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Categoría: Confesiones

EN EL RASTRO DE MADRID

Eran sobre las doce de la mañana cuando me llamó la atención una camisa blanca sin cuello en un puesto del Rastro de los que ponen todos los domingos. Una vez me interesé por ella el tío del puesto ya no me dejaba marcharme, insistiendo en la calidad de la prenda ofreciéndomela para que la tocase y la amiga que iba conmigo insistiendo en que era muy bonita.

La verdad es que por el tejido tenía pinta de ser muy fresquita y aunque no iba a poder usarla sin sujetador porque al ser blanca se me transparentarían los pezones, cada vez me apetecía más comprarla a pesar de esa pega.

Lo mejor era comprobarlo antes de decidirme y le pregunté al vendedor si podía llevármela y probármela en los servicios de un bar. Me dijo que no había problema y extendiendo una lona blanca dentro del mismo puesto, me dijo que me la podía probar allí mismo.

Me metí dentro de la lona con la camisa y me quité la camiseta que llevaba para probármela. El improvisado probador era un poco justo para moverte, aunque suficiente. Me probé la camisa y me quedaba un poco estrecha. Al quedar pegada al cuerpo, efectivamente se me notaban descaradamente los oscuros pezones.

Decidí probar con una talla más para ver si no se pegaba tanto al cuerpo y se disimulaban un poco y se la pedí al vendedor. Saqué por una rendija la que me había probado y me quedé allí desnuda de cintura para arriba esperando a que me la diera por la rendija.

El chico debió pensar que me había vestido y abrió la lona. Al verme desnuda se quedó paralizado con la vista clavada en mis tetas y la camisa en una mano. Para llamar su atención y que volviera a este mundo no tuve otra idea que cogérmelas con las manos por debajo y agitarlas. Lo interpretó como una insinuación y se metió dentro del probador sujetando la lona con un gancho para que quedara cerrada.

Se echó la camisa al hombro y me puso sus manos en las tetas. No sabía que hacer. Si le montaba un escándalo la que peor parada iba a salir era yo porque estábamos rodeados de gente a la que oíamos perfectamente hablar y era un corte. Como no me moví interpretó como que me gustaba y empezó a magrearlas.

Le sujeté las manos para intentar que dejara de hacerlo cuando ya me había cogido los pezones con sus garras y esa fue mi perdición. No soy capaz de evitar dejarme llevar cuando me tocan los pezones y menos cuando me los aprietan como hacia él, así que me rendí y le dejé seguir.

Sin cortarse metió una mano por debajo la minifalda y notó que tenía las bragas mojadas, lo que le animó a retirar la tela a un lado y meter dos dedos negros dedos dentro de mí coño. Atacada simultáneamente por mis partes más sensibles, tuve que morderme los labios para evitar gritar cuando empecé a correrme con un orgasmo corto pero intenso. Sin darme descanso empezó a chuparme los pezones con saña y viendo que no le retiraba se animó a frotarme el clítoris hasta que consiguió que me corriera de nuevo. Esta vez con un orgasmo lento y largo.

Intentó que me agachara presionándome el hombro con una mano al tiempo que se bajaba los pantalones y el slip con la otra, dejando al aire una polla negra de buenas dimensiones, con la intención de que se la chupara. No estaba dispuesta hacerlo sin limpiarle con una toallita húmeda de las que siempre llevo en el bolso para estas ocasiones. El bolso se lo había quedado mi amiga fuera para que no me estorbara al probarme la camisa. Le dije bajito que no y la razón de porque no lo iba a hacer. Se escupió en la mano y se la pasó por la polla limpiándose después con su propia camisa. Volvió a presionarme el hombro para que me agachara y una vez más le dije que no. Se la cogí con las dos manos y me puse manos a la obra para hacerle una paja y una vez empecé ya no insistió más y se dejó hacer.

La verdad es que viendo aquel capullo negro aparecer y desaparecer entre mis manos, me hubiera encantado que me follara a pesar de los dos orgasmos que ya había tenido. Ni el lugar ni las circunstancias eran idóneas para hacerlo. Me asombró lo grande que era cuando se empalmó y pensé que si se la hubiera chupado no habría sido capaz de hacerlo más allá del capullo.

Tardó en correrse y me estaba dejando las tetas doloridas porque no dejaba de estrujarlas con sus manazas. Se corrió sobre las tetas y me puso perdida de semen. Le miré con cara de mala leche y el mismo me limpió con la camisa que se suponía que me tenía que probar. Una vez limpia, me puse mi camiseta y salí de detrás de la lona.

Cogí a mi amiga del brazo y tiré de ella para marcharnos, sin la camisa. Me acribilló a preguntas, que qué coño había hecho para tardar más de un cuarto de hora, que si no me llevaba al final la camisa, que si me la había probado con el vendedor delante. Le dije que no preguntara y que necesitaba ir a un baño urgentemente para limpiarme.

Entramos en un bar y me fui directamente a los servicios donde me pasé unas toallitas húmedas para quitar el olor y los restos de semen que pudieran quedar. Cuando salí me bebí de un trago la caña de cerveza que me había pedido mi amiga y le conté lo ocurrido mientras pedía otra al camarero. Nos dio de sí para reírnos el resto de la mañana.
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