Es día festivo, me encuentro laborando sabiendo que sólo sera hasta mediodía. Es emocionante por los abrazos y las felicitaciones entre compañeros y amigos, pero sobre todo porque sé que en algún momento estaremos a solas como lo hemos deseado desde que me quisiste besar en la boca y no pude responderte pues me traicionaron los nervios sabiendo que había demasiada gente afuera. Pero hoy será diferente por que casi no hay nadie, la mayoría esta de vacaciones o de permiso por la fecha tan especial. A las 10:00 am me llamas para invitarme al brindis en tu gerencía, sabes de antemano que no ire por que ambos somos casados y resultaría extraña mi presencía en ese departamento ya que yo laboro en otra dependencía aunque en el mismo edificio. Pero es el pretexto perfecto para pedirme que suba a darte el abrazo, te contesto que sí, y me dices que me esperas en el cuarto donde editas. Me excita el saber que quieres estar a solas conmigo en un lugar en donde nadie tiene acceso más que tú. Subo y te encuentro al salir de los elevadores. Te dirigías al sanitario, pero tan pronto me viste lo olvidaste y me saludaste con un beso en la comisura de mi boca, me tomaste de la cintura y me conduciste hacia la puerta que estaba a unos escasos pasos de nosotros. Entramos y lo primero que escuche fue el click de la chapa al ponerle el seguro. Me besaste por primera vez en la boca, fue tan natural tu actitud, como si fueramos amantes de mucho tiempo, y yo correspondí porque lo deseaba intensamente. Atrajiste mi cuerpo hacia tí en un movimiento suave pero decidido, pude sentir la fuerza de tus brazos rodeando mi cintura y tu aliento tibio en mi lengua. Ese primer abrazo me confirmo el deseo que tanto habíamos dejado entrever en las miradas. Tu boca me succionaba con desesperación mientras pegabas con fuerza tu cadera a la mía. Me dijiste suavemente al óído "ven, vamos a un lugar más privado" al tiempo que abrias la puerta y me conducias a la sala de juntas. Atravesamos la sala, entramos a una oficina , pasamos a traves de ella, parecía un laberinto. Nunca había estado ahí, sólo en pláticas o cursos que se imparten en la sala. Me excito el constatar el poder que te confiere tu puesto en el trabajo. Probablemente no sepas que me seduce tu inteligencía, me encanta cuando entro a tu oficina y te observo absorto trabajando, te admiro y eso es tan axcitante como la atracción fisica que siento hacia tí.
Por fin llegamos a un cuartito que ignoro que fin tenga, pero me parecío que debía ser testigo de varios secretos. Había un escritorio, un divan, creo que alguna silla, y estaba comunicado a otro pasillo pero no nos interesaba llegar más allá, ya estabamos por fin a solas y encubiertos. Tu respiración era entrecortada y se ahogaba en mis besos, estabas tan excitado y yo rendida entre tus brazos. Te deje explorar mi cintura, mis caderas; lamiste mi cuello y mis oídos deliciosamente. Me encontraba transportada, tu olor embriago mi olfato y desperto mi deseo. Tu lengua bajo lentamente por mis hombros descubiertos y se anido en el nacimiento de mis senos. No tardaste mucho en llegar a ellos y descubrir que estaban sin sosten y listos para ser tuyos. Recibieron tus besos con una erección que cedió poco a poco en tu boca. Me abraze a tu espalda deseando fundirme contigo, mis dedos recorrian ansiosos tu cabello y mi boca besaba el lóbulo de tu oreja tan suave y rosado, lo mordisqué haste verlo enrojecer. Levantaste mi blusa que estaba sujeta por debajo de los senos y admiraste mi vientre de mujer, suave y delicado, ligeramente abultado en las entrañas. Sentí tu aliento quemante. Te atraje hacia mi boca ávida de tus besos, tome tu dulce saliva. Bajaste el cierre de mi pantalon y buscaste entre mi panty la tibieza de mi clítoris. Tus dedos amantes masajearon su capuchón con mucha suavidad a la vez que llevabas mi mano a tu miembro completamente erecto, listo para entregarmelo. Lo sentí a traves de tu pantalón, lo tome con firmeza entre mis dedos y busque más adentro...
Con que placer me entregue en tus brazos, el deseo era muy intenso y la necesidad de que me penetraras estaba en toda mi piel.