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"La imaginación puede lo que quieras..."
Necesito echar un polvo ya. No aguanto más. Voy por la calle imaginando desnudas a todas las mujeres con las que me cruzo, follando conmigo, sean guapas o feas o gordas o altas o rubias o pelirrojas. Ya no distingo y no aguanto. Hoy el metro iba bastante vacío, pero aun así había tres mujeres en los asientos del otro lado, justo una delante de la otra. La primera es mayor, aunque no llegaría a los 40 años y tiene la piel y el pelo moreno. Está mirando hacia mí en uno de esos asientos que van hacia atrás y con otros tres alrededor. A continuación una chica de unos 28 años mira por la ventanilla y su reflejo me permite ver su rostro, de boca y nariz grandes. Justo a mi altura se encuentra la más joven, no sé siquiera si será mayor de edad. Lleva el pelo hacia atrás y recogido en una trenza, y sobre todo un chaleco que deja ver un precioso escote en el que intuyen un par de pechos grandes. No dejo de imaginarme a esas tres chicas follando, sus caras mientras sus parejas las penetran o sus tetas subiendo y bajando cuando ellas se pongan encima. En ese momento la segunda chica, la de 28 años, deja de mirar por la ventanilla y parece que se dispone a salir. Lleva una falta por encima de las rodillas, aunque no muy corta, y con las piernas cruzadas como ahora se aprecian unos muslos bien marcados. Noto cómo mi pene se empieza a empinar sólo mirando esas piernas. Ella se levanta para salir en la próxima parada pero en ese momento el tren da un pequeño frenazo a causa de una curva y ella se viene encima mía. Noto cómo su culo cae sobre mi polla, que en ese momento está dispuesta a todo. Con el movimiento su falda se ha subido así que ella ha tenido que notarla cerca. Siento cómo antes de levantarse se restriega su coñito contra mi pene, como quien no quiere la cosa. Se disculpa por su torpeza con voz tímida y mirada ardiente mientras se apoya en mis rodillas para levantarse. Justo en ese momento se abre la puerta y ella se va. Tengo que decir adiós a ese magnífico culo. Sin embargo la cuarentona no ha perdido detalle de la situación. Ella también lleva falda y una blusa blanca con la que no hace falta poner mucha imaginación para ver unos senos llenos. Poco a poco empieza a bajar una mano mientras que con la otra se sube la falta. Puedo ver sus bragas ahora y ella lo sabe. Con una mano la aparta a un lado y deja que admire su rajita, por lo que parece, totalmente depilada. Levanta un momento el culo y rápidamente se saca casi de un tirón las bragas y las mete en el bolso. Sin dejar de mirarme se pasa la yema del dedo por su vulva, que empieza a abrirse. Poco a poco empieza a introducir un dedo dentro de ella. En ese momento una voz anuncia por megafonía la siguiente parada y mi masturbadora se levanta con gesto de disgusto, pasa a mi lado camino de la puerta y a los pocos segundos abandona el metro. No tengo claro si la chica que está a mi lado ha podido ver el espectáculo desde su posición. Quizá no pudiera ver nada, pero la verdad es que no deja de mirar. En este tiempo parece que sus pechos han crecido y si su escote ya era agradable de mirar antes, ahora parece que sus tetas van salir disparadas de esa trampa en que están retenidas de un momento a otro. Como ella no deja de mirarme yo también lo hago, no le quito ojo de encima. Para ese momento no queda nadie en el vagón. Finalmente es ella la que actúa y se sienta a mi lado. Ella está vuelta hacia mí y yo no dejo de mirar sus grandes pechos. Entonces coloca su mano en mi polla, tiene que notar la tiesa que está. Yo no me aguanto y de un tirón bajo su chaleco y dejo a la vista al fin esas tetas que llevo deseando desde que la vi. Mamo sus pezones mientras ella saca mi paquete del pantalón. Ella se inclina un poco y deja que sus pechos toquen mi prepucio, suavemente. Al fin sigue su camino y noto su lengua. Pero en ese momento se levanta y sin decir nada, se baja en la siguiente parada.
Tras todo esto yo me he quedado sin aliento. Realmente no aguanto más y mi imaginación no deja de jugarme malas pasadas. Necesito echar un polvo ya.
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