile. Le dije a Mónica que el día
 anterior mi tío nos había enseñado la casa a
 mi madre y a mí y que podría indicarle dónde
 estaban los aseos en el interior de la vivienda, allí seguramente
 no habría nadie, ya que todos estarían en la celebración.
 Entramos en la vivienda por la puerta de la cocina, donde los empleados
 de la empresa que había servido el catering, estaban recogiendo
 los últimos utensilios. No parecieron sorprenderse de que dos
 invitados atravesaran la cocina, por lo que nos dirigimos hacia el
 interior de la casa sin impedimentos. Cuando llegamos al aseo, Mónica
 me preguntó si me importaba esperar en la puerta, ya que temía
 perderse en el camino de vuelta y además así podría
 vigilar por si venía alguien ya que le daba vergüenza
 que la vieran dentro de la casa, así que permanecí en
 al pasillo mientras ella entraba en el aseo, en un momento dado giré
 la cabeza y la vi por la puerta entreabierta inclinada sobre el lavabo
 mojándose con la mano el cuello y el escote; en ese momento
 recordé que mi madre me había contado en una ocasión
 que Mónica se había puesto tan cachonda tras bailar
 una lambada con un hombre en una discoteca, que luego tuvo que ira
 al baño a refrescarse un poco ya que estaba dispuesta a tirarse
 a todo lo que se moviera El recuerdo de esta conversación hizo
 que entrara en el baño y me situara detrás de ella,
 cosa que la sobresaltó, para calmarla le dije chisst,
 no te muevas, que creo que he sentido pasos , mientras le ponía
 una mano en la espalda; ella permaneció reclinada sin moverse
 mientras yo me acercaba a ese apetitoso culo que se me ofrecía
 justo a la altura de mi paquete; al sentir el contacto Mónica
 lejos de apartarse comenzó a mover suavemente el trasero arriba
 y abajo, aprisionado mi estaca entre sus nalgas. Esa era el tipo de
 señal que estaba esperando para lanzarme definitivamente, por
 lo que me pegué a ella agarrándole sus poderosas tetas
 mientras frotaba mi nabo contra su culo viendo por el espejo como
 su cara adoptaba una expresión de puro vicio, metí mi
 mano entre nuestros cuerpos hasta alcanzar la cremallera de su falda,
 la cual bajé al mismo tiempo que sus bragas, buscando con mi
 polla la entrada de su agujero, ella lanzó lejos de una patada
 la ropa que se había quedado enredada en sus tobillos, lo que
 le permitió abrirse más de piernas para facilitar mi
 búsqueda; de un empujón de caderas accedí a su
 húmeda almeja introduciéndole de un golpe los 22 cm
 de mi polla, lo que le provocó un gemido de placer acompañado
 de unos movimientos adelante y atrás cada vez más fuertes.
 Sin soltarle las tetas intenté corresponder como pude a sus
 embestidas aunque fue imposible evitar llenar su interior con grandes
 chorros de semen. No la imagen en el espejo de Mónica con sus
 tetas bamboleantes fuera del escote, su expresión de perra
 en celo siendo tomada por detrás por mí, y sobre todo
 el frenesí de sus movimientos provocaron que mi polla se mantuviera
 tiesa como el palo de una bandera hasta que los temblores y gemidos
 de Mónica me indicaron que había alcanzado el orgasmo.
 Acto seguido saqué la polla de su coño y alargando la
 mano cogí un poco de jabón líquido del lavabo
 con el cual me unté el pene y me dispuse a introducírselo
 por el agujero de su culo, lo que conseguí con facilidad, y
 aunque ella en un principio decía ¡No!, ¡No! ,
 cuando sintió mi verga dentro no pareció disgustarle
 porque siguió moviéndose adelante y atrás disfrutando
 el hecho de sentirse empalada por mi verga. Yo había metido
 mis manos por delante de su entrepierna y la introducía mi
 dedo en el clítoris mientras le decía Te estoy
 follando como a un animal , Sí, como a una perra
 me respondió ella mientras alcanzaba orgasmo tras orgasmo entre
 gemidos ya convertidos en grititos, al rato volví a llenarla
 con mi caliente líquido completamente exhausto. Con un largo
 beso nos volvimos a la fiesta, no sin antes haber acordado mantener
 en secreto el episodio que habíamos vivido. Poco sospechaba
 yo que la discreción prometida no iba a ser efectiva por su
 parte y su indiscreción me permitió follarme una por
 una al resto de amigas de mi madre, encuentros de los que espero tengáis
 noticias pronto a través de esta página

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
  • Media: 10
  • Votos: 1
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1720
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